LO QUE NO TE HABÍAN CONTADO SOBRE LA CUEVA DE ALTAMIRA.
Alvaro Anula+ | 21 febrero, 2015 | Destacadas, España mágica, Misterios del Arte, Misterios del Mundo,Noticias | No hay comentarios
Siempre hemos pensado que el hombre primitivo era un burdo animal sin preparación alguna y que se comportaba sin civilización alguna. Todo lo relacionado con los primeros seres humanos, como es el caso de Altamira, carece de importancia, como ha quedado patente con el paso del tiempo. Ingenuos lo que piensan esto, pues los primitivos evolucionaban; nosotros, en cambio, involucionamos cual cangrejo que marcha hacia atrás cuando no le queda más remedio.
Los primeros humanos se preguntaban por todo aquello que no comprendían y buscaban el significado real de su existencia. Todo ello quedaba plasmado en el arte.
Digamos que el arte siempre ha tenido unas connotaciones trascendentes. El arte nació con esa intención de comunicarse con aquello que era considerado como divino.
Estos “monos pensantes” como más de uno los calificaría, pintaban las cuevas y abrigos con símbolos para acercarse a aquello que no comprendían. Todas las representaciones que encontramos hacen caso a un simbolismo concreto, en el que sus pintores narran los prodigios mágicos de los que nada más conocían la manifestación que se llevaba a cabo en aquel sitio únicamente.
Estos “monos pensantes” como más de uno los calificaría, pintaban las cuevas y abrigos con símbolos para acercarse a aquello que no comprendían. Todas las representaciones que encontramos hacen caso a un simbolismo concreto, en el que sus pintores narran los prodigios mágicos de los que nada más conocían la manifestación que se llevaba a cabo en aquel sitio únicamente.
Estas pinturas se realizaban, como bien hemos dicho, en cavernas o abrigos, y todo tiene su sentido. Estos hombres primitivos no se refugiaban en estos lugares y pintaban en ellos así porque sí. Las cuevas serían el enclave iniciático donde nuestros antepasados trascendían.
Entrar en una cueva es “meterse dentro de la Tierra”, alcanzar el corazón sagrado de ella, la matriz de la Gran Madre Tierra que pone en contacto al ser humano con lo que era antes de venir al mundo y con lo que será después de la muerte. A su vez es un centro de conocimiento, como veremos con el transcurso del tiempo, siendo puntos donde el Hombre iba a preguntarse sobre aquello que se les escapaba a su razón, quedando demostrado en muchos filósofos, eremitas y grandes personajes de la Historia.
Entrar en una cueva es “meterse dentro de la Tierra”, alcanzar el corazón sagrado de ella, la matriz de la Gran Madre Tierra que pone en contacto al ser humano con lo que era antes de venir al mundo y con lo que será después de la muerte. A su vez es un centro de conocimiento, como veremos con el transcurso del tiempo, siendo puntos donde el Hombre iba a preguntarse sobre aquello que se les escapaba a su razón, quedando demostrado en muchos filósofos, eremitas y grandes personajes de la Historia.
Pero muchas de estas pinturas son auténticas obras de arte que encierran muchísimos misterios, formando parte de ese legado que los antiguos nos han dejado para que lo transmitamos de generación en generación. Esas obras maestras, como la cueva de Altamira y sus misterios que nos dan cita hoy, fueron creadas por los primeros seres humanos, que han sido vilmente atropellados por unos contemporáneos que se creen que dominan la Naturaleza, cuando ella siempre nos ha dominado a nosotros, como bien sabían esos “monos pensantes”.
Ahora y en el momento en el que acaben de leer estas líneas, ¿seguirán pensando en que nuestros antepasados más remotos eran solamente animales carentes de razón y de sentido común?
Ahora y en el momento en el que acaben de leer estas líneas, ¿seguirán pensando en que nuestros antepasados más remotos eran solamente animales carentes de razón y de sentido común?
La cueva de Altamira y uno de los grandes atropellos de la Historia.
