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- Categoría: El Valbanera
- Escrito por Fernando José García Echegoyen
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Ya no hay horizonte ni mar, ni cielo.
El espacio se ha convertido en una masa difusa de color blanco grisáceo
que parece haberse apoderado del buque, lo sacude, lo levanta y lo deja
caer. Hay pasajeros gravemente heridos. Los salones, cámaras y
corredores aparecen desiertos. Muchas piezas de mobiliario y restos de
loza rota recorren la cubierta al compás de los balances y el movimiento
de cabeceo del buque como animados por un siniestro soplo de vida.
El calor en los camarotes es
insoportable. Supera los cuarenta grados centígrados y la humedad
opresiva hace que las pocas personas que no se han mareado apenas si
puedan moverse. Los tanques sépticos han rebosado por los inodoros y un
olor nauseabundo a excrementos, orina, vómitos y carbón inunda toda la
habilitación. El vapor casi no avanza rodeado y sacudido por olas de
doce metros de altura. En el puente de mando enfundados en pesados
impermeables de lona encerada, trece hombres luchan desesperados por
mantener el gobierno de la nave. El capitán, los tres pilotos, los dos
agregados, el timonel de combate y su ayudante que llevan horas colgados
de la caña del timón, los dos contramaestres, el carpintero, el bombero
y un serviola en la bacalada de babor (la de estribor casi ha
desaparecido destrozada por una gigantesca ola). Algunos de ellos han
tenido que atarse a los mamparos ya que les resulta imposible mantener
el equilibrio debido a los balances (muchos, superiores a los treinta
grados) de los que cada vez el vapor tarda más en recuperarse. El
salitre del agua de mar y el viento hacen que a los hombres les lloren
continuamente los ojos, la única defensa que les queda para evitar
embarrancar en uno de los muchos bajíos que existen en la zona. El ruido
ensordecedor del viento y el mar estrellándose repetidamente contra el
casco de la nave les impediría oír el ruido de una rompiente. ¡Y que más
da! Piensa el amargamente el capitán. Todo el mar es una inmensa
rompiente.
Ha pasado más de una hora en la caseta
de derrota estudiando la carta de la zona. Va navegando hacia el norte
en demanda de uno de los puertos del Oeste de la Península. Tiene tres
derrotas posibles; la primera le llevaría por el Oeste de la Tortuga
dando un rodeo a la línea de Cayos. Imposible. Tendría que navegar proa
al mar y al viento con el riesgo de entrar par ojo en el seno de una ola
y nunca más volver a salir a la superficie. La otras dos derrotas
varían entre si en unos pocos grados de rumbo. Una les llevaría a pasar
entre Tortuga y el Bajo de Rebeca y la otra por el canal existente entre
el Bajo de Rebeca y la multitud de bajíos occidentales de las
Marquesas. Demasiado riesgo. Llevan 48 horas navegando por estima y
suponiendo que siguen un rumbo norte mas o menos constante y una
velocidad media de 1,5 nudos la posibilidad de clavarse en uno de los
bajos o incluso de colisionar contra el faro de Rebeca es demasiado
grande. El mar sigue castigando al trasatlántico por su amura de babor
incesantemente, sin piedad.
Una nueva ola barre la cubierta del
castillo de proa y los rociones de agua de mar, los "salseiros" como
dice el timonel gallego, inundan el puente de mando descubierto. El
segundo piloto tarda casi cinco minutos en cubrir los escasos cuatro
metros que hay entre su puesto junto a la rueda del timón y la caseta de
derrota. Va agarrándose a sus compañeros, resbalando y levantándose
hasta que consigue asirse al picaporte de la puerta de la caseta, entrar
y cerrarla a toda prisa. Solo puede permanecer unos minutos dentro. El
calor, la humedad, el espantoso movimiento del buque y sobre todo el
cansancio que se ha apoderado de todos hacen que los primeros síntomas
del mareo aparezcan de inmediato hasta en el más veterano de los
marinos. Con rapidez efectúa los cálculos de estima sobre la carta.
