Machismo estructural y la cosificación de lo femenino: “Derivaciones analíticas de la dominación masculina”
Publicado por: Viviana Evelyne Gamboa Salinashttp://ssociologos.com/2015/02/11/machismo-estructural-y-la-cosificacion-de-lo-femenino-derivaciones-analiticas-de-la-dominacion-masculina/
Al
observar las dinámicas de interacción entre lo femenino y lo masculino,
podemos categorizar tres instancias desde dónde estas formas se
desarrollan. Ciertamente esto puede contribuir directamente a las
teorías de la dominación masculina, pero también podría ser un aporte a
la Sociología del Conocimiento, permitiendo contemplar, cómo estructuras
simbólicas de machismo, tienen un correlato en estructuras
cognoscitivas, las cuales muchas veces son invisibilizadas dentro de la
sociología (como manera de estudio), pero también, son invisibilizadas,
en las formas cómo se estructuran y se organizan las relaciones
sociales.
Entre
las distintas formas predominantes en que se relaciona lo masculino y
lo femenino, podemos distinguir la relación de lo masculino hacia lo
femenino; lo femenino hacia lo masculino; y como tercer aspecto, podemos
postular la relación de integración estructural, femenino – masculino.
En estos aspectos categóricos, lo corpóreo, la materia, pasa a ser
fuente primaria de observación con motivo de análisis dicotómicos, ya
que representa por su constitución, un “mecanismo pragmático de
objetivación”, pero no representa cabalmente la dicotomía
Masculino-Femenino, ya que la existencia de mecanismos mentales, hace
volver la mirada hacia estructuras más complejas de funcionamiento, en donde la psiquis humana, adquiere preponderancia.
El primer aspecto de observación, se encuentra referido a la dinámica de relación: masculino – femenino, manifestada
en la interacción masculina como un posicionamiento preponderantemente
“dominante” (Bourdieu, P. 2000). En esta relación de interacción, la
dominación masculina (machismo), se presenta de manera precisa y básica
en un primer estadio, como posesión corpórea, o “división sexual como
visión dominante” (Bourdieu). Sin embargo, en esta relación de
dominación, existen variables más sutiles que se relacionan con las
formas pensantes que obtiene lo femenino al interior del razonamiento
masculino. Es sutil, porque su manifestación, parte desde la
consideración simbólicamente ofensiva de la mujer, sólo por ser mujer,
generando una “estructura de pensamiento menor”, que se enraíza, en
oposición a lo femenino. La mujer como ser pensante, de igual modo,
naturaliza esa condición de “menor a”, con tal sutileza, que inclusive
desde la propia configuración femenina, no se toma conciencia de
aquello.
Podemos
preguntarnos entonces; Si existe una matriz cerebral, que
cognitivamente se enraíza a nivel de psiquis, legitimando formas de
posicionamiento masculino, por sobre lo constitutivo de lo femenino. ¿De
qué manera las estructuras sociales influyen en la conformación de
dichas estructuras mentales?
Las
relaciones sociales son dinámicas, por tanto fluctúan en base a
diversos factores que las retroalimentan, donde la comunicación social,
valida y legítima formas de interacción que serán reproducidas en el
pensamiento, posibilitando la generación de una estructura mental
dicotómica. Al ser una conformación dual de retroalimentación, la forma
que adopta la estructura de pensamiento, a la vez, incide en las formas
de interacción en el espacio social, en donde el posicionamiento
masculino se impone por sobre el de la mujer. Sin embargo este hecho no
ocurre por desplegar mayores o mejores capacidades analíticas, sino más
bien, por la falta de profundidad reflexiva y cuestionadora de las
mujeres, las cuales asumiendo erróneamente ser integradas a una “razón
masculina”, agradan decorativamente, los discursos masculinos. En esta
situación, la individualización como “ser femenino” es cosificado, desde
el propio espacio femenino.
Las
formas de interacción femenino- masculino, se presentan de manera
vertical, en la mayoría de los espacios sociales. Sin embargo,
independiente de la cosificación corpórea de la mujer, que resulta
evidente, existe una cosificación estructural mental, que dicotomiza lo
femenino y masculino, generando dualidades de existencia humana, las
cuales son reproducidas discursivamente en una praxis de relación.
Existen
dos ejemplos que sirven de referencia para graficar lo anterior. Por un
lado, la mujer frente a la “razón masculina”, debido a su falta
reflexiva, legitima lo “masculino” cosificando personalmente su ser
femenino. Una vez cosificada por sí misma, se valida frente a lo
masculino a través de lo material, ya que dispuesta como inferior, no
poseería mayor relevancia ni amplitud de posicionamiento. Por otro lado,
existe otra forma de validación femenina, la cual radicaría
principalmente en interiorizar y demostrar maneras toscas de
comportamiento, olvidando ciertas delicadezas; en donde el decente
criterio de mujer, se diluye, para dar paso a maneras desequilibradas de
comportamiento. En ambos casos, la posibilidad ética de solidaridad de
género son erradicadas, ya que en esta dialéctica de comportamiento, lo
único constitutivo del “ser”, no es más que una ignorancia
argumentativa. La búsqueda desesperada de causales, no hace más que
demostrar la incapacidad de hacer frente al inevitable cambio
paradigmático, ya que en lo femenino, cuando se encuentran todas sus
partes integradas, genera un espacio fuerte, que potencia el interior,
pero que refleja positivamente hacia el exterior.
Entendiendo
lo anterior, la dualidad femenino – masculino, (para el ser en un
estadio evolutivo medianamente conectado), queda resuelta, integrando
ambos aspectos sin dicotomizar. A modo de psiquis, si se ha pensado que
tanto hombre y mujer representan aspectos diferenciados, en las
estructuras mentales superiores, la utilización de ambos hemisferios
cerebrales se vuelve fundamental para comprensiones más complejas de la
existencia humana. Desde la psicología transpersonal, se postula (una
vez resueltas las barreras estructurales de personalidad), la
utilización por ambos géneros de las partes comprendidas de razón y
emoción o pensamiento y creatividad. En aquellas instancias, las
dualidades conforman un todo individual; campo de interacción, que se
entreteje, posibilitando otras maneras de observación y relación. En
este punto, lo fenomenológico, toma cuerpo y sentido en cómo conocer o
acceder a lo conocido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario