El Cuco nos come, o fusión en B menor (primera parte-de-aún-no-se-sabe-cuántas)
12 de enero de 2015 - 12:10 am -
http://acento.com.do/2015/opinion/8212042-el-cuco-nos-come-o-fusion-en-b-menor-primera-parte-de-aun-no-se-sabe-cuantas/
Peor que un haitiano, el Comegente criollo
fusionado con el Cuco de tradición hispana, para muchos al igual que en
la versión de Casimiro de Moya, es un dominicano de habla ininteligible,
traidor por haber aprendido mejor las artimañas del enemigo que sus
maestros haitianos, que vuelve y vuelve incontables veces de Haití a
comernos.
La evolución en el imaginario social criollo del espectro del Cuco que viene de Haití a comernos, que evidentemente se inicia a finales del siglo XVIII (precisamente cuando se forjaba la dominicanidad) con el Negro Incógnito, también apodado el Comegente, es ilustrativa de procesos contemporáneos cuyos desenlaces aún desconocemos más de dos siglos después. Aunque muchos quisieran negar su existencia en el imaginario popular, hoy el fantasma del Cuco sigue aterrorizando en el subconsciente de muchos dominicanos, y no solo a niños. En las certeras palabras del Dr. Carlos A. Jáuregui, Profesor Asociado de la Universidad de Notre Dame:
El relato del Comegente aparece como una forma reprimida de la historia nacional que trata de exorcizar el espectro aterrador del “fiero y enigmático” Haití y que, al hacerlo, convoca dicho espectro y lo invita a poblar las pesadillas de la nación.*
En su libro De esclavos a campesinos, el académico Raymundo Gonzalez afirma que el Comegente,“asociado a las tradiciones orales dominicanas, se ha señalado como el probable origen del«cuco» en nuestro país, con que los adultos asustan a los niños en campos y ciudades.” **
Según Pedro Francisco Bonó, ya en su niñez (transcurrida antes de la Independencia),en el subconsciente nacional el Comegente del siglo XVIII se fusionaba con el Cuco que viene a raptar y comerse los niños desobedientes de nuestros ancestros peninsulares. Respondiendo en carta fechada marzo de 1895 a la solicitud de información del General Gregorio Luperón en nombre de Casimiro N. de Moya, quien a la sazón investigaba en el exilio el tema para incorporarlo a su novela “histórica y de costumbres nacionales”, titulada Episodios Nacionales, Bonó apuntó:
En mi niñez (y ya usted verá que la cosa le corren lustros) el Comegente era una leyenda, una conseja tejida y borrada por las masas populares desde el comienzo del siglo sobre un fenómeno social horrible de fines del siglo pasado….
Doy fe de que en mi niñez lo tuve por el gran cuco y en mi puericia por asunto bastante suficiente para una novela…
He llegado a presumir que el Comegente perteneció a alguna de las tribus antropófagas del África, importado por algún negrero de aquel tiempo y que continuó sus prácticas civiles y religiosas en este país. Dígolo, porque una de las versiones en mi niñez era que arrebataba los niños de las casas momentáneamente abandonadas, los cargaba a un bosque espeso y en uno de sus claros, después de degollarlos, los ensartaba al fuego, bailaba alrededor de la hoguera entonando cantos, bailando y gesticulando y, a la postre, se comía al niño, ya asado, con avidez y gran placer.
Sobre un tema tan insólito y horrible la imaginación popular, aislada en este terruñito sin comunicación con el exterior, sin libros ni periódicos que le relatasen hechos análogos acaecidos en otros lugares anteriores, constantemente forja leyendas de todos géneros, versiones más o menos graciosas, más o menos interesantes, más o menos dramáticas, que fueron el encanto o el susto de los oyentes.
Si ésta, mi opinión, fuese cierta, y si Casimirito no quiere contraerse a la seca y verdadera historia de un ser tan repugnante como el Comegente, puede lucir su imaginación forjando cuentos agradables sacados de los hechos más culminantes, puede si quiere, también hacer una novela histórica, tejida de hechos horribles, pero si se reduce al relato fiel del episodio solo podrá hacer lucir el atraso de la patria, la despoblación del Este de la Isla; la fealdad del tráfico de negros, la carencia de policía de la época y el olvido total de la metrópoli sobre la desdichada hija a quien su codicia le importaba seres tan abyectos y tan perjudiciales al reposo de las familias. (Papeles de Bonó, p. 572-573).
De la exposición de Bonó cabe destacar que ya se iniciaba en el imaginario popular la fusión sincrética del Comegente criollo con el Cuco de origen europeo, y que en la carta aún no hay mención de Haití ni de soslayo. De hecho, Bonó recomienda mucha cautela al escribir sobre el Comegente, pues “…el relato fiel del episodio solo podrá hacer lucir el atraso de la patria, la despoblación del Este de la Isla; la fealdad del tráfico de negros, la carencia de política de la época y el olvido total de la metrópoli sobre la desdichada hija a quien su codicia le importaba seres tan abyectos y tan perjudiciales al reposo de las familias”. En lugar de fomentar el odio y el temor al Negro Incógnito como vecino enemigo, y sin ignorar la posibilidad de que el Comegente fuera africano (aunque muchos relatos lo describían como mulato de pelo largo y lacio), Bonó destaca el horror del tráfico de esclavos y las condiciones de pobreza y atraso del Este de la Isla. Otros vendrían luego a fabular en sentido contrario al espíritu civilista y humanista del preclaro prócer.
El espectro de Coco (o Cuco, Cuca, o Cucuy, que son las variantes más comunes en el mundo hispanoparlante), existe en la cultura luso-hispana desde mucho antes del Comegente, y se conoce prácticamente en todos los pueblos de la Península y de Iberoamérica, siendo muy similar al bogeyman de la tradición anglosajona, que viene de noche a llevarse a los niños que no duermen. Aunque algunos suponen que esta tradición en diferentes formas se remonta por lo menos a los romanos, en castellano el registro literario más antiguo corresponde a los siguientes versos satíricos de Antón de Montoro en el Cancionero de Baena, de 1445:
Tanto me dieron de poco
Que de puro miedo temo,
Como los niños de cuna
Que les dicen ¡cata el coco!….
Es importante resaltar que en la tradición oral y literaria moderna del Cuco, cuyo origen la mayoría de los investigadores atribuyen a la Portugal-Galicia medieval, éste no viene del extranjero sino del contorno inmediato, tanto así que en su origen se figuraba con una cabeza de calabaza vacía al estilo Halloween. Francisco de Goya hizo su célebre estampa publicada en 1799 con el título “Que viene el Coco”, sin mostrar su rostro ni otro rasgo que lo identificara como extranjero o de otra raza. El irónico pintor en notas manuscritas incluso sugiere que el origen de la práctica pudiese ser el deseo de la madre de estar con su amante.
Por tanto, difícil por no decir imposible es determinar cuándo y cómo la tradición oral empieza a relacionar al Comegente o Cuco con Haití. Ciertamente ya en Episodios Nacionales, Casimiro N. de Moya así lo hace, pero esta obra literaria no se imprime hasta 1985. De Moya asocia al Comegente, nuestro Cuco, con una estadía en Haití, donde el Negro Incognito aprende las malas artes y a su vez es víctima de un guanguá que le echan sus maestros haitianos por celar sus habilidades en la brujería. De nuevo en palabras del Dr. Raymundo Gonzalez:
Por otra parte, en su reconstrucción literaria Casimiro de Moya se aparta de la relación de Amézquita para ofrecernos una biografía del personaje. Lo más interesante es que lo considera un mulato dominicano, consiguiendo así superarla contradicción que se observa en aquella relación entre la descripción física de un mulato y la asimilación del personaje a una tribu antropófaga africana. Aunque en su relato de Moya finalmente explica la degeneración de éste hasta convertirse en el monstruo criminal que fue el «Comegente», mediante un viaje a Haití realizado poco antes de cometer sus primeras fechorías. El cambio tiene connotaciones interesantes respecto a la actitud de los intelectuales frente a Haití, aunque desde luego se trata de una reconstrucción literaria. (p. 157, De esclavos a campesinos)
Peor que un haitiano, el Comegente criollo fusionado con el Cuco de tradición hispana, para muchos al igual que en la versión de Casimiro de Moya, es un dominicano de habla ininteligible, traidor por haber aprendido mejor las artimañas del enemigo que sus maestros haitianos, que vuelve y vuelve incontables veces de Haití a comernos. Nuestra conciencia nacional sigue, en palabras de Bonó “…aislada en este terruñito sin comunicación con el exterior…”, a pesar de que ya no dependemos de barcos veleros y palomas mensajeras para comunicarnos, forjando“…leyendas de todos géneros (sic), versiones más o menos graciosas, más o menos interesantes, más o menos dramáticas, que fueron el encanto o el susto de los oyentes.”
*Ver El “Negro Comegente”: Terror, colonialismo y etno-política (2009) en http://romancelanguages.nd.edu/assets/111647/jaureguicvs_spring_2013.pdf
**Ver p.156-157 en De Esclavos a campesinos (2011)
http://www.agn.gov.do/sites/default/files/publicaciones/deesclavos20111212_0.pdf
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