Ahora deben encontrarse en un punto
situado aproximadamente a ocho millas al Oeste de Rebeca, justo en el
centro del canal existente entre el Bajo y Tortugas. Es el momento de
alterar ligeramente el rumbo cinco grados a estribor para mantener los
bajíos de Tortugas siempre a una distancia constante por su través de
babor. En el momento en el que dejen el Bajo de Rebeca a popa podrán
relajarse un poco. El mar les hará abatir siempre al este, lejos del
Banco de las Tortugas. Bastara con ir corrigiendo de cuando en cuando a
babor para llevar una derrota efectiva hacia el norte. Las nauseas
comienzan a aparecer y el piloto reinicia el tortuoso camino hacia el
puente para dar la novedad al capitán. Cuando se dispone a abrir la
puerta de la derrota una fuerza monstruosa le lanza de cabeza contra los
portillos de cristal. Es el primero en morir aquella noche. Y en cierto
modo tiene suerte; la muerte le sobreviene de manera instantánea.
Todo el personal de guardia en el puente
cae sobre cubierta. El capitán consigue agarrarse al tobillo del
timonel de combate con su mano derecha y con la izquierda se impulsa
sobre una de las cabillas del timón para levantarse. Por el rabillo del
ojo puede ver que algunos de sus hombres han salido despedidos hacia
proa y caen sobre la cubierta principal seis metros mas abajo. La escena
se desarrolla tan solo en unos segundos. El capitán grita
desesperadamente órdenes al timonel y a los agregados "Todo a Babor,
Todo a Babor". "Atrás toda". Al incorporarse sobre la amurada del puente
no puede dar crédito a sus ojos; la proa de su buque ha desaparecido
bajo el mar. Una altísima columna de agua y arena se desploma sobre
ellos. El barco vibra de proa popa. Un ruido similar al que emite un
cajón de madera al ser arrastrado sobre un terreno de grava inunda el
espacio.
Los dos timoneles permanecen colgados de
la caña intentando virar a babor mientras el gigantesco casco de acero
va enterrándose en la arena y escorando a estribor. Gritos confusión,
dolor. Uno a uno los hombres van siendo barridos de la cubierta ¡Don
Ramón, el barco no responde al timón! grita el timonel de combate
segundos antes de desaparecer en la oscuridad arrastrado por una cascada
de agua y arena. Antes de que el capitán siga el mismo camino, puede
comprender en un instante final de lucidez que el temporal les ha
abatido tanto hacia al este que están embarrancando en algún bajo de las
Marquesas. El último en ser engullido por el mar es el serviola de
babor. Desesperado puede ver como el buque se va hundiendo con una
escora hacía estribor de cuarenta y cinco grados y comprobar como las
arenas movedizas comienzan a hacer su trabajo. Muchos pasajeros aún
tardarán varios minutos en perecer. El tiempo que tarde el mar en
apoderarse de todo el buque. Pudo ocurrir así.
La desaparición del Valbanera movilizó
de inmediato a la Marina de Guerra Nacional de Cuba. La estación
radiotelegráfica de La Habana había captado también la llamada efectuada
por el vapor español a Key West. Varios buques que habían arribado al
puerto de La Habana después del ciclón declararon que habían captado
débiles llamadas del Valbanera. Esto desató un sinfín de rumores en toda
la isla.El día 16, una semana después de la supuesta aparición del
buque ante el castillo del Morro, la prensa cubana comenzó a preguntarse
por qué el Valbanera no daba señales de vida. Dos días antes, una
flotilla de cañoneros cubanos había zarpado de sus bases para evaluar
los daños causados por el ciclón en la costa y para buscar al Valbanera.
Los cañoneros Yara, Patria, Martí y Maceo barrieron la costa Norte de
Cuba y todos los cayos de la zona. También el US Coast Guard y unidades
navales estacionadas en Key West iniciaron la búsqueda del vapor
español. Desde la Gran Inagua hasta Cabo San Antonio. Desde La Habana a
Cabo Sable. Toda la línea de los cayos de Florida, desde Cayo Matecumbe
hasta Key West o Cayo Hueso, si se prefiere. Y el Valbanera no aparecía.
