Antiguo Egipto Cinco curiosidades sobre Cleopatra que probablemente desconocías
Día 17/08/2015 - 17.40h
http://www.abc.es/cultura/20150817/abci-cleopatra-curiosidades-muerte-201508171541.html
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Ni murió por la picadura de una cobra, ni era tan bella como se cree. Más de 2.000 años después de su muerte, la reina de Egipto sigue atesorando misterios tras de sí
Fue un 12 de agosto de hace más de 2.000 años (en el 30 a.C.) cuando Cleopatra,
la popular reina de Egipto, se encerró en una cámara privada para
acabar con su vida. Por entonces ya le quedaba poco por lo que vivir,
pues su amado Marco Antonio se había suicidado y Octavio Augusto ya le había arrebatado el poder de su amada región.
Dicen las leyendas que terminó su existencia haciéndose
morder por una serpiente, aunque eso es algo desconocido a día de hoy.
Sin embargo, lo que si se sabe es que, cuando dejó este mundo para
encontrarse con los grandes faraones allí donde estuviesen, esta mujer
atesoraba tras de sí una vida llena de lujuria, muerte y tejemanejes políticos.
1-Se planteó huir a Hispania después de ser derrotada por Octavio
Después de que las flotas de Marco Antonio y Cleopatra
fuera derrotada en la batalla de Actium, la reina de Egipto regresó a
Alejandría huyendo de los enemigos que querían atraparla. Durante su
estancia en palacio, decidió enviar multitud de emisarios a sus aliados
de Media y Partia para, llegado el momento, preparar embarcaciones para
pasar al mar Rojo en dirección a Arabia y escapar. Entre las
posibilidades que barajó, estuvo la de partir hacia Hispania.
Para saber más: El pacto político que pudo hacer que Cleopatra viviera en España
El pacto político que pudo hacer que Cleopatra viviera en España
Día 01/07/2015 - 15.58h
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Las alianzas no han nacido en el S.XX, se llevan practicando durante siglos y, algunas, con trágicos resultados. Una de las más famosas de la Historia vino del amor entre la reina de Egipto y Marco Antonio
Hace meses que estamos inmersos en una vorágine de pactos.
Desde Andalucía, hasta Madrid y, todo ello, haciendo un pequeño desvío a
través de regiones como Valencia. Cualquier zona es susceptible de caer
bajo el yugo de las conversaciones, los acuerdos de gobierno y, en
definitiva, la alta política. La práctica como tal parece sumamente
moderna de tan habituados que estamos a verla a diario (elecciones
mediante), pero la realidad es bien distinta, pues las alianzas entre partidos,
asociaciones y personalidades de la clase dirigente se encuentran en
nuestra Historia desde que el hombre empezó a caminar sobre dos patas.
Algunas de ellas, como la de Marco Antonio y Cleopatra, prometían acabar con Roma, hacer resurgir a Egipto como capital de un nuevo imperio e, incluso, pudieron terminar con la reina viviendo en Hispania (lugar al que barajó huir cuando su imperio empezó a tambalearse)
Sin embargo, aquel pacto político acabó como tantos otros
que se han firmado a lo largo de la Historia: en absoluto desastre. De
hecho, terminó con sus dos firmantes bajo tierra al más puro estilo Romeo y Julieta. Es decir, por un doble suicidio que perpetraron cuando sus enemigos (Octavio y sus legiones) les dieron de bofetadas en la batalla de Actium.
Y es que, sabedores de que habían sido derrotados por Roma y que poco
podían hacer para recuperar su antigua gloria, decidieron acabar con sus
vidas para evitar la vergüenza de la derrota y las consecuencias de sus
actos. En la actualidad –y por suerte- las asociaciones entre partidos
no concluyen con sus firmantes muertos, pero sí suelen finalizar con
alguna que otra «torta» política llena de rencor (y si no, solo hay que
ver lo sucedido en Andalucía entre el PSOE e IU).
