Poesía Popular
Más sobre Juan Antonio Alix
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Pido excusas a los descendientes del gran poeta
popular Juan Antonio Alix por haber cometido una pifia en mi artículo de
la semana anterior. En dicha publicación, expresé que el vate mocano
“murióÖ sin familia”. Varios amigos me han escrito trasmitiéndome el
sentir de sus descendientes, dolidos por ese involuntario error.
Aprovecho la ocasión resaltar que Alix sí procreó familia, aunque murió
pobre y olvidado.
Tal vez sea Juan Antonio Alix el primer poeta popular de América Latina en trascender al verso la identidad y la lexicología de una región de su país, lexicología que distingue al dominicano en todos los escenarios universales. Esta grandeza parece sencilla a simple vista. Y muchos ingenuamente no consideran esto como un aporte. Pero duélale a quien le duela, esto es una contribución sin precedentes,
La costumbre señala el empeño de nombrar, en cada pueblo, a los Poetas Nacionales (sin desdorar la importancia y el respeto que merecen los nombrados hasta el presente) por recoger el sentir y las esperanzas colectivas a partir de posturas ideológicas identificadas con las grandes mayorías. En el caso de Alix, en su poesía no se encuentran emociones patrioteras, ni posturas redentoras (ni de izquierdas, ni de derechas). Hay una evidente intención en retratar al cibaeño en versos tal y como es, tal y como habla, tal y como siente los acontecimientos de la cotidianidad de su tiempo. Creo que el país, en aquel entonces, debió de haberlo nombrado como Poeta Nacional. Méritos le sobran.
Y ya que hablamos de sus valores, se debe aclarar su método para publicar sus obras, tanto en periódicos como en hojas sueltas cuya impresión era contratada por el poeta en diversas editoras de la ciudad de Santiago de los Caballeros a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Algunos historiadores le han criticado al maestro el hecho de “vender sus versos” al mejor postor y de cambiarse el saco ante los políticos de turno en busca de ganar unos cuentos pesos. Olvidan, los que así piensan, que esas acciones no lo demeritan, sino que fueron la única forma que Alix encontró para pagarle a las imprentas por la publicación de su obra, hecho que hoy se conoce con el nombre de “patrocinio”.
Hoy, ningún dominicano sensato le va a echar en cara a un escritor dedicado a escribir, sin poseer recursos económicos, que empresarios e instituciones públicas le garanticen la edición de sus libros para no afectar sus modestos ingresos, aunque, en muchos casos, los organismos “generosos” le exigen al autor ya bien, o colocar sus logos en la portada de la obra, o hacer constar en las primeras páginas, que la misma fue editada “gracias a los aportes de esa entidad”.
De manera que si se acusa a Alix de “vender su pluma” hoy día también habría que acusar por la comisión del mismo delito a muchos autores que cada año dan a conocer sus obras.
En estos momentos lo que debe unir tanto a los descendientes como a los que amamos el legado de Juan Antonio Alix es restituir su honor como gran poeta ante la acusación de plagio de que fue objeto por el investigador cubano Carlos Tamayo. Debemos exigir al Ministerio de Cultura la designación de un especialista para que viaje a Cuba a reunir los datos que fueran necesarios para demostrar que en vez de copiar, el maestro Alix fue copiado por cerebros inescrupulosos.
Tal vez sea Juan Antonio Alix el primer poeta popular de América Latina en trascender al verso la identidad y la lexicología de una región de su país, lexicología que distingue al dominicano en todos los escenarios universales. Esta grandeza parece sencilla a simple vista. Y muchos ingenuamente no consideran esto como un aporte. Pero duélale a quien le duela, esto es una contribución sin precedentes,
La costumbre señala el empeño de nombrar, en cada pueblo, a los Poetas Nacionales (sin desdorar la importancia y el respeto que merecen los nombrados hasta el presente) por recoger el sentir y las esperanzas colectivas a partir de posturas ideológicas identificadas con las grandes mayorías. En el caso de Alix, en su poesía no se encuentran emociones patrioteras, ni posturas redentoras (ni de izquierdas, ni de derechas). Hay una evidente intención en retratar al cibaeño en versos tal y como es, tal y como habla, tal y como siente los acontecimientos de la cotidianidad de su tiempo. Creo que el país, en aquel entonces, debió de haberlo nombrado como Poeta Nacional. Méritos le sobran.
Y ya que hablamos de sus valores, se debe aclarar su método para publicar sus obras, tanto en periódicos como en hojas sueltas cuya impresión era contratada por el poeta en diversas editoras de la ciudad de Santiago de los Caballeros a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Algunos historiadores le han criticado al maestro el hecho de “vender sus versos” al mejor postor y de cambiarse el saco ante los políticos de turno en busca de ganar unos cuentos pesos. Olvidan, los que así piensan, que esas acciones no lo demeritan, sino que fueron la única forma que Alix encontró para pagarle a las imprentas por la publicación de su obra, hecho que hoy se conoce con el nombre de “patrocinio”.
Hoy, ningún dominicano sensato le va a echar en cara a un escritor dedicado a escribir, sin poseer recursos económicos, que empresarios e instituciones públicas le garanticen la edición de sus libros para no afectar sus modestos ingresos, aunque, en muchos casos, los organismos “generosos” le exigen al autor ya bien, o colocar sus logos en la portada de la obra, o hacer constar en las primeras páginas, que la misma fue editada “gracias a los aportes de esa entidad”.
De manera que si se acusa a Alix de “vender su pluma” hoy día también habría que acusar por la comisión del mismo delito a muchos autores que cada año dan a conocer sus obras.
En estos momentos lo que debe unir tanto a los descendientes como a los que amamos el legado de Juan Antonio Alix es restituir su honor como gran poeta ante la acusación de plagio de que fue objeto por el investigador cubano Carlos Tamayo. Debemos exigir al Ministerio de Cultura la designación de un especialista para que viaje a Cuba a reunir los datos que fueran necesarios para demostrar que en vez de copiar, el maestro Alix fue copiado por cerebros inescrupulosos.
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