¿Qué es el populismo?
Publicado por: Antonio Antón Morónhttp://ssociologos.com/2015/02/05/que-es-el-populismo
La palabra
populismo no tiene un significado unívoco. Además bajo su denominación
aparecen movimientos populares y tendencias políticas de signo diverso y
contradictorio. Analizamos sus fundamentos teóricos, como lógica de
acción política. En una segunda parte, explicaremos sus insuficiencias,
especialmente su ambigüedad político-ideológica o programática.
¿Qué es populismo?
Populismo,
con una definición sencilla (Diccionario María Moliner), es la doctrina
política que pretende defender los intereses de la gente corriente, a
veces demagógicamente. La apelación a las demandas del pueblo, en el
sentido de capas populares (la plebe), frente al poder establecido o las
élites dominantes es lo más específico de este pensamiento. Para
profundizar en esta idea básica, particularmente en la ambigüedad
ideológica de la teoría populista, vamos a analizarla teniendo en cuenta
la aportación de Ernesto Laclau, reconocido teórico del populismo de
izquierdas, algunas de cuyas ideas influyen en dirigentes de Podemos.
Esta
definición no dice nada de su contenido sustantivo, de su orientación y
papel político-ideológico. La llamada al pueblo aclara algo de su
composición interclasista de distintas capas populares (clases
trabajadoras y medias, campesinado, pequeña burguesía propietaria,
desempleados o precariado…) frente a las élites dominantes. En ese
sentido se pone de parte de las clases subalternas, pero no especifica
la relevancia, los contornos y el papel de cada grupo social y su
representación dentro del conjunto popular. Pretende modificar el poder,
pero tampoco precisa las características sustantivas del tipo de
sociedad, economía y estado a construir: reaccionarias y autoritarias o
democráticas y progresistas. Al hacer hincapié en el sujeto pueblo
frente al poder (oligárquico) se deduce que puede tener un componente
emancipador de la dominación. Pero eso la teoría populista no lo
explicita al considerarse como un enfoque que no entra en el carácter
del proyecto transformador.
Sabemos
algo del qué (el cambio) y quién sustituye quién (el pueblo, su nueva
representación, a la oligarquía anterior), y muy poco sobre el para qué,
más allá de una redistribución del poder, es decir, el contenido
sustantivo del cambio. Esta teoría se centra en el ‘cómo’ ganar
(polarización, hegemonía) los de abajo a los de arriba, y deja en un
segundo plano los demás interrogantes. Los fundamentos de su aportación
son de orden procedimental: es a partir de las demandas insatisfechas
del pueblo como se opera una unificación de las demandas populares, se
construye un discurso y una retórica y se articula una hegemonía
político-cultural para vencer al poder establecido. Esa apelación al
pueblo, a considerar la opinión de la ciudadanía, le da un sesgo
democrático y anti-elitista. Luego viene la necesidad y el carácter de
su articulación, no siempre bien resuelta.
Por otro
lado, hay que distinguir entre teoría populista, con ese componente de
indefinición sustantiva, político-ideológica, sociocultural o
programática, y movimientos populares reales e incluso personalidades y
teóricos que se consideran populistas. Todos ellos apuestan por la
defensa del pueblo frente al poder constituido; pero además, y es lo
principal para definirlos, son portadores de un contenido sustantivo:
orientación, objetivos, valores éticos, dinámica, tipo de relaciones y
alianzas. Y esos componentes pueden ser democráticos o autoritarios,
igualitarios o injustos, liberadores o dominadores, emancipadores o de
subordinación popular, así como con elementos neutros, intermedios y
mixtos.
En el
primer plano, teórico, podemos decir que no hay populismo de izquierdas o
de derechas, su definición se plantea en el campo de la lógica de la
acción política, de los mecanismos de confrontación y acceso al poder.
Muchos movimientos populares reales pueden compartir esa lógica. No
obstante, su situación socioeconómica o de subordinación política, el
sentido de sus demandas y reivindicaciones, sus valores sociales, éticos
y democráticos o, en fin, el significado de su práctica sociopolítica,
su experiencia, sus aspiraciones y el modelo social y político a
conseguir, son los aspectos más fundamentales y definitorios de su
carácter. De esa forma existen dinámicas populistas reales de izquierda o
de derecha, nacionalistas o estatistas. La cuestión es que existen
movimientos, tendencias o personas progresistas, igualitarios y
liberadores o, bien, reaccionarios, conservadores y autoritarios.