Yo, por desgracia, no he podido disfrutar de la Capilla Sixtina del arte rupestre como es la cueva de Altamira, la cual tenemos la suerte de poseer en este país mágico. No he podido soñar despierto con sus grandiosas pinturas que inundan sus techos y paredes puesto que nunca las he conocido abiertas, y quién sabe si las conoceré algún día…
Pero quien no sueña es porque no quiere, y quien sueña porque quiere no está loco. En una conversación con mi querido abuelo sobre su visita a Altamira, me brillaron los ojos por todo lo que me contaba. Me contó que, tumbado en la cueva para ver el techo pintado lleno de esos famosos bisontes, se maravilló al contemplar la escena representada.
En ese momento, mi imaginación se trasladó a unos límites insospechados. Esa sensación de estar presenciando una de las grandes obras del Hombre con esa tranquilidad me inundó por un instante. Pensé en esa respuesta dada por Howard Carter a lord Carnarvon al preguntarle qué veía cuando tuvo frente a él la enigmática tumba del faraón Tutankamón: “Veo cosas maravillosas”.
También un sentimiento de envidia sana recorrió mi cuerpo, pues yo también quería haber presenciado lo que sus ojos vieron en esa claustrofóbica cueva de Cantabria. Pero mi momento, no tengo la menor duda en ello, tarde o temprano llegará…
Pero ese sentimiento que me invadió a mí tras saber más sobre ella no siempre ha existido; podemos decir que la fascinación por ver semejante fastuosidad viene de hace relativamente poco. Y es que, con el descubrimiento de esta cueva rupestre, se asistía al mismo tiempo a uno de los grandes insultos que ha recibido España a lo largo de su Historia.
Marcelino Sanz de Sautuola, aparte de ser abuelo del banquero Botín, era un intelectual del siglo XIX, un tiempo nada fácil. Fue el encargado del mayor hallazgo de nuestro país, pero murió de tristeza, y todavía a día de hoy no cuenta con toda la fama que merece. Este personaje en otro país tendría una avenida importante con su nombre, ya que encontró el primer arte de la Historia, que no es poca cosa.
Vivió en Puente San Miguel, un bello pueblo cántabro. Poseía grandes inquietudes, como gran inconformista que era. Esto quedará mostrado en su viaje a París donde contemplaría en la Exposición Universal una colección formada por unos extraños huesos. Estos huesos se decía que pertenecían al hombre antediluviano. En esa época, a pesar de las teorías de Darwin, todavía se pensaba que el Hombre tenía muy pocos miles de años, pero con este tipo de restos se estaba reescribiendo la Historia,y todo gracias a un aficionado al tema como era Marcelino.
Al ver fascinado la Expo de París así como las colecciones de restos arqueológicos, Marcelino Sanz de Sautuola volvió a Santander pensando en la posibilidad de encontrar esas piezas de tanto calibre en su tierra, como así cuenta en su obra “Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Santander ” y donde presentará sus conclusiones.
Marcelino tenía un prado donde había una pequeña cueva que había sido descubierta por un pastor gracias a su perro. Este hombre, sin ser científico, estuvo buscando en la cueva restos parecidos a los que había visto en la capital francesa y encontró unos extraños utensilios y punzones de piedra. En esta época era una auténtica barbarie pensar que el hombre prehistórico poseía inteligencia.
Un día y en busca de más restos, entró en la cueva acompañado por su hija María de 7 años. La niña, como si fuera llamada por algo o alguien, entró en una galería donde su padre apenas podía adentrarse. Al ver lo contemplado en dicha galería, la niña grita a su padre:”¡ Papá, toros!¡Hay toros!” Marcelino al llegar adonde estaba su hija con el candil en mano, vio como si la naturaleza se viera en el techo de aquella cueva, en forma de unos bisontes rojos. Dijo Sautuola al ver tal escena con total clarividencia que esas pinturas eran el legado del hombre antiguo.
Todos sus paisanos y los científicos le tildaron de “farsante” y le dijeron que todo aquel techo de aquella pequeña cueva lo había pintado él para sacar provecho de los visitantes que fueran a ver algo “tan absurdo como pinturas de los primeros hombres”.
Sautuola murió de tristeza ante tantos ataques que recibió y las últimas palabras que escuchó fueron las de su hija: “Papá, vengaré esta ofensa”.
Antes de morir, Sautuola escribió misivas invitando a ver la cueva de Altamira a especialistas franceses que estaban trabajando esos huesos que presenció en París. Los estudiosos se rieron en su cara, tomando al cántabro como un loco.
