ARÍSTIDES GARCÍA PEÑA.
En 1972 fue nombrada con el nombre del insigne maestro la calle del Mirador Sur que nace en la “Ana Teresa Paradas” y termina en la “Avenida Presidente Antonio Guzmán” (Privada)
Gran maestro. En Arístides García Mella brillaba el conocimiento: era matemático, físico y escritor costumbrista. Pero sobre todo fue un gran educador, y a ello dio toda su vida y sus mejores años, sacrificando muchas cosas
Cuando murió, por su casa desfiló “toda la sociedad” invadida de duelo que se extendió a las aulas universitarias, la escuela secundaria, academias comerciales, en triste marcha fúnebre que recorrió la ciudad de Santo Domingo, enlutada por su partida. La Banda de Música acompañó multitud y féretro hasta la Catedral Primada y después al camposanto.
Porque con el fallecimiento de Arístides García Mella quedaban huérfanos el hogar, la ciencia, el magisterio, las letras. La prensa recogió la noticia luctuosa con despliegue de primer plano dando cuenta, a través de telegramas y cables, del país conmovido por el inesperado desenlace.
El maestro, recordado por una calle del Mirador Sur que antes debió haber estado en Gascue, fue eminente físico y matemático, consumado escritor costumbrista pero, más que todo, educador. Consagró 38 años, de los 56 que vivió, a enseñar.
“No hay caso en la República Dominicana que supere esta vocación profunda por las aulas, heredada de su padre, aquel abnegado maestro de escuela que murió después de haber vivido dando clase a los niños”, escribió Américo Lugo.
Tampoco, agregó, “brilla hoy en el país una mente más clara e ilustrada que la de Arístides García Mella, y si ello era acaso ignorado de algunos hasta ahora que la luz de ultratumba ha dorado su alta frente, débese sólo a la encantadora modestia que cubría como manto inviolable el abundantísimo tesoro de su saber”.
Le atribuía a García Mella cuatro virtudes que según él no reunía ningún otro de la generación del insigne profesor: ánimo, inteligencia, sabiduría y elocuencia. “Pudo haber sido rico si hubiera podido dejar de ser desinteresado. Para haber sido famoso en las letras hispanoamericanas, sólo habría necesitado apartarse de la masa escolar. Prefirió deliberadamente lo que no da gloria ni riqueza sino pobreza y obscuridad, y agotó sus espléndidas fuerzas en la vía, en la blanda, en la misericordiosa labor de la instrucción”, declaró Lugo en semblanza que recogió Julio Jaime Julia en “Antología de Américo Lugo”.
Arístides García Mella parece haber ambicionado, solamente, la riqueza del conocimiento, según las palabras de Lugo quien lamenta que éste dejara a su suerte a hijos y esposa. También fue prontamente olvidado. Aunque se designó una calle con su nombre al año de su deceso, la resolución, aparentemente no se ejecutó sino 42 años después. No es abundante, en otro orden, la información documental sobre su vida y su obra.
“Peregrino prócer”. Luis David Arístides nació en Santo Domingo el 24 de septiembre de 1872, hijo de Moisés García Noboa y Gertrudis Mella Benzo. Se graduó bachiller en el colegio San Luis Gonzaga y años más tarde obtuvo licenciatura en ciencias fisicomatemáticas en el Instituto Profesional, donde también estudió para agrimensor público. Ejerció cargos técnicos municipales como agrimensor e ingeniero y luego se dedicó a la labor docente.
Fue director de la Escuela Normal Superior y profesor y decano de la facultad de Ciencias Exactas, director de la Enseñanza Normal en la República Dominicana, de la “antigua Academia Militar” y de “La Preparatoria”. Al morir era Superintendente General de Enseñanza.
Sus primeros ensayos literarios los publicó en “El Eco de La Opinión” bajo el pseudónimo de “Elpidio” con que dio a la luz “brillantísimos estudios de crítica que merecieron la más favorable acogida”, expresa Listín Diario de febrero de 1928. Después fue redactor de ese semanario, que dirigía Francisco Gregorio Billini. También colaboraba con “El Teléfono” y “La Cuna de América”. En 1906 fundó con Miguel Leopoldo Navarro “El País”.
