Las mujeres más destacadas de la República Dominicana
Mujeres importantes en la historia y en la actualidad
Minerva Argentina Mirabal Reyes
Nació
en Ojo de Agua, Salcedo, el 12 de marzo de 1926. Desde niña se destacó
por su inteligencia precoz, gran memoria, gracia, soltura y aplicación
en los estudios. Cursó la secundaria en La Vega, donde terminó su
bachillerato en 1946. Su carácter era jovial, alegre, comunicativo y
sincero.
Escribía
y recitaba versos. Neruda y Darío eran sus poetas predilectos y la
lectura era su hobby principal. Aficionada a la música, la escultura y
la pintura, admiraba a Picasso y Gris.
Por
su oposición temprana a la tiranía trujillista sufrió arresto
domiciliario, en Santo Domingo, en 1949, que se prolongó en su casa
natal, hasta 1952.
Tras
difíciles gestiones ingresa a la Facultad de Derecho de la Universidad
de Santo Domingo. Allí brilló por su desempeño académico, obteniendo en
1957 el grado de Doctor en Derecho. En la Universidad conoció a Manuel
Aurelio Tavárez Justo, con quien casó en noviembre de 1955, de cuya
unión nacieron Minou y Manolito.
La
gesta heroica de junio de 1959 abrió las puertas para su participación
decidida en la fundación del Movimiento 14 de Junio, destacándose por su
capacidad de ideóloga y organizadora.
Develado
el Movimiento, en enero del 1960 es apresada junto a decenas de
compañeros y trasladada al centro de torturas de la 40 y la Cárcel de
la. Victoria. Juzgada y condenada a cinco años, sale libre en agosto de
1960.
La
mano asesina de la tiranía cercenó su vida junto a sus hermanas Patria y
María Teresa y el chofer Rufino de la Cruz, el 25 de noviembre de 1960,
cuando regresaban de visitar a sus esposos prisioneros en Puerto Plata.
Ese día nacían para la inmortalidad y el recuerdo imperecedero de todos
los dominicanos amantes de la libertad y la democracia.
Por ella y sus hermanas el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe decidió que el 25 del mes de Noviembre de cada año se celebre “El día Internacional de la no violencia contra la mujer”.
Pocas conciencias han sido tan profundas y han impactado tanto en la construcción de nuestra democracia, como Minerva Mirabal. Síntesis de honor, ella es idea y guía. Representa el sacrificio excelso en el momento más acuciante de la patria.
Por ella y sus hermanas el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe decidió que el 25 del mes de Noviembre de cada año se celebre “El día Internacional de la no violencia contra la mujer”.
Pocas conciencias han sido tan profundas y han impactado tanto en la construcción de nuestra democracia, como Minerva Mirabal. Síntesis de honor, ella es idea y guía. Representa el sacrificio excelso en el momento más acuciante de la patria.
Fuente: CAMJ, 2000
Abigaíl Mejía Soliére
Abigaíl
Mejía nació en la ciudad de Santo Domingo el 15 de abril de 1895 en la
casa número 68 de la antigua y legendaria calle Consistorial (hoy
Arzobispo Meriño) y murió en la misma ciudad el 15 de marzo de 1941, en
su residencia de la calle Cayetano Rodríguez número 1, Reparto
Independencia, de modo que solo vivió 46 años.
Esta
destacada escritora dominicana partió hacia España muy joven, tan
pronto concluyó sus estudios en el Instituto de señoritas Salomé Ureña y
en el Liceo Dominicano. En aquel país, continuó su preparación en la
ciudad de Barcelona, (teniendo como profesora a María Montesorri), en el
colegio de la Compañía de Santa Teresa de Jesús y en la Escuela Normal,
obteniendo en esta última el título de Maestra Normal de Segunda
Enseñanza, en 1912, cuando apenas contaba con 17 años de edad. Siguió
viviendo en España hasta que cumplió los 30 años de edad y allí publicó
los siguientes libros: “Por entre frivolidades”, “Brotes de raza”,
“Historia de la literatura castellana” y la novela “Sueña Pilarín”, a la
que hemos estado haciendo referencia.