Finalmente se rastreó el área de los cayos más accidentales; el canal
del suroeste situado entre Man Woman Key y el Bajo de Satán, los Cayos
Marquesas, Coalbin Rock, Cosgrove ShoaL…, todo sin resultado. A unas
cinco millas al Oeste de los Cayos Marquesas comienza una zona
denominada the quicksands, Las Arenas Movedizas. Se trata de una serie
de dunas en el fondo del mar compuestas por arena coralífera. Esta arena
fluye con las corrientes de forma continua alternado la profundidad de
la zona y no superando nunca éstas los doce metros. Cualquier objeto que
cae al fondo el mar es inmediatamente sepultado por la arena cuyo poder
de succión es notable.El barco corre entre las Marquesas y el Bajo de
Rebecca con una extensión de Oeste a Este de unas 10 millas y de Norte a
Sur unas cinco. El límite occidental del banco de arena, a unas cinco
millas al Este del Bajo de Rebbeca, recibe el nombre de Half Moon Shoal,
el Bajo de la Media Luna.
Hacia el Bajo de La Media Luna navegaba
el cazasubmarinos de la US Navy US SC203 el 19 de septiembre de 1919,
diez días después de la desaparición del Valbanera y una semana después
de que en Key West se hubieran captado sus llamadas telegráficas. El
pequeño cazasubmarinos está finalizando su labor de rastreo en busca del
trasatlántico. Los hombres están cansados y tienen los ojos inyectados
en sangre de tanto otear el horizonte con los prismáticos. En el puente,
junto al timonel, el Alférez de Fragata L.B. Roberts, comandante del
buque, bebe la enésima taza de café del día. Está muy cansado y tiene la
intención de regresar a Key West en cuanto cubra el área de búsqueda.
De repente, uno de sus hombres le informa de que a proa sobresale algo
del agua. De un salto coge sus prismáticos enfocándolos hacia donde le
señala su marinero y lo que ve le deja atónito. Al final de Half Moon
Shoal, justo en el límite de las arenas movedizas, un palo sobresale del
agua.
El alférez Roberts ordena máquina avante
toda y el pequeño buque de guerra da un salto en el agua aproximándose a
toda velocidad al lugar en el que sobresale el palo. Según se van
acercando pueden distinguir bajo las cristalinas aguas del Caribe una
enorme sombra negra, los restos sumergidos de un gran vapor. Roberts
detiene su buque a unos doscientos metros del barco hundido. Hay muy
poca profundidad y destrozaría el casco de su barco contra los restos
del naufragio si se acerca más. En realidad son dos los palos que
sobresalen del agua. Uno de ellos el más corto bien podría ser el palo
de proa del buque, el trinquete. Junto al otro, el primero en ser
divisado, sobresale del agua una pequeña estructura con algo parecido a
grúas o pescantes para botes salvavidas. Entre ambos palos puede haber
casi cien metros de distancia. Es un barco muy grande, piensa Roberts
mientras se equipa con el pesado traje de buzo. Con un pequeño bote
auxiliar se acercan y fondean sobre lo que parece la proa del vapor.
Roberts se coloca la pesada escafandra de bronce y salta sobre la borda
de su bote. Rápidamente se agarra al pasamanos de la cubierta de proa
del buque hundido. Apenas si hay dos metros de profundidad. Es un
trasatlántico de mediano porte. Hacia popa puede distinguir la
superestructura de la cámara de pasaje. Lentamente se va deslizando
sobre la barandilla del castillo de proa. Apenas ha avanzado cinco
metros cuando distingue el brillo de unas grandes letras de bronce
perfectamente pulido. El joven oficial suelta una de sus manos de la
barandilla y se deja caer un poco hacia atrás sin soltar la otra, para
intentar leer la inscripción. Claramente puede leer la palabra
Valbanera. Roberts sabe que el buque llevaba cerca de quinientas
personas abordo. Está sobrecogido. Vuelve al cabo de fondeo de su bote y
sus hombres le ayudan a subir a bordo.
