III-ARQUEOLOGÍA POLÍTICA: DELIRIOS IMPERIALES EN LOS FINISTERRES ATLÁNTICOS
La servidumbre no se ha creado para el
pueblo romano, que por voluntad de los dioses inmortales tiene el
dominio de todas las naciones. Cicerón en discurso al pueblo, 4 de enero del año 43 A.C. ¡Uno se pelea contra unos tipos, los vence, los invade, los ocupa, y después, sin ningún motivo se vuelven contra uno!
Centurión Tulius Borricus, "Astérix en los Juegos Olímpicos"
El siguiente artículo no
pretende enmendar la plana a ningún profesional de la arqueología.
Tratará de política cultural y de identidad, un campo en el que tan
válida es la opinión del experto como la del aficionado. La política
cultural de un gobierno es algo más que repartir dinero y nombrar
cargos: al gestionar las instituciones y los yacimientos arqueológicos,
el modo en que se investiga el pasado y la divulgación de los hallazgos,
el gobierno sanciona cierta visión de la historia y arrincona otras.
Inevitablemente, aun sin
proponérselo, la consejería de cultura y los ayuntamientos de Asturies
están creando una ideología. De ella tratarán las siguientes páginas.
En 2001, mientras se
elaboraba el inventario arqueológico de L.lena, se descubrió que el
castro de la Carisa, conocido desde mediados del XIX, no era en realidad
un poblado astur sino un campamento militar romano. Desde entonces las
noticias se sucedieron vertiginosas y la arqueología se convirtió, por
una vez, en noticia de primera plana. Hoy, después de diez años, tenemos
un yacimiento arqueológico único en el mundo: el campamento militar
romano hallado a mayor altitud hasta ahora. Mientras tanto se han
localizado hasta catorce campamentos de la misma época desperdigados por
todo el Norte peninsular. En Asturies hay al menos otro en Moyapán,
Allande, relacionado con la minería de oro. También Los Castiel.los en Val.láu, Cangas del Narcea, podría ser un campamento militar[1];
en León hay que contar tanto la ciudad de León como Astorga, pues se ha
confirmado que ambas fueron campamentos en origen; en Palencia y en
Cantabria es donde más abundan estos yacimientos, tal y como se podía
esperar del relato de la conquista que nos dejaron los romanos,
documentándose al menos un auténtico asedio. Otros se han localizado
incluso en Burgos (La Muela, en Merindad de Sotoscueva) y Álava
(Andagoste) (Viapretoria, 2010).Estos hallazgos nos han enseñado mucho
sobre las guerras cántabras: ante todo, que sí tuvieron lugar y que los
historiadores antiguos son una guía bastante exacta de lo sucedido. El
campamento de la Carisa, por ejemplo, está rodeado de un sistema de
defensas semejante al que César describe en Alesia y se cree que los
astures lo sometieron a un asedio que, gracias a las fuentes, podemos
situar en el año 22 A.C. También vamos sabiendo cómo fueron los
primeros tiempos del dominio romano. Está por ejemplo el castro de
Pelóu, en Grandas de Salime. Solía pensarse que era un “castro minero”,
un poblado de obreros. En realidad es un poblado de la Edad del Hierro,
con sauna incluida, que fue ocupado tras la conquista por un
destacamento de legionarios. En el Chao Samartín se ha desenterrado la
que parece la lujosa mansión donde vivía el gobernador militar que
controlaba la explotación y el transporte del oro y en otros lugares,
como Alesga (Teberga), empieza a proponerse que lo que creíamos torres
medievales o castros astures podrían ser en algunos casos
fortificaciones romanas para el control del territorio. Tenemos, pues,
una guerra de conquista seguida de un típico proceso de ocupación
militar y expolio colonial. Todo esto son buenísimas noticias para
cualquiera que ame Asturies o su historia. Al fin, después de tantos
años a ciegas, empezamos a tener algunas respuestas. Por desgracia,
parece que el gobierno autonómico no está de acuerdo.Si
el treinta y uno de mayo de 2009 La Nueva España anunciaba alegremente
una nueva temporada de excavaciones en el campamento de Curriechos y en
L`Homón de Faru, el 19 de julio se desdecía: “La Carisa Echa el Telón”,
publicaba el diario. Terminado el acuerdo con Cajastur para financiar
las excavaciones, los arqueólogos implicados las daban por terminadas.
El 2 de agosto de 2009 La Nueva España publicaba otro artículo donde
denunciaba la escandalosa falta de interés de la administración
asturiana por el yacimiento: Hace ya cinco años, el entonces director
general de Cultura, Carlos Madera, anunció la apertura del expediente
para que la zona fuera declarada bien de interés cultural (BIC), tal y
como habían reclamado, [...] los ayuntamientos de Aller y de Lena.
[...] nada más se ha sabido del asunto. Ha pasado tanto tiempo que, si
algún día llegó a existir un expediente sobre el asunto, éste ya se
encontraría caducado.
[...] los principales responsables de Cultura, [...] se desentendieron del asunto, llegando a invitar a los investigadores a que se buscasen financiación privada si querían estudiar los restos del monte Curriechos y del Homón de Faru. Del Gobierno, ni un duro. [...] a día de hoy, en la Consejería no conocen la extensión ni la delimitación exacta del yacimiento, algo indispensable para su declaración como BIC, una figura que, por otro lado, los expertos consideran muy importante desde el punto de vista económico, por cuanto permitiría la aplicación de incentivos fiscales en el caso de que se produjesen nuevas inversiones privadas en los restos arqueológicos. [...] las aportaciones de la Consejería de Cultura a este proyecto se limitan a una colección de fotografías aéreas y a una subvención de 5.000 euros para la celebración de un congreso que se desarrolló el pasado año en Oviedo.
¿Por qué el gobierno
asturiano no ha movido un dedo para proteger estos yacimientos únicos?
¿Por qué, al contrario de nuestros vecinos cántabros, no ha apoyado con
todas sus fuerzas la arqueología militar de las Guerras Cántabras, que
allí viene dando ya buenos frutos desde mediados de los noventa? El
motivo de este extraño desinterés no es que nuestras autoridades
desconozcan la importancia de la arqueología. Tampoco lo es que estén
poco interesadas en los romanos. Al contrario: han invertido mucho
dinero y mucho esfuerzo en la investigación y promoción de esa época de
nuestra historia. Ocurre, simplemente, que al gobierno autonómico no le
gustan los romanos de la Carisa: los prefiere de otro tipo. Leamos, por
ejemplo, esta otra noticia publicada en El Comercio de Xixón el catorce
de setiembre del 2008: “El último gran hallazgo de época romana [en
Xixón], posible gracias a las prospecciones a las que obliga la
catalogación de Cimadevilla como Bien de Interés Cultural (BIC), fue
presentado hace apenas diez días como el que fuera el posible aljibe que
surtió de agua a la ciudad hasta el siglo IV”. En este caso sí que se
tramitó a tiempo el expediente ¿Qué maravillas oculta el barrio xixonés
de Cimavilla para merecer más atención que La Carisa, yacimiento único
por muchos motivos? Tendremos que retroceder casi treinta años para
comprenderlo.
