El antihaitianismo dominicano es por conveniencia política, dice Silvio Torres-Saillant
17 de mayo de 2015 - 11:23 pm -
http://acento.com.do/2015/actualidad/8250033-el-antihaitianismo-dominicano-es-por-conveniencia-politica-dice-silvio-torres-saillant/
De nuevo, el antihaitianismo puede dar la
impresión de ser nativo de la sociedad dominicana, congénito con la
nacionalidad, pero es más bien una importación que adquiere importancia
política y por ello sobrevive.
SANTO DOMINGO, República
Dominicana.- Silvio Torres-Saillant, intelectual dominicano establecido
en los Estados Unidos, expresó que detrás del antihaitianismo en la
República Dominicana se oculta la negrofobia, que es un rechazo cultural
que viene desde muy lejos contra los negros en la cultura dominicana.
En una entrevista con Elena Oliva, de la
Universidad de Chile, aparecida en la revista Meridional, sobre estudios
latinoamericanos, Torres-Saillant se expresa sobre diversos topicos
poco tratados por los intelectuales dominicanos en el debate sobre la
identidad.
Acento reproduce la entrevista por parte, en cuatro entregas, dada la extensión de la misma.
MERIDIONAL Revista Chilena de Estudios Latinoamericanos
Número 4, abril 2015, 199-226
Detrás del antihaitianismo se oculta la negrofobia: conversación con el intelectual Silvio Torres-Saillant en Santiago de Chile
Por Elena Oliva* Universidad de Chile, Chile me.oliva@gmail.com
En el marco de las VI Jornadas
Caribeñistas, organizadas en noviembre de 2014 por el Centro de Estudios
Culturales Latinoamericanos de la Universidad de Chile, Silvio
Torres-Saillant, Doctor en Literaturas Comparadas y profesor de Syracuse
University (Estados Unidos), nos visitó para dar la conferencia
magistral que cerró esta actividad. En su charla, el académico e
intelectual dominicano, radicado desde hace muchos años en Estados
Unidos, compartió con el público de las Jornadas un conjunto de
reflexiones que forman parte de lo que es posible reconocer como el
núcleo y motor de su labor intelectual: la indagación en los mecanismos
que permiten la perpetuación del racismo en las sociedades
latinoamericanas y caribeñas; el esfuerzo por rastrear los orígenes de
los discursos de inferiorización de indígenas y afrodescendientes; y el
compromiso con la transformación de las condiciones de vida de estas
poblaciones. A través de sus libros1 –en los que desarrolla análisis
literarios, investigaciones históricas, interrogaciones a distintos
ámbitos de la configuración simbólica de nuestras sociedades– y de
comprometidas intervenciones en la prensa estadounidense y dominicana,
Silvio Torres-Saillant participa en forma activa y crítica en diversos
debates contemporáneos relacionados con la política, la cultura y la
historia de Estados Unidos, el Caribe y en particular las tensas
relaciones entre República Dominicana y Haití. En relación con este
último tema ha asumido una valiente posición de denuncia del racismo de
las élites dominicanas y del carácter construido del supuesto conflicto
histórico entre ambos países. Uno de los episodios más violentos y
deplorables del antihaitianismo de estas élites ha sido la sentencia
168-13, emitida por el Tribunal Constitucional en septiembre de 2013,
que priva de la nacionalidad dominicana a los hijos de extranjeros en
tránsito nacidos en el país a partir de 1929. El resultado de este fallo
es que miles de dominicanos descendientes de haitianos –sobre todo
braceros, es decir, trabajadores temporales de las plantaciones de
caña–, y de domínico- haitianos, se encuentran en la situación de
apátridas. En la entrevista que presentamos a continuación, Silvio
Torres-Saillant comparte sus lúcidas y valientes reflexiones en torno a
este y otros temas fundamentales de la contemporaneidad latinoamericana y
caribeña.
Elena Oliva (EO): Me gustaría
partir esta entrevista conversando sobre la situación de República
Dominicana a propósito de la sentencia del Tribunal Constitucional que
ha cumplido ya más de un año.
