sábado, 11 de abril de 2015

La medicina: la sociedad enferma y el negocio de la salud

La medicina: la sociedad enferma y el negocio de la salud

Ya a mediados del siglo pasado, Erick Fromm, en su célebre libro Psicoanálisis de las Sociedades Contemporáneas (1964), investigaba lo que al carácter del hombre le hace el sistema industrial, en el capitalismo moderno. En este libro hace una compleja descripción de una sociedad enferma, enajenada. Parece que el hombre se mantiene en permanente huida de la libertad y la felicidad. Ha decidido ser infeliz. Fromm, a diferencia de su maestro Freud, considera que no son las condiciones instintivas-genéticas las que determinar su acción, sino las condiciones sociales en las que vive.
Los riesgos de una improvisada comunicación del riesgo Ebola
El hombre en las sociedades capitalistas es un ser enajenado, y el primer proceso de enajenación es su ruptura con la naturaleza, su pretensión de dominio lo ha alejado de sus orígenes existenciales. Pero además el hombre es un ser relacional, no puede vivir solo, la familia, la religión, el trabajo, nacionalidad, la clase social le han servido para relacionarse y comunicarse:
La necesidad de relacionarse con otros seres vivos es imperiosa, y de su satisfacción depende la salud mental del hombre. Esta necesidad está detrás de todos los fenómenos que constituyen la gama de las relaciones humanas íntimas, de todas las pasiones, las cuales pueden sintetizarse en una sola palabra,amor. El amor es la unión con alguien o con algo exterior a uno mismo, a condición de retener la independencia e integridad de sí mismo. Es un sentimiento de coparticipación, de comunión, que permite el pleno despliegue de la actividad interna de uno[i] .
Para el psicólogo, otro aspecto de la situación humana es su necesidad de trascender. El hombre no puede ser pasivo, es por naturaleza creador, se eleva por encima de la pasividad y la accidentalidad de su existencia hasta la esfera de la iniciativa y la libertad:”Crear presupone amor a lo que se crea: ¿Cómo resuelve el hombre el problema de trascender a sí mismo, si no es capaz de crear, si no puede amar?. Hay otra manera de satisfacer esa necesidad de trascendencia: si no puedo crear vida puedo destruirla. Destruir la vida también es trascenderla.
Para Fromm, la sociedad enferma esta determinada fundamentalmente por la imposibilidad de ser feliz. Y la infelicidad produce el mayor efecto de las sociedades enferma: la depresión. “¿Qué es la depresión? Es la incapacidad para sentir, es la sensación de estar muerto, aunque esté vivo nuestro cuerpo. (…) Una persona deprimida recibiría gran alivio si pudiera sentir tristeza” [ii].
A pesar del crecimiento del tiempo de ocio y las diversas formas de ocupar el tiempo que provee la sociedad de consumo (desde los mas antiguos y naturales como hacer el amor, dormir hasta tarde, comer, pasando por ir al cine, eventos sociales, centros comerciales, juegos deportivos, escuchar la radio y ver la televisión, paseo en automóvil, hasta los mas modernos medios tecnológicos y redes sociales) los hombres no logran satisfacer sus plenas necesidades, las diversiones actuales no divierten. Para Fromm, en vez de ‘diversión’ y de ‘un buen rato’ podemos decir que el concepto de felicidad se identifica, en el mejor caso, con el de placer. Nosotros agregamos que se confunde con consumo
El reconocido intelectual, Ivanillich (1978), en su obra Némesis Médica, se refiere a la institucionalización negativa de la medicina moderna. El autor insiste y en cierta forma da continuidad a la obra de Fromm, al afirmar que buena parte de los problemas de salud actuales tienen en la destrucción del ecosistema sus principales causas.. Illich, es considerado un radical en su postura crítica a las ciencias modernas y fundamentalmente a la medicina, a la que no duda de acusar de haber causado- en su crecimiento violento de los últimos cien años- mas daño que beneficios en la salud humana. Para el autor, los principales problemas de salud, además de las deviaciones de la medicina, tienen como principal causa la pobreza, la violencia, las guerras, los accidentes automovilísticos y en el trabajo, y fundamentalmente la poca educación [iii].