Abordo del pequeño chinchorro Roberts
cuenta a sus compañeros que acaban de descubrir los restos del vapor
español Valbanera. Lentamente comienzan a remar sobre el gigantesco
casco hundido en dirección al palo de popa, junto al cual se distingue
ya de forma muy clara una pequeña cubierta de botes. Durante el corto
trayecto los marinos americanos comprueban extrañados y sobrecogidos que
nada flota en la superficie. No hay trozos de madera o restos de la
carga u otros objetos que suelen quedar flotando en torno a los buques
hundidos. Tampoco flota ningún cuerpo. El mar está absolutamente limpio,
solo oscurecido por la sombra del trasatlántico hundido. Por fin llegan
a la cubierta de botes de popa que sobresale un metro por encima del
agua.
Roberts vuelve a saltar y se sumerge en
el mar mientras sus hombres bombean aire en el bote auxiliar. Los
pescantes de los botes salvavidas del trasatlántico están perfectamente
trincados. Aún se ven restos de los botes en la toldilla.!No ha sido
hecho el más mínimo esfuerzo por arriar los botes salvavidas. El
hundimiento debió producirse de forma casi instantánea. Roberts piensa
que el buque pudo embarrancar en las arenas movedizas y que en pocos
minutos la succión acabó de hundirlo. Debió ser un auténtico horror,
piensa Roberts mientras contempla la gigantesca mole de acero sumergida.
El Valbanera está escorado casi 50 grados a su banda de estribor. El
casco está entero, no hay roturas ni daños estructurales. Todas las
escotillas, puertas y portillos están perfectamente cerrados. Una
corriente de agua zarandea al Alférez de Fragata Roberts. Mira hacia
arriba y comprueba que se está empezando a levantar marejada. Puede ver
el casco del bote, que ha sido amarrado a la cubierta de botes de popa,
dando saltos entrando y saliendo en el mar. Se apresura a regresar. Lo
único que faltaba es que el oleaje destrozase su botecillo contra el
casco del Valbanera y pereciesen ahogados él y sus hombres.
Uno de los golpes de mar hace que el
bote golpee contra el casco del Valbanera y corte la manguera de
suministro de aire que permite al marino americano respirar. El traje se
le pega al cuerpo de forma inmediata y una sensación de ahogo se
apodera de él.Rápidamente consigue deshacerse de la escafandra y arrojar
los pesados lastres que cuelgan de sus hombros. Casi de milagro
consigue alcanzar la superficie del mar y sus hombres le izan abordo. Ha
tenido suerte de estar trabajando a poca profundidad. Si hubiera estado
en un lugar con más fondo, la diferencia de presiones entre la
escafandra metálica y el traje que bruscamente deja de recibir aire le
hubiese destrozado. Es lo que en la jerga profesional de los buzos se
denomina como golpe de ventosa. Mientras Roberts ha estado
inspeccionando los restos del Valbanera, otro buque ha llegado al lugar
del siniestro. Es el cutter Tuscarosa del US Coast Guard, que también se
encuentra de patrulla en busca de los restos del Valbanera. Ambos
buques regresan a su base en Key West para dar cuenta de su hallazgo.
En el Diario de Navegación del US SC
203, conservado hoy en día en los Archivos Nacionales de Estados Unidos,
el Alférez de Navío Roberts hace el siguiente asiento: “19 de
septiembre. Nos topamos con un naufragio. Buceamos hacia lo que parece
la proa y el buque resulta ser el desaparecido vapor español de
pasajeros Valbanera“.
Rápidamente se telegrafía a todos los
rincones del mundo la noticia. En la Lloyd's List del día 20 puede
leerse el siguiente párrafo: "Key West 20 de septiembre. Buceadores han
encontrado el casco de un buque que se cree es el vapor español
Valbanera que había desaparecido durante el huracán del Golfo hace diez
días. Los buzos han informado que el nombre Valbanera es perfectamente
visible. No hay rastro de los 300 pasajeros. Nada se ha sabido del
Valbanera desde que apareció frente al Castillo del Morro en La Habana
el nueve de septiembre y puso rumbo a altamar para capear el temporal.