Además, se enfrentan al establishment, sin que por ello se les deba
clasificar bajo la etiqueta de populismo.
Por tanto,
sus categorías centrales, antagonismo de dos bloques, poder
(institucionalizado) y pueblo (emergente), y construcción hegemónica del
segundo frente al primero mediante la unificación de demandas
populares, son importantes pero insuficientes para identificar su
posible doble (o variado) carácter: por un lado, el sentido
emancipador, igualitario y solidario de un movimiento popular o, por
otro lado, su significado autoritario, regresivo y divisionista. Para
ello habría que considerar los componentes sustantivos de los sujetos de
determinado proceso político (igualdad, libertad, democracia,
solidaridad, laicidad) que son constitutivos de la realidad de los dos
campos principales, poder establecido y pueblo, y su interacción.
En la
definición de la teoría populista quedan marginados al centrarse en los
mecanismos o procedimientos de acceso al poder. No es una técnica neutra
para conquistarlo y gestionarlo. Pretende servir a la mayoría popular
subordinada frente a la minoría dominante. Pero al no valorar el sentido
de cada movimiento popular real, su cultura, sus valores y su
orientación programática, así como el tipo de poder al que se enfrenta,
no permite juzgar cómo se articula ese pensamiento con el movimiento y
se avalúa su trayectoria y significado.
La razón populista como lógica política
La razón
populista de Laclau no es propiamente una ideología o una teoría
política con una estrategia y un programa definidos. No es una doctrina
completa o cerrada como las clásicas provenientes del siglo XIX
(liberalismo, socialismo, marxismo, nacionalismo), ni tampoco un
proyecto o modelo social y económico, valores éticos e ideales, más allá
de impulsar la participación popular y la radicalización de la
democracia. Solo propone unos criterios básicos para la acción política:
1) polarización de los de abajo frente a los de arriba; 2)
empoderamiento y hegemonía del pueblo frente al poder establecido, y 3)
radicalización democrática y participativa (proceso constituyente)
contra a la oligarquía. Esos tres ejes, no exclusivos de esta corriente,
le dan a esta teoría un perfil ‘popular’, diferenciado de las minorías
oligárquicas actuales y sus políticas antisociales. Pero son
insuficientes para determinar su significado político, su orientación
programática y su evolución.
De hecho
bajo ese rótulo de populismo se suelen incorporan una gran variedad de
movimientos populares y tendencias políticas con contradictorias
posiciones políticas e ideológicas, desde el nazismo, el actual
neofascismo europeo y el etnopopulismo hasta el populismo
latinoamericano y el partido comunista italiano de Togliatti, pasando
por sectores críticos de la actual socialdemocracia europea o el ala
izquierda del Partido Demócrata estadounidense.
Esa lógica
política hay que referirla siempre a cada contexto y sus actores
principales. Su sentido y su capacidad interpretativa y articulatoria
están vinculados con el carácter del movimiento popular concreto, con su
experiencia sociopolítica, su cultura, su por qué y su para qué. En
particular, en situaciones como la actual en España, esos mecanismos
adquieren un significado preciso, progresista y democratizador. El
fenómeno Podemos es diferente al chavismo venezolano, más parecido a la
Syriza griega y contrario al francés Frente Nacional de Le Pen.
Quedarse en el antagonismo o la apelación al pueblo todavía deja una
gran vaguedad que cada actor rellena con su orientación
político-ideológica particular, dándole a esos conceptos un significado
contradictorio.
Esas tres
dicotomías y sus dobles elementos están interrelacionados con la
realidad social y la conciencia popular específicas del actual conflicto
social y político en esta crisis sistémica. En España ese enfoque,
ligado a una experiencia democrática y una cultura de justicia social y
derechos humanos del movimiento popular, así como un talante progresista
de las elites asociativas, permite elaborar una determinada orientación
política básica. Ésta no es de carácter reaccionario y totalitario como
puede ocurrir en otros países, sino de carácter igualitario y
democrático, al estar asentada en una dinámica sociopolítica progresiva y
alternativa frente a un poder regresivo. La inserción de ese esquema
interpretativo y de acción política, con una ciudadanía indignada frente
a los recortes sociales, el autoritarismo político y la corrupción
institucional, y una ciudadanía activa crítica y progresista, le permite
consolidar un talante ideológico emancipador: defensa de las capas
populares, sus derechos sociales y sus libertades democráticas frente a
la desigualdad y la subordinación promovidas por ‘este’ poder
institucional y financiero y su estrategia antisocial y autoritaria. Así
ha sido visto por una gran parte de la ciudadanía descontenta.
