¿Cómo era la vida en la capital rusa hace un siglo?
22 de enero de 2015
A pesar de la guerra que se libraba a cientos de kilómetros, todo
parecía que iba bien en Petrogrado: había grandes fiestas, el zar tenía
el apoyo de la Duma y eran momentos de gran patriotismo. Sin embargo, no
todo era como aparentaba, dos años después tendría lugar la Revolución
bolchevique.
Los acontecimientos más significativos para la vida cotidiana en la época prerrevolucionaria fueron la aprobación de “la ley seca” en 1914, las largas colas en los supermercados y la incorporación de las mujeres al trabajo, ya que los los hombres partían al frente.
Visto desde fuera parecía que las cosas iban bien en el país. Las tropas rusas se preparaban para el asalto de Berlín, el zar Nicolás II pasaba mucho tiempo en el frente, visitaba hospitales y entregaba galardones a los militares. La Duma apoyaba sin fisuras al zar y al ejército. Se vivía un momento de gran patriotismo. Nada auguraba desgracias.
En la vida cotidiana de Petrogrado era casi imposible percatarse de que se estaba a las puertas de grandes cambios. Sin embargo, faltaban solo dos años para la Revolución de 1917, que dejaría en poder en manos de los comunistas.
Mientras el mundo se hundía en una cruel guerra, los teatros de Petrogrado estaban llenos, sobre todo los que representaban las obras más entretenidas. Se decía que “toda la ciudad” acudió a una fiesta del famoso restaurante “Villa Rodé”.
A pesar de la guerra, los ciudadanos de Petrogrado se vestían siguiendo las últimas moda parisina. En las calles olía a tabaco caro traído de Egipto y a colonia “Gerlén”.
Lo más deseado en la ciudad eran las joyas. Los joyeros se llevaban decenas de miles de rublos todos los días y vendían lo más caro. Los diamantes y las vajillas de plata desaparecían de las tiendas a una velocidad increíble. La gente procuraba invertir su dinero para salvar sus ahorros de la inflación.
Pero también era una ciudad en la que se pasaba hambre, donde se formaban largas colas cada mañana para la carne y el azúcar. En algunos lugares había escasez de pan, donde cada día había decenas de funerales y se agotaban las flores.
“La ley seca”
El 20 de agosto de 1914, justo después de la declaración de guerra, Rusia entró por primera vez en su historia en un periodo de “ley seca”. De un plumazo se eliminó un quinto de los ingresos del presupuesto de los tiempos de guerra. La policía empezó a tomar medidas para combatir el alcoholismo. Pero, como era de esperar, la “ley seca” provocó prácticas especulativas, destilación clandestina y consumo de sucedáneos.
Además, tenía lagunas. Estaba permitido vender alcohol para necesidades médicas, en los hospitales. Además, el alcohol medicinal no se consideraba una bebida y se vendía libremente en las farmacias. De modo que este suministro se multiplicó por más de diez.
Algunos alcohólicos preferían líquido para el cabello, que contenía el 70% de alcohol. Los obreros compraban perfume barato en las farmacias.
En los menús de los grandes restaurantes aparecían nuevas opciones: “flores: 25 rublos”, “coche: 50 rublos”. Todo el mundo sabía que en realidad significaba algún tipo de bebida alcohólica.
En las casas de té se decía: “Le damos té a 8 kopeks, y te cobramos otro rublo por la mermelada”. Al decir “mermelada”, se refería a un vaso de janzhá, sucedáneo de vodka. “Una taza de chocolate” significaba una taza de laca. “Un plato de sopa okroshka”: aguardiente casero. En las afueras de Petrogrado no había casa en la que no se destilase janzhá.
“La ley seca” hizo que millones de rublos de Petrogrado abandonasen el presupuesto nacional para ir a para a los bolsillos de los delincuentes.
Mujeres en vez de hombres
El diario Petrogradsky listok (Hoja de Petrogrado) informaba: “El 3 de enero por la mañana en el Puente Troitski las mujeres recogían la nieve manejando los trineos de caballos. Los ciudadanos que observaron estas escenas fueron sorprendidos por el orden y la falta de peleas. Resulta que los encargados de la limpieza contrataron a las mujeres para quitar nieve de las calles”.
Las mujeres sustituyeron no solamente a los cocheros que se fueron a la guerra, sino que también trabajaron como conserjes, barrenderas, camareras, conductoras de transporte público y obreras. Sus maridos estaban luchando en el frente o trabajaban en las fábricas.
Sin embargo, las mujeres ganaban menos dinero. Durante la guerra los precios crecieron un 2,5 %, algunos productos se encarecieron aún más (el precio del aceite subió un 8%, el de la sal un 5%). Al mismo tiempo, los sueldos no subían tan de prisa (como mucho un 2%).
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