Arquitecto Guido D'Alessandro. Sus obras. Conozcamos su historia
Guido D’Alessandro (1895-1954) vino al país en 1927 y casó tres años más tarde con Carmen Tavárez Mayer – hija de Isabel Mayer, influyente figura política del régimen, era hermana paterna de Manolo Tavárez Justo y madre de Armando, Yuyo, Niní, Aldo, Carmen.
Había hecho carrera militar en Italia y fue incorporado al EN como capitán, formando la Compañía de Zapadores, en la que destacarían oficiales como Ramón A. Caro Brito y Manuel A. Diprés, la cual tomó a su cargo la ejecución de un programa de edificaciones militares.
Así, D’Alessandro aparece ligado a la construcción de las fortalezas de Monte Cristi y San Cristóbal, el Hospital Militar Dr. Marión, un Edificio Escolar en San Cristóbal y a la ejecución de los planos del Mercado Modelo. Diseña, ya con rango de mayor, la residencia del coronel Héctor B. Trujillo M. en la avenida George Washington, otra a éste, ya general, en la Dr. Báez 6, en 1940. Asimismo la del teniente coronel Charles McLaughlin en la Dr. Delgado, quien sería el suegro de Héctor Bienvenido al éste matrimoniarse con su hija Alma.
En cuanto a instalaciones industriales, figurarían en su haber la fábrica de aceites de la Sociedad Industrial Dominicana, Sacos y Cordelería, en la Máximo Gómez, la Fábrica Nacional de Vidrio en San Cristóbal, todas operaciones que llevaban el sello de la Era Trujillista.
Otras edificaciones institucionales serían la Corte de Apelación de S. Cristóbal y el Palacio Nacional, una pieza magistral erigida en la colina de San Carlos sobre los cimientos de lo que fuera Receptoría General y luego Mansión Presidencial.
La villa preferida de Trujillo, su Hacienda Fundación, la Casa de Caoba, son obras en la que participó el arquitecto D’Alessandro.
Como una cruel paradoja que él no vivió para sufrirla –pero sí sus familiares -, su hijo Aldo perdió la vida en el centro de torturas de La 40, mientras Yuyo –concuñado de Ramfis- escapaba de las garras criminales disfrazado de turista en un crucero italiano que hizo escala en el puerto del Ozama.
Texto: Adriano M. Tejada
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