CAONABO, Cacique de Magüana.
Era originario de la Isla de Guadalupe. Su trágico fin, estuvo ligado al del fuerte de la Navidad.
En la noche del 25 de diciembre de 1492, la carabela Santa María naufragó en la costa occidental de Santo Domingo. Como La Pinta había desaparecido y en la única nave que quedaba no cabían dos tripulaciones, Cristóbal Colón ordenó construir con los restos de la primera un fuerte que bautizó con el nombre de Navidad por la fecha en que ocurrió el accidente. En él dejó a 38 hombres, al frente de los cuales designó a Diego de Arana.
A su llegada en el segundo viaje, y después de once meses de ausencia, Colón se enteró de la matanza de los españoles del fuerte, que había sido ordenada por los caciques Caonabo y Mairení. La causa había sido, al parecer, que los españoles habían tomado a la fuerza mujeres nativas.
Decidido a vengar la muerte de los hombres del fuerte, Colón mandó a Alonso de Ojeda con nueve españoles a Maguana para capturar a Caonabo, pero como luchar contra él era muy arriesgado ya que contaba con muchos hombres aguerridos, el capitán recurrió a un ardid. Los indígenas tenían en gran estima el latón y otros metales que los españoles llevaban, y les llamaban turey por creer que procedían del cielo, pues tal era el nombre de este. Por tanto, Ojeda recurrió a unas esposas y unos grillos muy bien labrados y bruñidos, asegurándole a Caonabo que eran un presente de Colón.
El astuto capitán le dio a entender que habían venido del cielo y que los reyes de Castilla se adornaban con ellos. Después le solicitó que fuese con él al río Yaque a lavarse, donde le pondría los tureyes y lo montaría en un caballo para que sus hombres lo admirasen. Sin ningún temor a que los españoles le hiciesen daño por estar en su tierra y tener muchos indios a sus órdenes, Caonabo acudió al río y Ojeda lo puso sobre su cabalgadura, sujetándole las manos y los pies con las esposas y cadenas, para luego regresar a La Isabela con él mientras fingía que paseaban.
Se cuenta que estando Caonabo preso en la casa de Colón, cada vez que Ojeda entraba a verlo se levantaba y lo reverenciaba. Preguntado por qué no hacía lo mismo con el Almirante, ya que Ojeda era inferior en rango, respondía que el descubridor no había osado ir a su tierra a apresarlo y en cambio el capitán sí.
Al cabo de un tiempo, Colón decidió llevar a Caonabo a España junto con unos 600 esclavos capturados en el Cibao. Cuando ya los navíos estaban listos para zarpar, se desencadenó una fuerte tormenta que los hundió. Perecieron todos salvo las tripulaciones, que llegaron a nado a tierra.
El bachiller Andrés Bernáldez, cura de los Palacios, ofrece en su obra Historia de los Reyes Católicos otra versión acerca de la muerte de Caonabo, expresando que falleció de una dolencia durante el viaje a España. En cambio, Fernando Colón, en la biografía que escribió de su padre, asegura que fue apresado por los españoles en una batalla que el Almirante sostuvo con los indígenas de Maguana, y que luego este lo envió a España con un hermano suyo. Esa aseveración es falsa, ya que el combate, dirigido por Ojeda, tuvo lugar después de la prisión del cacique.
Cristóbal Colón difiere de Mártir de Anglería, el cronista que refiere la captura de Caonabo en la forma que hemos narrado, y de su hijo. En las instrucciones que dio a mosén Pedro Margarite para que hiciese la guerra a los indios, le encomendó que mandase a un tal Contreras a Maguana para que, una vez lograda la amistad del cacique, lo vistiese con una camisa y una capucha y lo amarrara con un cinturón. Las instrucciones le fueron entregadas a Margarite por Ojeda.
El cacicazgo de Caonabo era muy extenso. Según Fernández de Oviedo, tenía como ayudante a un nitaíno de nombre Uxmatex, conocido y temido por su valentía.
Bibliografía
Fernández de Oviedo, Gonzalo: Historia general y natural de las Indias, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1959.