Después
de regresar al país, cosa que hizo en 1925, Abigaíl Mejía publicó los
libros: “Biografía de Meriño”, “Ideario feminista”, “Vida de Máximo
Gómez” e “Historia de la literatura dominicana”, que fue la primera
Historia de la Literatura Dominicana, editada en la Imprenta Caribe en
1937, la que consta de 146 páginas. También colaboró con periódicos y
revistas, en donde publicó una serie de ensayos y conferencias suyas,
entre los que destacan: “Hojas de un Diario viajero”, “De mi
peregrinación a Roma y Lourdes”, “Evolución del feminismo”, “Plan acerca
de la Fundación de un Museo Nacional”, “Blanco y negro”, “El Porvenir
de la Raza”, “Cromos” y “La Mujer y el Amor en las obras de Lope de
Vega, Tirso y Calderón”.
Fue
designada profesora de Literatura, Castellano, Pedagogía e Historia en
la Escuela Normal de Santo Domingo. Además, durante algunos años fue
Directora del Museo Nacional. Destacó, asimismo, como pionera del
feminismo en el país. Fundó los clubes Nosotras (1927) y Acción
Feminista, este último dedicado a la formación de las mujeres de los
sectores pobres del país. Por otra parte, fue sin lugar a dudas, la
pionera del arte fotográfico femenino en nuestro país. En 1925 marcó un
hito con la publicación de las dos primeras fotografías tomadas por una
mujer para ilustrar un artículo de fondo de su autoría en la revista La
Opinión, Revista Semanal Ilustrada (Año III,Vol.15, Núm.139 (3-IX-1925),
s/p) de Santo Domingo. Le correspondió, además, ser la precursora de
redactar las propuestas de reformas al Código Penal Dominicano en 1932,
así como crear las primeras escuelas nocturnas para obreras, y,
organizar el Voto de Ensayo de la mujer dominicana en 1934, donde
votaron 96,424 mujeres, lo que marcó un hito en todo el continente
Durante
sus años de maestra en la Escuela Normal de Santo Domingo, fue
profesora de mi madre, que es egresada de dicha escuela como maestra.
Los frecuentes relatos que ella me hacía sobre aquella profesora
feminista regresada de España, de tez blanca y frente amplia, me
motivaron a interesarme en su literatura. Ese interés creció años más
tarde, cuando en numerosas ocasiones conversé sobre ella con su hijo, el
poeta y abogado Abel Fernández Mejía, con quien llevé una buena amistad
hasta su muerte. Aquel poeta amigo, que quedó en la orfandad muy
tempranamente, se quejaba amargamente de no tener más que recuerdos muy
vagos de su breve convivencia con su madre, a la que, sin embargo,
conoció plenamente a través de su literatura.
Recuerdo
que en el último año del bachillerato en San Cristóbal, a mi profesora
de literatura, Lic. Nereyda Polanco, le llamaban la atención mis aportes
en clase, muy diferentes a los de los demás estudiantes. En una
ocasión, ya sin poder soportar la curiosidad, me preguntó que dónde
estudiaba literatura. Cuando le dije que en la “Historia de la
literatura dominicana”, de Abigaíl Mejía, se emocionó muchísimo y me
confesó que tenía muchos años buscando sin éxito un ejemplar de dicho
libro y me hizo prometerle que se lo obsequiaría al concluir el año
escolar, promesa que cumplí.
De
manera inexplicable, las obras de Abigaíl Mejía estaban agotadas en el
país desde hacía mucho tiempo y el propio poeta Abel Fernández Mejía me
confesó que pudo conocer algunas obras de su madre, gracias a la
publicación hecha de las mismas en Cuba. Hasta hace poco tiempo, nadie
se había ocupado de rescatar del olvido las obras de aquella insigne
escritora. Correspondió hacerlo, y por fortuna, a la Cámara Dominicana
del Libro.
Posteriormente,
en 1995, al conmemorarse el centenario de su nacimiento, a petición del
Comité Gestor de los Festivales de las Mujeres Escritoras, por Decreto
del Ejecutivo número 87-95, el Dr. Joaquín Balaguer, ordenó a la
Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos encargarse de
reeditar las obras completas de tan destacada escritora. La comisión
oficial creada para tal efecto estuvo integrada por la Dra. Licelot
Marte de Barrios, quien la presidió y como miembros al Dr. Víctor
Villegas, Dr. Mariano Lebrón Saviñón, Lic. Ilonka Nacidit Perdomo, Lic.
Rosa Roa de López, Lic. Jacqueline Malagón, en su calidad entonces de
Secretaria de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos y la Lic. Elida
Jiménez. Dicho encargo fue cumplido el mismo año, recogiéndose la obra
completa de Abigaíl Mejía en dos tomos color uva, que conservo como
joyas preciosas.
