La medicina: la sociedad enferma y el negocio de la salud
Ya a
mediados del siglo pasado, Erick Fromm, en su célebre libro
Psicoanálisis de las Sociedades Contemporáneas (1964), investigaba lo
que al carácter del hombre le hace el sistema industrial, en el
capitalismo moderno. En este libro hace una compleja descripción de una
sociedad enferma, enajenada. Parece que el hombre se mantiene en
permanente huida de la libertad y la felicidad. Ha decidido ser infeliz.
Fromm, a diferencia de su maestro Freud, considera que no son las
condiciones instintivas-genéticas las que determinar su acción, sino las
condiciones sociales en las que vive.
El hombre
en las sociedades capitalistas es un ser enajenado, y el primer proceso
de enajenación es su ruptura con la naturaleza, su pretensión de dominio
lo ha alejado de sus orígenes existenciales. Pero además el hombre es
un ser relacional, no puede vivir solo, la familia, la religión, el
trabajo, nacionalidad, la clase social le han servido para relacionarse y
comunicarse:
La
necesidad de relacionarse con otros seres vivos es imperiosa, y de su
satisfacción depende la salud mental del hombre. Esta necesidad está
detrás de todos los fenómenos que constituyen la gama de las relaciones
humanas íntimas, de todas las pasiones, las cuales pueden sintetizarse
en una sola palabra,amor. El amor es la unión con
alguien o con algo exterior a uno mismo, a condición de retener la
independencia e integridad de sí mismo. Es un sentimiento de
coparticipación, de comunión, que permite el pleno despliegue de la
actividad interna de uno[i] .
Para el psicólogo, otro aspecto de la situación humana es su necesidad de trascender. El hombre no puede ser pasivo, es por naturaleza creador, se
eleva por encima de la pasividad y la accidentalidad de su existencia
hasta la esfera de la iniciativa y la libertad:”Crear presupone amor a
lo que se crea: ¿Cómo resuelve el hombre el problema de trascender a sí
mismo, si no es capaz de crear, si no puede amar?. Hay otra manera de
satisfacer esa necesidad de trascendencia: si no puedo crear vida puedo destruirla. Destruir la vida también es trascenderla.
Para
Fromm, la sociedad enferma esta determinada fundamentalmente por la
imposibilidad de ser feliz. Y la infelicidad produce el mayor efecto de
las sociedades enferma: la depresión. “¿Qué
es la depresión? Es la incapacidad para sentir, es la sensación de
estar muerto, aunque esté vivo nuestro cuerpo. (…) Una persona deprimida
recibiría gran alivio si pudiera sentir tristeza” [ii].
A pesar
del crecimiento del tiempo de ocio y las diversas formas de ocupar el
tiempo que provee la sociedad de consumo (desde los mas antiguos y
naturales como hacer el amor, dormir hasta tarde, comer, pasando por ir
al cine, eventos sociales, centros comerciales, juegos deportivos,
escuchar la radio y ver la televisión, paseo en automóvil, hasta los mas
modernos medios tecnológicos y redes sociales) los hombres no logran
satisfacer sus plenas necesidades, las diversiones actuales no divierten.
Para Fromm, en vez de ‘diversión’ y de ‘un buen rato’ podemos decir que
el concepto de felicidad se identifica, en el mejor caso, con el de
placer. Nosotros agregamos que se confunde con consumo
El
reconocido intelectual, Ivanillich (1978), en su obra Némesis Médica, se
refiere a la institucionalización negativa de la medicina moderna. El
autor insiste y en cierta forma da continuidad a la obra de Fromm, al
afirmar que buena parte de los problemas de salud actuales tienen en la
destrucción del ecosistema sus principales causas.. Illich, es
considerado un radical en su postura crítica a las ciencias modernas y
fundamentalmente a la medicina, a la que no duda de acusar de haber
causado- en su crecimiento violento de los últimos cien años- mas daño
que beneficios en la salud humana. Para el autor, los principales
problemas de salud, además de las deviaciones de la medicina, tienen
como principal causa la pobreza, la violencia, las guerras, los
accidentes automovilísticos y en el trabajo, y fundamentalmente la poca
educación [iii].