Odio, triunvirato y Cleopatra
Para encontrar el origen del pacto que pudo acabar con Roma
y dar con los huesos de Cleopatra en Hispania es necesario viajar en el
tiempo hasta el 15 de marzo del año 44 A.C. Fue entonces cuando Julio César fue
asesinado a las puertas del Senado en una conspiración en la que, según
el historiador Suetonio, participaron más de sesenta personas. Entre
ellas destacaban Cayo Casio y Marco Bruto,
perpetradores de un plan que se saldó con una muerte «anunciada» que se
llevó a cabo mediante una veintena de sangrientas puñaladas. Después
del entierro del líder (a manos de la 13ª Legión, sumamente dolorida por su cercanía con el dictador) comenzó un curioso «juego de tronos» que marcó la Historia.
Tras esta muerte se produjo el caos en Roma. Cada general
inició el camino que más le interesaba seguir sin tener en cuenta
ninguna lealtad. Uno de los primeros en armarse fue Marco Antonio quien,
haciendo valer sus años al servicio de César, tomó el mando de varias
legiones y exigió a uno de los asesinos de su mentor que le entregase la
región que administraba en nombre del pueblo romano. Tampoco se quedó
atrás Cayo Octavio (sobrino
nieto de César y elegido heredero legítimo por él). Y es que, al saber
que su enemigo natural para acceder a la poltrona se había marchado de
Roma, se decidió a combatir y obtener por su «pilum»
el poder que estaba ejerciendo, de facto, Antonio. La guerra civil
estaba asegurada, y duró varios meses en los que las tropas de ambos se
repartieron flechas y estocadas de «gladius» en plena contienda. Los dos luchaban por heredar un imperio.
Sin embargo, parece que la cordura (o el interés político,
tan patente en Roma por cierto) acabó imperando entre los contendientes.
Así pues, Octavio y Marco Antonio decidieron que eran mucho mejor
aguantarse mutuamente y dirigir su odio contra los asesinos de César. Y
es que, estos andaban armándose para, llegado el momento, saltar sobre
los «cesarianos», como eran conocidos los valedores del dictador. De
esta forma nació el Triunvirato, un pacto político mediante el que estos dos líderes y el banquero Lépido
–otra de las personalidades de entonces- formaron un gobierno
dictatorial sobre Roma. Se convirtieron, en definitiva, en los amos del
mundo conocido.
«En este Triunvirato, Marco Antonio, Octavio y Lépido se
aliaron con el objetivo de encontrar y capturar a los asesinos de César.
Como necesitaban ayuda para perpetrar esta venganza, Egipto buscó acercarse a ellos en
su propio beneficio. A los romanos tampoco les vino mal porque se
querían acercar a las provincias orientales, así que llegaron
rápidamente a un acuerdo. Cleopatra, reina de Egipto, se comprometió a
ofrecerles apoyo económico a cambio de que Cesarión
(el hijo que había tenido con César) fuera considerado el heredero de
su trono en Egipto. La jugada fue astuta, pues así no entraba en
conflictos con Octavio (el heredero legal de César) que quería tomar el
poder en Roma», explica, en declaraciones a ABC Aroa Velasco, historiadora especializada en el Antiguo Egipto y autora de la página Web «Papiros perdidos».
Antonio y Cleopatra: amor, y orgías
El Triunvirato dio cierta tranquilidad a los romanos, pero
lo cierto es que era difícil que un mero pacto político acabase con el
odio entre Marco Antonio y Octavio, ambos dignos valedores de suceder a
César. Por ello comenzaron a abundar las «puñaladas traperas» -que
podríamos decir hoy en día- entre ambos. «Octavio siempre había querido
gobernar solo y, para lograrlo, envió a Marco Antonio a luchar contra los partos en los territorios romanos de Siria y Oriente.
La idea era sencilla: ponerle en peligro para que muriese en batalla»,
explica Velasco. Con todo, el oficial romano podía ser muchas cosas,
pero no estúpido, por lo que -cuando vio la difícil situación militar
que se le presentaba- corrió bajo las faldas de Cleopatra a solicitarle ayuda militar en un encuentro privado.
La reina de Egipto aceptó el encuentro, aunque solicitó que
se hiciese en su navío con el objetivo de impresionar al romano.
«Cleopatra fue al encuentro de Marco Antonio en un barco majestuoso con remos de plata. Quiso demostrar la riqueza de su pueblo, para lo que decidió regalar los cubiertos de oro a los soldados e invitados tras cada comida. La leyenda negra dice que estuvieron rodeados de orgías, explica Velasco. De la misma opinión es Pilar Rivero, de la Universidad de Zaragoza, quien, en su dossier «La política exterior de Cleopatra VII Filópator»,
remarca la forma en que la reina de Egipto se presentó ante Antonio:
«Cleopatra llegó con una gran pompa, remontando el rio como si de la
diosa Isis y su cortejo se tratara».
Lo cierto es que la majestuosidad de Cleopatra pareció
funcionar, pues Marco Antonio (quien ya se sentía bastante atraído por
Oriente) se quedó encandilado con ella y no ofreció demasiadas
reticencias a las condiciones de su pacto. Se dice que tal fue el
despliegue de los egipcios, que entre banquete y banquete se dieron las
negociaciones. Aunque no se sabe a ciencia cierta, lo cierto es que no
tardaron en llegar a un acuerdo. «Marco Antonio propuso a Cleopatra que
le diese su apoyo militar contra los partos a cambio de eliminar a Arsíone IV (la hermana de Cleopatra, que quería acceder al trono). Ella acepto», añade la experta.
Además de aquel pacto político, en el barco también se
vivió una historia de amor, pues ambos se encapricharon del otro y
comenzaron una relación muy criticada desde Roma y que aprovechó, entre
otros, el sobrino nieto de César. «Con el acercamiento entre ambos,
Octavio vio una oportunidad para acabar con la credibilidad de Antonio. Por ello inició una campaña con la que buscó minar su imagen entre los romanos, le acusó de adorar la cultura oriental, de pedir ayuda a Cleopatra y de dejarse hechizar por sus extrañas artes. Todo ello fue incentivado por el filósofo Plutarco,
contrario también a Antonio», completa Velasco. La treta funcionó y, a
pesar de que el Triunvirato siguió activo, Marco Antonio se fue ganando,
poco a poco, el odio de sus conciudadanos. Lo cierto es que tampoco
ayudó que el romano trasladase su residencia a Alejandría y pasase las
horas muertas con su nueva «novia».
Comienza la guerra
En los meses siguientes, Marco Antonio, el que en su día
fue el primer general de César y el hijo predilecto de Roma, siguió
viendo a Cleopatra y probó las miles de las riquezas y los lujos de
Egipto. Eso sí, dando de lado a sus conciudadanos y al Triunvirato. Octavio, por su parte, supo usar desde cada comilona que su enemigo se daba en Alejandría, hasta las relaciones sexuales que este tenía con la reina de Egipto (con quien tuvo tres hijos, Alejandro Helios, Cleopatra Selene II y Ptolomeo Filadelfo)
para que el pueblo le viese como un adorador de Oriente. El sobrino
nieto de César no podía estar más feliz, pues –poco a poco- estaba
acercándose a su plan: acceder al gobierno en solitario y no tener que
rendir cuentas de ello a nadie.
El de Octavio no era un plan para tomar el poder
rápidamente, sino eliminando, poco a poco, el poder de sus competidores.
Hubo que esperar hasta el año 37 A.C.
para que –con la renovación del Triunvirato- el sobrino nieto de César
pusiera la última piedra para lograr acabar con su enemigo. Fue ese año
cuando, a cambio de que el grupo siguiese gobernando en terna, exigió a
Marco Antonio que se casase con su hermana Octavia.
Oficialmente dijo que era para buscar un acercamiento entre ambos, pero
la realidad era que diferente: buscaba poder cargar contra él cuando
engañase a su nueva esposa con Cleopatra. «Marco Antonio, por su parte,
pidió a Octavio que le enviase tropas para combatir contra los partos,
con los que seguía en guerra. Este aceptó, pero nunca llegaron a su
destino», añade la experta.