El Alférez de Fragata Roberts de la US
Navy vio perfectamente el nombre Valbanera en el casco de un buque que
yace en el Bajo de Rebeca. El Alférez de Fragata Roberts no vio
cadáveres". Los días 20 y 21, el Cónsul de Cuba en Key West, Domingo
Milord, y el Comandante del Séptimo Distrito Naval, Contraalmirante
Decker, regresan con el US SC 203 para inspeccionar los restos del
Valbanera. El tiempo no es bueno y la inspección se realiza de forma muy
superficial. Según declararán más tarde a la prensa los buzos, el agua
emana un desagradable hedor a descomposición. El cónsul cubano toma una
foto de los restos del buque (la única que se conoce) y recoge algunos
restos de botes salvavidas con los que días después se haría un túmulo
funerario en La Habana durante los funerales de los desaparecidos. Si
hemos de hacer caso a la poca documentación que queda sobre esta
inspección, prácticamente lo único que se consiguió fue corroborar el
informe inicial de Roberts. El día 21 a las 06:00 de la mañana, el
contralmirante Decker telegrafía al Departamento de Marina en Washinton
el resultado de inspección realizada. Aunque el mensaje es telegrafiado a
las 06:00 de la mañana, ha sido redactado más de tres horas antes a las
02:45 A.M. El texto del telegrama es estremecedor y como más adelante
veremos lo único que hace es acentuar el misterio en torno al
hundimiento del Valbanera. La traducción de dicho documento es la
siguiente:
"El naufragio en Half Moon Shoal a 06 14
millas al 94 verdadero del faro del Bajo de Rebeca fue este día
identificado sin ninguna duda como el vapor español Babanero (SIC) de la
línea Pinillos (SIC) - Pausa.
El casco esta bajo el agua con el extremo de babor de la cubierta de botes sobre la superficie - Pausa.
Los pescantes indican que no se hizo ningún esfuerzo para arriar los botes de babor - Pausa.
El naufragio esta orientado casi al Oeste a una profundidad de tres o cuatro brazas excepto una cabeza - Pausa.
No hay rastros de cuerpos o restos de naufragio durante días cuando los cazasubmarinos han pasado cerca - Pausa.
Los registros de radio muestran que a
las 11:15 PM del día 12 el Valbanero (SIC) llamó y preguntó si teníamos
algo para él, nuestra estación incapaz de comunicar con él diez minutos
después - Pausa.
Sin respuesta desde entonces - Pausa.
El capitán de un cazasubmarinos declara
que vio el naugrafio a las 23:00 PM del mismo día. Parece probable que
el buque naufragase durante el huracán de la noche del nueve al diez por
lo que el registro de radio es contradictorio y todo rastro del buque
desapareció antes del día 12.
Comandante del Séptimo distrito Naval. 6
AM. En el noveno renglón del telegrama aparece la expresión "excepto
una cabeza" e inmediatamente después hay una pausa. Se refiere a una
cabeza humana, ¿ Por qué la prensa repitió una y otra vez que los buzos
no vieron cadáveres ? si seguimos hojeando el Diario de Navegación del
US SC 203 veremos que el día 23 de septiembre hay un nuevo asiento de
Roberts, Dice así: "Llegamos a Half Moon Shoal a las 05:00. Arriamos
bote para que el contraalmirante pueda inspeccionar el naufragio del
Valbanera". ¿Por qué no se dijo nada a la prensa de esta segunda
inspección? ¿Qué fue lo que vieron los hombres del almirante dentro del
casco del Valbanera que le hizo regresar al lugar de la tragedia días
después? ¿Dónde está el informe oficial que el contralmirante Decker
debió emitir después de realizar las diversas inspecciones? Años de
investigación nos han hecho chocar contra un muro una y otra vez.
Tom Hambrigth, historiador oficial de
Key West y director de la Biblioteca Pública del Condado de Monroe nos
comentó en 1995 que los daños causados por el huracán en la Florida y
otros estados sureños fueron tan importantes que la tragedia del
Valbanera quedó en un segundo plano. Cuando le comentamos que habíamos
encontrado el telegrama de Decker al departamento de Defensa nos
preguntó si también habiamos encontrado el informe oficial de la US
Navy. Al contestar negativamente Hambrigth sonrió irónicamente y nos
enseñó cartas y documentos en los que se reflejaban los esfuerzos de su
departamento por encontrar el mencionado infome.
Tal vez lo más fácil sea pensar que el
informe no fue emitido nunca. Los daños en la Estación Naval de Key West
habían sido muy importantes, rebasaban el medio millón de dólares de la
época, y Decker ya debía tener suficientes problemas como para
profundizar en la investigación del naufragio de un vapor extranjero
cuyas causas parecían más que claras. O tal vez lo que vieron los
hombres del almirante los días 19 y 20 a través de los portillos
cerrados del Valbanera fue demasiado horrible como para darlo a conocer a
una opinión pública aún conmocionada por los devastadores efectos del
ciclón. Observe el lector que ni el detalle de la cabeza aparece en el
telegrama fue dado a conocer a la prensa de la época. No obstante, todas
estas suposiciones no son más que meras especulaciones. Las 4888
personas que viajaban en el Valbanera desaparecieron. No hubo testigos
ni supervivientes. Solo el silencio. El silencio del mar y la muerte.
Aparte de la cuestión de los cadáveres y
suponiendo que Decker diese por concluida su investigación con la
hipótesis de que el Valbanera fue hundido por el ciclón tropical sin
más, existen otras muchas cuestiones que quedan envueltas en el más
impenetrable de los misterios y que parecen no tener explicación lógica.
Si el Valbanera se hundió en la noche del 9 al 10 como parece concluir
el contralmirante Decker en el telegrama, y asumiendo que el vapor que
apreció frente al Castillo de los Tres Reyes fuera el Valbanera, ¿Cómo
pudo cubrir el vapor las más de 100 millas que separan La Habana del
Bajo de La Media Luna en apenas unas horas? Con semejante tiempo, la
velocidad del buque sería como mucho de dos nudos, es decir, hubiera
necesitado casi 50 horas para cubrir esta distancia. Si se hundió el día
12, tal y como parecen apuntar los registros de radio ¿Dónde estuvo el
Valbanera durante esos tres días? ¿Por qué no telegrafió? No es lógico
que un trasatlántico con casi 500 personas abordo y atrapado por uno de
los mayores huracanes de la historia, no telegrafíe al nenos para
conocer datos de la evolución del ciclón.
En el hipotético caso de que hubiese
sufrido una avería en sus antenas o equipo radiotelegráfico, cuando
comunicó el día doce con Key West habría lanzado una llamada informando
de la avería sufrida y no una simple llamada de rutina preguntando si
había mensajes para él. No obstante, con los pocos datos disponibles
vamos a intentar reconstruir que es lo que pudo ocurrir con el
Valbanera. Para ello estableceremos dos hipótesis distintas. En la
primera consideraremos que el Valbanera se hundió en la noche del nueve
al diez y la segunda que el Valbanera se hundió el día 12.
Si el buque se hundió en la noche del 9
al 10 de septiembre, obviamente no pudo se el que se vio desde La Habana
durante la noche del nueve intentando entrar en el puerto de la capital
cubana. El Valbanera es visto el día ocho por un vapor inglés frente a
Caibarien. Ya se encuentra en el área de influencia del ciclón y
presenta una fuerte escora. Es razonable pensar que el capitán Martín
Cordero, al comprobar que no iba a poder llegar a tiempo a La Habana
pusiera rumbo al norte para capear el temporal mar adentro y acabara
embarrancado en Half Moon Shoal. La violencia del temporal le habría
hecho perder las antenas de telegrafía y no pudo comunicar con La Habana
para explicar su retraso. Pero si esta versión es cierta, ¿Cuál fue el
barco visto desde La Habana en la noche del 9? ¿Fue una broma macabra la
comunicación recibida en Key West el día 12?.