Esa lógica
política al asociarse con la dinámica específica de un movimiento
popular progresista y sus demandas sociales y democráticas, bloqueadas
por las élites dominantes, da como resultado un impulso hacia un cambio
social y político igualitario y liberador; y nítidamente democrático y
progresista, aunque tenga diversas lagunas. Junto con el proceso de
conformación, exigencia y conquista de estas demandas populares, puede
aportar una identificación colectiva, cultural o ideológica, mucho más
definida en su significado emancipador que las ideologías
convencionales, incluidas algunas supuestamente progresistas o de
izquierda. Pero entonces ya se está combinando con el material cultural
y relacional existente, conformado por diversos fragmentos y corrientes
culturales más o menos eclécticos o coherentes.
Sin
embargo, son la situación y la conciencia social de desigualdad e
injusticia frente a la gestión regresiva de las élites dominantes, así
como la existencia en la sociedad de una amplia cultura de los derechos
humanos y la justicia social, una fuerte capacidad expresiva y un amplio
tejido asociativo progresista, los factores que condicionan la
constitución de este tipo de movimiento cívico y democrático, incluida
su articulación política y electoral.
En
comparación, este discurso polarizado ha servido para explicar mejor la
prepotencia de los adversarios del poder, encauzar una aspiración de
defensa ciudadana de los derechos y libertades y estimular el cambio
progresista, que los discursos de las izquierdas tradicionales.
Las
grandes ideologías de estos dos siglos, incluidas las de las izquierdas,
no son suficientes para interpretar la nueva problemática social y
política. Menos para definir y orientar un proyecto transformador de
carácter democrático, igualitario y emancipador. No por ello hay que
desechar todo su contenido o no aprender de sus errores. Existen muchos
elementos imprescindibles para incorporar en un nuevo discurso, incluido
las mejores ideas y proyectos ilustrados, progresistas y de las
izquierdas, bajo los grandes valores e ideales de libertad, igualdad y
democracia. No son palabras vacías, sino ideas-fuerza que han estado
encarnadas en los mejores movimientos sociales y populares de estos
siglos y constituyen componentes fundamentales para las fuerzas
alternativas.
La teoría
populista de Laclau, que recoge aspectos del marxismo menos ortodoxo
(Gramsci y Mariategui), junto con elementos postmarxistas, así como las
aportaciones de otros pensadores, como E. P. Thompson y Ch. Tilly,
aportan algunos esquemas interpretativos de la dinámica de la contienda
política y el significado de los movimientos sociales y populares. No
llegan a conformar una teoría acabada, hoy imposible. Estamos ante una
crisis también ideológica o una situación post-ideológica, pero sin
llegar a afirmar la idea conservadora del fin de la historia o la idea
postmoderna de la invalidez de los relatos y proyectos colectivos. Se
trata de elaborar paradigmas de alcance medio. Teorías sociales que
favorezcan la interpretación de los nuevos hechos sociales y faciliten
su transformación progresiva.
No
obstante, la teoría populista, además de ese límite de reducir su
contenido a la lógica de la acción política, tiene otras deficiencias.
En particular, relacionado con su contenido ideológico o programático,
la creencia de que una lógica o técnica de acción política sea
suficiente para orientar la dinámica popular hacia la igualdad y la
emancipación. O que con un discurso apropiado, al margen de la situación
de la gente, se puede construir el movimiento popular. Infravalora la
conveniencia de dar un paso más: la elaboración propiamente teórica,
normativa y estratégica, vinculada con las mejores experiencias
populares y cívicas, para darle significado e impulsar una acción
sociopolítica emancipadora e igualitaria. El paso de las demandas
democráticas y populares insatisfechas hasta la conformación de un
proyecto transformador y una dinámica emancipadora debe contar con los
mejores ideales y valores de la modernidad (igualdad, libertad,
laicidad…). Estos, en gran medida, se mantienen en las clases populares
europeas a través de la cultura de justicia social, derechos humanos,
democracia…, cuyo refuerzo es imprescindible.
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