20 años después, en Francia, los mismos investigadores que se habían burlado de Altamira como Émile Cartailhac, eminencia en el estudio de la Prehistoria en este país, descubren por sorpresa en una gruta que hay bisontes muy parecidos a los que Sanz de Sautuola había descubierto mucho antes en Cantabria. Resulta que el hombre prehistórico pintaba.
Estos investigadores franceses en los que destaca Cartailhac, escriben “Mea culpa de un escéptico” en el que reconocen a Sautuola que se equivocaron, y que delante suya tuvo el primer arte.
Marcelino Sanz de Sautuola se adentró en una aventura en busca de lo desconocido, cuyo guía era el corazón, pues él no era científico ni experto en aquello, pero desde el primer momento dijo que lo que había en esa pequeña cueva eran pinturas de los primeros seres humanos. Nadie le creyó.
Hoy en día se habla de Altamira gracias a Marcelino Sanz de Sautuola, que se adelantó más de 20 años a todo el mundo. Él no iba de científico, pero fue un adelantado a su tiempo y que nunca fue recompensado como merecía. No descubrió cualquier cueva, sino que descubrió la primera con evidencias de la inteligencia de los primeros seres humanos y el primer arte de la Historia.
La arqueoastronomía y la cueva de Altamira: un posible significado astronómico.
Tenemos que ponernos en la piel de esos antiguos e intentar entender la situación exacta de sus asentamientos además de sus construcciones y creaciones. Los antiguos, por muy sorprendente que parezca, se asentaban en cuevas que estaban astronómicamente orientadas,creaban sus construcciones megalíticas en un punto exacto donde brillara la luz de la puesta de Sol cuando éste cayese o en lugares donde se reflejara la luz de la estrella durante los solsticios y equinoccios… Podemos decir que el primer hombre se guiaba gracias a las estrellas y todos los cuerpos que estaban flotando en el cielo y a los que no encontraban razón de ser.
Para estudiar estos enclaves minuciosamente colocados o escogidos existe una ciencia como es la arqueoastronomía, cuyo objetivo es entender el porqué de la obsesión del primer humano con las estrellas y sus conocimientos astronómicos. Esta ciencia se ha encargado de investigar grandes lugares relacionados con la Prehistoria, las civilizaciones antiguas y las culturas precolombinas como, por ejemplo, Stonehenge o las culturas precolombinas ( Machu Picchu o Chichén Itzá). Y cómo no, la arqueoastronomía también tenía que poner sus ojos en la Capilla Sixtina del arte paleolítico. Según estudios de esta ciencia, los grabados de Altamira serían representaciones con fines mágicos de las estrellas.
Pero existe una teoría rompedora creada por Luz Antequera Congregado, doctora de Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid, en la cual relaciona el significado de las pinturas de Altamira con claras connotaciones astronómicas.
Para Luz Antequera, el hecho de que los animales estén pintados en el techo es un signo revelador, ya que vendría a señalar la parte más relacionada con el cielo. Según la doctora, muchos de los símbolos y animales dibujados en el techo de la cueva serían claras referencias a las estrellas.
Incluso va más allá, diciendo que las representaciones de los bisontes encajarían más o menos con las constelaciones más destacadas que encontramos en la Vía Láctea. También aparecerían representadas las Osas Mayor y Menor así como los solsticios y los equinoccios.
Todo esto demostraría que el Hombre de Altamira tenía conocimientos astronómicos, trazándolos en las paredes de las cuevas según la concepción que tenían, sintiendo ese flujo procedente del cosmos que a lo largo de la Historia marcará muchas de las creencias de las civilizaciones venideras.
El misterioso jabalí que aparece y desaparece.
Ha sido visto por muchos, pero recordado por pocos. Ha asombrado a mucha gente, pero otra gran cantidad lo ha negado rotundamente. Entre esa madeja de bisontes encaramados al techo de La Meca del primer arte, se encuentran grandes misterios protegidos por el paso del tiempo. Pero hay uno que solamente es visible a unos pocos, ávidos observadores y buscadores del secreto que guarda Altamira.
Es como un fantasma que atormenta a esas pinturas y más aún a todo aquel que lo ha visto inexplicablemente cual espectro que hace gala de su aparición en el momento menos sospechado.