Las Casas, Fray Bartolomé de: Historia de las Indias, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1957
En la noche del 25 de diciembre de 1492, la carabela Santa María naufragó en la costa occidental de Santo Domingo. Como La Pinta había desaparecido y en la única nave que quedaba no cabían dos tripulaciones, Cristóbal Colón ordenó construir con los restos de la primera un fuerte que bautizó con el nombre de Navidad por la fecha en que ocurrió el accidente. En él dejó a 38 hombres, al frente de los cuales designó a Diego de Arana.
A su llegada en el segundo viaje, y después de once meses de ausencia, Colón se enteró de la matanza de los españoles del fuerte, que había sido ordenada por los caciques Caonabo y Mairení. La causa había sido, al parecer, que los españoles habían tomado a la fuerza mujeres nativas.
Decidido a vengar la muerte de los hombres del fuerte, Colón mandó a Alonso de Ojeda con nueve españoles a Maguana para capturar a Caonabo, pero como luchar contra él era muy arriesgado ya que contaba con muchos hombres aguerridos, el capitán recurrió a un ardid. Los indígenas tenían en gran estima el latón y otros metales que los españoles llevaban, y les llamaban turey por creer que procedían del cielo, pues tal era el nombre de este. Por tanto, Ojeda recurrió a unas esposas y unos grillos muy bien labrados y bruñidos, asegurándole a Caonabo que eran un presente de Colón.
El astuto capitán le dio a entender que habían venido del cielo y que los reyes de Castilla se adornaban con ellos. Después le solicitó que fuese con él al río Yaque a lavarse, donde le pondría los tureyes y lo montaría en un caballo para que sus hombres lo admirasen. Sin ningún temor a que los españoles le hiciesen daño por estar en su tierra y tener muchos indios a sus órdenes, Caonabo acudió al río y Ojeda lo puso sobre su cabalgadura, sujetándole las manos y los pies con las esposas y cadenas, para luego regresar a La Isabela con él mientras fingía que paseaban.
Se cuenta que estando Caonabo preso en la casa de Colón, cada vez que Ojeda entraba a verlo se levantaba y lo reverenciaba. Preguntado por qué no hacía lo mismo con el Almirante, ya que Ojeda era inferior en rango, respondía que el descubridor no había osado ir a su tierra a apresarlo y en cambio el capitán sí.
Al cabo de un tiempo, Colón decidió llevar a Caonabo a España junto con unos 600 esclavos capturados en el Cibao. Cuando ya los navíos estaban listos para zarpar, se desencadenó una fuerte tormenta que los hundió. Perecieron todos salvo las tripulaciones, que llegaron a nado a tierra.
El bachiller Andrés Bernáldez, cura de los Palacios, ofrece en su obra Historia de los Reyes Católicos otra versión acerca de la muerte de Caonabo, expresando que falleció de una dolencia durante el viaje a España. En cambio, Fernando Colón, en la biografía que escribió de su padre, asegura que fue apresado por los españoles en una batalla que el Almirante sostuvo con los indígenas de Maguana, y que luego este lo envió a España con un hermano suyo. Esa aseveración es falsa, ya que el combate, dirigido por Ojeda, tuvo lugar después de la prisión del cacique.
Cristóbal Colón difiere de Mártir de Anglería, el cronista que refiere la captura de Caonabo en la forma que hemos narrado, y de su hijo. En las instrucciones que dio a mosén Pedro Margarite para que hiciese la guerra a los indios, le encomendó que mandase a un tal Contreras a Maguana para que, una vez lograda la amistad del cacique, lo vistiese con una camisa y una capucha y lo amarrara con un cinturón. Las instrucciones le fueron entregadas a Margarite por Ojeda.
El cacicazgo de Caonabo era muy extenso. Según Fernández de Oviedo, tenía como ayudante a un nitaíno de nombre Uxmatex, conocido y temido por su valentía.
Bibliografía
Fernández de Oviedo, Gonzalo: Historia general y natural de las Indias, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1959.
Las Casas, Fray Bartolomé de: Historia de las Indias, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1957
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