Los zombis y la sociedad moderna
Algunos
pueblos se imaginan a sus muertos o a cierto número de ellos como
ejércitos en combate. Entre los celtas de las Tierras Altas escocesas
este ejército de muertos es designado con una palabra especial: sluagh.
Esta palabra se traduce en inglés por “spirit-multitude” o “multitud de
espíritus”. El ejército de espíritus vuela en grandes nubes de un lado
para otro, como los estorninos sobre la faz de la tierra. […] Con sus
infalibles flechas envenenadas matan los gatos, perros, ovejas y reses
de los hombres. […] La palabra gairm significa “grito, llamada”, y sluagh-gairm era el grito de guerra de los muertos. Más tarde se convirtió en la palabra slogan: el nombre que recibe el grito de guerra de nuestras masas modernas deriva de los ejércitos de muertos de las Tierras Altas.
Portada de The Walking Dead, por Art Baltazar (www.thewalkingdead.com)
Visto el
éxito del que gozan los videojuegos, películas, novelas y series de
televisión sobre muertos vivientes, cabe desde luego preguntarse por las
razones que explican la extraña atracción que ejercen sobre nosotros
esas hordas de cuerpos humanos en evidente estado de descomposición. Sin
negar la capacidad de las técnicas publicitarias para determinar
nuestros gustos, en este artículo nos gustaría sugerir que el “género
zombi” también recoge y moldea en la ficción ciertos aspectos
especialmente relevantes, y especialmente problemáticos, de la sociedad
moderna, y los presenta ante el espectador de una forma que resulta más o
menos catártica.
En ese
sentido, resulta de enorme interés comenzar nuestra reflexión apuntando
que existe una falla que separa claramente el zombi característico de la
producción cultural moderna de su expresión tradicional. Esa falla se
expresa en al menos dos puntos:
Por un
lado, el zombi tradicional es un individuo, alguien con nombre y
apellidos cuya muerte es puesta en duda cuando varias personas confirman
haber visto al difunto vagar por las inmediaciones del lugar donde fue
enterrado; por el contrario, el zombi moderno se presenta siempre en
masa, carece totalmente de individualidad.
Por otro,
el zombi tradicional es una figura mágico-esotérica, puesto que el
término mismo proviene del vudú y por tanto conecta con las tradiciones
nigrománticas, mientras que el zombi moderno es un producto (torcido)
del desarrollo científico-tecnológico y de la lucha contra la enfermedad
o la muerte.
Evidentemente
el salto entre ambas expresiones no es repentino, sino que existen
varios ejemplos de transición entre los cuales podríamos rescatar, por
ejemplo, el monstruo de Frankestein, la novela de Mary Shelley.
Sin embargo, donde esa evolución gradual se observa con especial
claridad es en el relato de H.P. Lovecraft Herbert West: Reanimador, obra compuesta por seis capítulos autoconclusivos [1] (escritos entre Octubre de 1921 y Junio de 1922) que no dudaríamos en considerar la primera aparición del zombi moderno.
Lo
significativo de este relato de Lovecraft es que en él mismo se opera la
transición definitiva desde, digamos, el “modelo Shelley”, al zombi
moderno plenamente constituido. En los primeros cuatro capítulos
hallamos una estructura similar: el narrador, amigo y asistente del
médico Herbert West, narra una serie de eventos cuyo clímax siempre es
la reanimación exitosa, durante más o menos tiempo, de un cadáver. Las
consecuencias de la reanimación del muerto son crecientemente violentas,
y, como en Frankenstein, la posibilidad de una reanimación
masiva flota en el ambiente. Una pequeña, pero en nuestra opinión
sustantiva, innovación se introduce en el capítulo quinto, donde la
acción se traslada al frente en la I Guerra Mundial. El giro definitivo,
sin embargo, se produce en el último relato, donde por fin leemos que
la secuela de los experimentos desarrollados en el capítulo anterior es
la aparición de una legión de muertos vivientes, todos ellos militares
caídos en el frente.
No debería
extrañarnos que la masa de zombis surja, en la ficción de Lovecraft, de
las secuelas de la I Guerra Mundial, puesto que en dicho acontecimiento
se funden de forma espeluznante la política de masas y el desarrollo
tecnológico, que son, como hemos visto, las dos notas características
del zombi moderno. Vale especialmente la pena detenerse, además, en la
interconexión entre guerra y masa, porque el empleo mismo del término
“masa” dentro del vocabulario sociológico está estrechamente ligado con
la modernización de la guerra (también en su dimensión tecnológica) que
impulsa la Revolución Francesa:
Según la explicación proporcionada por Raymond Williams [2], el término masa (mass)
designa originalmente un “agregado de materia” y está por tanto
vinculado al desarrollo de la física, mientras que los grupos de
personas que llevan a cabo una acción política son designados con
términos como multitud o muchedumbre (multitude, mob).
El giro comienza a producirse a finales del siglo XVII y principios del
siglo XVIII, probablemente al albur de la Revolución Inglesa, ya que
por primera vez encontramos expresiones como “la masa del pueblo”; sin
embargo, el propio Williams subraya que el giro semántico no es
definitivo hasta el estallido de la Revolución Francesa.
