Kant en el pensamiento sociológico
Publicado por: Ssociólogoshttp://ssociologos.com/2015/04/02/kant-en-el-pensamiento-sociologico/
La razón, dice Kant en la Crítica de la razón pura,
nos obliga a hacernos preguntas incontestables e inevitables. Siempre
estamos indagando qué hay allende la muerte y para qué nacemos; siempre,
sea dicho con verdad, estamos inconformes con nuestra existencia, a la
que hay que buscarle o inventarle un fin, un sentido. Pero la mente
humana es pequeña, poco sólida, incapaz de responder cuestionamientos
tan altos, y para paliar tamaña torpeza inventó la filosofía.
La
filosofía es la ciencia de las ciencias, la madre del saber. De ésta se
ha desprendido hace poco la sociología. En decenas de lecciones, que el
lector curioso irá leyendo mansa y pacientemente, aprenderemos a pensar
como sociólogos, es decir, como filósofos a los que nada humano les
parece indiferente.
¿Por qué
no podemos dejar a un lado las preguntas que más nos angustian? Porque
no somos máquinas, porque sentimos, porque tenemos vivencias. Hay
vivencia cuando adunamos experiencia y concepto. El sociólogo no debe
interesarse sólo en las experiencias de un pueblo o grupo social, ni
sólo en los conceptos con que piensa: debe vislumbrar el tejido del que
están hechas sus vivencias.
Para
soportar la idea de la muerte hemos creado la religión, y para dar
armonía a nuestra sociedad hemos creado el derecho. La primera, claro
es, está revestida de “santidad”, y la segunda de “majestad”. ¿Qué pasa
cuando ambas cosas, “santidad” y “majestad”, se instalan en nuestra
cabeza? Pasa que los que eran principios, meras explicaciones
provisionales, se vuelven dogmas, y que éstos luego se hacen mitos. El
sociólogo, por ende, debe ser filósofo, y éste, por causas que después
reflexionaremos, debe ser un extremado crítico.
Vayamos al
pasado. Cuenta el historiador cristiano Copleston que los griegos mucho
admiraban al hombre voluntarioso, perseverante, al que ponía por obra
sus afanes y los lograba [1], ora a fuerza de vitalidad, gana y tesón,
ora a fuerza de ingenio, ciencia y paciencia; tal actitud, por ser
admirada, buscada y loada, se transformó en principio y después, como
tenemos dicho, en dogma. ¿Qué acaece cuando una civilización deja de
criticar sus dogmas? Se hace ciega. El sociólogo ducho sabrá, así las
cosas, desbrozar lo que es principio vigente, actual, y lo que es dogma,
anquilosado pensamiento.
También
los griegos respetaban sobremanera el pensamiento abstracto, que sólo es
posible merced al orden político. Pensamiento abstracto y política,
cuando se juntan, hacen filosofía sana, aplicable a la realidad. Hay
pueblos que poseen filosofías inaplicables a la realidad, o que no
permiten que su pensamiento abstracto sea cribado en la realidad, como
el romano, que luego de tanto imperar cayó en la molicie, que lo llevó a
la ruina.
Todo lo
que no tenga “piedra de toque”, decía Kant, pertenece a la metafísica,
al dogma, y tiene que ser criticado, desembozado por el sociólogo.
Horacio, en su Epístola I, nos da un buen ejemplo de dogmatismo: “Es
virtud huir del vicio y la sabiduría primera/ de torpeza carecer” [2].
Nadie ignora que lasEpístolas de Horacio fueron casi un manual
de buena conducta para la civilización occidental, un sistema de dogmas
que mal entendido más causa tristezas que alegrías, malos que buenos,
viciosos que virtuosos. ¿Por qué? Porque hoy el término “vicio”
significa algo muy distinto a lo que significaba en los tiempos
anteriores a Jesucristo. ¿Podría un abuelo tradicionalista educar a su
nieto con el epistolario horaciano? Sí, pero críticamente.
Quien es
crítico, sociólogo serio, veraz, se interesa por todas las cosas, y lo
primero que hace al pensar en su objeto de estudio es revisar la validez
del lenguaje que usa. Admitir la jerigonza, la fraseología heredada y
la ideología de moda sin cuestionarlas, examinarlas o escrutarlas con
aparato histórico, es caer en el “indiferentismo”, que es dejar que las
cosas y las palabras hablen lo que gusten sin tener que atarse a las
preguntas del científico.
El
sociólogo bien formado, labrado con instrumentos filosóficos, bien
distingue qué es “ontología” y qué “gnoseología”. La primera estudia las
cosas y la segunda lo que sobre las cosas sabemos. A groso modo digamos
que una atiende las cantidades, calidades, relaciones y modos de ser de
los objetos y que la otra a las opiniones o proposiciones que pretenden
explicarlos. García Morente, filósofo con el talento de hacer fácil lo
difícil, máximo don del pensamiento humano, dice:
Tenemos
así una división de la filosofía en dos partes: primero, ontología, o
teoría de los objetos conocidos y cognoscibles; segundo, gnoseología
(palabra griega que viene de “gnosis”, que significa sapiencia, saber) y
que será el estudio del conocimiento de los objetos [3].
La
sociología mejorará sus análisis distinguiendo arqueología y tecnología
de etnología y ciencia, por ejemplo; o dicho en fea prosa castellana,
sabrá separar lo que es necesario de lo que es contingente. Karl Marx,
por cierto, al que leeremos después, fue uno de los grandes divisores de
lo anterior.
Kant, para
enseñarnos tales quehaceres, afirma que sólo la “razón pura”, la que no
depende de la experiencia, nos habilita para hacer distinciones tan
complejas. Pongamos unos ejemplos. Una cosa es la “humanidad” y otra el
ser humano de carne y hueso; una cosa es la “maternidad” y otra la madre
real, la que sufrió dolores al parir; una cosa es, finalmente, el
“concepto” y otra el objeto al que subsumimos en aquél. El sociólogo que
bien ha aprendido dichos tejemanejes mentales difícilmente se
desorientará en el caos que toda sociedad presenta. Un pensador tan
grande como Theodor Adorno, lucubrando nuestros asertos, en una ponencia
dijo:
La
sociedad es contradictoria y, sin embargo, determinable; racional e
irracional a un tiempo, es sistema y ruptura, naturaleza ciega y
mediación por la consciencia. A ello debe inclinarse todo el proceder de
la sociología. De lo contrario incurre, llevada de un celo purista
contra la contradicción, en la más funesta de todas: en la contradicción
entre su estructura y su objeto [4].
¿Qué es
determinable? Lo abstracto. ¿Qué contradictorio? Los dogmas, que en
manos de ciegos no encajan en la realidad. ¿De qué está hecha la
estructura de toda sociedad? De instituciones y de lenguaje. ¿Cuál es el
objeto de estudio de la sociología? Las relaciones que hacen posible
una sociedad, y no la sociedad “en sí”, mera entelequia del idealismo.
Fuentes de consulta:
[1] COPLESTON, Frederick, Historia de la filosofía, vol. I, Editorial Ariel, Barcelona, 2011.
[2] HORACIO, Epístolas y Arte Poética, Universidad Nacional Autónoma de México, México, D.F., 1974.
[3] GARCÍA MORENTE, Manuel, Lecciones preliminares de filosofía, Editorial Diana, México, D.F., 1964.
[4] POPPER, ADORNO, DAHRENDORF, HABERMAS, La lógica de las ciencias sociales, Colofón, México, D.F., 2008.
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