lunes, 15 de diciembre de 2014

Un espía de la I Guerra Mundial

Un espía de la I Guerra Mundial

Camino de su ejecución por fusilamiento

Día 15/12/2014 - 03.28h
http://www.abc.es/abcfoto/revelado/20141215/abci-fusilamiento-guerra-espionaje-201412122032.html?pos=Zona_AB_Zona_A__000 
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Un corresponsal del periódico Evening News, de nacionalidad italiana, pasó diez días en Berlín donde mantuvo una conversación sobre espionaje con un oficial alemán, que reprodujo ABC el 2 de noviembre de 1914: «Rusia cree que espían por su cuenta, y, en lugar de esto, espían a beneficio nuestro. Algunos informes fantásticos y sin utilidad enviados a San Petersburgo bastan a nuestros espías para obtener la confianza de los generales y de los archiduques, y de esta manera obtener para nosotros secretos muy importantes.
En cuanto a Francia, no ha tenido jamás servicio secreto del cual valga la pena de hablar, y algunos ensayos que en este sentido ha hecho Inglaterra han sido tan torpes, que apena ver a esos pobres diablos los trabajos que se toman para enviar a su país informes y planes que hubieran podido copiar de los mapas de los ferrocarriles o de las guías de turistas. Somos la única nación en el mundo que sabe organizar un servicio secreto. (…) sabemos que lord Kitchener pasa los mayores apuros del mundo para reclutar su Ejército; que Londres está a obscuras por miedo a los Zeppelines, y que, por el temor a las bombas, la Familia Real ha dejado el palacio de Buckingham y se ha instalado en una casa particular»
A parte de las fanfarronadas del oficial bocazas, poco apropiadas para un espía, lo cierto es que Alemania creó una red de espionaje muy importante en Francia, Rusia y Reino Unido, durante los años previos a la Primera Guerra Mundial, a la que destinó unos 15 millones de marcos anuales. En Francia, los espías alemanes recibían un sueldo de entre 250 y 500 francos mensuales, más o menos el sueldo de un oficinista o un empleado de comercio. Algunos jefes llegaron a los 1000 francos. La información era variopinta: mapas, horarios de trenes, insignias de policía y militares, señalizaciones varias. Ninguna información se consideraba demasiado trivial.
Pero si algún espía era detenido, debía arreglárselas solo. En palabras de Julio Camba: «el servicio de espionaje constituía uno de los más importantes para la patria; pero la patria, estimando el servicio, despreciaba el instrumento».
Y ahí tenemos a este solitario espía, camino de su fusilamiento, con un oficial y dos soldados. Nada de pelotón, nada de solemnidad en la muerte. Posiblemente dos tiros en una cuneta, con suerte uno de gracia, y nada más. No sabemos si pasó información valiosa o fue un vulgar ladrón. No sabemos cómo se llamaba, ni si tenía familia, su nacionalidad o profesión. Por no conocer, ni conocemos su rostro. Fue portada de ABC un lejano 28 de diciembre de 1914.

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