GENERAL MANUEL MARÍA CASTILLO MEDRANO, HÉROE DE LA RESTAURACIÓN.
Sus actuaciones más destacadas y por las que lo ha reconocido tímidamente la historia fueron su participación en las guerras de la Restauración y su enfrentamiento a la Ocupación Norteamericana de 1916. Pero el general Manuel María Castillo Medrano fue un revolucionario entregado íntegramente a la defensa de la justicia, el restablecimiento de gobiernos legítimos, el desarrollo social del país y de su provincia y la protección a perseguidos políticos.
Pocos textos recogen su valiente y patriótica acción cuando, siendo diputado por La Vega, se negó a rubricar el proyecto de arrendamiento de la bahía de Samaná a Estados Unidos, propuesto por Buenaventura Báez. Se levantó con vigor de su escaño y rompió el contrato, lo que le mereció arresto y encarcelamiento en la fortaleza Ozama. Pero su actitud, respaldada por otros congresistas, impidió que se consumara la ignominia.
También luchó contra el movimiento formado para derrocar al presidente Ulises Francisco Espaillat y se unió con sus fuerzas, por otro lado, a una ofensiva militar “tratando de impedir la capitulación de Cabral como jefe de Estado”.
Pese a que en ocasiones resultó triunfador, otras veces el soldado sufrió la derrota del adversario, por lo que gran parte de su vida la pasó en prisión o exilios como los de Haití, Curazao, Venezuela, pero estos y los innumerables campos de batalla en los que se batió con intrusos y golpistas no fueron obstáculos para su dedicación al trabajo y al impulso de obras comunitarias, sociales, culturales.
Fue pionero del periodismo en San Francisco de Macorís, donde fundó y dirigió “El Macorisano”, y a su iniciativa se debió la instalación del ferrocarril que cubría la ruta San Francisco-Sánchez-La Vega, con su ramal en la estación “Baird”, de la sección La Jina, inaugurado el 16 de agosto de 1895. Para este logro se valió de sus relaciones con Ulises Heureaux que complació su petición. Le debía gratitud porque Castillo le salvó la vida mientras combatían en los pueblos del sur contra la anexión a España. Obtuvo de Lilís, además, la conversión de San Francisco de Macorís, antes villa, en provincia. Entonces se le dio el nombre de “Pacificador”, como llamaban al dictador sus acólitos.
El general tiene numerosa descendencia pero ha sido su biznieto Luis José Báez del Rosario quien se ha ocupado de rescatar su memoria y mantener vivo el recuerdo del bisabuelo de quien conserva armas, uniformes, mobiliario. El abogado, historiador, periodista, locutor, productor radiofónico, publicó una extensa biografía de su ancestro, le dedicó un amplio capítulo en su libro “Genes de gloria” y difunde el conocimiento de su vida y hazañas a través de magistrales conferencias.
A no ser por esos aportes el soldado restaurador pasara inadvertido. La calle de Santo Domingo que le fue asignada no se corresponde con sus méritos y además se confunde con otra de relevancia que prácticamente la arropa.
“Pienso que el olvido es parte de las mismas deficiencias que hay en el sistema educativo dominicano, sobre todo en el área de historia”, declara Luis José, a quien directores de escuelas le han confesado desconocimiento del ilustre personaje, bisabuelo del escritor por su madre, Agustina Mercedes del Rosario Castillo, hija de Rosa Agustina Castillo Cortorreal. El padre de Luis José era Luis Faustino Báez Ortiz, de Sombrero, Baní, héroe de la Independencia y la Restauración.
Librando fuertes combates. Manuel María nació en San Francisco de Macorís el dos de enero de 1834, hijo del general Manuel Castillo Álvarez, primo de Ramón Matías Mella, y de Agustina Teresa Medrano. A los ocho años fue enviado a Santo Domingo a estudiar con unas tías, entre ellas la madre de Mella, “aprendiendo las primeras letras del héroe del Trabucazo del Conde”. También fue discípulo de Manuel Aybar y luego pasó a escuelas públicas.
En la adolescencia debió hacerse cargo de la tienda familiar, debido al saqueo de que fueron objeto por las tropas haitianas y fue empleado del ayuntamiento y de la Comandancia de Armas. A la muerte de su padre, en 1856, se convirtió en sostén del hogar. La anexión a España le sacó de toda obligación que no fuera participar “activa y resueltamente en la guerra patria de restauración”, consigna Báez del Rosario, detallando cronológicamente las aguerridas actuaciones de su antepasado en posiciones de vanguardia. Castillo estuvo “en la primera oposición armada a la Anexión, el 23 de marzo de 1861, en el mismo acto de cambio de bandera”. Librando fuertes combates y causando bajas al enemigo llegó “hasta la definitiva desocupación de nuestro territorio”, agrega.
Manuel María casó con Clementina Cortorreal pero no toda su prole fue procreada con la dama. Entre sus hijos, Luis José cita a Luis María Castillo Medina, cuya madre era Ana Medina; Pelegrín Castillo Agramonte, padre del abogado Vincho Castillo, engendrado “con una señora Agramonte en Los Jobos, entre Las Matas de Farfán y San Juan de la Maguana”; Juana Antonia Castillo Cortorreal, madre de la escritora Hilma Contreras; Ana Ramona Castillo Cortorreal; Manuel Segundo Castillo Cortorreal; Luis Adolfo Castillo; “otro hijo apellido Castillo Cabral”, entre otros. “Posiblemente hay más, nacidos en sus exilios de Curazao y Venezuela”, manifiesta. Sus nietos Rafael Castillo Fondeur, Narciso Castillo Gautreaux y Enrique, Carmela y Manuel Castillo Curiel fueron antitrujillistas. Los dos primeros participaron en la frustrada expedición de Cayo Confites.
Son también biznietos Rosa María Báez del Rosario, Luis Oscar y Cosette Betances Recio; Altagracia Sued de Villanueva. Además de Marino Vinicio Castillo son nietos Milagros y Hugo Castillo Gómez.
El general, quien ocupó otras importantes posiciones públicas, es descrito como “muy fino, de baja estatura, mucho valor, afable, asequible pero de carácter muy recto”. Era un virtuoso del piano. Ocultó en San Francisco de Macorís a muchos perseguidos por Lilís. El tirano respetó esa actitud.
Luis José y su hermana Rosita conservan las pertenencias de su bisabuelo que tenía su abuela Rosa Agustina Castillo Cortorreal.
Después de abandonar la carrera militar, Manuel María se dedicó al comercio. Murió el 15 de mayo de 1921, en su pueblo natal.
Texto: Angela Peña para el periódico HOY
Sus actuaciones más destacadas y por las que lo ha reconocido tímidamente la historia fueron su participación en las guerras de la Restauración y su enfrentamiento a la Ocupación Norteamericana de 1916. Pero el general Manuel María Castillo Medrano fue un revolucionario entregado íntegramente a la defensa de la justicia, el restablecimiento de gobiernos legítimos, el desarrollo social del país y de su provincia y la protección a perseguidos políticos.
Pocos textos recogen su valiente y patriótica acción cuando, siendo diputado por La Vega, se negó a rubricar el proyecto de arrendamiento de la bahía de Samaná a Estados Unidos, propuesto por Buenaventura Báez. Se levantó con vigor de su escaño y rompió el contrato, lo que le mereció arresto y encarcelamiento en la fortaleza Ozama. Pero su actitud, respaldada por otros congresistas, impidió que se consumara la ignominia.
También luchó contra el movimiento formado para derrocar al presidente Ulises Francisco Espaillat y se unió con sus fuerzas, por otro lado, a una ofensiva militar “tratando de impedir la capitulación de Cabral como jefe de Estado”.
Pese a que en ocasiones resultó triunfador, otras veces el soldado sufrió la derrota del adversario, por lo que gran parte de su vida la pasó en prisión o exilios como los de Haití, Curazao, Venezuela, pero estos y los innumerables campos de batalla en los que se batió con intrusos y golpistas no fueron obstáculos para su dedicación al trabajo y al impulso de obras comunitarias, sociales, culturales.
Fue pionero del periodismo en San Francisco de Macorís, donde fundó y dirigió “El Macorisano”, y a su iniciativa se debió la instalación del ferrocarril que cubría la ruta San Francisco-Sánchez-La Vega, con su ramal en la estación “Baird”, de la sección La Jina, inaugurado el 16 de agosto de 1895. Para este logro se valió de sus relaciones con Ulises Heureaux que complació su petición. Le debía gratitud porque Castillo le salvó la vida mientras combatían en los pueblos del sur contra la anexión a España. Obtuvo de Lilís, además, la conversión de San Francisco de Macorís, antes villa, en provincia. Entonces se le dio el nombre de “Pacificador”, como llamaban al dictador sus acólitos.