Casado con Octavia y al verse traicionado por Octavio,
Marco Antonio se marchó desesperado a los brazos de Cleopatra. La reina
de Egipto no dudó y aprovechó la desesperación de su amante. Podían ser
compañeros de cama, pero el poder, era el poder (debió pensar).
«Cleopatra aceptó el trato y le dio dinero, provisiones, tropas y
barcos. A cambio, sin embargo, le solicitó que otorgara posesiones a los
tres hijos que ambos tenían en común. Así pues, debía nombrar a
Alejandro Elios rey de Armenia y Partia, a Cleopatra Selene, de Cirenaica y Lidia y, finalmente, a Ptolomeo Filadelfo de Siria y Ciricia.
Además de todo ello, Cleopatra debía ser nombrada reina de reyes y
reina de Egipto y Cesarión su heredero. El tratado fue conocido como las
“Donaciones de Alejandría”»,
completa Velasco. A su vez, ambos contrajeron matrimonio según las
costumbres egipcias. Un nuevo varapalo (y una nueva excusa) para
Octavio.
Octavio, al fin, tenía una excusa para iniciar la
contienda. De esta forma, y tras quitarse de encima a Lépido, cargó
política y dialécticamente contra su enemigo hasta que consiguió tener
de su parte al pueblo. Tras ello, nombró enemigo de Roma a Marco Antonio
y declaró la guerra a la pareja. «Curiosamente no se la declaró a Marco
Antonio, pues sabía que, de ser así, provocaría recelos entre sus
legionarios, que luchaban más contra Cleopatra y el imperio oriental.
Sin embargo, sabía que Antonio ayudaría a la reina», destaca la experta a
ABC. Había comenzado la contienda, una lucha a muerte que llevaba
tejiéndose y fraguándose años.
El plan para exiliarse a España
El enfrentamiento entre ambos se terminó decidiendo en el
año 31 A.C. en la batalla de Actium (una región ubicada en la costa
oeste de Grecia). En principio, Marco Antonio quería combatir en Italia,
pero Cleopatra volvió a manipular al romano afirmando que sus tropas
sólo acompañarían a las legiones de Oriente (las que se habían mantenido
fieles a su amante) si se luchaba en la costa griega. No hubo más que hablar para el romano, que aceptó sin rechistar. El 2 de septiembre
se combatió. Sin embargo, no fue en tierra, sino en el mar (donde el
general romano no tenía ninguna experiencia). La contienda no había
comenzado y la ventaja ya era para Octavio y sus buques.
En la contienda, los buques de Marco Antonio se pusieron en
vanguardia; tras ellos se destacaron como reserva, los de Cleopatra. En
total, los amantes sumaban unos 400 navíos. En frente suya se ubicaron
imponentes los 400 de Octavio al mando de Marco Agripa.
Los dos contenientes habían decidió usar estrategias similares.
«Antonio, mediante un movimiento envolvente, trataría de desbordar el
flanco siniestro enemigo (Agripa). De este modo quedaría abierto un
hueco entre las naves que conformaban el centro de la línea octaviana y
las que se situaban a su izquierda. Ese vacío sería rápidamente cubierto
por las galeras de Cleopatra, que avanzarían desde la retaguardia,
partiendo en dos la flota rival. Por su parte, Octavio buscaría hacer lo propio en el ala derecha de la armada contraria (Antonio)», explica el doctor en geografía Antonio García Palacios en su dossier «Octavio frente a Marco Antonio».
La victoria parecía plausible para los amantes, pero, según el Plutarco, la maniobrabilidad de los buques de Agripa y
el arrojo de sus legiones terminaron siendo letales. Aun así, fueron
necesarias varias horas de batalla para poder doblegar a Antonio y
Cleopatra. «La batalla adquirió el carácter de un combate en tierra
firme o, para ser exactos, el de un ataque a una ciudad fortificada.