Volviendo
a la novela “Sueña, Pilarín”, sobre ella nos dijo el laureado escritor
dominicano, don Virgilio Díaz Grullón, que “relata con lenguaje a la vez
sencillo y tierno, salpicado a ratos de humorismo, la historia de una
niña de origen dominicano, pero nacida y criada en España, que vive
intensamente los episodios de una vida accidentada que se inicia con una
orfandad temprana, padece luego de tristezas de una adopción impuesta
por las circunstancias, sufre la severidad de un convento de monjas,
confronta los embates de una pasión incestuosa y finalmente, encuentra
en el amor de un apasionado joven domincano la felicidad plena que le
había negado hasta entonces la vida”.
Es
curioso, pero vale la pena señalar, que durante su último año de vida,
Abigaíl Mejía utilizó el pseudónimo de Pilarín, extraído, precisamente,
de su novela “Sueña, Pilarín”. Quién sabe si queriendo confesar que
algunas partes de su novela son autobiográficas.
Fuente: POR DOMINGO PEÑA NINA
María Montez (María África Gracia Vidal)
La
exitosa carrera de la actriz dominicana María África Gracia Vidal,
conocida como María Montez, se interrumpió un día como hoy del año
1951, cuando la artista nativa de Barahona apenas tenía 39 años de edad.
Con
ciudadanías estadounidense y francesa, la llamada “Reina del
Tecnicolor” descolló como actriz desde muy joven. Su mérito ha sido
reconocido en el país a través de todos estos años con calles que llevan
su nombre, festivales de cine que han dado a conocer a las nuevas
generaciones alrededor de 25 películas extranjeras donde actuó,
diversos libros, obras de teatro y películas.
Unas 21 cintas de las que le dieron fama y popularidad a María, fueron hechas en Estados Unidos y las otras cinco en Europa.
En
República Dominicana recibió la condecoración con la Orden de Juan
Pablo Duarte en el Grado de Oficial y la Orden de Trujillo en el mismo
grado, que le otorgó el dictador Rafael Leónidas Trujillo en noviembre
de 1943.
En
1944 fue promovida como Embajadora de Buena Voluntad de los países
latinoamericanos ante los Estados Unidos dentro de la denominada
“política del buen vecino”.
María Montez tuvo solo una hija, la actriz Tina Aumont, fallecida en 2006. La procreó con el también actor Jean-Pierre Aumont.
El
7 de septiembre de 1951, a los 39 años de edad, María Montez fue
encontrada ahogada en el baño de su residencia en Suresnes, Francia.
Fue sepultada en el Cimetière du Montparnasse. La autopsia reveló un
infarto.
Fuente: Periodico Hoy, 6 Septiembre 2013, Jorge Ramos C.
Rosa Bastardo de Guillermo (1819-1881)
Hija
de Don Andrés Bastardo y Mercedes y de doña Josefa Gil y Figueroa,
ricos propietarios de la región oriental, nació en la Rodada, hoy
jurisdicción de la común de Hato Mayor del Rey.
En
un impreso antiguo se consigna que doña Rosa Bastardo contribuyó con
parte de sus ganados al racionamiento de las tropas que libraron la
última campaña contra Haití, pero es indudable que su contribución fue
mayor y más espléndida, en los días magnos de la Restauración de la
República. Las tropas españolas mermaron grandemente su rico hato de La
Rodada, en venganza de que su esposo figuraba como jefe superior de las
fuerzas restauradoras en la región oriental, cuyo campamento de la
Yerba-Buena resistió heroicamente repetidos ataques enemigos.
Doña
Rosa contrajo matrimonio el 20 de noviembre de 1843 en Hato Mayor del
Rey, con Pedro Guillermo y Guerrero (1814-1867), prócer de la
Independencia y de la Restauración, quien desde el 26 de octubre de 1865
hasta el 8 de diciembre del mismo año, y en virtud de una resolución de
la Asamblea Nacional, ocupó la Primera Magistratura del Estado.
De esta unión hubo un solo hijo: Cesareo, nacido en La Rodada, el 8 de marzo de 1847.
Doña
Rosa Bastardo, viuda Guillermo, se trasladó a fines de 1879 a Puerto
Rico en unión de su hijo que había sido derrocado de la Presidencia de
la República. En Ponce, en febrero de 1881, murió a la edad de sesenta y
cuatro años.
Filomena Gómez de Cova (1800-1893)
Los
nombres de Ana Valverde, María Trinidad Sánchez, Froilana Febles,
Baltasara de los Reyes, Rosa Duarte, Juana Saltitopa, María de Jesús
Pina, Filomena Gómez, Micaela Rivera, Petronila Gaú, Concepción Bona,
las hermanas Villa y del Orbe, ocupan lugar en los anales de nuestra
gloriosa Independencia.
A
doña Filomena Gómez de Coya corresponde la gloria de haber importado
desde Caracas la flor blanca que sirvió de símbolo duartista en el pecho
y en la cabellera de la mujer dominicana y en el ojal y sobre el
corazón de los próceres en los días gloriosos de la Trinitaria.
No
hay duda de que Filoria es el nombre con el cual fue conocida en el
país la flor que trajo de Venezuela la señora Gómez de Cova.
Doña
Joaquina Filomena Gómez era mujer de apreciable instrucción y
pertenecía a una familia dominicana de ilustre abolengo. Nació en esta
ciudad en el año 1800.
Doña
Filomena Joaquina Gómez Grateró, viuda de la Cova, acabó sus días en
esta misma ciudad el 9 de mayo de 1893, en edad nonagenaria. Era nieta
del Capitán de Caballería Don Francisco Gómez.
Doña
Filomena Gómez, hermana de próceres, hizo a la patria en los días de la
Independencia, la ofrenda de una blanca flor que llegó a ser un
símbolo: “la filoria.”
María de las Angustias Villa (1814-1898)
Nació en la ciudad de La Vega en 1814, hija de Juan Ramón Villa.
En su casa se refugió Juan Evangelista Jiménez cuando visitó El Cibao con motivo del manifiesto de enero de 1844. Igualmente se hacían reuniones de los febreristas.
Confeccionó con ayuda de sus hermanas la bandera dominicana que ondeó por primera vez en El Cibao el 4 de marzo de 1844.
Murió en el año 1898.
Rosa Duarte (1821-1888)
Hermana de Juan Pablo, nació en Santo Domingo, en 1821. Como todos los hijos de doña Manuela Diez, estuvo imbuida por un gran fervor patriótico. Miembra y colaboradora activa de la sociedad secreta la Trinitaria’, tuvo una destacada e importante participación en los preparativos de la proclamación de la república el 27 de febrero de 1844.
Sus apuntes, aporte de incalculable valor para nuestro país, son considerados por Emilio Rodríguez Demorizi como “el Nuevo Testamento” de nuestra historia, ya que a través de
este documento se han podido conocer los detalles de aquellos años de
conspiración y de trabajo por la liberación de la patria. En ellos dice:
“Dios me ha conservado la facultad de pensar y recordar y también me ha concedido el sagrado derecho de protestar contra los traidores a la Patria”.
Aportó a la causa liberadora apoyando las actividades de los Trinitarios y de la sociedad La Filantrópica. Junto a sus amigas, participó en las obras teatrales que se presentaban en el edificio de la Cárcel Vieja, situado al lado del Palacio de Borgellá, frente al Parque Colón, desde las que se creaba conciencia sobre la causa independentista.
Estas representaciones, en adición de mantener levantado el espíritu público, servían también para obtener recursos con los cuales comprar municiones cubrir los gastos de los emisarios que se enviarían a desempeñar misiones a distintas partes del país.
En
los preparativos para la proclamación de la Independencia, Rosa Duarte
fabricó junto con otras mujeres gran cantidad de las balas que utilizó
el movimiento.
En 1845, un año después de proclamada la independencia, fue deportada junto a su madre y hermanos/as. Muerto su hermano Juan Pablo, quiso regresar al país, pero aunque en 1883 el Estado Dominicano ofreció facilidades para el retomo de la familia Duarte, su hermano Manuel se negó a regresar a aquella tierra de la cual habían sido expulsados/as sin ningún miramiento.
Aún
así, Rosa se mantuvo animando a los y las patriotas de aquellos días
que visitaban constantemente su casa en Caracas, a que siguieran en el
empeño de adelantar al país.
Junto
a su hermana Francisca confeccionó en seda una bandera dominicana que
enviaron al Ayuntamiento de la Ciudad de Santo Domingo. Murió en
Venezuela en 1888.