El 27 de febrero de 1928 se colocó un retrato del ilustre pedagogo en uno de los salones de la Escuela Primaria Superior “Leopoldo Navarro” porque fue él, “quien con sus esfuerzos y energías inagotables” construyó ese plantel “y no lo ha abandonado, lo cuida, lo vigila, lo alimenta, lo preserva de la destrucción o del aniquilamiento y quiere que como hijo de sus inspirados desvelos, se levante, y edifique a los nuevos hijos de su pueblo”, dijo en un discurso el profesor Ernesto J. Suncar Méndez, y añadió: “Él desea que eso se convierta en un modelo de escuelas y que de sus aulas bien nutridas salgan a la lucha de la vida los combatientes del porvenir, que ya se insinúan en este discipulado”.
En la necrológica lo describían “padre de familia tierno, amoroso. Fue todo para su hogar”, además de amistoso y sociable.
Estuvo casado con María García de la Concha, madre de sus hijos: Luis Arístides, Margarita, José Eduardo y Celeste.
Entre sus libros publicados figuran: “Tiempo perdido” (Artículos literarios y de costumbres); “Conocimientos esenciales del idioma castellano” (Manual escolar de Gramática), editado en París; sus tesis “Sobre construcciones de cemento armado” y si “Resuelven las abejas problemas de máximos y mínimos en la construcción de sus panales”.
Murió en la “Clínica Padre Billini” el 25 de febrero de 1929. Con motivo de su deceso Américo Lugo pidió: “Levantemos en nuestros brazos a este peregrino prócer de la enseñanza para presentarlo a la mirada de las generaciones futuras como ejemplo, guía, inspiración, norma, estrella, ideal...”.
¿Aplicación tardía?
El 14 de agosto de 1930, el Ayuntamiento de Santo Domingo denominó Arístides García Mella, “la calle del barrio de Gazcue que comienza en la calle “César Nicolás Penson” y se dirige hacia el norte entre las calles “Doctor Delgado” y “Rosa Duarte”, pero resulta que, cuatro años más tarde, se le puso a esa vía “Galván”, en homenaje de recordación al celebrado autor del libro “Enriquillo”. En 1972 fue nombrada con el nombre del insigne maestro la calle del Mirador Sur que nace en la “Ana Teresa Paradas” y termina en la “Avenida Presidente Antonio Guzmán” (Privada)
Texto magistral: Angela Peña, para el periódico hoy
Gran maestro. En Arístides García Mella brillaba el conocimiento: era matemático, físico y escritor costumbrista. Pero sobre todo fue un gran educador, y a ello dio toda su vida y sus mejores años, sacrificando muchas cosas
Cuando murió, por su casa desfiló “toda la sociedad” invadida de duelo que se extendió a las aulas universitarias, la escuela secundaria, academias comerciales, en triste marcha fúnebre que recorrió la ciudad de Santo Domingo, enlutada por su partida. La Banda de Música acompañó multitud y féretro hasta la Catedral Primada y después al camposanto.
Porque con el fallecimiento de Arístides García Mella quedaban huérfanos el hogar, la ciencia, el magisterio, las letras. La prensa recogió la noticia luctuosa con despliegue de primer plano dando cuenta, a través de telegramas y cables, del país conmovido por el inesperado desenlace.
El maestro, recordado por una calle del Mirador Sur que antes debió haber estado en Gascue, fue eminente físico y matemático, consumado escritor costumbrista pero, más que todo, educador. Consagró 38 años, de los 56 que vivió, a enseñar.
“No hay caso en la República Dominicana que supere esta vocación profunda por las aulas, heredada de su padre, aquel abnegado maestro de escuela que murió después de haber vivido dando clase a los niños”, escribió Américo Lugo.
Tampoco, agregó, “brilla hoy en el país una mente más clara e ilustrada que la de Arístides García Mella, y si ello era acaso ignorado de algunos hasta ahora que la luz de ultratumba ha dorado su alta frente, débese sólo a la encantadora modestia que cubría como manto inviolable el abundantísimo tesoro de su saber”.
Le atribuía a García Mella cuatro virtudes que según él no reunía ningún otro de la generación del insigne profesor: ánimo, inteligencia, sabiduría y elocuencia. “Pudo haber sido rico si hubiera podido dejar de ser desinteresado. Para haber sido famoso en las letras hispanoamericanas, sólo habría necesitado apartarse de la masa escolar. Prefirió deliberadamente lo que no da gloria ni riqueza sino pobreza y obscuridad, y agotó sus espléndidas fuerzas en la vía, en la blanda, en la misericordiosa labor de la instrucción”, declaró Lugo en semblanza que recogió Julio Jaime Julia en “Antología de Américo Lugo”.