Tres o cuatro barcos de Octavio se agruparon en torno a cada uno de los
de Antonio, y la lucha se llevó a cabo con escudos de mimbre, lanzas, palos y proyectiles incendiarios, mientras que los soldados de Antonio también disparaban con catapultas desde torres de madera», señaló el historiador romano.
Cuando Marco Antonio se vio desbordado y la batalla empezó a tornarse del lado de Agripa, Cleopatra inició la retirada con su flota hacia mar abierto,
dejando sin apoyo a su esposo. Al parecer, ver huir a la mujer más
poderosa de Oriente hizo acobardarse al romano, que giró su barcaza y
siguió, como alma que lleva el diablo, a la egipcia. Sin su líder
natural, solo fue cuestión de horas que las legiones aliadas se
retirasen de forma pactada. Por su parte, marido y mujer decidieron cobijarse en Egipto.
«Cuando Marco Antonio llegó a Alejandría, se refugió en una pequeña
casa junto con dos criados, situada en el pequeño puerto de Paretorio;
quizá pensaba en la posibilidad de una recuperación y de otro posible
ataque a Octavio. La reina se fue a su palacio y se dedicó a planear la
estrategia a seguir en el encuentro seguro, pero que se hizo esperar con
Octavio», explica Rosa María Cid López, del departamento de Historia de
la Universidad de Oviedo, en su obra «Cleopatra: Mito, leyenda e
historia».
¿Cuál era su plan? En principio, reclutar todos los hombres
que pudiese para poder plantar cara al romano. Sin embargo, si eso no
daba resultado, tenía pensada una curiosa serie de alternativas. «Por si
acaso era preciso huir, mandó mensajeros a sus aliados de Media y Partia, preparó embarcaciones para pasar el mar Rojo en dirección a Arabia e, incluso, estableció la posibilidad de huir a Hispania»,
explica, en este caso, Rivero. Lo cierto es que esta opción la habría
permitido hacerse fuerte en la Península para iniciar un contraataque
contra Octavio con ayuda de Antonio. Desde allí, también podría haber
iniciado los preparativos para marcharse hacia otra parte de Europa. Sin
embargo, nada de eso pudo suceder, pues la pareja acabó muerta (ambos
se suicidaron) y su enemigo tomó el poder. Su pacto político, por lo tanto, terminó en desastre.
Tres preguntas a Aroa Velasco
2-No era tan bella como se cree
A pesar de que la propaganda romana mostró a Cleopatra como una seductora libertina que utilizaba su atractivo sexual para influir en la política, la realidad era bien diferente. Y es que, al parecer no era tan bella como se creía y, por el contrario, sí era una astuta política que hablaba una docena de idiomas y fue educada en matemáticas, filosofía, oratoria y astronomía (entre otras).
Los egipcios afirman que los filósofos disfrutaban de su
compañía, no tanto por su atractivo, sino por su capacidad para discutir
sobre temas elevados. Uno de los seguidores de esta idea es el
historiador de la época Plutarco quien, a pesar de odiarla, decía de ella que tenía un encanto irresistible que nacía de su conversación.
3-Le encantaba deslumbrar a los dignatarios de otras naciones
Si algo se puede decir de Cleopatra, es que le encantaba
sentirse como una diosa viviente y soprender a sus dignatarios. Así
queda claro después de saber que, en el año 48 a.C., recibió a Julio César en Alejandría con sus mejores galas pero... escondida dentro de una alfombra real. ¿La razón? Su hermano Ptolomeo XIII,
con quien la mujer tenía multitud de rencillas, le había impedido verse
con el general romano. Así pues, ella se ocultó para poder reunirse con
Julio. Eso sí, con un vestido despampanante que enamoró
instantáneamente a su interlocutor.
En el año 41 a.C., por su parte, la reina mantuvo
conversaciones con Marco Antonio en un impresionante y rico buque de su
flota que dejó boquiabierto a su futuro amante y marido. De hecho, la
leyenda dice que apareció vestida de afrodita e hizo disfrazarse a sus siervos como pequeños cupidos.
