Padre Pío
Biografía
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Heredero espiritual de San Francisco
de Asís, el Padre Pío de Pietrelcina ha sido el primer sacerdote en llevar
impreso sobre su cuerpo las señales de la crucifixión. Él ya fue conocido en
el mundo como el "Fraile" estigmatizado. El Padre Pío, al que
Dios donó particulares carismas, se empeñó con todas sus uerzas por la salvación
de las almas. Los muchos testimonios sobre su gran santidad de Fraile,
llegan hasta nuestros días, acompañados por sentimientos de gratitud.
Sus intercesiones providenciales cerca de Dios fueron para muchos hombres causa
de sanaciòn en el cuerpo y motivo de renacimiento en el Espíritu.
El
Padre Pío de Pietrelcina que se llamó Francesco Forgione, nació
en Pietrelcina, en un pequeño pueblo de la provincia de Benevento, el 25 de
mayo de 1887. Nació en una familia humilde donde el papá Grazio Forgione
y la mamá Maria Giuseppa Di Nunzio ya tenían otros hijos.
Desde
la tierna edad Francesco experimentó en sí el deseo de consagrarse totalmente
a Dios y este deseo lo distinguiera de sus coetáneos. Tal "diversidad"
fue observada de sus parientes
y de sus amigos. Mamá Peppa contó - "no cometió nunca ninguna falta,
no hizo caprichos, siempre obedeció a mí y a su padre, cada mañana y cada
tarde iba a la iglesia a visitar a Jesús y a la Virgen. Durante
el día no salió nunca con los compañeros. A veces le dije: "Francì sal
un poco a jugar. Él se negó diciendo: no quiero ir porque ellos blasfeman".
Del diario del Padre Agostino de San Marco in Lamis, quien fuè uno de los directores
espirituales del Padre Pío, se enteró de que el Padre Pío, desde el 1892,
cuando apenas tenía cinco años, ya vivió sus
primeras experiencias carismáticas
espirituales. Los Éxtasis y las apariciones fueron tan frecuentes que al niño
le pareció que eran absolutamente normales.
Con el pasar del tiempo, pudo realizarse
para Francesco lo que fue el más grande de sus sueños: consagrar totalmente
la vida a Dios. El 6 de enero de 1903, a los dieciséis años, entró como
clérigo en la orden de los Capuchinos. Fue ordenado sacerdote en la Catedral
de Benevento, el 10 de agosto
de 1910. Tuvo así inicio su vida sacerdotal que a causa de sus precarias condiciones
de salud, se desarrollará primero en muchos conventos de la provincia de Benevento.
Estuvo en varios conventos por motivo de salud, luego, a partir del
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de septiembre
de 1916 llegó al convento de San Giovanni Rotondo, sobre el Gargano, dónde se
quedó hasta el 23 de septiembre de 1968, día de su sentida muerte.
En
este largo período el Padre Pío iniciaba sus días despertándose por la
noche, muy antes del alba, se dedicaba a la oración con gran fervor aprovechando
la soledad y silencio de la noche. Visitaba diariamente por largas horas
a Jesús Sacramentado, preparándose para la Santa Misa, y de allí siempre sacó
las fuerzas necesarias, para su gran labor para con las almas, al acercarlas
a Dios en el Sacramento Santo de la Confesión, confesaba por largas horas, hasta
14 horas diarias, y así salvó muchas almas.
Uno
de los acontecimientos que señaló intensamente la vida del Padre Pío fuè
lo que se averiguó la mañana del 20 de septiembre de 1918, cuando, rogando delante
del Crucifijo del coro de la vieja iglesia pequeña, el Padre Pío tuvo el maravilloso
regalo de los estigmas. Los estigmas o las heridas fueron visibles y quedaron
abiertas, frescas y sangrantes, por medio siglo. Este fenómeno extraordinario
volvió a llamar, sobre el Padre Pío la atención de los médicos, de los estudiosos,
de los periodistas pero sobre todo de la gente común que, en el curso de muchas
décadas fueron a San Giovanni Rotondo para encontrar al santo fraile.
En
una carta al Padre Benedetto, del 22 de octubre de 1918, el Padre Pío
cuenta su "crucifixión": “¿Qué cosa os puedo decir a los que
me han preguntado como es que ha ocurrido mi crucifixión? ¡Mi Dios que
confusión y que humillación yo tengo el deber de manifestar lo que Tú has obrado
en esta tu mezquina criatura!
Fue
la mañana del 20 del pasado mes (septiembre) en coro, después de la celebración
de la Santa Misa, cuando fui sorprendido por el descanso en el espíritu, parecido
a un dulce sueño. Todos los sentidos interiores y exteriores, además de las
mismas facultades del alma, se encontraron en una quietud indescriptible. En
todo esto hubo un total silencio alrededor de mí y dentro de mí; sentí enseguida
una gran paz y un abandono en la completa privación de todo y una disposición
en la misma rutina.
Todo
esto ocurrió en un instante. Y mientras esto se desarrolló; yo vi delante de
mí un misterioso personaje parecido a aquél visto en la tarde del 5 de agosto.
Éste era diferente del primero, porque tenía las manos, los
pies y el costado que emanaban sangre. La visión me aterrorizaba; lo que sentí
en
aquel instante en mí; no sabría decirlo. Me sentí morir y habría muerto, si
Dios no hubiera intervenido a sustentar mi corazón, el que me lo sentí saltar
del pecho.
La
vista del personaje desapareció, y me percaté de que mis manos,
pies y costado fueron horadados y chorreaban sangre. Imagináis el suplicio que
experimenté entonces y que voy experimentando continuamente casi todos los días.
La herida del corazón asiduamente sangra, comienza el jueves por la tarde hasta
al sábado. Mi padre, yo muero de dolor por el suplicio y por la confusión que
yo experimento en lo más íntimo del alma. Temo morir desangrado,
si Dios no escucha los gemidos de mi pobre corazón, y tenga piedad
para retirar de mí esta situación....”
Por
años, de cada parte del mundo, los fieles fueron a este sacerdote estigmatizado,
para conseguir su potente intercesión cerca de Dios. Cincuenta años experimentados
en la oración, en la humildad, en el sufrimiento y en el sacrificio, dónde para
actuar su amor, el Padre Pío realizó dos iniciativas en dos direcciones: un
vertical hacia Dios, con la fundación de los "Grupos de ruego", hoy
llamados “grupos de oración” y la otra horizontal hacia los hermanos, con la
construcción de un moderno hospital: "Casa Alivio del Sufrimiento."
En
septiembre los 1968 millares de devotos e hijos espirituales del Padre
Pío se reunieron en un congreso en San Giovanni Rotondo para conmemorar juntos
el 50° aniversario de los estigmas aparecidos en el Padre Pío y para celebrar
el cuarto congreso internacional de los Grupos de Oración. Nadie habría imaginado
que a las 2.30 de la madrugada del 23 de septiembre de 1968, sería
el doloroso final de la vida terrena del Padre Pío de Pietrelcina. De
este maravilloso fraile, escogido por Dios para derramar su Divina Misericordia
de una manera tan especial.
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