En este mismo orden de ideas, Ulrich Beck (2006), afirma que lo que socialmente se entiende por «salud» y «enfermedad», pierde su carácter «natural», dado, en el marco del monopolio médico, y se convierte en un criterio producido por el trabajo médico y definible desde la profesión. De ahí que «vida» y «muerte» pierdan su valor y concepto al margen de la intervención humana. Lo que se entiende socialmente por «vida» y «muerte» se convierte en algo contingente en y por el trabajo de los médicos; han de determinarse de nuevo, con todas las implicaciones imprevisibles ya partir del trasfondo y bajo el condicionamiento de la objetividad, los problemas y los criterios producidos en medicina y en biología[iv].
Considera Beck que la medicina, debido a su avance profesionalizador en la Europa del siglo XIX, quitó a los hombres técnicamente el padecimiento; lo administra y monopoliza profesionalmente. Enfermedad y padecimientos se fueron delegando paulatinamente a la administración ajena, dotada de expertos, a la institución médica, y se aislaron en «hospitales » regimentados, con el desconocimiento total de los enfermos por parte de los médicos que de uno u otro modo «intervenían».
Hoy con los enfermos se hace precisamente lo contrario; se les deja solos con la enfermedad, pese a mantenerles sistemáticamente en situación de incapacidad personal, y se les abandona a otras instituciones igualmente sin preparación, tales como la familia, el mundo profesional, la escuela, etc. El ejemplo más impactante de esto es el aumento en la extensión del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida). La enfermedad se generaliza también como producto del «progreso» del diagnóstico. Todos y cada uno son «enfermos», o pueden serlo potencialmente, con independencia de cómo se sienta el hombre. De ahí que se subraye la imagen del «paciente activo», se fomente la «alianza de trabajadores» que reclama al paciente la «colaboración médica» para su circunstancia de enfermo diagnosticada médicamente [v].
La medicalización de la vida o la influencia de la medicina sobre las costumbres (y por lo tanto sobre la moral), ha tomado actualmente tales proporciones que los conceptos de salud y enfermedad constituyen grandes criterios morales en los países avanzados del capitalismo. El Estado y sus burocracias sanitarias en una interesada interpretación de la “sanidad pública”, se han adueñado del control de la salud de sus súbditos, convirtiéndose en los mediadores que deciden sobre el estado de salud o enfermedad de nuestros cuerpos. Como todos estamos afiliados al sistema sanitario (Seguridad Social), desde que el Estado tomó su control, la población en general pasa a ser potencialmente paciente y potencialmente enferma, desde el momento en el que todos integramos las listas de sus estadísticas y de que todos somos objetivo de sus controles, estudios o propagandas médicas. La salud ya no es responsabilidad de cada uno de nosotros (lo es tan sólo en la culpabilización por nuestra mala salud), una relación o diálogo de uno mismo con su cuerpo sino que es el Estado, instrumento del Capital, como mediador de nosotros mismos y la salud de nuestro cuerpo, quien señala e impone las pautas y normas de comportamiento a obedecer respecto a la “cultura de la salud”[vi].
La formación de este formidable sistema burocrático y la aparición en los hospitales de departamentos especializados en “cuidados intensivos”, combinado con la implantación de todas las “novedades” técnicas, permitieron definitivamente convertir al médico en el especialista que diagnostica la muerte, de hecho en su formación se halla “la enseñanza y el diagnóstico de la muerte”. Uno no está muerto hasta que el médico correspondiente lo certifica. Con el control médico de la muerte, ésta deja de ser un dominio exclusivo de la religión o de la especulación filosófica o de la poesía, etc., para pasar a ser patrimonializada por la ciencia, es decir, por la técnica. La muerte, por lo tanto, ha de producirse en el centro donde se almacena la mayor cantidad de técnica médica, en el hospital[vii].