Entre esa inmensa infinidad de bisontes existe un animal que no debía de estar ahí y que quiere permanecer inmortal hasta nuestros días, para demostrar que Altamira tiene mucho que contar sobre sus pobladores. Estamos hablando de un misterioso y oculto jabalí que se encuentra invisible para la mayoría de los visitantes. Pero a esos incansables buscadores de lo mágico y lo oculto, el propio lugar les agradece que alguien quiera adentrarse y descubrir su secreto, proporcionando una revelación al intrépido viajero de la España Mágica , como si de un favor se tratara… El jabalí aparece galopando, como si quisiera huir de esa escena en la que sabe perfectamente que sobra, pero también sabe que no es culpa suya, sino de un pintor que quiere expresar algo y que lo deja plasmado ahí por algo.
Los más propensos a ver a este jabalí son los niños, cuya inocente mirada y sensibilidad hace que vean ese Más Allá de las cosas. Muchos gritan a sus padres diciendo “Papá, mamá, ¿no véis el jabalí?”. Los propios padres se asombran ante la sorprendente vista de sus hijos, pero ellos al alzar la mirada no ven más que bisontes. Lástima que esa capacidad de ver lo que nadie ve y de disfrutar lo que nadie disfruta se va agotando a medida que la vida pasa y a través de conocimientos que se nos van inculcando, que hacen que esa facultad mágica acabe desapareciendo.
Los investigadores que han podido vislumbrar ese jabalí dicen que es un bisonte que, al entrar en contacto con las grietas que existen en las paredes de la cueva, hacen pensar que es un jabalí. En resumidas cuentas, dicen que no hay que ver cosas que no existen.
Mas yo no les creo. Me parece una teoría muy cogida con pinzas con el fin de acallar y de tapar los ojos a aquellos revelados que pueden atravesar los grabados, cosa que la ciencia nublada por tantos conocimientos, nunca podrá hacer. No creo que exista algo tan maravilloso como descubrir grandes detalles que se nos presentan en obras de tanto calibre; porque, al fin y al cabo, el pintor quiere que lleguemos a ese secreto que deja plasmado para la eternidad, y su única motivación es que, algún día, alguien descubra ese enigma escondido entre su creación.
¿Un unicornio dibujado en Altamira?
Entrevistando no hace mucho tiempo a un gran investigador sobre las cuevas españolas y el arte paleolítico que podemos encontramos en ellas como es Georgeos Díaz Montexano, me topé con una gran curiosidad que muy poca gente, por no decir nadie, conoce.
Hablando sobre sus teorías sobre que podemos encontrar una Escritura Lineal Paleolítica (ELPA) en nuestras cuevas, se realizó un paréntesis para hablar de las curiosidades que encierra Altamira entre sus paredes. La conversación fue muy interesante y aprendimos cosas que están al alcance de todos. Pero hubo un detalle que me llamó la atención sobre cualquier otro…
Georgeos Díaz Montexano nos contó que había descubierto en una representación figurativa de un caballo dibujado en Altamira con una característica diferenciadora: ¡ poseía un cuerno en su frente!
El investigador decía que no podía ser la continuación del cuerno de un bisonte o un problema de conservación ya que este animal que se encuentra enfrente del caballo posee los dos cuernos claramente visibles y no dan lugar a polémica. No duda en que lo que aparece representado es ni más ni menos que un unicornio.
Pero el unicornio es una criatura mitológica en forma de caballo con un cuerno en su frente. Es un mito que se remonta a la Edad Antigua, concretamente a la Grecia clásica, y que es el artífice de diversas leyendas e historias en la Edad Media.
Este hallazgo cambiaría totalmente la historia de este fabuloso ser, demostrando así que en tiempos remotos ya se creía en él, dando un completo giro a la mitología existente, que puede proceder ni más ni menos que del Hombre de las Cavernas.
Yo particularmente me quedo en el beneficio de la duda, en ese “podría ser” constante, pues quiero pensar que sería uno de los grandes enigmas que guarda Altamira y que hacen de ella un auténtico Santuario de la Prehistoria, donde el hombre antediluviano dejó constancia de su inteligencia tan menospreciada en tiempos de verdadera crisis moral como son los que hoy en día vivimos.
http://www.alotroladodelarealidad.com/2015/02/lo-que-no-te-habian-contado-sobre-la-cueva-de-altamira/
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