En este
mismo orden de ideas, Ulrich Beck (2006), afirma que lo que socialmente
se entiende por «salud» y «enfermedad», pierde su carácter «natural»,
dado, en el marco del monopolio médico, y se convierte en un criterio
producido por el trabajo médico y definible desde la profesión. De ahí
que «vida» y «muerte» pierdan su valor y concepto al margen de la
intervención humana. Lo que se entiende socialmente por «vida» y
«muerte» se convierte en algo contingente en y por el trabajo de los médicos; han de determinarse de nuevo, con todas las implicaciones imprevisibles ya
partir del trasfondo y bajo el condicionamiento de la objetividad, los
problemas y los criterios producidos en medicina y en biología[iv].
Considera
Beck que la medicina, debido a su avance profesionalizador en la Europa
del siglo XIX, quitó a los hombres técnicamente el padecimiento; lo
administra y monopoliza profesionalmente. Enfermedad y padecimientos se
fueron delegando paulatinamente a la administración ajena, dotada de
expertos, a la institución médica, y se aislaron en «hospitales »
regimentados, con el desconocimiento total de los enfermos por parte de
los médicos que de uno u otro modo «intervenían».
Hoy con
los enfermos se hace precisamente lo contrario; se les deja solos con la
enfermedad, pese a mantenerles sistemáticamente en situación de
incapacidad personal, y se les abandona a otras instituciones igualmente
sin preparación, tales como la familia, el mundo profesional, la
escuela, etc. El ejemplo más impactante de esto es el aumento en la
extensión del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida). La
enfermedad se generaliza también como producto del «progreso» del
diagnóstico. Todos y cada uno son «enfermos», o pueden serlo
potencialmente, con independencia de cómo se sienta el hombre. De ahí
que se subraye la imagen del «paciente activo», se fomente la «alianza
de trabajadores» que reclama al paciente la «colaboración médica» para
su circunstancia de enfermo diagnosticada médicamente [v].
La
medicalización de la vida o la influencia de la medicina sobre las
costumbres (y por lo tanto sobre la moral), ha tomado actualmente tales
proporciones que los conceptos de salud y enfermedad constituyen grandes
criterios morales en los países avanzados del capitalismo. El Estado y
sus burocracias sanitarias en una interesada interpretación de la
“sanidad pública”, se han adueñado del control de la salud de sus
súbditos, convirtiéndose en los mediadores que deciden sobre el estado
de salud o enfermedad de nuestros cuerpos. Como todos estamos afiliados
al sistema sanitario (Seguridad Social), desde que el Estado tomó su
control, la población en general pasa a ser potencialmente paciente y
potencialmente enferma, desde el momento en el que todos integramos las
listas de sus estadísticas y de que todos somos objetivo de sus
controles, estudios o propagandas médicas. La salud ya no es
responsabilidad de cada uno de nosotros (lo es tan sólo en la
culpabilización por nuestra mala salud), una relación o diálogo de uno
mismo con su cuerpo sino que es el Estado, instrumento del Capital, como
mediador de nosotros mismos y la salud de nuestro cuerpo, quien señala e
impone las pautas y normas de comportamiento a obedecer respecto a la
“cultura de la salud”[vi].
La
formación de este formidable sistema burocrático y la aparición en los
hospitales de departamentos especializados en “cuidados intensivos”,
combinado con la implantación de todas las “novedades” técnicas,
permitieron definitivamente convertir al médico en el especialista que
diagnostica la muerte, de hecho en su formación se halla “la enseñanza y
el diagnóstico de la muerte”. Uno no está muerto hasta que el médico
correspondiente lo certifica. Con el control médico de la muerte, ésta
deja de ser un dominio exclusivo de la religión o de la especulación
filosófica o de la poesía, etc., para pasar a ser patrimonializada por
la ciencia, es decir, por la técnica. La muerte, por lo tanto, ha de
producirse en el centro donde se almacena la mayor cantidad de técnica
médica, en el hospital[vii].
Junto al
trabajo alienado (plusvalía) la medicina ha jugado un papel importante
en la alienación del hombre, perdiendo sentido de propiedad de su
corporalidad. Por haber sido despojado desde hace mucho tiempo sobre el
tema de la salud, es decir, del funcionamiento de su propia vida por
parte de la medicina y los médicos, por desconocer su cuerpo y mente, no
solo depende de lo que estos les indiquen sino que además los endiosa,
justifica todas sus acciones, legitima su accionar: El mismo grado de
profesionalización, híperespecialización, y por tratarse de lo que
debería ser la ciencia para la vida, la mayoría de la población tiene y
valora altamente el trabajo de la medicina.