Significativamente,
comprobamos que el uso de un término proveniente de la física (“masa”)
se extiende al lenguaje político justo en el momento histórico en que
grandes grupos de individuos están siendo organizados por el Estado con
el objetivo de conformar ejércitos nacionales (la “leva en masa”) que
después son puestos en combate como si fueran masas inertes chocando unas contra otras, desprovistas de cualquier iniciativa que no sea la de los generales [3].
En ese
sentido queda claro que la masa, si bien puede aparecer después como
sujeto de la acción política contestataria, es en primera instancia un
producto de la acción del Estado como agente organizador de la población
a la que somete [4]. La masa adquiere por tanto un
carácter bifacético, ya que es herramienta del Estado moderno frente al
Antiguo Régimen pero al mismo tiempo es una amenaza potencial a la
reproducción de la dominación legal-racional del Estado. Sin embargo,
más allá de esa apariencia bifacética, el término “masa” sugiere, dada
su etimología físico-natural, la idea de que la multitud de hombres es
objeto de medición, de cálculo, de control (mediante la técnica).
A la luz
de estas reflexiones, por tanto, podríamos afirmar que la moderna horda
de zombis es a la tríada ciencia-técnica-Estado lo que la masa
incontrolable de escobas era al aprendiz de brujo. El “género zombi”
interpela, por tanto, al temor a que el Estado (hermanado con la ciencia
y con la técnica) pueda ser en último término quien desencadene la
destrucción del orden social del cual forma parte, pero lo hace
explicitando al máximo la vinculación de la masa con ciertos elementos
inconscientes, “elloicos”, de la psicología individual [5]:
una masa de zombis parece una pura expresión desenfrenada de deseo, y
en el frecuente afán de los no-muertos por morder a los vivos y
devorarlos se puede entrever, si uno recurre al psicoanálisis, un
trasunto de los banquetes totémicos y, por tanto, del asesinato del
padre primordial a manos de sus hijos [6].
Esta
interpelación produce, evidentemente, una sensación ambivalente en el
receptor (sea lector, jugador, o espectador), ya que por un lado la idea
de dejarse atrapar por la masa puede ser atractiva, pero por otro lado
sucumbir a ella implica la anulación de lo que uno es como individuo.
Ese segundo polo está representado en la ficción por los protagonistas,
que generalmente no contemplan la rendición como una opción tentadora
sino que aparecen como individuos heroicos dispuestos a preservarse como
tales, y que con frecuencia triunfan en su empeño.
Si la
lectura psicoanalítica fuera la única posible, no tendríamos razones
para poner reparos a la peculiar dialéctica del género, ya que nada hay
de positivo en la realización última y total del deseo (que implica la
muerte psíquica) o en la desaparición completa del individuo en el seno
de la masa. Sin embargo, es evidente que no es eso exactamente lo que
está en juego en estos productos culturales, que operan más bien como
mecanismos de reproducción de la ideología dominante.
Esa
reproducción depende, por un lado, del mantenimiento de un campo (el
mercado) donde la masa puede desplegarse sin representar un riesgo
político; allí, alentados por el grito de guerra de la publicidad (el
eslogan), podemos fingirnos muertos vivientes y fantasear con la
satisfacción total de nuestro deseo. Pero, por otro lado, los aparatos
ideológicos del estado tienen que alimentar cierto sentido de la
individualidad, tienen que convencernos de que, incluso si formamos
parte de esa masa ingente de sujetos que juegan a House of the Dead, leen The Zombie Survival Guide o ven Dawn of the Dead,
en último término conservamos nuestra pulcra individualidad y tenemos
la responsabilidad de luchar por preservarla frente al riesgo que
representa el hombre-masa.
Notas:
[1] Se pueden leer en castellano aquí.
[2] R. Williams, Palabras clave: Un vocabulario de la cultura y la sociedad, Nueva Visión, Buenos Aires, 2000, pp. 209-214.
[3] A este respecto puede ser de interés el libro Lo que puede un cuerpo. Ensayos de estética modal, militarismo y pornografía, de Jordi Claramonte (CENDEAC, Murcia, 2009); ver especialmente pp. 35-41.
[4] Podemos llegar a la misma conclusión, siguiendo un recorrido distinto al elegido aquí, al leer Masa y poder,
de Elias Canetti (Debolsillo, Barcelona, 2010). Se trata de un texto
sin duda rico en matices y observaciones, y del que puede valer la pena
hablar con más detalle en el futuro.
[5]
De hecho, esta interconexión entre masa, Ello y técnica abre sin duda
la posibilidad de discutir las razones por las que el personaje de cómic
The Hulk fue nombrado en castellano “La Masa” y no, por ejemplo, “La
Mole”.
[6] Ver, de Sigmund Freud, Tótem y tabú (especialmente el cuarto capítulo) y Psicología de las masas y análisis del yo.
Una de las tesis fundamentales defendidas por Freud en ese segundo
texto es que en la relación libidinal que se establece entre los
individuos que forman la masa resuena la relación entre los hermanos de
la horda primitiva.
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