Junto al trabajo alienado (plusvalía) la medicina ha jugado un papel importante en la alienación del hombre, perdiendo sentido de propiedad de su corporalidad. Por haber sido despojado desde hace mucho tiempo sobre el tema de la salud, es decir, del funcionamiento de su propia vida por parte de la medicina y los médicos, por desconocer su cuerpo y mente, no solo depende de lo que estos les indiquen sino que además los endiosa, justifica todas sus acciones, legitima su accionar: El mismo grado de profesionalización, híperespecialización, y por tratarse de lo que debería ser la ciencia para la vida, la mayoría de la población tiene y valora altamente el trabajo de la medicina.
La profesión médica se encuentra en una circunstancia que le permite prescindir de críticas, dudas y objeciones externas sobre el sentido y utilidad de los servicios médicos y terapéuticos de su producción de «nuevos conocimientos». Las expectativas y criterios de enjuiciamiento sociales dejan de ser algo previo y pasan a ser «reflexivos», es decir, se definen en la investigación, en el diagnóstico y en las terapias médicas, y ahí adquieren su carácter cambiable[viii].
La medicina dominante en la actualidad no responde a parámetros altruistas, sobre el bien, la salud humana. Es un negocio, forma parte principal del negocio de las ciencias, desde las carreras universitarias, la profesión, los hospitales y clínicas, la empresa farmacéutica, el servicio de seguro, hasta la funeraria, forman parte de una red que vive alrededor de la enfermedad y la muerte, no de la salud. La mayoría de investigaciones y avances en medicina están en aquellas aéreas que son más rentables.
Como afirma EskoAho (2006), un ejemplo significativo lo constituye el desarrollo en ingeniería genética y las expectativas que ha suscitado. El gran auge de desarrollo en este campo ha sido posible gracias al incremento de los beneficios económicos que este tipo de investigación ha generado en grandes corporaciones industriales. A su vez, pocos ámbitos del actual panorama de la investigación han dado lugar a tanta discusión social como la producida en torno a determinados productos y procesos de la ingeniería genética[ix].
Hoy, frente al individualismo y hedonismo, es precisamente la cirugía plástica uno de los negocios más rentable de la medicina, sin importar los riesgos, como cualquier mercancía, y dentro de la lógica de la sociedad de consumo se satisfacen todos los gustos. En este sentido, Bello Reguera (2012), acusa al divorcio de la medicina con la ética, con lo espiritual. Cuando el arte de curar ya no es un patrimonio de la comunidad y sociedad, cuando los saberes cotidiano, tradicionales son desplazados, en el momento en que el hombre no resuelve los problemas de salud en su propio entorno, con alimentación adecuada, con productos naturales, y el medico se convierte en un ser alejado, que no vive con nosotros, no conoce nada de mi persona, la medicina se hace extraña, la salud y la propia vida se cosifican:
La biología científica, al sustituir el discurso tropológico o figurativo del animismo y el espiritualismo por el lenguaje empírico –evolutivo, bioquímico o biogenético y neurológico– establece con la ética una relación paradójica. Dada la condición valorativa y normativa del discurso ético, la biología científica, descriptiva y explicativa, permanece ajena a él. Ni la teoría de la evolución, ni el descubrimiento de la estructura del ADN y del genoma humano, ni la exploración del cerebro y su estructura neurológica, ni el conocimiento de la trama ecológica de la vida humana y sus riesgos han hecho aportaciones novedosas y relevantes a la ética normativa y sus significados básicos como la bondad, la justicia, la rectitud, la responsabilidad, la solidaridad, la hospitalidad, etc., y sus contrarios[x].
El Negocio de la salud
Según Torres Domínguez (2010), son muchos los cuestionamientos que se le han hecho a la OMS por sus supuestos vínculos con la industria farmacéutica, después de que compañías como GlaxoSmithKline (GSK) o Sanofi-Aventis obtuvieran grandes ganancias produciendo vacunas para la gripe A/H1N1. En esta línea, la eurodiputada ecologista francesa MichéleRivasi aseguró ante la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (APCE) que la de la gripe A fue “la crónica de una pandemia anunciada” que escondía el interés económico de la industria farmacéutica. (p.99).