La
profesión médica se encuentra en una circunstancia que le permite
prescindir de críticas, dudas y objeciones externas sobre el sentido y
utilidad de los servicios médicos y terapéuticos de su producción de
«nuevos conocimientos». Las expectativas y criterios de enjuiciamiento
sociales dejan de ser algo previo y pasan a ser «reflexivos», es decir,
se definen en la investigación, en el diagnóstico y en las terapias
médicas, y ahí adquieren su carácter cambiable[viii].
La
medicina dominante en la actualidad no responde a parámetros altruistas,
sobre el bien, la salud humana. Es un negocio, forma parte principal
del negocio de las ciencias, desde las carreras universitarias, la
profesión, los hospitales y clínicas, la empresa farmacéutica, el
servicio de seguro, hasta la funeraria, forman parte de una red que vive
alrededor de la enfermedad y la muerte, no de la salud. La mayoría de
investigaciones y avances en medicina están en aquellas aéreas que son
más rentables.
Como
afirma EskoAho (2006), un ejemplo significativo lo constituye el
desarrollo en ingeniería genética y las expectativas que ha suscitado.
El gran auge de desarrollo en este campo ha sido posible gracias al
incremento de los beneficios económicos que este tipo de investigación
ha generado en grandes corporaciones industriales. A su vez, pocos
ámbitos del actual panorama de la investigación han dado lugar a tanta
discusión social como la producida en torno a determinados productos y
procesos de la ingeniería genética[ix].
Hoy,
frente al individualismo y hedonismo, es precisamente la cirugía
plástica uno de los negocios más rentable de la medicina, sin importar
los riesgos, como cualquier mercancía, y dentro de la lógica de la
sociedad de consumo se satisfacen todos los gustos. En este sentido,
Bello Reguera (2012), acusa al divorcio de la medicina con la ética, con
lo espiritual. Cuando el arte de curar ya no es un patrimonio de la
comunidad y sociedad, cuando los saberes cotidiano, tradicionales son
desplazados, en el momento en que el hombre no resuelve los problemas de
salud en su propio entorno, con alimentación adecuada, con productos
naturales, y el medico se convierte en un ser alejado, que no vive con
nosotros, no conoce nada de mi persona, la medicina se hace extraña, la
salud y la propia vida se cosifican:
La
biología científica, al sustituir el discurso tropológico o figurativo
del animismo y el espiritualismo por el lenguaje empírico –evolutivo,
bioquímico o biogenético y neurológico– establece con la ética una
relación paradójica. Dada la condición valorativa y normativa del
discurso ético, la biología científica, descriptiva y explicativa,
permanece ajena a él. Ni la teoría de la evolución, ni el descubrimiento
de la estructura del ADN y del genoma humano, ni la exploración del
cerebro y su estructura neurológica, ni el conocimiento de la trama
ecológica de la vida humana y sus riesgos han hecho aportaciones
novedosas y relevantes a la ética normativa y sus significados básicos
como la bondad, la justicia, la rectitud, la responsabilidad, la
solidaridad, la hospitalidad, etc., y sus contrarios[x].
El Negocio de la salud
Según
Torres Domínguez (2010), son muchos los cuestionamientos que se le han
hecho a la OMS por sus supuestos vínculos con la industria farmacéutica,
después de que compañías como GlaxoSmithKline (GSK) o Sanofi-Aventis
obtuvieran grandes ganancias produciendo vacunas para la gripe A/H1N1.
En esta línea, la eurodiputada ecologista francesa MichéleRivasi aseguró
ante la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (APCE) que la de
la gripe A fue “la crónica de una pandemia anunciada” que escondía el interés económico de la industria farmacéutica. (p.99).