4-Formó un club de «borrachera» con Marco Antonio
Después de que Cleopatra y Marco Antonio comenzaran su
historia de amor en el año 41 a.C., ambos fundaron, según afirma la
versión digital de «History Channel»,
un club de borrachos. Según la leyenda, ambos estuvieron un año entero
realizando decenas de orgías y bebiendo hasta caer rendidos. A su vez,
solían comer hasta vomitar y, al parecer, en alguna ocasión se les pudo
ver por las calles de Alejandría disfrazados y haciendo bromas pesadas a los ciudadanos. Lógicamente, a día de hoy esto es imposible de corroborar.
5-Pudo no morir por la picadura de una serpiente
La leyenda afirma que la reina de Egipto se suicidó dejando
que una serpiente le transmitiera su veneno. Sin embargo, esta teoría
no es compartida por todos los historiadores. Ya en aquella época (en el
año 30 a.C.) el Plutarco afirmó que era imposible saber la causa de su
fallecimiento, aunque señaló que la mujer solía llevar ocultar veneno en
sus ropas. Otros afirman que pudo clavarse un puñal o, incluso,
pincharse un alfiler sumergido en veneno de cobra.
Cleopatra, las intrigas históricas de la «ramera» que dominó Egipto
Día 29/05/2015 - 16.02h
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Odiada hasta el extremo por sus adversarios, ha sido tratada como una «mujer fatal» que dominaba la política usando sus armas de mujer
Una mujer hermosa, obsesionada con los cosméticos y, por supuesto, toda una devoradora de hombres. Esa es la imagen que ha prevalecido de la mítica Cleopatra VII, famosa por ser la última reina del Antiguo Egipto y por conquistar el corazón de romanos como Julio César y Marco Antonio. Sin embargo, la existencia de esta monarca está teñida por una ficción creada por sus enemigos, quienesla mostraban como una «ramera» que se aprovechaba de su supuesta belleza para encandilar a los hombres y dominar la política.
Una de las ideas más extendidas sobre Cleopatra es la que afirma que era una «mujer fatal» que usaba sus armas como hembra y su capacidad de seducción para
conquistar el corazón de los políticos. No obstante, esta es una
afirmación que no se puede sustentar en hechos fehacientes, pues se basa
en las ideas extendidas por los historiadores griegos y romanos,
quienes sentían en no pocos casos odio hacia ella debido a su inteligencia y a su determinación de salvaguardar Egipto de la ambición extrajera.
«Las voces masculinas que la sentían como una amenaza centraban el objeto de su ira en la destrucción de su reputación que, dada su condición femenina, estaba en relación directa con su licencioso comportamiento moral, de ahí que para César, Pompeyo, Escario o Mecenas fuera “lasciva”, “puta”, “ramera” o “indecente yegua”. Otros personajes la perciben como una mujer “extraña”», explica Belén Ruiz Garrido, Doctora en Historia del Arte por la Universidad de Málaga, en su dossier «Yo soy Egipto. El poder y la seducción de Cleopatra en las artes plásticas y en el cine».
Sumamente bella
Otra de las visiones más recurrentes es la que define a Cleopatra como una mujer sumamente bella. Esta imagen es apoyada por contemporáneos de la reina como Marco Antonio,
quien vivió encandilado por ella. «La edad no puede marchitarla, ni
podrá la costumbre agostar su infinita variedad: otras mujeres sacian
los apetitos que despiertan, pero ella da más hambre cuánto más
satisface. Incluso lo más vil se vuelve puro en ella, y hasta los
sacerdotes bendicen el ardor de su lujuria», señalaba el oficial romano
(tal y como se recoge en la obra «Antonio y Cleopatra»)
Sin embargo, su belleza es, a día de hoy, difícil de
corroborar. «Dadas las fuentes documentales que nos han llegado
–monedas, relieves etc.- no parece una belleza. Los últimos estudios nos
dicen que tenía una nariz respingona y una barbilla prominente. El problema es que los historiadores griegos la definieron como una “femme fatale”. Esa imagen, unida a películas como la protagonizada por Liz Taylor, ha hecho que a día de hoy se la recuerda como una mujer extremadamente bella y seductora», señala a ABC Aroa Velasco, historiadora especializada en el Antiguo Egipto y autora de la página Web «Papiros perdidos».