Xixón Romano
La excavación sistemática
del “Gijón romano” comenzó en 1982 con el “Proyecto Gijón de
Excavaciones Arqueológicas”, en colaboración con la Universidad Autónoma
de Madrid y dirigido por la catedrática Carmen Fernández Ochoa. Entre
1986 y 1990 se excavó el trazado de la muralla, detectándose la puerta.
En el 89 se inaugura el Parque Arqueológico del castro de la Campa
Torres y comienzan los trabajos en los jardines de Campu Valdés junto a
las termas que ya había descubierto Calixto Alvargonzález en 1903. La
excavación de las termas se produjo entre 1990 y 1994 por encargo del
ayuntamiento, que pretendía abrirlas al público (lo hizo en 1995). En
1991 se realizó una excavación de urgencia en el palacio de
Revillagigedo en la que se hallaron unos restos clasificados como
“factoría de salazón romana” (FERNÁNDEZ OCHOA, C: 1995: 216). Entre 1997
y 2006 tuvieron lugar las excavaciones de la villa romana de Veranes,
(ya había habido otra excavación en los ochenta) y el 19 de marzo de
2007 el yacimiento fue inaugurado por el Presidente del Principado.
Desde entonces, Carmen Ochoa y su equipo han vuelto al casco urbano de
Xixón, donde en 2007 comenzaron las excavaciones en el antiguo Convento
de las Agustinas Recoletas, parte de la antigua fábrica de Tabacalera.
Los trabajos se desarrollaron en tres campañas y terminaron en agosto de
2009. Se prevé convertir (¡También!) la fábrica en museo.
El Ayuntamiento de Xixón
apoyó con entusiasmo desde el principio a los arqueólogos de la UAM.
Basta comparar con el abandono en que Uviéu tiene sus tesoros
prerrománicos, por ejemplo. En Xixón se trataba de crear un conjunto
monumental, un Xixón romano apto para atraer turistas. La ciudad necesitaba
un pasado romano a toda costa. Ahora bien, el exceso de entusiasmo
puede llegar a ser malo. En 1989 se aprobó el recrecido de la muralla
romana: por lo visto, tal y como la habían desenterrado no era lo
bastante espectacular. El resultado, según algunos denunciaron, fue un
“bodrio” que hoy sigue a la vista del visitante[2].
Los arqueólogos son
igualmente entusiastas. Cuando comenzaron las excavaciones en el
edificio de Tabacalera, por ejemplo, el coordinador de los trabajos
Miguel Ángel López declaró que su sueño sería encontrar “el foro romano
de Gijón” o bien “un teatro o una basílica”, nada menos (El Comercio, 6
de noviembre de 2007). Un año después todo lo que habían logrado
desenterrar era el aljibe ya mencionado que, según dijeron, alimentaba
de agua a la población en el S.IV. El entusiasmo permanecía intacto, sin
embargo. El 6 de setiembre de 2008 La Nueva España publicó las
siguientes palabras de Carmen Fernández Ochoa, directora de la
excavación: “Como núcleo urbano, esto que tenemos aquí es de lo
mejorcito de la Cornisa Cantábrica y el noroeste español”.
El día anterior, 5 de
setiembre, EFE publica: “La arqueóloga Fernández Ochoa se ha manifestado
prudente sobre la importancia que podría tener este espacio, aunque ha
admitido la posibilidad de que pueda tratarse de un 'foro', lo que en
caso de confirmarse cambiaría la historia de la ciudad. Al parecer, lo
que hoy es Gijón podría haber sido en la época romana una ciudad de
'primerísimo nivel' y con alto poder de decisión política en un amplio
territorio de la cornisa cantábrica, según ha afirmado la científica”.
Son unas palabras asombrosas si se tienen en cuenta la importancia que
en la antigüedad llegaron a tener Lugo, Astorga, León, Coruña o Braga.
No todos comparten esta
pasión. La profesora de epigrafía Alicia M. Canto, también de la
Universidad Autónoma de Madrid, publicó en Internet el siguiente
comentario a raíz de la anterior noticia (18 de agosto de 2009): Todas
las ciudades hispanorromanas «de “primerísimo nivel” y con alto poder de decisión política en un amplio territorio»,
dejando aparte lo legal y estatutariamente incompatible de estar muy
romanizado y a la vez tener capacidad de “decisión política sobre un
amplio territorio” (siempre que tengamos presente la estructura y
funcionamiento interno de las provincias del Imperio Romano), sabemos al
menos cómo se llamaban, y en ellas se han ido encontrando a lo largo de
siglos, por ejemplo, un número amplio y significativo de inscripciones,
para empezar alguna/s que prueben el estatuto municipal o colonial
(únicos posibles en ciudades romanas), tales como menciones del ordo decurionum, la res publica, algún duovir, aedilis... o bien homenajes cívicos a sucesivos emperadores, o a ciudadanos beneméritos, etc.La
realidad es que Gijón cuenta por el momento con sólo 12 inscripciones
de época romana, de las que sólo 4 tienen más de una palabra completa:
Una es funeraria, dos son religiosas, más la famosa dedicación a Augusto
del Cabo de Torres, que seguro no es una dedicación ciudadana.Para
hacerse una idea de lo que esto supone en términos de importancia real,
recordaré que la única capital administrativo-jurídica de los Astures conocida y citada en las fuentes romanas, Asturica Augusta
(Astorga, LE), cuenta actualmente con 204 inscripciones, ¾ partes de
relativamente buena calidad, la mayoría votivas (de gobernadores,
funcionarios o militares), o funerarias, con muy escasa presencia de
antropónimos indígenas. Pues, incluso con todo ello, ni siquiera Asturica tiene probada su condición municipal o colonial; sólo algunos han aducido el supuesto duovir
“Lépido” de las famosas tablillas de barro itinerarias, tres de las
cuales son falsas y la única más verosímil, la 2, está interpolada,
precisamente con la mención del duovir.Claro que por allá
parece que no se presta mucha atención a este tipo de “detalles” (como
tampoco las autoridades culturales centrales), pues las tablillas están
(o estaban) tranquilamente expuestas como indiscutidas, y sin ninguna
advertencia al público, en el Museo de Oviedo, como parte de la
exposición de la también inexistente “Vía de la Plata desde Sevilla hasta Gijón”
[...]Así que, concluímos, “todo vale”, siempre que no se entre en el
fondo de casi cada afirmación. Una tarea, por otro lado, siempre
tediosa, muchas veces incomprendida, e incómoda para el que la tiene que
hacer, y a veces hasta contraproducente y con efectos perversos.(Canto,
Alicia M. 2009) Finalmente, en 2009 llegó el último (hasta ahora)
descubrimiento: una silla de madera, supuestamente del S.V. El 14 de
agosto de ese año El Comercio publicó: “Ayer Carmen Fernández Ochoa
presentaba pletórica los objetos de origen romano recuperados del fondo
del antiguo depósito durante la tercera incursión en las tripas de
Tabacalera. Aseguró que gracias a ellos «Gijón marcará un hito en la
arqueología romana»”. Cuesta creer que tanto optimismo sea sincero. ¿Se
trata, tal vez, de justificar una inversión que ha dado unos frutos bien
escuálidos? Como mínimo sería prudente esperar a las dataciones de C-14
antes de echar las campanas al vuelo. Claro que entonces tal vez no
quedaría mucho que ofrecer en la rueda de prensa.