Arístides García Mella parece haber ambicionado, solamente, la riqueza del conocimiento, según las palabras de Lugo quien lamenta que éste dejara a su suerte a hijos y esposa. También fue prontamente olvidado. Aunque se designó una calle con su nombre al año de su deceso, la resolución, aparentemente no se ejecutó sino 42 años después. No es abundante, en otro orden, la información documental sobre su vida y su obra.
“Peregrino prócer”. Luis David Arístides nació en Santo Domingo el 24 de septiembre de 1872, hijo de Moisés García Noboa y Gertrudis Mella Benzo. Se graduó bachiller en el colegio San Luis Gonzaga y años más tarde obtuvo licenciatura en ciencias fisicomatemáticas en el Instituto Profesional, donde también estudió para agrimensor público. Ejerció cargos técnicos municipales como agrimensor e ingeniero y luego se dedicó a la labor docente.
Fue director de la Escuela Normal Superior y profesor y decano de la facultad de Ciencias Exactas, director de la Enseñanza Normal en la República Dominicana, de la “antigua Academia Militar” y de “La Preparatoria”. Al morir era Superintendente General de Enseñanza.
Sus primeros ensayos literarios los publicó en “El Eco de La Opinión” bajo el pseudónimo de “Elpidio” con que dio a la luz “brillantísimos estudios de crítica que merecieron la más favorable acogida”, expresa Listín Diario de febrero de 1928. Después fue redactor de ese semanario, que dirigía Francisco Gregorio Billini. También colaboraba con “El Teléfono” y “La Cuna de América”. En 1906 fundó con Miguel Leopoldo Navarro “El País”.
El 27 de febrero de 1928 se colocó un retrato del ilustre pedagogo en uno de los salones de la Escuela Primaria Superior “Leopoldo Navarro” porque fue él, “quien con sus esfuerzos y energías inagotables” construyó ese plantel “y no lo ha abandonado, lo cuida, lo vigila, lo alimenta, lo preserva de la destrucción o del aniquilamiento y quiere que como hijo de sus inspirados desvelos, se levante, y edifique a los nuevos hijos de su pueblo”, dijo en un discurso el profesor Ernesto J. Suncar Méndez, y añadió: “Él desea que eso se convierta en un modelo de escuelas y que de sus aulas bien nutridas salgan a la lucha de la vida los combatientes del porvenir, que ya se insinúan en este discipulado”.
En la necrológica lo describían “padre de familia tierno, amoroso. Fue todo para su hogar”, además de amistoso y sociable.
Estuvo casado con María García de la Concha, madre de sus hijos: Luis Arístides, Margarita, José Eduardo y Celeste.
Entre sus libros publicados figuran: “Tiempo perdido” (Artículos literarios y de costumbres); “Conocimientos esenciales del idioma castellano” (Manual escolar de Gramática), editado en París; sus tesis “Sobre construcciones de cemento armado” y si “Resuelven las abejas problemas de máximos y mínimos en la construcción de sus panales”.
Murió en la “Clínica Padre Billini” el 25 de febrero de 1929. Con motivo de su deceso Américo Lugo pidió: “Levantemos en nuestros brazos a este peregrino prócer de la enseñanza para presentarlo a la mirada de las generaciones futuras como ejemplo, guía, inspiración, norma, estrella, ideal...”.
¿Aplicación tardía?
El 14 de agosto de 1930, el Ayuntamiento de Santo Domingo denominó Arístides García Mella, “la calle del barrio de Gazcue que comienza en la calle “César Nicolás Penson” y se dirige hacia el norte entre las calles “Doctor Delgado” y “Rosa Duarte”, pero resulta que, cuatro años más tarde, se le puso a esa vía “Galván”, en homenaje de recordación al celebrado autor del libro “Enriquillo”. En 1972 fue nombrada con el nombre del insigne maestro la calle del Mirador Sur que nace en la “Ana Teresa Paradas” y termina en la “Avenida Presidente Antonio Guzmán” (Privada)
Texto magistral: Angela Peña, para el periódico hoy
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