Silvio Torres-Saillant (ST-S): Bueno, el
fallo se promulgó como sentencia no apelable, que es lo que hace único
este momento en los procesos judiciales de República Dominicana, pues
por primera vez a un gobierno nuestro se le ocurre crear una entidad
cuyos fallos sean inapelables. Yo vislumbro la posibilidad de un regreso
formal de Leonel Fernández Reyna2 al gobierno, que es lo que él desea,
razón por la cual ha propugnado al Tribunal Constitucional. Si a esa
alta corte se le ocurre que la alternabilidad gubernamental representa
un problema –o por lo menos la alternabilidad frecuente– y decide
eliminarla estando en el Palacio Nacional el presidente Fernández Reyna,
él tendrá que “sacrificarse” por el bien nacional y aceptar la
sentencia inapelable del Tribunal, puesto que, de negarse, estaría
desacatando la ley. Fernández concluyó su tercer período presidencial en
agosto del 2012 pero ha seguido comportándose nacional e
internacionalmente como presidente de facto en la esfera pública. Por
eso, desde el exterior no resulta fácil darse cuenta de que el actual
presidente del país se llama Danilo Medina3, miembro del Comité Político
del Partido de Fernández, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Fernández preside el partido de gobierno, sobre el cual tiene gran
influencia y en nada le perjudica que su esposa, la anterior Primera
Dama, ostente ahora el rango de Vicepresidente de la República. Vox
populi entiende que el papel del actual presidente consiste
primordialmente en calentarle la poltrona presidencial a Fernández hasta
el 2016, cuando la Constitución le permita volver a reelegirse. Hay
mucho que temer sobre su regreso formal al poder. Pues en una
conversación con la prensa hace unos meses, Fernández se sinceró con
respecto a la alternabilidad gubernamental. Dijo que un país no se
transforma en un período, ni en dos períodos, ni en tres períodos, sino
que para ello hace falta gobernar por un “periodo histórico”. Dio como
ejemplo la transformación que se ha dado en China, transformación que, a
su parecer, se ha logrado gracias a la permanencia en el poder de un
liderazgo único. A mí se me hace muy claro, pues, que Fernández tiene
planes de gobernar el país por lo que él le llama “un período
histórico”.
EO: Como Trujillo….
ST-S: Bueno, al hablar con la prensa,
Fernández no tuvo la desvergüenza tan extrema de citar al gran asesino y
cleptómano que nos gobernó por tres décadas. Pero, aparte de ilustrar
su aspiración con el caso de China, cuyo régimen sencillamente no
reconoce la alternabilidad gubernamental como un valor apreciable de su
sistema político, tuvo una desvergüenza bastante cercana al dar su otro
ejemplo, en el que glorificaba al régimen de Joaquín Balaguer4, a quien
da crédito por haber logrado una transformación gracias a su estadía en
la jefatura del Estado por veintidós años. Preocupa que a Fernández no
le preocupen los detalles relativos a la larga permanencia en el poder
del pérfido gobernante. Pues, para poder quedarse en el Palacio
Nacional, el caudillo se valió del fraude electoral continuo, el hurto
al erario, los asesinatos políticos que dejaron al país prácticamente
sin disidencia viable, el encarcelamiento masivo de los opositores al
gobierno, miles de exiliados, la compra de los jueces, el soborno a los
legisladores, la intimidación a la prensa, en fin, la normalización de
la corrupción, la violencia, el clientelismo y el personalismo,
destruyendo la institucionalidad. Cuando Balaguer constituye el modelo
de gobierno preferido para un dirigente que proviene de una trayectoria
nominalmente progresista, a juzgar por su formación política bajo la
tutela de Juan Bosch, asistimos al triunfo de un ideal autocrático que
nos regresa estrepitosamente al ámbito ideológico y moral de la
dictadura trujillista. A mí me da mucho para temer el regreso formal al
poder de Fernández, armado del recurso previamente inédito en la
jurisprudencia dominicana de un Tribunal Constitucional con potestad de
fallar inapelablemente.
EO: En este fallo se quita la
nacionalidad a los hijos de los inmigrantes en tránsito, desde 1929
hasta la actualidad. Estamos hablando de al menos tres generaciones de
dominicanos.
ST-S: Tres generaciones durante las
cuales la constitución dominicana les reconoció la ciudadanía porque sí
existía el procedimiento del jus solis5. El presidente Leonel Fernández
ha estado tergiversando la historia a nivel internacional al alegar que
siempre fue condicional nuestro jus solis, negando que nunca hubiera
existido en el país el jus solis automático. La mentira oficial, la
normativa epistémica de que se valieran la dictadura trujillista y su
continuación balaguerista, ha vuelto a merodear en el espectro político
dominicano.
Término jurídico que hace referencia al
“derecho de suelo”. A diferencia de los países que se rigen por el jus
sanguinis, los que tienen jus solis otorgan la nacionalidad a todas las
personas nacidas en su territorio.
EO: Lo que hace mucho ruido de
todo este fallo es que esta decisión afecta en su mayoría a dominicanos
con ascendencia haitiana y, bueno, haciendo un poco de historia,
nosotros sabemos de los problemas entre República Dominicana y Haití,
nada de raro entre países fronterizos, pero que tienen una fuerte carga
por el antihaitianismo que se atribuye a los dominicanos.
ST-S: Eso no viene de conflictos entre la
República Dominicana y Haití. La República Dominicana y Haití han
vivido bastante en paz y han vivido con bastante armonía las oligarquías
haitiana y dominicana. El problema de los domínico-haitianos es un
problema que viene, no de las relaciones internacionales, sino de unas
relaciones muy nacionales que tienen que ver con la manera de las élites
gobernantes dominicanas de bregar con su propio origen africano y
lidiar con lo haitiano nuestro a nivel ciudadano y cultural. Vale
recordar que lo haitiano, así como lo negro, se vilificó en el marco de
la transacción colonial, proceso que quedó ininterrumpido en el
hemisferio hasta nuestros días. De ahí que hoy todavía tengamos
incidentes como el de Ferguson, en el Estado de Missouri, y que todavía
resulte imposible llevar a la justicia a un policía blanco que asesina a
un jovencito negro desarmado. Algo parecido vimos en el caso de Trayvon
Martin en La Florida. Los casos de Trayvon Martin en la Florida y
Michael Brown en Missouri forman parte de una historia que comenzó en
Santo Domingo. El fenómeno de la descalificación de la negrura desde
Santo Domingo viajó al resto del hemisferio. El problema dominicano con
la cuestión racial, con la identidad cultural, la definición del ser
humano valorable, el sobreentendido acerca de la gente desechable y la
visión acrítica que reina sobre lo que es civilización parece peor que
en otros lugares. Pero es que allí se complica mucho el asunto por
tratarse del escenario inaugural. Allí se vive el problema con mayor
gravedad por ser allí donde comenzó todo.
Además, hay que mirar la difamación de lo
haitiano como proceso aparte. Ese proceso arranca a finales del siglo
XVIII con la rebelión de Saint-Domingue cuando los insurrectos se alzan e
intentan desmantelar al régimen colonial y la economía de la
plantación. Esos rebeldes hicieron la cosa más grave del mundo, algo
similar a si hoy día tú intentas destruir la economía de los productos
derivados del petróleo, por ejemplo. Mira lo que ha pasado con Venezuela
porque ha intentado venderles el petróleo más barato a los países
vecinos. Se ha convertido en el paria del hemisferio.
Pero sobre todo cuando los rebeldes de
Saint-Domingue tienen éxito al derrotar a las fuerzas napoleónicas y
demostrarse capaces de establecer su propia sociedad, autónoma, sin
esclavitud, cometen una afrenta contra todo el occidente cristiano que
dependía de la esclavitud, la colonia y la plantación para su sustento.
Cuando se da la exposición mundial de
Chicago, a finales del siglo XIX6, a Frederick Douglass7 el gobierno
haitiano le asignó formar parte de su delegación en el panteón de Haití.
En sus discursos –dio varios durante la feria– recurre como Leitmotiv
al milagro de que Haití todavía existiera. Douglass da testimonio de
hasta qué punto todo lo que él llamaba el mundo civilizado, es decir, el
Occidente cristiano, había complotado para destruir a Haití. Se trata
de un testimonio basado en el conocimiento de unos noventa años de
agresión antihaitiana que ya habían transcurrido. La bibliografía sobre
Haití en los Estados Unidos escandaliza por su cantidad y su contenido.