Resistencia
En paralelo a las
excavaciones y a los museos, el Ayuntamiento de Xixón y el gobierno del
Principado desarrollaron una campaña de promoción y divulgación que
pretendía rentabilizar y dar a conocer los nuevos descubrimientos. Así
nació por ejemplo la exposición “Astures, Pueblos y Culturas en la
Frontera del Imperio Romano” en 1995 o “La Vía de la Plata. Una calzada y
mil caminos”, que fue inaugurada en Extremadura en febrero de 2008 y
llegó finalmente a Asturies un año después. El día de la inauguración La
Nueva España recogía las palabras de José Luis Vega, director general
de Patrimonio del Gobierno autonómico: “es interesante que la muestra
haya sido "complementada con la aportación que hizo Asturias a la
romanización y a ese camino que llega hasta Gijón"” También habló
Soledad López, presidenta de la SECC. Según ella se trataba de un
recorrido desde un millar de años antes de Cristo hasta la actualidad
por un espacio que no sólo fue fundamental para el control militar de la
Península, sino que también fue primordial para los intercambios
comerciales.
Aquí ya nos salimos de la
arqueología y entramos de lleno en la política. Desde luego la Vía de la
Plata no llegaba hasta Xixón y desde luego no hay base alguna para
hablar de una Vía de la Plata en la Edad del Bronce. Los políticos
autonómicos pretenden simplemente crear una “marca”, un nombre atractivo
con el que atraer el turismo y una excusa, también, para gastar fondos
públicos. La verdad histórica, aquí, no pinta nada:
[...] tales buenas
intenciones, apoyadas por Madrid y el ente autonómico, aplaudidas por la
mayoría de los ayuntamientos afectados, se estrellan contra el muro de
una supuesta realidad histórica i-nal-te-ra-ble. Como afortunadamente
vivimos en el 2009, tal vez sea tiempo de sacudirnos un poco de rancio
polvo histórico para ver mejor el futuro, incluso con ilusión entre
tanta dificultad. Todos tenemos la obligación de arrimar el hombro para
ayudarnos, no de sembrar de chinitas historicistas a propósito de si la
Vía de la Plata existía, pasaba por aquí o por acullá. Al fin y al cabo
ninguno de nosotros vivió en los tiempos de Trajano y Adriano para
conocer sus barruntes mentales viarios, ¿o sí? Tal vez incluso pensaron
en cambiar a última hora el trazado y no les dio tiempo. Nosotros
todavía lo tenemos.
Estas cínicas palabras están
firmadas por Margarita Torres, nada menos que la Cronista Oficial de
León. Forman parte de un artículo, “Polvos Históricos en el Camino” que
el Diario de León publicó el veintiuno de febrero de 2009. El artículo
tuvo réplica (tan inteligente como ingeniosa) del alcalde de Astorga,
Juan José Alonso Perandones, quien estaba empeñado a la sazón en
defender la verdad histórica por encima de la manipulación de los
políticos. La campaña del alcalde astorgano se hizo oír en nuestro país y
provocó un pequeño revuelo sin consecuencias políticas. No era el
primero: la Asociación de Pueblos de la Vía de la Plata viene
protestando desde el año 2001 contra esta falsificación de la historia.
El 19 de mayo de 2001 la asociación se reunió en Baños de Montemayor,
Cáceres. La Agencia EFE informó: “los defensores de las tesis históricas
[...] permanecen preocupados por la ignorancia de unas autoridades
regionales que eran favorables a ignorar el viejo trazado, y
promocionaban costosísimas campañas para apoyar una Ruta de la Plata que
jamás existió, desde Gijón a Sevilla”[3].
Ni la Ruta de la Plata
entraba en Asturies ni Xixón fue una ciudad romana. Más allá de estas
verdades históricas sólo está la palabrería de los políticos autonómicos
y el afán de hacer negocio a costa de lo que sea.
Los políticos asturianos
llevan años tratando de “romanizar” el pasado de Asturies a cualquier
precio y los asturianos, resistiendo su empeño. En junio de 1992
comenzaron las obras para convertir las termas de Xixón en museo,
levantando una plataforma de hormigón sobre el Campu Valdés. Algunos
vecinos se rebelaron ante el proyecto. No se trató de grupos antisistema
organizados ni predominaban los jóvenes entre ellos; al parecer fue más
bien una reacción espontánea de las personas, jubiladas muchas de
ellas, que estaban acostumbradas a pasear por la zona y que, conociendo
el Campo desde niños, lo consideraban poco menos que un símbolo de la
ciudad. Las protestas duraron muchos días y hubo incidentes entre los
manifestantes, los arqueólogos y la policía. Las cosas empeoraron el
lunes ocho de junio. Ese día, en plena madrugada, la empresa
adjudicataria taló uno de los árboles del paseo, cuando habían asegurado
que los árboles serían respetados. De aquí nació una interesante
polémica, un intercambio de cartas al director y artículos publicados en
El Comercio donde se comenzó discutiendo la política local y la
conveniencia de alterar o no el Campu Valdés pero se terminó hablando de
historia, de identidad, de romanos y de imperialismo.
