Un bochornoso acto de prepotencia y corrupción
Al identificarse el transgresor, el agente que había firmado el incidente, bajo sospecha de que pudiese ser cancelado, retiró los cargos. Sin embargo, el otro, consciente de su deber como guardián del orden público los mantuvo, originándose el arresto del infractor. Entonces, salió a colación que no era la primera vez que un miembro de la familia de este “barsanito” se ha encontrado en problemas con los agentes de tráfico. El año pasado, un primo de éste atropelló deliberadamente a una persona por motivo de una discusión y le fue aplicada una sanción muy benigna.
¿Cuál ha sido el balance de esta situación? En primer lugar se estableció que este bravucón estaba nombrado en el Consulado dominicano en New York con un sueldo de US$940.00 mensuales, más bonificaciones de los impuestos que nos infligen. Sin embargo, este sujeto no ocupó su posición en los Estados Unidos de América y cobraba por estar matando el ocio en su natal Santiago. Lo peor del caso que atañe al Ministro de Relaciones Exteriores, es que éste había declarado hace unos meses que habían sido canceladas cientos de botellas en su Ministerio. Debió agregar, cuando estas damajuanas no han sido favorecidas a hijos, nietos o sobrinos de miembros de la cúpula del Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Y llegando al paroxismo de la corrupción, al comprobarse también que es oficial activo de la Policía Nacional, gracias al patrocinio familiar.
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Si este incidente ocurrido en Santiago hubiera sucedido en un país del primer mundo, al infractor no sólo se le multaría por haber violado una luz roja, sino que sería pasible de ser llevado directamente tras las rejas. En la prensa hemos visto esta situación sobre todo en los Estados Unidos, en donde la policía tiene primacía para aplicar el orden por encima de hasta legisladores o altos funcionarios de la nación. Respetando los derechos de los agentes del orden público cuando aplican correctamente la ley, se respira con veracidad y equitativamente la manida democracia.
En el caso que nos ocupa, cuando el suceso llegó al conocimiento de la ciudadanía, al Ministerio Público no le quedó otra alternativa que dictar medida de coerción contra él, ordenarle una fianza y presentación mensual en la fiscalía. Tuvo la suerte de tener padrino, sino pregúntele a El Alfa, que por un hecho menor, fue penalizado a barrer por un mes denigrantemente la Plaza de la Bandera, en donde se ha convertido en una atracción pública especialmente para los estudiantes.
Si no se le pone coto a este tipo de privilegio lo cual acrecienta la ya rampante corrupción, vamos a caer en la situación que se estableció en la época de Trujillo, en donde para que sus familiares y allegados no fuesen molestados, las placas de los vehículos iban precedidas del número 99. Tal vez estemos en el umbral de estas prebendas irritantes en favor de funcionarios gubernamentales, sus familiares y parientes. ¡Que Dios nos coja confesados!
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