Allí, igual que en Europa, se produjo un enorme corpus que tú no podrías
leer en una sola vida y la mayor parte del mismo impugna la sociedad,
la cultura y la persona haitiana. El discurso antihaitiano en Occidente
tiene una historia larga. Va desde el comienzo de la insurrección en
1790 hasta las declaraciones en el 2011 del Reverendo Pat Robertson,
quien explicó aquel devastador terremoto como justicia divina,
represalia del Todopoderoso por un pacto con el diablo que hicieron los
insurrectos en busca de apoyo a su lucha contra el dominio colonial
francés. Es decir, van más de doscientos años de escarnio en distintos
idiomas.
Cuando en 1844 a los separatistas del
lado hispanohablante de la isla La Española les toca hacer su república,
lo primero que quieren saber los representantes franceses y
estadounidenses que se aparecen, con interés comercial y político en la
incipiente república, es qué va a pasar con Haití: preguntan, “¿cuál va a
ser la relación de ustedes con Haití?”. La inquietud venía movida por
el temor de que esta gente pudiese conformar un bloque político con
Haití y que se fortaleciera la república negra. Fíjate que el
congresista norteamericano John C. Calhoun, quien había sido
vicepresidente del país y que para la fecha se desempeñaba como Ministro
de Relaciones Exteriores en el gabinete del Presidente John Tyler8, de
inmediato se lanzó a abogar por el reconocimiento de la recién
proclamada República Dominicana como nación soberana. Te recuerdo que
los haitianos habían proclamado su república cuarenta años antes y que
Washington todavía se negaba a reconocerles su soberanía y se negaría
por dos décadas más. ¿De dónde, entonces, esta prisa por conferirle
legitimidad a la recién proclamada nación dominicana? Calhoun,
esclavista profeso y confeso, postulaba enérgicamente la inferioridad de
los negros. Para él, la esclavitud había ayudado a civilizar a los
negros, elevándoles el nivel moral, intelectual y físico gracias a
asesoría de la raza blanca. Sin embargo, este señor de negrofobia tan
rampante, llegó a declarar la soberanía dominicana digna del
reconocimiento internacional no obstante la negrura de su población
porque veía al nuevo país como un posible aliado para mantener a Haití a
raya. Al abogar ante su país, Francia y España, Calhoun señalaba que la
recién nacida república ayudaría a “contener el mayor crecimiento de la
influencia negra en el Caribe”. Interesado en vislumbrar pugnacidad
entre haitianos y dominicanos, Calhoun llegó hasta a postular una
dominicanidad adversa a los negros.
La preocupación de Francia no era menor.
Para el 1847 hay un caso de presunta conspiración contra el presidente
Pedro Santana9, en la que figuran los hermanos Puello, afro-dominicanos
de tez y facciones reconociblemente negroides y conocidos como héroes de
la guerra de independencia. El gobierno dice haber descubierto el plan y
pasa a tomar medidas punitivas contra los conjurados. Los hermanos
Puello y los cabecillas principales van al paredón. Al resto, Santana
les reparte castigo según el nivel de su participación. Hay de hecho
haitianos entre los conjurados identificados en el juicio que Santana
les hace. Pero el recuento del juicio no hace hincapié alguno en su
etnicidad. Más bien, aparece el origen como mero detalle legal, algo así
como, Antonio Rodríguez, natural de Santiago; Jacques Alexis,
procedente de Port-au-Prince. Hay un conjurado haitiano de nacimiento
que figura entre los que reciben la pena más leve. A tres años de haber
surgido la soberanía dominicana, al presidente Santana la haitianidad de
algunos de los conjurados no le causaba inquietud especial. Pienso que
ello se debe a que todavía la noción de lo haitiano como otredad de la
que se vale la dominicanidad para contra- distinguirse, todavía no había
prendido en la psicología política de quienes dirigían el joven país.
Lo haitiano todavía no había adquirido el valor que desplegaría luego y
que lo heredamos hoy, es decir, el de elemento inherentemente adverso a
lo dominicano.