Manuela Diez y Jiménez (1786-1858)
Madre
de Juan Pablo Duarte, esta mujer jugó un importante papel político en
los sucesos que condujeron a la proclamación de la república en febrero
de 1844.
Nació
en El Seybo el 26 de junio de 1786 y habiéndose casado con Juan José
Duarte emigró a Puerto Rico en 1801 a causa de la invasión de Toussaint
Louverture.
Alimentó
y apoyó la formación intelectual de sus hijos e hijas, así como las
ideas políticas que originarían el nacimiento de la sociedad secreta La
Trinitaria. Padeció con entereza la persecución y los allanamientos en
su hogar, mientras el hijo permanecía oculto durante el proceso de
conspiración que le expulsara del país.
Ya
en 1843, debió asumir sola la jefatura de un hogar en conflicto por la
represión del gobierno haitiano, al quedar viuda en noviembre de ese
año; para entonces, Juan Pablo Duarte se encontraba exiliado en el
extranjero. A solicitud de éste, Manuela accedió a poner al servicio de
la causa patriótica los bienes familiares recién heredados del padre,
lo que demuestra la firmeza de sus ideales patrióticos y su entrega a la
causa.
El
momento más jubiloso de Manuela fue cuando ya independizada la patria,
recibió en su casa a Juan Pablo Duarte de regreso del exilio. En
aquella ocasión aceptó el reclamo de Sánchez de que, no obstante el luto
reciente, se abrieran las puertas de la casa, repleta de gente, y se
colocara una bandera en la ventana.
Manuela
Diez vio su familia y su cotidianidad permanentemente afectadas por
las actividades políticas que al seno de ella se desarrollaban, no como
una simple madre que accede a ser solidaria con sus hijos e hijas, sino
como activa militante de los ideales que había contribuido a sembrar en
el seno del grupo Trinitario.
Murió en el exilio en Caracas, Venezuela, el 31 de diciembre de 1858.
Concepción Bona (1824-1901)
Nació
en la ciudad de Santo Domingo el día 6 de diciembre de 1824. Desde
joven dio muestras de amor a la patria y se mantuvo en todo momento al
tanto de todos los acontecimientos independentistas.
Confeccionó la primera bandera dominicana, la misma que ondeó airosa en el asta del Baluarte la noche del 27 de febrero.
Con
apenas 19 años en 1844 era una ferviente admiradora de Los Trinitarios y
decidida duartista. Vivía frente al Baluarte del Conde junto con su
prima María de Jesús Pina y junto a ésta había preparado la bandera
siguiendo los lineamientos trazados por Duarte. La noche del 27 de
Febrero, en el momento sublime de la proclamación de nuestra
independencia cruzó hasta el Baluarte, acompañó a los patriotas y pudo
presenciar con orgullo, cómo flotaba al viento de la libertad el paño
simbólico de la república naciente.
Su
padre, temeroso de los riesgos y peligros que su hija corría, fue a
buscarla; y al negarse ésta a abandonar a sus compañeros se la llevó
amarrada, dejándola así durante varios días en su hogar.
Toda
su vida, esta heroína dominicana la puso al servicio de los ideales
redentoristas de Juan Pablo Duarte, y su aliento, más de una vez, sirvió
para levantar el ánimo abatido de un joven dominicano.
Juana Saltitopa
Su
verdadero nombre era Juana de la Merced Trinidad. Nacida en La Vega,
residía en Santiago en los días de la fundación de la república. Su
carácter decidido e independiente se contagió con el ardor bélico de
aquel momento, en que se desempolvaban armas antiguas y se recolectaban
machetes para enfrentar al ejército haitiano.
Llegadas
las tropas a La Vega, entre las que figuraba la gente del Jamo
capitaneada por Marcos Trinidad, Juana, pariente suya, se presentó al
cuartel con la decisión de participar en la esperada lucha como soldado.
En
la batalla del 30 de Marzo, ocupó su lugar entre los combatientes
rompiendo las tradiciones de la época. En 1852 vivió en Santo Domingo,
con sueldo de grado de coronel, (por lo que muchos la llamaron “la
coronela”) que más tarde le fue suprimido, mandándola de nuevo al Cibao.
Usaba
como arma un machete y vestía con ropas masculinas y en Santiago y La
Vega se hacía acompañar de dos mujeres como edecanas. Según algunos era
atractiva y de estatura mediana.
Murió asesinada en las afueras de Santiago, camino de Marilópez, cuando regresaba de La Vega en el año 1860.
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