También es razonable pensar en que el
Valbanera estuvo tres días luchando contra el huracán mientras seguía
rumbo al norte. Probablemente el Capitán Martín Cordero intentaba pasar
entre Dry Tortugas y el Bajo de Rebecca para poder alcanzar Tampa o
algún refugio en el Oeste de la Península de Florida. La cerrazón y el
abatiemiento le hicieron embarrancar en el Bajo de La Media Luna. Desde
luego es posible, aunque no es lógico que en todo este tiempo el
Valbanera no se comunicase con Key West ni con La Habana, a no ser,
claro está, que hubiera sufrido una avería en su equipo telegráfico.
A pesar de todas estas preguntas sin
responder, el contenido del telegrama, las declaraciones que hiceron los
buzos a la prensa y la naturaleza del lugar en que se hundió el
Valbanera, pueden darnos una idea de cómo fueron los últimos minutos del
buque. El capitán y los oficiales debieron darse perfecta cuenta de lo
que iba a suceder. Prueba de ello es la orientación que presentaba el
buque ( y que sus restos presentan en la actualidad) cuando fue
encontrado. La proa del Valbanera estaba orienta al Oeste. Es imposible
que el vapor navegase a este rumbo por la simple razón de que el Bajo de
La Media Luna no había fondo suficiente para ser atravesado por un
vapor con el calado el Valbanera en dirección Este-Oeste. El Valbanera
estaría navegando rumbo al norte o probablemente al sur, intentado
regresar a La Habana ya que las condiciones meteorológicas estaban
mejorando, cuando se percataron desde el puente que estaban entrando en
un bajo. El no haberlo detectado antes fue probablemente debido al
terrible esta que presentaba el mar. Al notar que estaban comenzando a
embarrancar en las arenas movedizas el capitán Martín ordenó poner todo
el timón a la banda para evitar el bajo. El Valbanera comenzó a virar
pero ya no pudo zafarse. Quedó clavado en las arenas movedizas,
atravesado al mar y recibiendo todo el oleaje de costado. En el momento
de producirse la varada había en el bajo una profundidad de 18 pies (
algo más de seis metros ). El fuerte oleaje causado por el huracán
habría convertido el bajo en un rompeolas llegando incluso a veces a
quedar descubierto el fondo. Se podría decir que el vapor cayó
directamente sobre las arenas movedizas del fondo. La arrancada avante
que el buque llevaba, el fuerte golpe sobre el fondo y el movimiento de
giro de la virada hundieron profundamente al buque en las arenas
movedizas. Gran parte de la superestructura debieron quedar fuera del
agua. Las toneladas de agua que caían sobre el Valbanera y la succión de
las arenas lo fueron escorando y sepultando más y más. Probablemente
muchos portillos y ventanales de la banda de estribor de la
superestructura debieron resultar rotos y las arenas movedizas pronto
ivandieron las cámaras del trasatlántico. Minutos después, cuando todo
acabó, el Valbanera se había hundido a algo más de doce metros en un
fondo de arenas movedizas cuyas sonda inicial era de seis.
Las declaraciones de los buzos que
inspeccionaron el casco corroboraron este extremo. Todos coincidieron en
que el buque parecía mucho más pequeño de lo que realmente era,
probablemente debido a que gran parte del mismo estaba enterrado. Cuando
se refieren a los pescantes y a los botes salvavidas solo se refieren a
los de babor. En un lugar donde la visibilidad bajo el mar puede ser
mayor de 25 metros, forzosamente tendrían que verse los de estribor
también. Sin embargo, nunca fueron mencionados. Cuando Roberts y sus
hombres bajaron a inspeccionar los restos, más de la mitad del Valbanera
debía estar bajo la arena.
Tal vez sea ésta la razón de que nunca
aparecieron ni un solo cadáver. Si la arena comenzó de inmediato a
penetrar en el caso, debió sepultar los cuerpos de los tripulantes y
pasajeros. No cabe otra explicación lógica. No tuvieron la menor opción
de salvarse. El naufragio se produjo a tal velocidad que no dio tiempo a
arriar ni uno solo de los botes salvavidas.