Las
compañías farmacéuticas fueron creadas en diferentes países por
empresarios o profesionales, en su mayoría antes de la II Guerra
Mundial. Allen &Hambury y Wellcome, de Londres; Merck, de Darmstadt
(Alemania), y las empresas estadounidenses Parke Davis, Warner Lambert y
Smithkline& French fueron fundadas por farmacéuticos. Algunas
compañías surgieron a raíz de los comienzos de la industria química,
como por ejemplo Zeneca en el Reino Unido, Rhône-Poulenc en Francia,
Bayer y Hoechst en Alemania o Ciba-Geigy y Hoffmann-La Roche en Suiza.
La belga Janssen, la estadounidense Squibb y la francesa Roussell fueron
fundadas por profesionales de la medicina.
En la
actualidad las transnacionales farmacéuticas más importantes son
norteamericanas, alemanas, francesas, suizas, inglesas y suecas. Sólo 25
empresas controlan más del 50% del mercado mundial de medicamentos. De
las 10 empresas farmacéuticas y biotecnológicas más importantes 6 son de
EEUU. Sus tasas de beneficios son las más elevadas de todos los
sectores de la producción, en el año 2005 vendieron medicamentos con un
beneficio de 605.400 millones de dólares. En el año 2004 los beneficios
de Pfizer, la mayor multinacional farmacéutica, superó los 53 mil
millones de dólares.
Para el
año 2005, la distribución del consumo de medicamentos en el mundo fue:
América del Norte 44,4%, Europa (CE + Comunidad Estados Independientes).
30,8%, Japón 11,4%, Asia Sudoriental 4,6%, América Latina 4,4%, Oceanía
1,3%, Subcontinente indio 1,2%, África 1,1%, Oriente Medio 0,9%.
(Torres Domínguez, 2010. P.102).
López (2007), hace la siguiente
tipología de enfermedades contemporáneas, y como son tratadas por la
medicina, según la capacidad económica de quien las padece:
Las enfermedades globales,
como el cáncer, enfermedades cardiovasculares, enfermedades mentales y
disturbios neurológicos, representan la mayor concentración de I + D de
la industria farmacéutica. Aunque, las mismas afectan tanto a los países
desarrollados como a los países subdesarrollados, en estos la mayoría
de los pacientes que necesitan de medicamentos para tratarse no pueden
pagarlos y, por consiguiente, el mercado no los atiende.
Las enfermedades olvidadas,
como la malaria y la tuberculosis, provocan en la industria
farmacéutica basada en la investigación, un interés solamente
secundario. Aunque, también se ven afectados individuos de los países
ricos, como pacientes con tuberculosis y personas que contraen malaria
en viajes, estas enfermedades afectan fundamentalmente a las poblaciones
de los países subdesarrollados
Las enfermedades extremamente olvidadas,
como la enfermedad del sueño, la de Chagas y la leishmaniosis, afectan
exclusivamente a las poblaciones de los países subdesarrollados. Como la
mayoría de estos pacientes es demasiado pobre para pagar cualquier
tratamiento, y en la práctica casi no representan ningún mercado, son
excluidos de los objetivos y los esfuerzos de I + D de la industria.
(López H. El millonario negocio de los medicamentos. Rebelión 2007.
Disponible en: http://www.eleconomista.cubaweb.cu/2007/nro300/300_087.html)
[i] Ídem,P. 89.
[ii] Ídem, P.70
[iii]Ivanillich.Némesis médica, México: Joaquín Mortiz: 1978.P.22
[iv] Beck,Ulrich.La sociedad del riesgo Hacia una nueva modernidad. Buenos Aires:Fondo de Cultura Económica..2006:P. 265
[v]Ídem, p.259).
[vi] Revista Ecetera. México: n.42. junio 2007.p. 46
[vii] Revista Sentidos, Ob. Cit. P. 26
[viii]Ulrich Beck. Ob. Cit. P 277.
[ix]Barroso,
Clara. Lo que sabemos e ignoramos: del conocimiento cotidiano a la
comprensión de la tecnociencia. España:Revista Iberoamericana de
Ciencia, Tecnología y Sociedad Número 20.2012. P.76.
[x]Bello
Reguera, Gabriel. El riesgo moral: los límites de la vida humana y la
democratización de la ética. España: Revista Iberoamericana de Ciencia,
Tecnología y Sociedad – Revista CTS Número 20 Volumen 7. 2012. P 36
Artículo de Pedro Rodríguez Rojas, visto en aporrea.org
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