Astérix y Julio César
Hemos llegado al núcleo de
la cuestión. No se trata sólo de atraer turistas a la “Ruta de la Plata”
o al “Gijón Romano”. Se trata de que, por debajo de toda esta política
cultural, a lo largo de estos casi treinta años de excavaciones, libros,
museos y exposiciones, subyace un afán de crear ideología, de educar,
de moldear la identidad de los asturianos. Se nos dice que tenemos una
idea equivocada de nuestro pasado, que mitificamos el periodo astur y su
resistencia frente a Roma: [...] un difuso indigenismo [...]
caracterizado por rasgos de comportamiento transmitidos a través de las
fuentes romanas (¡!). La cristalización de Asturias como entidad
histórica se habría desarrollado en torno a dos momentos míticos de su
pasado: la lucha frente a Roma, es decir, el vigor del mundo indígena, y
la creación del reino de Asturias frente al invasor meridional, “germen
de España”.
Los siglos romanos eran un
episodio epidérmico, constreñido entre estos dos “mitos motores” de la
historia del Principado [...] Acontecimientos sucedidos en los siglos IV
y V d.C. siguen contemplándose en clave de la resistencia propia del
carácter indómito y antisocial de los pueblos del norte, como si el
tiempo transcurrido desde la conquista no hubiera afectado para nada a
la sociedad septentrional en su conjunto, que casi por una “maldición”
se ve obligada a demostrar periódicamente su resistencia al poder
constituido.(FERNÁNDEZ OCHOA, C. y MORILLO CERDÁN, A. 2007: 14,
19)
Es lo que la misma Carmen
Ochoa llamó “El síndrome de Astérix” o del “astur invicto”: No existen
[...] testimonios de lucha en nuestro territorio [la Asturias
trasmontana], según las fuentes, y ni siquiera la arqueología ha venido
en nuestra ayuda mostrando estratigrafías con niveles de incendio y
destrucción [...] Tampoco hay testimonios de presencia militar en
Asturias. Ni un campamento, ni una teja o ladrillo con marca de una
legión o de un destacamento, ni una inscripción militar. [...] parece
aconsejable no hacer afirmaciones rotundas para instigar fervorosamente
al pueblo de Gijón contra los “perversos” invasores que encima
cometieron el desliz de construir unas termas en el Campo Valdés. [...]
El señor López quiere quitar valor a todo lo romano realzando, a mi
juicio, desmesuradamente, las gestas de los astures, es decir,
proponiéndonos el síndrome de la resistencia heroica. (FERNÁNDEZ OCHOA,
C. 1992)
Ni los astures eran tan
valientes ni las invasiones son tan malas, al parecer. Estas palabras se
escribieron en 1992, poco antes de que la arqueología de las Guerras
Cántabras comenzase a dar frutos. Ahora bien, ¿Qué opina sobre este
asunto la misma historiadora quince años después, cuando ya se ha
estudiado el asedio de Aracillum y han aparecido hasta catorce
campamentos militares de las Guerras Cántabras, tres de ellos en
Asturies? Pues más o menos lo mismo: Lejos de enfrentarse con un pueblo
políticamente estructurado, [Roma] debe hacer frente a diferentes grupos
humanos [...] con intereses [...] a menudo divergentes [...] la guerra
de guerrillas, a la que se refieren los autores grecolatinos como una de
las principales dificultades a la que deben enfrentarse los
conquistadores en el norte peninsular, confirmaría la desestructuración
política de los grupos humanos que habitaban este ámbito
geográfico.Debemos desterrar definitivamente la figura historiográfica
de unos indígenas 'libres y heroicos' frente a una potencia colonial
'arrolladora' y valorar en su justa medida la dialéctica del proceso de
conquista [...] (FERNÁNDEZ OCHOA, C. y MORILLO CERDÁN, A. 2007: 20) Uno
se pregunta cómo pueden los autores estar tan seguros de que los
habitantes del país carecían por completo de instituciones políticas o
de capacidad de reacción frente al enemigo común. La estrategia
guerrillera, si acaso, muestra que los cántabros estaban bien dirigidos y
que comprendieron el punto flaco de las legiones romanas, en vez de
enfrentarlas directamente como los galos. Por otro lado los mismos
“autores grecolatinos” nos hablan de un gran ejército astur derrotado
junto a Lancia. No se entiende por qué las fuentes son creíbles cuando
hablan de la guerrilla pero no cuando mencionan la gran batalla. No está
muy claro tampoco por qué hay que sustituir “pueblo” por “grupos
humanos” a menos que se trate de degradarlos, de convertirlos en poco
menos que fauna.
Y más misterioso aún resulta
el nivel de la excavación donde han detectado Ochoa y Morillo el
heroísmo, la libertad o su ausencia, para que debamos “desterrarlos
definitivamente” de la historiografía.¿Por qué el artículo apenas
menciona los últimos hallazgos de arqueología militar? Lo descubriremos
en el siguiente texto, escrito por un irritado Eduardo Peralta Labrador:
Estos [...] teóricos de
gabinete [Carmen Fernández Ochoa y Ángel Morillo Cerdán, de la
Universidad Autónoma de Madrid y de la Universidad de León] afirman que
sobre nuestras hipótesis históricas sobre las clarísimas estructuras
campamentales que hemos descubierto y excavado subsistirían
considerables problemas, fundamentados, a su juicio, "en que el registro
cronoestratigráfico de dichos recintos aún no se ha dado a conocer"
(Fernández Ochoa y Morillo,2002a: 384,n5) cosa que no es cierta porque
en todos los congresos en los que hemos intervenido, en dos de los
cuales estaban presentes estos autores, se han dado a conocer para quien
ha querido enterarse tanto los materiales arqueológicos que nos
permiten situar estos yacimientos a inicios del principado de Augusto
como las incuestionables estructuras de los mismos.
En cuanto a la
estratigrafía, parece desconocerse por quienes plantean semejantes
objeciones, que ésta es inexistente en las estructuras campamentales en
cuestión porque no se trata de ciudades ocupadas durante siglos sino que
existe un solo nivel correspondiente a una ocupación temporal que casi
aflora en superficie por la escasa potencia de estos yacimientos (leve
cubierta vegetal, escasos centímetros de tierra y roca madre) al estar
situados en cimas de montañas donde los procesos de erosión natural
impiden la formación de suelos de cierta potencia (PERALTA LABRADOR, E.
2003: 314) No sólo rechazan las excavaciones del arqueólogo cántabro.