Las compañías farmacéuticas fueron creadas en diferentes países por empresarios o profesionales, en su mayoría antes de la II Guerra Mundial. Allen &Hambury y Wellcome, de Londres; Merck, de Darmstadt (Alemania), y las empresas estadounidenses Parke Davis, Warner Lambert y Smithkline& French fueron fundadas por farmacéuticos. Algunas compañías surgieron a raíz de los comienzos de la industria química, como por ejemplo Zeneca en el Reino Unido, Rhône-Poulenc en Francia, Bayer y Hoechst en Alemania o Ciba-Geigy y Hoffmann-La Roche en Suiza. La belga Janssen, la estadounidense Squibb y la francesa Roussell fueron fundadas por profesionales de la medicina.
En la actualidad las transnacionales farmacéuticas más importantes son norteamericanas, alemanas, francesas, suizas, inglesas y suecas. Sólo 25 empresas controlan más del 50% del mercado mundial de medicamentos. De las 10 empresas farmacéuticas y biotecnológicas más importantes 6 son de EEUU. Sus tasas de beneficios son las más elevadas de todos los sectores de la producción, en el año 2005 vendieron medicamentos con un beneficio de 605.400 millones de dólares. En el año 2004 los beneficios de Pfizer, la mayor multinacional farmacéutica, superó los 53 mil millones de dólares.
Para el año 2005, la distribución del consumo de medicamentos en el mundo fue: América del Norte 44,4%, Europa (CE + Comunidad Estados Independientes). 30,8%, Japón 11,4%, Asia Sudoriental 4,6%, América Latina 4,4%, Oceanía 1,3%, Subcontinente indio 1,2%, África 1,1%, Oriente Medio 0,9%. (Torres Domínguez, 2010. P.102).
López (2007), hace la siguiente tipología de enfermedades contemporáneas, y como son tratadas por la medicina, según la capacidad económica de quien las padece:
Las enfermedades globales, como el cáncer, enfermedades cardiovasculares, enfermedades mentales y disturbios neurológicos, representan la mayor concentración de I + D de la industria farmacéutica. Aunque, las mismas afectan tanto a los países desarrollados como a los países subdesarrollados, en estos la mayoría de los pacientes que necesitan de medicamentos para tratarse no pueden pagarlos y, por consiguiente, el mercado no los atiende.
Las enfermedades olvidadas, como la malaria y la tuberculosis, provocan en la industria farmacéutica basada en la investigación, un interés solamente secundario. Aunque, también se ven afectados individuos de los países ricos, como pacientes con tuberculosis y personas que contraen malaria en viajes, estas enfermedades afectan fundamentalmente a las poblaciones de los países subdesarrollados
Las enfermedades extremamente olvidadas, como la enfermedad del sueño, la de Chagas y la leishmaniosis, afectan exclusivamente a las poblaciones de los países subdesarrollados. Como la mayoría de estos pacientes es demasiado pobre para pagar cualquier tratamiento, y en la práctica casi no representan ningún mercado, son excluidos de los objetivos y los esfuerzos de I + D de la industria. (López H. El millonario negocio de los medicamentos. Rebelión 2007. Disponible en: http://www.eleconomista.cubaweb.cu/2007/nro300/300_087.html)

[i] Ídem,P. 89.
[ii] Ídem, P.70
[iii]Ivanillich.Némesis médica, México: Joaquín Mortiz: 1978.P.22
[iv] Beck,Ulrich.La sociedad del riesgo Hacia una nueva modernidad. Buenos Aires:Fondo de Cultura Económica..2006:P. 265
[v]Ídem, p.259).
[vi] Revista Ecetera. México: n.42. junio 2007.p. 46
[vii] Revista Sentidos, Ob. Cit. P. 26
[viii]Ulrich Beck. Ob. Cit. P 277.
[ix]Barroso, Clara. Lo que sabemos e ignoramos: del conocimiento cotidiano a la comprensión de la tecnociencia. España:Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad Número 20.2012. P.76.
[x]Bello Reguera, Gabriel. El riesgo moral: los límites de la vida humana y la democratización de la ética. España: Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad – Revista CTS Número 20 Volumen 7. 2012. P 36
Artículo de Pedro Rodríguez Rojas, visto en aporrea.org

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