MINERVA BERNARDINO
Nació en el Seybo, en 1907. Entre los delegados que en 1945 firmaron la Carta de las recién fundadas Naciones Unidas, sólo había cuatro mujeres. Una de ellas era la embajadora de la República Dominicana, Minerva Bernardino. Procedente de una familia de clase alta de la provincia de El Seibo, con sólo 15 años perdió a sus padres y se vio obligada a ganarse la vida por sí misma, algo insólito en América Latina en una hija de buena familia. Así descubrió el leitmotiv de su vida, la igualdad jurídica de la mujer. A finales de los años veinte se involucró en el movimiento feminista de su país, y en 1938 consiguió que la constitución dominicana recogiese explícitamente la igualdad de derechos de la mujer.
Pronto empezó a defender los derechos de la mujer fuera de su pequeño país, sobre todo en la Comisión Interamericana de Mujeres, fundada en 1928. Esta comisión era un órgano oficial de la Unión Panamericana, la predecesora de la Organización de los Estados Americanos (OEA). En 1944 Minerva Bernardino fue nombrada presidenta de la Comisión, cargo que ostentó hasta 1949.
Paralelamente, Bernardino hizo carrera en el servicio diplomático de su país. Como delegada oficial de la República Dominicana y como presidenta de la Comisión Interamericana de Mujeres, participó en la Conferencia sobre Problemas de la Guerra y de la Paz que tuvo lugar en México en 1945. Uno de los resultados de la Conferencia fue que la discriminación de la mujer se declarase explícitamente incompatible con los objetivos de la Unión Panamericana. Tres años después, en la siguiente Conferencia Panamericana, que tuvo lugar en Bogotá, la Comisión de Mujeres “”presidida por Bernardino“” consiguió la aprobación de la Convención Interamericana sobre la Concesión de Derechos Civiles a la Mujer, uno de los primeros tratados de derechos humanos en el marco de la OEA. Así se estableció la igualdad de derechos civiles de la mujer para todos los Estados miembros de la OEA.
Minerva Bernardino también fue la embajadora oficial de la República Dominicana en la conferencia de fundación de la ONU, que comenzó en San Francisco en abril de 1945, pocas semanas después de la Conferencia sobre Problemas de la Guerra y de la Paz. También en dicha conferencia abogó junto con las pocas mujeres que había por la igualdad de derechos de la mujer. Sus esfuerzos contribuyeron a que la discriminación de sexo quedase explícitamente proscrita, entre otros, en los artículos 1 y 55 en la Carta de la ONU. Además, el artículo 8 establece claramente que mujeres y hombres tienen el mismo acceso a todos los cargos en las Naciones Unidas.
Al mismo tiempo, Bernardino luchó en San Francisco junto con otras delgadas por construir una comisión por los derechos de la mujer que siguiera el modelo de la Comisión Interamericana de Mujeres. Igual que otras propuestas, ésta fue aplazada y remitida a los órganos competentes de la ONU, que empezarían a funcionar en otoño de 1945. Pese a las dificultades, en 1947 se creó finalmente la Comisión por el Estatuto Jurídico de la Mujer gracias a la obstinación de Bernardino, de la delegada danesa Bodil Begtrup y de otras mujeres. Minerva Bernardino sería elegida vicepresidenta de esa comisión.
En la primera sesión de la Asamblea General, diecisiete delegadas “”entre ellas Eleanor Roosevelt y Minerva Bernardino“” escribieron y entregaron al presidente de la Asamblea una “Carta Abierta a las Mujeres del Mundo“ que llamó mucha atención. En ella recordaban el papel determinante que habían desempeñado las mujeres en la guerra y en la victoria sobre el fascismo, llamaban a las mujeres a aprovechar esa oportunidad histórica de fortalecer su posición en las instituciones públicas de sus países y especialmente en la ONU, y pedían a los gobiernos más apoyo a la participación pública de la mujer.
Uno de los problemas que más ocupó a Bernardino fue la nacionalidad de las mujeres casadas. En 1933 la Comisión Interamericana de Mujeres había conseguido que en los Estados de la Unión Panamericana las mujeres pudieran conservar su propia nacionalidad al casarse con extranjeros. Sin embargo, eso resultó mucho más complicado en la ONU; la Declaración Universal de los Derechos Humanos no se pronunció sobre esa cuestión. Por iniciativa de Bernardino, entre otras, la Comisión Interamericana de Mujeres llevó a cabo un estudio para que se aprobase en la Asamblea General una convención sobre la nacionalidad de las mujeres casadas, que finalmente saldría adelante en 1957.
El 10 de diciembre de 1948, Minerva Bernardino tomó la palabra como representante de la República Dominicana en la Asamblea General y volvió a recordar a sus compañeras la necesidad de fortalecer los derechos de la mujer en la Declaración Universal y de explicitar su igualdad de derechos en todos los ámbitos. Durante los años siguientes siguió luchando en la ONU por la causa de la mujer. Desde 1953 hasta 1955 presidió la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, y más tarde fue vicepresidenta del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas. En 1998, habiendo sido homenajeada repetidas veces, falleció en su casa de Santo Domingo. La ciudad de Nueva York, donde había vivido muchos años, le dedicó un pequeño parque.