Tampoco tienen empacho en tirar a la papelera, entre otros, al mismísimo
Tito Livio cuyo relato de las Guerras Cántabras, que nos ha llegado
resumido por Orosio y Floro, despachan con estas palabras: “Ya hemos
señalado en ocasiones anteriores la parquedad de estas fuentes sobre la
guerra contra cántabros y astures, sus contradicciones evidentes y el
carácter propagandístico del relato” (FERNÁNDEZ OCHOA, C. Y MORILLO
CERDÁN, A. 2007: 19). Partiendo de aquí, la conquista romana se nos
convierte en un tranquilo paseo donde invadidos e invasores caminaban de
la mano en un dialéctico y enriquecedor “intercambio”: [...] es lícito
pensar en una ocupación en su mayor parte pacífica [...] El proceso de
romanización no habría sido tanto la imposición de su cultura por parte
de la potencia colonizadora, sino un proceso dialectico de intercambio
reciproco, a través del cual la sociedad indígena fue adoptando rasgos
de la cultura romana, y ésta a su vez se vio influenciada por
aquella.(FERNÁNDEZ OCHOA, C. y MORILLO CERDÁN, A. 2007: 20)
No todos los historiadores
están de acuerdo. Michael Koch, del Instituto Arqueológico Alemán, no
sólo condena el imperialismo de Augusto sino que mantiene que la
resistencia de los norteños sobrevivió hasta el fin del
imperio: Mientras que los latifunidstas del sur, los grandes
empresarios, fabricantes y comerciantes, y hasta la clase media urbana,
en las zonas costeras tenían motivos para sentirse beneficiarios de los
frutos indudables de la paz, los cántabros y astures, por ejemplo, en
cuanto habían sobrevivido a la última acción “pacificadora” del
emperador, abominaron a Augusto y, sobre todo, a Marco Agrippa. Y eso
mismo hicieron sus viudas y huérfanos, no pocos celtas de las Mesetas y
otros innumerables, todos aquellos olvidados por la pax y sus bendiciones. [...] No puede ser casual que los Bagaudae del Imperio Tardío, anarquistas y paganos, vinieran de aquellas regiones (Koch, M. 1997: 87)
La cuestión de las
“pervivencias” culturales todavía no está clara. El simple hecho de que
los romanos empleasen tantas tropas auxiliares de origen astur, cántabro
o galaico ya es señal de que estos pueblos conservaban bajo el Imperio
su viejo amor por la guerra, a pesar de que se nos ha dicho que esta
belicosidad es una exageración de los escritores latinos. A Ochoa y
Morillo, sin embargo, les resultó “descorazonador” leer las palabras de
Koch (Fernández Ochoa, C. y Morillo Cerdán, A. 2002b: 265). El siguiente
es un extracto de una entrevista a Jesús F. Jordá, de la UNED: -[...]
¿La romanización en Asturias fue más intensa y extensa de lo que se ha
supuesto hasta ahora?
-Exacto, es bastante más importante de lo que se creía y de lo que la historiografía tradicional ha querido ver, por aquello de que los astures resistieron al invasor.
-Exacto, es bastante más importante de lo que se creía y de lo que la historiografía tradicional ha querido ver, por aquello de que los astures resistieron al invasor.
-Sobre ese capítulo de la resistencia a los romanos también se empieza a saber más cosas. Ahí está La Carisa.
-Sí, los romanos tuvieron un campamento en La Carisa para poder conquistar el territorio de los astures transmontanos. Pero lo cierto es que los últimos descubrimientos que hemos comentado certifican una presencia romana mucho más importante(Jordá Pardo, Jesús F: 2009)
Hay algo extraño en las
últimas dos frases: “Hubo un campamento militar PERO podemos demostrar
que hubo una romanización mucho más importante”. Nada impide una
conquista militar sangrienta y prolongada seguida de una romanización
intensa, como en la Galia: ¿Por qué ese “pero”, entonces? Casi parece
que al entrevistado le molestase que los astures resistieran con cierto
éxito, como si lo admitiese a regañadientes. La resistencia frente al
invasor, tal y como leímos antes, sería prueba del “vigor del mundo
indígena” y aquí se trata de anular ese mundo. Si no queda más remedio
que admitir el hecho de la conquista se puede, al menos, defender una
asimilación aplastante, una Roma victoriosa que se impone
abrumadoramente en el país. Pondré otro ejemplo aún más claro. Está
sacado de un artículo escrito por Ángel Fuentes, profesor de arqueología
en la Universidad Autónoma de Madrid: [Guillermo M. López] mantiene la
escasa romanización de Asturias y, lo que es peor, su dureza sanguinaria
y explotadora[Fuentes, A. 1992] La idea de una romanización
superficial, como la de una ocupación romana sanguinaria y explotadora,
puede ser cierta o no serlo. No puede, sin embargo, ser “mala” ni “peor”
a menos que salgamos de la discusión histórica y entremos en la
ideología. Es difícil resistir la sospecha de que, hasta cierto punto,
hay una simpatía inconsciente por un bando o por el otro y por una etapa
sobre la otra. Sólo así se entiende que Jordá, en la misma entrevista,
diga que los castros “ya se conocen bien” pero que la época romana en
Asturies todavía no tanto, lo que implica que habría que invertir aún
más en arqueología romana y menos en la de la Edad del Hierro. Lo cierto
es que la cultura de los pueblos que habitaban la actual Asturies
durante la Edad del Hierro debería recibir tanta atención como la etapa
posterior si no más, puesto que se trataba de una cultura original y no
de un híbrido provinciano. Sigue siendo muchísimo lo que ignoramos de
aquellas gentes, de las que todavía no se ha localizado ni una
necrópolis y merece la pena invertir recursos en excavar alguno de los
numerosísimos castros que siguen abandonados a merced de los
cazatesoros, en vez de seguir buscando el Senado de Xixón.Si en el
“Síndrome de Astérix” los astures luchaban con valor y los crueles
romanos a duras penas lograban someterlos, en el “Síndrome de Julio
César” los astures son unos salvajes inútiles y desunidos incapaces de
defenderse y los romanos, unos gobernantes justos y benévolos que
trajeron el progreso al país. De repente todo es romano: algunos
sugieren incluso que el florecimiento del Reino de Asturies y sus logros
culturales sólo pueden entenderse si se acepta que el país experimentó
una romanización intensa[4].