Podría decirse que al cónsul francés en
Santo Domingo, aterrorizado por la noticia de la conspiración de los
hermanos Puello, la pugnacidad entre los dos pueblos resultaba
necesaria. De hecho, cuando este cónsul escribe a su jefe, el Ministro
de Relaciones Exteriores en Francia, sobre los acontecimientos de 1847,
de su pluma salen el antihaitianismo y la negrofobia a borbotones
nerviosos. Santana vio una conspiración política y la resolvió, cerrando
de esa manera el caso. El cónsul, sin embargo, vio allí una
conspiración racial, la cual no podía darse por resuelta porque las
razas todavía seguían existiendo. Al escribir al ministro francés, le
cuenta de una gran tragedia de la que apenas “nos escapamos”. Explica
que a los hermanos Puello y otros militares negros se les había
descubierto en una estratagema que tenía el plan macabro de asesinar a
todos los blancos para apoderarse del país con el fin de anexarlo a la
República de Haití. Irónicamente, el cónsul francés se hizo de esa
manera fundador del “fusionismo”, el discurso blandido por la derecha
ultranacionalista en la sociedad dominicana y sus fieles aliados en el
sector liberal para denunciar la existencia de un presunto plan de
fundir a la República Dominicana con Haití en una sola soberanía. Hoy
día, los ultranacionalistas tildan de fusionistas –ergo, traidores a la
patria– a cualquier compatriota que se oponga a la desnacionalización de
los dominicanos de origen haitiano o que critique los excesos del
antihaitianismo del régimen imperante, alegando que sus críticas entran
en complicidad con las fuerzas extranjeras que promueven la fusión. Es
irónico que los ultras, que han asumido la misión sagrada de salvar la
patria de la tenebrosa fusión, atribuyan a Francia –junto a Canadá y los
Estados Unidos– un papel protagónico en el plan macabro. Dudo que se
hayan percatado de su deuda con el cónsul francés que en 1847 fundó el
fusionismo.
Insisto, entonces, en que debemos ver la
génesis del antihaitianismo dominicano en ese contexto geopolítico. No
hay que buscarlo en las relaciones bilaterales entre los dos países que
comparten la isla La Española. La elite política dominicana heredó el
antihaitianismo de las grandes potencias que regentaban el orden mundial
al cual aspiraba entrar el recién nacido país. Quería tener el apoyo de
Francia y de los Estados Unidos y para ello debía avinagrar su actitud
hacia Haití. El antihaitianismo entró al ámbito oficial dominicano por
una conveniencia política y se ha quedado ahí por la misma razón. La
moralmente indefensible sentencia 168-13 tiene también una función
política, específicamente electoral. Al desnacionalizar a 250.000
dominicanos de herencia haitiana, el partido de gobierno le está
quitando 250.000 votos a la oposición, especialmente al PRD (Partido
Revolucionario Dominicano). Principal partido de la oposición, el PRD
(hoy en proceso de fragmentación) ha contado con el voto de los
domínico-haitianos por dos razones. Primero, el PRD fue la organización
política de José Francisco Peña Gómez10, un dominicano de herencia
haitiana y extracción humilde con quien cualquier persona oprimida
afrodescendiente tiene buena razón para identificarse. Lo segundo es que
el partido de gobierno ha mantenido un discurso negrofóbico y
antihaitiano que en gran medida aliena a esa comunidad. En sus últimas
victorias electorales, el partido de gobierno (PLD) ha vencido en las
urnas con un margen cada vez menor de ventaja contra sus contrincantes,
lo cual hace temer que ni siquiera llegue a alcanzar la victoria en las
próximas contiendas. Puesto que a sus dirigentes al parecer no les
interesa hacer el trabajo de proselitismo necesario para ganarse el voto
de los domínico- haitianos, se optó por desproveerlos de la ciudadanía
para quitarles el derecho al sufragio. De nuevo, el antihaitianismo
puede dar la impresión de ser nativo de la sociedad dominicana,
congénito con la nacionalidad, pero es más bien una importación que
adquiere importancia política y por ello sobrevive.
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