A no ser que por razones que
desconocemos hayan sido ocultados los resultados de la investigación
oficial, podemos afirmar que las inspecciones que se realizaron en los
restos del buque fueron muy superficiales. Los medios técnicos de la
época eran muy limitados, la zona en la que se hundió el barco muy
peligrosa y el tiempo no acompañó.
El Gobierno Español no realizó ninguna
investigación oficial. Incluso el Cónsul de España en La Habana protestó
airadamente a la prensa cubana porque alguien dijo que Domingo Milord
había realizado las investigaciones sobre el naufragio del Valbanera en
calidad de Vicecónsul de España en Key West. Ya el 28 de septiembre,
diez días después del descubrimiento de los restos, se decía a la prensa
cubana que el buque estaba casi completamente enterrado en las arnas
movedizas del Bajo de La Media Luna y que nunca se sabría la suerte
corrida por sus 488 pasajeros y tripulantes.
En españa, las noticias llegaron con
cuentagotas y muchas veces de forma contradictoria. El pais entero se
sumió en el dolor. Hubo familias que recibieron la noticia de la muerte
de sus parientes para más tarde ser informados de que habían
desembarcado en Santiago y por lo tanto estaban aún con vida. En Santa
Cruz de Tenerife el Cónsul de los Estados Unidos, Sr. Styles, organizó
la primera colecta por los damnificados de la catástofre. En La Habana, a
pesar de los terribles daños que el ciclón había originado, el centro
Andaluz organizó una colecta benéfica para las familias de los
desaparecidos en el Valbanera. A primeros de octubre se organizaron en
la ciudad solemnes funerales por las víctimas. Las honras fúnebres
fueron costeadas por el Centro Andaluz de la capital cubana y se
celebraron en la iglesia de La Merced. Frente al túmulo funerario se
colocaron diversos objetos procedentes del naufragio y que habían sido
recogidos por el director del diario El Imparcial durante la expedición
de Milord. Dichos objetos fueron posteriormente donados al Centro
Andaluz.
Pinillos por su parte, inició gestiones
para intentar el reflotamiento del Valbanera. Varias fueron las empresas
consultadas y no hubo acuerdo. Se habló incluso de intentar la
recuperación de los cadáveres para sepultarlos en La Habana. Parece ser
que la operación era técnicamente muy complicada y por tanto muy cara.
Había que desguazar grandes zonas del casco del Valbanera y
posteriormente excavar en la arena para ir extrayendo los cuerpos. Las
compañías aseguradoras pagaban por la pérdida del buque, pero no por la
recuperación de los cuerpos. Tal vez fue eso, la operación era demasiado
cara. O tal vez los que habían desaparecido con el Valbanera fueran
demasiados pobres como para preocuparse por sus funerales.
La mayor parte de las familias de los
tripulantes del Valbanera quedaron en la miseria. Al no tener ningún
tipo de seguros sociales, las viudas quedaron sin pensiones y sin
indemnización alguna por la pérdida de sus maridos.
Se puede afirmar que con la desaparición
del Valbanera despareció también Pinillos Izquierdo y Compañía. La
Compañía Transoceánica se hizo cargo de la gerencia y liquidación de la
flota de Pinillos en 1921. Aunque la compañía reaparecería en 1923 como
Líneas Pinillos, la era de los grandes trasatlánticos había finalizado
para ellos.
Y el Valbanera se fue sepultando en el
tiempo y en el olvido, a la vez que las arenas movedizas del Bajo de La
Media Luna iban cubriendo sus restos. Los palos del viejo trasatlántico
sobresalieron de la superficie del mar durante años marcando el límite
occidental de las Arenas Movedizas. En abril del 1924, casi cinco años
después de la tragedia, el key West Citizen, periódico local de Cayo
Hueso publicó la noticia de que el palo de mesana del Valbanera había
desaparecido bajo el mar.
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