La verdad es que la Alta Edad Media fue la gran oportunidad para los
pueblos poco romanizados de Europa. Sirva como ejemplo el milagro del
Renacimiento Irlandés. La riquísima cultura que nació en la Irlanda
medieval era latina y cristiana pero al mismo tiempo celta y pagana: los
“bárbaros” no necesitaban el yugo de Roma para abrirse y progresar. Tal
vez fuese al contrario.
La intensísima romanización
Es muy curiosa la
insistencia en que las recientes excavaciones de yacimientos romanos han
traído una “revolución” en nuestro conocimiento del pasado, que hasta
ahora supuestamente soslayaba la influencia romana. El hecho es que ya
sabíamos que había termas en Xixón desde 1903, las ruinas de Lucus
Asturum ya las buscaba José M. González hace decenios, los restos de
minería romana se conocen desde el XIX y las villas poco menos,
incluyendo el gran mosaico de la Vega`l Ciigu (L.lena) que se conserva
en el Museo Arqueológico de Uviéu desde 1951. Los filólogos siempre han
buscado el origen de nuestros topónimos en posessores latinos y el del
idioma, en el bajo latín. No se puede decir, entonces, que en Asturies
se ignorase el poso de Roma. De hecho, cuando se mira más de cerca, la
“revolución” no ha sido tan revolucionaria, después de todo: Debemos
mencionar [...] dos aspectos que hoy en día parecen caracterizar [...]
el proceso de romanización regional: la [...] escasez de [...] edificios
cívicos monumentales (teatros, anfiteatros, circos, templos) y de
epigrafía de carácter municipal [...] en los próximos años estos dos
aspectos serán descartados o matizados convenientemente. (FERNÁNDEZ
OCHOA, C. y MORILLO CERDÁN, A. 2007: 23)
Volvemos a encontrarnos con
el proverbial optimismo de Carmen Ochoa, empeñada en encontrar el
Coliseo en Cimavilla. Es más, no son sólo estas líneas: buena parte del
artículo está lleno de justificaciones semejantes. Escasean los restos
epigráficos, faltan pruebas de que hubiese colonias o municipios, faltan
estatuas, faltan leyes, faltan edificios públicos, faltan referencias
literarias a ciudades romanas en la antigua Asturies pero eso no
significa que no se haya dado una intensa romanización: lo que ocurre es
que se trata de una romanización “distinta” de la de otras áreas como
la Bética o el Levante peninsular: Los romanos actuaron muchas veces por
vía interpuesta, captando a los jefes locales mediante pactos para
extender su autoridad entre el resto de la población, pero siendo
tolerantes con los sistemas de organización social y con las creencias
religiosas(FERNÁNDEZ OCHOA, C. y MORILLO CERDÁN, A. 2007: 20) [un
componente básico de la romanización en Asturias fue] el destacado papel
desempeñado por el ejército durante toda la etapa romana, que tendría
su razón de ser no en la vigilancia del “indómito indígena”, sino en el
interés de Roma por las explotaciones auríferas […] El mantenimiento […]
de patrones de poblamiento de origen prerromano, cuidadosamente
adaptados a los intereses de Roma(FERNÁNDEZ OCHOA, C. y MORILLO CERDÁN,
A. 2007: 20)
Es decir, siguió viviendo la
misma gente en los mismos castros, regidos por los mismos jefes de
antaño, adorando a los mismos dioses y vigilados por el ejército. No
está mal para una romanización “mucho más intensa de lo que se creía”.
El gran cambio, según este artículo, vino de la supuesta reorganización
administrativa de las tribus en “civitas” romanas. Poco más, ya que “no
se percibe una política tendente a la asimilación obligatoria en campos
como la lengua, el género de vida, el derecho y la religión” (FERNÁNDEZ
OCHOA, C. y MORILLO CERDÁN, A. 2007: 17). Así expresado, no hay
contradicción alguna entre el concepto de “romanización” que proponen
estos autores y el que defendía su adversario encarnizado, Guillermo M.
López, en el diario El Comercio, aquel lejano 1992:
[...] otro gran
especialista, J.M. Roldán, considera incluso absurdo emplear la palabra
"romanización". En su excelente obra "Hispania y el ejército romano",
hablando del Noroeste hispano, afirma que para Roma [la Asturias
trasmontana] era "un territorio súbdito, cuya dominación interesaba bajo
el exclusivo punto de vista económico, como vivero de hombres y
materiales y sin ninguna política consciente de elevar el nivel de vida
económica y social de sus habitantes. En este sentido lo poco logrado en
este cuadrante Noroeste se realizó más en contra que a favor de esta
política, debido casi exclusivamente al contacto de los soldados
permanentemente instalados en el centro del territorio durante todo el
Imperio y la acción ejercida por los centros de administración romanos:
Astúrica, Brácara y Lucus. Es pues absurdo emplear la palabra
romanización, que nunca tuvo ningún significado, ni en ninguna mente
gobernante encontró asilo: sólo la prolongada dominación y los contactos
pacíficos, una vez dominados o frenados los intentos de rebelión,
produjo estos mediocres resultados de una híbrida civilización de tinte
romano, donde nunca dejó de existir de forma vigente el espíritu
autóctono."
Ha habido una revolución en la arqueología, sí, pero ha ido en sentido exactamente opuesto al que nos dicen.
Hace sólo veinte años en
Asturies era posible defender que la cultura castreña nos la trajeron
los romanos. En aquella época no había podido datarse ningún castro
anterior al reinado de Claudio. Tampoco había ninguna prueba
arqueológica de que los romanos hubiesen necesitado la violencia para
conquistar el país. Los pueblos de la antigua Asturies no sólo habían
sido incapaces de enfrentarse al invasor sino que además carecían de
creatividad. Las saunas castreñas, por ejemplo, se interpretaban como
“termas rústicas”, es decir, imitaciones torpes del invento romano. Se
pensaba, en general, que los pueblos que habitaban el país a la llegada
de Roma estaban aislados y atrasados.
Todo eso ha cambiado después
de las que seguramente han sido las dos décadas más fructíferas en la
historia de la arqueología asturiana. Ahora sabemos que los castros
surgieron hacia el Bronce Final y que representaron un gran cambio en el
control del territorio. Sabemos que las saunas fueron levantadas siglos
antes de la llegada de los romanos y que ya en la Edad del Hierro había
la suficiente capacidad técnica y una organización del trabajo lo
bastante eficaz como para excavar enormes fosos, levantar murallas de
módulos y acondicionar el terreno donde se asentaron los castros,
creando verdaderas calles. Se investiga, al fin, la relación entre el
castro y su entorno, tratando de comprender los complejos mecanismos de
explotación de un medio fragil y tal vez superpoblado[5].