Por el contrario, Velasco afirma que la imagen que ha
llegado hasta hoy de Cleopatra ha provocado que nos olvidemos de que era
una política consolidada que sabía hablar multitud de idiomas y estaba
interesada en la ciencia y la literatura. «Me parece más importante
señalar que era una ilustrada asociada con el helenismo griego que
explicar de ella que era una belleza. Lo que sí se sabe es que era muy culta, y eso es más determinante desde el punto de vista histórico que si era guapa o si era fea», completa la experta.
Obsesionada por los cosméticos
La enésima leyenda sobre la Reina es la que afirma que estaba obsesionada por los cosméticos y utilizaba todo tipo de extravagantes productos de belleza, una idea que se funda en historiadores griegos como Plutarco y Apiano. De ella se dice que se bañaba en leche de burra (¿quién no ha escuchado esa leyenda?), que se ponía maquillaje y pintalabios y, finalmente, que usaba todo tipo de exfoliantes para mantener su piel tersa. Todo, con el objetivo de estar atractiva para los hombres.
No obstante, es sumamente difícil comprobar la veracidad de
estas leyendas en la actualidad. «A nivel arqueológico no podemos decir
que sí de forma tajante, aunque algunos historiadores hacen referencia a
ello. Pero esto no nos debería sorprender, porque todos los egipcios usaban maquillaje como
método antiséptico y estético. Un ejemplo es que se pintaban la raya
del ojo con un producto determinado para ahuyentar a los mosquitos. El problema es que, al ser mujer, se vio de forma diferente por los historiadores», determina la experta.
En este sentido, Velasco considera que Cleopatra no se
ponía más maquillaje que cualquier otra egipcia con una capacidad
económica similar. A su vez, cree que lo usaba tan asiduamente debido a
que era una forma de acercarse a su pueblo y de cuidarse. Aunque eso sí,
como cualquiera de sus compatriotas.
Un extraño método exfoliante
El último mito sobre la reina más famosa del Antiguo Egipto ha salido a la luz gracias al cirujano plástico David Jack.
Y es que, este británico abrió –hace menos de un año- una clínica en la
que dice rejuvenecer la tez de sus pacientes pasando un bisturí sobre
su cara. El doctor señala que el método es heredado de aquellos que usaba Cleopatra para cuidar su cutis.
Una afirmación valiente pues, como señala Velasco, no existen en la
actualidad restos arqueológicos que permitan corroborar esta teoría.
Concretamente, el médico afirma que Cleopatra usaba «leche y frutas»
para ablandar su piel y derretir el «pegamento que mantenía unidas las
células de la capa superior de su piel». Una vez que estas se
«aflojaban», ordenaba que le pasasen un cuchillo afilado sobre la piel
para eliminarlas.
«Nosotros usamos hoy en día ácido mandélico y glicólico
para sustituir a la fruta, y salicílico y láctico para la leche»,
determina el doctor. Según afirma, aunque el proceso es algo caro hace
que aquel que lo lleve a cabo reduzca su edad dermatológica en unos cinco años.
¿Es posible que la reina de Egipto utilizase este sistema? A
Velasco no le parece extraño, aunque, nuevamente, señala que no es
posible afirmarlo ni negarlo. «Nada es fiable si no está basado en
fuentes arqueológicas. Personalmente no había escuchado hasta ahora nada
referente a este sistema, pero cuadra perfectamente con los métodos utilizados por los egipcios. Aun con todo, no conozco ninguna referencia a ello en papiros antiguos que hayan sido traducidos», finaliza.
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