Texto: Rainer Huhle
Nació en el Seybo, en 1907. Entre los delegados que en 1945 firmaron la Carta de las recién fundadas Naciones Unidas, sólo había cuatro mujeres. Una de ellas era la embajadora de la República Dominicana, Minerva Bernardino. Procedente de una familia de clase alta de la provincia de El Seibo, con sólo 15 años perdió a sus padres y se vio obligada a ganarse la vida por sí misma, algo insólito en América Latina en una hija de buena familia. Así descubrió el leitmotiv de su vida, la igualdad jurídica de la mujer. A finales de los años veinte se involucró en el movimiento feminista de su país, y en 1938 consiguió que la constitución dominicana recogiese explícitamente la igualdad de derechos de la mujer.
Pronto empezó a defender los derechos de la mujer fuera de su pequeño país, sobre todo en la Comisión Interamericana de Mujeres, fundada en 1928. Esta comisión era un órgano oficial de la Unión Panamericana, la predecesora de la Organización de los Estados Americanos (OEA). En 1944 Minerva Bernardino fue nombrada presidenta de la Comisión, cargo que ostentó hasta 1949.
Paralelamente, Bernardino hizo carrera en el servicio diplomático de su país. Como delegada oficial de la República Dominicana y como presidenta de la Comisión Interamericana de Mujeres, participó en la Conferencia sobre Problemas de la Guerra y de la Paz que tuvo lugar en México en 1945. Uno de los resultados de la Conferencia fue que la discriminación de la mujer se declarase explícitamente incompatible con los objetivos de la Unión Panamericana. Tres años después, en la siguiente Conferencia Panamericana, que tuvo lugar en Bogotá, la Comisión de Mujeres “”presidida por Bernardino“” consiguió la aprobación de la Convención Interamericana sobre la Concesión de Derechos Civiles a la Mujer, uno de los primeros tratados de derechos humanos en el marco de la OEA. Así se estableció la igualdad de derechos civiles de la mujer para todos los Estados miembros de la OEA.
Minerva Bernardino también fue la embajadora oficial de la República Dominicana en la conferencia de fundación de la ONU, que comenzó en San Francisco en abril de 1945, pocas semanas después de la Conferencia sobre Problemas de la Guerra y de la Paz. También en dicha conferencia abogó junto con las pocas mujeres que había por la igualdad de derechos de la mujer. Sus esfuerzos contribuyeron a que la discriminación de sexo quedase explícitamente proscrita, entre otros, en los artículos 1 y 55 en la Carta de la ONU. Además, el artículo 8 establece claramente que mujeres y hombres tienen el mismo acceso a todos los cargos en las Naciones Unidas.
Al mismo tiempo, Bernardino luchó en San Francisco junto con otras delgadas por construir una comisión por los derechos de la mujer que siguiera el modelo de la Comisión Interamericana de Mujeres. Igual que otras propuestas, ésta fue aplazada y remitida a los órganos competentes de la ONU, que empezarían a funcionar en otoño de 1945. Pese a las dificultades, en 1947 se creó finalmente la Comisión por el Estatuto Jurídico de la Mujer gracias a la obstinación de Bernardino, de la delegada danesa Bodil Begtrup y de otras mujeres. Minerva Bernardino sería elegida vicepresidenta de esa comisión.
En la primera sesión de la Asamblea General, diecisiete delegadas “”entre ellas Eleanor Roosevelt y Minerva Bernardino“” escribieron y entregaron al presidente de la Asamblea una “Carta Abierta a las Mujeres del Mundo“ que llamó mucha atención. En ella recordaban el papel determinante que habían desempeñado las mujeres en la guerra y en la victoria sobre el fascismo, llamaban a las mujeres a aprovechar esa oportunidad histórica de fortalecer su posición en las instituciones públicas de sus países y especialmente en la ONU, y pedían a los gobiernos más apoyo a la participación pública de la mujer.
Uno de los problemas que más ocupó a Bernardino fue la nacionalidad de las mujeres casadas. En 1933 la Comisión Interamericana de Mujeres había conseguido que en los Estados de la Unión Panamericana las mujeres pudieran conservar su propia nacionalidad al casarse con extranjeros. Sin embargo, eso resultó mucho más complicado en la ONU; la Declaración Universal de los Derechos Humanos no se pronunció sobre esa cuestión. Por iniciativa de Bernardino, entre otras, la Comisión Interamericana de Mujeres llevó a cabo un estudio para que se aprobase en la Asamblea General una convención sobre la nacionalidad de las mujeres casadas, que finalmente saldría adelante en 1957.
El 10 de diciembre de 1948, Minerva Bernardino tomó la palabra como representante de la República Dominicana en la Asamblea General y volvió a recordar a sus compañeras la necesidad de fortalecer los derechos de la mujer en la Declaración Universal y de explicitar su igualdad de derechos en todos los ámbitos. Durante los años siguientes siguió luchando en la ONU por la causa de la mujer. Desde 1953 hasta 1955 presidió la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, y más tarde fue vicepresidenta del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas. En 1998, habiendo sido homenajeada repetidas veces, falleció en su casa de Santo Domingo. La ciudad de Nueva York, donde había vivido muchos años, le dedicó un pequeño parque.
Texto: Rainer Huhle
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