El general tiene numerosa descendencia pero ha sido su biznieto Luis José Báez del Rosario quien se ha ocupado de rescatar su memoria y mantener vivo el recuerdo del bisabuelo de quien conserva armas, uniformes, mobiliario. El abogado, historiador, periodista, locutor, productor radiofónico, publicó una extensa biografía de su ancestro, le dedicó un amplio capítulo en su libro “Genes de gloria” y difunde el conocimiento de su vida y hazañas a través de magistrales conferencias.
A no ser por esos aportes el soldado restaurador pasara inadvertido. La calle de Santo Domingo que le fue asignada no se corresponde con sus méritos y además se confunde con otra de relevancia que prácticamente la arropa.
“Pienso que el olvido es parte de las mismas deficiencias que hay en el sistema educativo dominicano, sobre todo en el área de historia”, declara Luis José, a quien directores de escuelas le han confesado desconocimiento del ilustre personaje, bisabuelo del escritor por su madre, Agustina Mercedes del Rosario Castillo, hija de Rosa Agustina Castillo Cortorreal. El padre de Luis José era Luis Faustino Báez Ortiz, de Sombrero, Baní, héroe de la Independencia y la Restauración.
Librando fuertes combates. Manuel María nació en San Francisco de Macorís el dos de enero de 1834, hijo del general Manuel Castillo Álvarez, primo de Ramón Matías Mella, y de Agustina Teresa Medrano. A los ocho años fue enviado a Santo Domingo a estudiar con unas tías, entre ellas la madre de Mella, “aprendiendo las primeras letras del héroe del Trabucazo del Conde”. También fue discípulo de Manuel Aybar y luego pasó a escuelas públicas.
En la adolescencia debió hacerse cargo de la tienda familiar, debido al saqueo de que fueron objeto por las tropas haitianas y fue empleado del ayuntamiento y de la Comandancia de Armas. A la muerte de su padre, en 1856, se convirtió en sostén del hogar. La anexión a España le sacó de toda obligación que no fuera participar “activa y resueltamente en la guerra patria de restauración”, consigna Báez del Rosario, detallando cronológicamente las aguerridas actuaciones de su antepasado en posiciones de vanguardia. Castillo estuvo “en la primera oposición armada a la Anexión, el 23 de marzo de 1861, en el mismo acto de cambio de bandera”. Librando fuertes combates y causando bajas al enemigo llegó “hasta la definitiva desocupación de nuestro territorio”, agrega.
Manuel María casó con Clementina Cortorreal pero no toda su prole fue procreada con la dama. Entre sus hijos, Luis José cita a Luis María Castillo Medina, cuya madre era Ana Medina; Pelegrín Castillo Agramonte, padre del abogado Vincho Castillo, engendrado “con una señora Agramonte en Los Jobos, entre Las Matas de Farfán y San Juan de la Maguana”; Juana Antonia Castillo Cortorreal, madre de la escritora Hilma Contreras; Ana Ramona Castillo Cortorreal; Manuel Segundo Castillo Cortorreal; Luis Adolfo Castillo; “otro hijo apellido Castillo Cabral”, entre otros. “Posiblemente hay más, nacidos en sus exilios de Curazao y Venezuela”, manifiesta. Sus nietos Rafael Castillo Fondeur, Narciso Castillo Gautreaux y Enrique, Carmela y Manuel Castillo Curiel fueron antitrujillistas. Los dos primeros participaron en la frustrada expedición de Cayo Confites.
Son también biznietos Rosa María Báez del Rosario, Luis Oscar y Cosette Betances Recio; Altagracia Sued de Villanueva. Además de Marino Vinicio Castillo son nietos Milagros y Hugo Castillo Gómez.
El general, quien ocupó otras importantes posiciones públicas, es descrito como “muy fino, de baja estatura, mucho valor, afable, asequible pero de carácter muy recto”. Era un virtuoso del piano. Ocultó en San Francisco de Macorís a muchos perseguidos por Lilís. El tirano respetó esa actitud.
Luis José y su hermana Rosita conservan las pertenencias de su bisabuelo que tenía su abuela Rosa Agustina Castillo Cortorreal.
Después de abandonar la carrera militar, Manuel María se dedicó al comercio. Murió el 15 de mayo de 1921, en su pueblo natal.
Texto: Angela Peña para el periódico HOY
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