Se valora más la producción
industrial, la minería, la orfebrería y la metalurgia castreñas. En
algunos yacimientos se acumulan numerosas escorias de hierro y se
aventura que los excedentes de producción estuvieran destinados al
comercio[6].
También hemos aprendido
algunas cosas sobre la religión en el primer Milenio A.C. En el Chao
Samartín (Grandas de Salime) se ha hallado lo que parecen restos de un
sacrificio humano de fundacion y se ha descubierto, además, que la
estructura más antigua del castro es un auténtico santuario, una
acrópolis donde ardía, al parecer, un fuego sagrado desde el siglo VIII
A.C[7].
Están además las “grandes
cabañas” que se van descubriendo en los castros excavados. Parecen ser
lugares de asamblea pero su significado todavía no está muy claro.
Primero, se confirma que
astures y cántabros eran herederos de una cultura antigua y compleja
cuando llegó la invasión; segundo, la arqueología militar de las guerras
cántabras empieza a dar sus primeros pasos. Ha habido una revolución,
es cierto, y ha reforzado el “vigor del mundo indígena” más que nunca.
La leyenda rosa
Uno entra en las magníficas
instalaciones de la Villa de Veranes y se encuentra un vídeo de
presentación, cuidadosamente editado, donde se dicen cosas como las
siguientes:
“Roma nos dio un nombre, ástures, y una historia que contar”
Antes de Roma, por lo visto,
ni nombre ni historia. Seamos precisos: tal vez (no es seguro) el
nombre “astures” sea de origen latino, pero sin duda antes ya existía
otro nombre o nombres. También está claro que aquellas gentes debían de
tener una historia transmitida oralmente, aunque se haya perdido. En
otras palabras: no necesitaban el permiso de Roma para ser humanos. “Los cilúrnigos ocuparon un gran castro al que los conquistadores llamaron Noega”
Así formulado, se entiende que el castro permaneció innominado durante
siglos hasta que los romanos llegaron para imponerle un nombre... No
latino. Ahora nuestro visitante entra en las termas del Campu Valdés y
se encuentra la siguiente frase:
Las gentes acudían a las
termas después del trabajo, el precio de la entrada era módico y el
acceso estaba permitido a todos los miembros de la comunidad, incluidos
los esclavos.
(Museos de Xixón – Termas Romanas, 2010)
Por lo que sé de la sociedad
romana no me imagino a un esclavo, aquellas pobres criaturas humilladas
y temerosas del látigo, tomándose un descanso y entrando sin más a
disfrutar de los baños públicos junto a libres y caballeros. Tal vez
hubiese excepciones y esté yo equivocado. Tal vez el texto se refiere a
los esclavos que tenían permitido entrar en las termas...Para trabajar
en su mantenimiento. En cualquier caso, me parece evidente que la frase
pinta una imagen muy edulcorada de la vida en la Antigua Roma (porque de
los esclavos en el antiguo Xixón, lógicamente, no sabemos nada). Y eso
ya es falsificar la historia. Nuestro turista cultural sale de las
termas y se tropieza en el mismo Campo Valdés con una estatua de César
Augusto vistiendo armadura de general. Misterio: ¿Qué méritos tiene el
sangriento dictador para merecer una estatua en la ciudad asturiana? Me
parece harto discutible considerarle como el fundador de Xixón. Lo único
que sabemos de él es que invadió y sojuzgó el país, que mató a unos y
esclavizó a otros y que instaló una eficiente maquinaria militar
encargada de chupar y canalizar las riquezas de los astures para
provecho de Roma.
Augusto fue el hombre
que enterró definitivamente la República, que anegó el mundo en una
sangrienta guerra civil y que fundó una dinastía célebre por sus
crímenes y sus perversiones. No tenemos la menor prueba de que la
llegada de Roma representase ningún progreso para los astures, de que
mejorase la esperanza de vida, de que la sociedad se volviese más
igualitaria, de que los niños aprendiesen a leer ni de que los jóvenes
abandonasen la violencia. En realidad ni siquiera sabemos si los romanos
con su sociedad esclavista, sus campesinos empobrecidos, sus
terratenientes opulentos y sus horrendos juegos de gladiadores llevaban
una vida mejor que los supuestos bárbaros. Ahí sigue la estatua, sin
embargo, en atuendo militar, celebrando la hazaña de aplastar a nuestros
antepasados.
Se está creando un relato
básicamente falso, una leyenda rosa semejante a la que trataba de
disimular los horrores de la conquista española de América. No se puede
decir, como hizo Carmen Ochoa al hablar de la llegada de Roma a nuestro
país, que «Hubo conquista pero también un proceso dialéctico, respeto e
integración[8]».
Sencillamente es absurdo buscar aquí el lado bueno. Una conquista, por
definición, implica violencia, brutalidad y expolio: Lucano, Silio,
Marcial y Claudiano nos hablan, en época imperial, del “pallidus Astur infelix concolor auro”,
es decir, el desgraciado astur, pálido por su malsano trabajo forzado
en las minas de oro [Plinio describe así las labores mineras en su Historia Natural]
galerías excavadas a la luz de las lámparas, cuya duración permite
medir los turnos y por muchos meses no se ve la luz del día. A menudo se
abren grietas, arrastrando a los mineros en el derrumbamiento [...] a
menudo las galerías se llenan de vapor y humo. Se destruyen esas rocas a
golpes de martillos que pesan 150 libras y los fragmentos son retirados
a las espaldas de hombres; los mineros se los pasan el uno al otro, día
y noche en la oscuridad: sólo los últimos ven la luz del día
[...](López, Guillermo M: 1991)
Es difícil no dejarse
impresionar ante esta terrible descripción. A uno se le vienen a la
mente los horrores del Cerro de Potosí donde murieron tantos infelices,
envenenados y extenuados. Es curioso que el imperialismo español y el
romano tengan tantos puntos en común. También lo es que ambos encuentren
defensores:
[Guillermo M. López]
mantiene la escasa romanización de Asturias y, lo que es peor, su dureza
sanguinaria y explotadora. Para ello recurre a los episodios de la
sórdida vida en la mina [...] todo ello con una prosa lírico-bailable,
muy de efectos especiales, pero de escaso rigor histórico (FUENTES,
ÁNGEL: 1992)
Lo anterior forma parte del
debate que se mantuvo en el diario El Comercio a raíz de las obras en el
Campu Valdés. Guillermo M. López, quien se presentó como arqueólogo de
Xixón, residente en Berna, acusó a Ángel Fuentes, de la Universidad
Autónoma de Madrid, de lanzar una “prédica” neorromana y de justificar
el imperialismo. Fuentes negó enérgicamente las acusaciones en un
párrafo que merece ser recordado: ¿De verdad cree usted que yo quiero
romanizar algo o alguien? ¿De verdad cree usted que yo me siento aludido
hasta tal punto por cosas sucedidas hace dos mil años? ¿Tan bien me
conoce usted que me cree tan demente? [...] Yo no defiendo la conquista
romana de Asturias [...] ni menos me llevo disgustos por sucedidos de
hace miles de años [...] Yo soy historiador y me limito a observar y
anotar, sin juzgar nada. (FUENTES, ÁNGEL: 1992) Fuentes tiene razón en
parte. Es cierto que no merece la pena llorar por lo que ya no tiene
remedio. Se equivoca, no obstante, cuando afirma que sólo un demente se
sentiría aludido por cosas sucedidas hace dos mil años. Basta ver las
pasiones que despierta la arqueología bíblica, sin ir más lejos. La
historia antigua se ha usado y se sigue usando en muchos países como
“mito de origen” para justificar distintas ideologías o como base en la
que cimentar el orgullo étnico o el patriotismo. No hace falta suavizar
ningún periodo de nuestra historia: los romanos eran una sociedad
esclavista, una potencia colonial, unos imperialistas que sometían
países enteros con tal de expoliarlos para beneficio de la metrópoli. La
llegada de Roma no fue ningún “intercambio dialéctico” sino una
conquista militar, más sangrienta en territorio cántabro que en el
astur, como muestran tanto las fuentes escritas como las arqueológicas.
El imperio romano no era ninguna utopía: los conceptos de “civilización”
y “barbarie” son muy relativos si el “civilizado” celebra espectáculos
públicos donde un oso despedaza a un ser humano indefenso.Si
no tiene sentido llorar por los astures, tampoco debería tenerlo el
monumento a César Augusto. Por muy viejas que sean, las infamias del
imperialismo siguen siendo infamias. La época romana en Asturies podría
terminar convertida en un cuento de hadas donde los asturianos
(encarnados aquí en nuestros lejanos antepasados) haríamos una vez más
el triste papel de aldeanos ignorantes, rescatados por la benéfica
metrópoli de nuestra propia estupidez.
Conclusión
El mensaje de los
historiadores, intelectuales y políticos romanómanos, llevado al
extremo, se puede resumir en cinco puntos:
1 – La cultura castreña
carece de interés y los pueblos que se encontraron los romanos no eran,
básicamente, nada.
2 – La conquista romana fue
un proceso pacífico en el que los invadidos se entregaron a los
invasores sin apenas resistencia.
3 – La romanización de
Asturies fue tan intensa como la del Valle del Guadalquivir. No se puede
hablar de una “excepción” asturiana o norteña.
4 – La cultura de los
conquistadores era superior en todos los sentidos a la de los sometidos,
para los astures fue una bendición la llegada de los romanos y para
nosotros debe ser motivo de orgullo nuestro pasado
romano.
5 – No hay relación alguna,
aparte de la coincidencia en el nombre, entre los antiguos astures y los
asturianos modernos. Considerarlos nuestros “antepasados” o proclamarse
herederos suyos es puro desatino. El medieval reino de Asturias hunde
sus raíces en el Bajo Imperio Romano y sólo en él.
Cada uno de estos puntos
encaja perfectamente en la ideología que el régimen actual trata de
imponer en Asturias. Se trata, ante todo, de conformismo frente al
poder. Esos astures que se sometieron como borregos al pastor recuerdan
poderosamente a la sociedad actual, la que recibe mansamente noticias de
escándalos y chapuzas políticas sin protestas en la calle, la que lleva
treinta años votando prácticamente lo mismo pase lo que pase.
Se trata también de
centralismo. La imagen de un imperio cruel y despiadado aplastando la
resistencia de los nobles guerreros astures es demasiado peligrosa. Nos
dicen que no hubo crueldad y que no hubo héroes. Nos dicen además que
los astures tampoco eran nada del otro mundo y que de todas maneras nada
tenemos nosotros que ver con ellos puesto que no hay continuidad. Nos
despojan, en pocas palabras, de un relato poderoso y de una parte de
nuestra historia. Los astures deben desvanecerse sin lamentos ni épica;
de Asturies sólo puede hablarse como una provincia más dentro de un
estado organizado y extenso. La supuesta libertad de los pueblos
prerromanos era puro atraso. La historia y el progreso sólo comienzan
cuando Asturias se integra en un imperio. En resumen los pueblos, las
lenguas y las culturas no tienen valor y no hay por qué lamentar su
pérdida: deben someterse al poder central, homogeneizarse y desaparecer.
El imperialismo es civilización, la independencia es barbarie.Todos
hemos oído mil veces que vascos y catalanes manipulan la historia para
justificar sus reivindicaciones nacionalistas. Rara vez, sin embargo, se
detiene nadie a explicar de qué manera se retuerce el pasado para
justificar la mítica unidad de los pueblos de España. Tal vez deberíamos
preocuparnos menos por la historia de Cataluña y más por la de
Asturies.
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VIAPRETORIA: Castramentación Romana III: Algunos Ejemplos en España, 2010. Disponible en http://viapraetoria.wordpress.com/castramentacion-romana-iii/ ; VILLA VALDÉS, A: “Mil Años de Poblados Fortificados en Asturias (Siglos IX a.C. – II d.C.)” en Astures y Romanos: Nuevas Perspectivas, RIDEA, Uviéu 2007.
[1] Vid. Fanjul Peraza, A. 2007 (biblio)
[2] “Los arqueólogos califican de "bodrio" el recrecido de la muralla romana”, La Nueva España, 31/12/92
[3] “Asamblea de Pueblos por la Vía de la Plata”, noticia publicada en Guiarte.com, http://www.guiarte.com/viadelaplata/noticias/asamblea-de-pueblos-po...
[4]
Contra esta idea se rebelan los historiadores Iván Muñiz y Alejandro
García, especializados en la Edad Media Asturiana: “Ni Asturias fue un
paraíso indígena impermeable a los cambios ni un remanso de romanidad
civilizadora” (Muñiz, I. Y García, A. 2010: 56)
[5] Véase por ejemplo Torres Martínez, J. 2003 (biblio)
[6] Fanjul Peraza, A. 2004 (biblio)
[7] Villa Valdés, A. 2007 (biblio)
[8] La Nueva España, 4 de mayo 2006
Asoleyao de primeres na revista Atlántica XXI
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