miércoles, 3 de diciembre de 2014

Francisco, el Papa anticapitalista

Francisco, el Papa anticapitalista


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El papa Francisco en la Plaza de San Pedro en el Vaticano, enero de 2014. Gabriel Bouys/AFP/Getty Images
El papa Francisco en la Plaza de San Pedro en el Vaticano, enero de 2014. Gabriel Bouys/AFP/Getty Images
Las claves del pontificado económico de Bergoglio.
Pide que se cierren los comercios en domingo. Critica las trickle-down economics (la teoría de que la riqueza acaba filtrándose de arriba hacia abajo, identificada con las Reaganomics). Asegura que la crisis económica ha sido producto del capitalismo salvaje. Y ha dedicado la misa de Año Nuevo a cargar contra los mercados financieros “no regulados”.
El Papa Francisco es de los más activos en lo que a pontificado económico se refiere. La Iglesia católica siempre se ha asemejado a un club anticapitalista en sus discursos, pero Jorge Mario Bergoglio pone el foco en las desigualdades y los extremos de la política de mercado con el ardor de un activista. Coincide, en muchos aspectos, con el espectro ideológico más socialista y socialdemócrata. Se parece a los economistas de moda de la izquierda: a Thomas Piketty en su crítica a la desigualdad, y a los premios Nobel Joseph Stiglitz y Paul Krugman en sus ataques a los excesos de los mercados financieros. Su discurso es aplaudido por políticos de izquierda como el líder de Podemos Pablo Echenique, que ha llegado a decir que “el programa económico del Papa es el de Podemos”.
Cuando Bergoglio fue elegido el papa número 266 de la mayor Iglesia cristiana del mundo, la católica, Occidente naufragaba en una de las peores turbulencias económicas de la historia reciente. Si Juan Pablo II tuvo que convertirse en el Papa de la Guerra Fría, y cruzó la línea de su mandato espiritual para entrar en política alineándose con Ronald Reagan o Margaret Thatcher en su lucha contra el comunismo, a Francisco parece haberle tocado ser el Papa de la crisis.
Y la recesión, en imaginario del Santo Padre y en el de muchos otros, se ha producido por la avaricia descontrolada de unos mercados financieros desregulados. La pregunta es si este tendrá el mismo efecto en moderar el actual sistema económico “que mata” como los anteriores lo tuvieron en acabar con las dictaduras comunistas.
Benedicto XVI inauguró la nueva ola de críticas contra el capitalismo salvaje: un sistema que “convierte al ser humano en esclavo” y provoca una desigualdad “creciente entre ricos y pobres que hace prevalecer la mentalidad egoísta e individualista que se expresa también en un sistema financiero capitalista desregulado”. Llegó a plasmar parte de esta ideología económica en una de sus tres encíclicas, la Caritas in Veritate (2009), en la que, aunque no cargaba contra el liberalismo ni contra el modelo intervencionista, sí atacaba al fundamentalismo de mercado e incluso al mundo corporativo.
Francisco ha recogido el testigo y ha llevado el anticapitalismo a su máxima expresión.
Contra el liberalismo y por la intervención del gobierno. En su primera exhortación apostólicaEvangelii Gaudium (La Alegría del Evangelio), de noviembre de 2013, el Papa Francisco se despachó a gusto contra casi todos los dogmas del liberalismo económico. El gobierno ha de intervenir porque “la simple aplicación de la lógica comercial y la actividad económica no resuelve todos los problemas sociales, sino que ha de ser ordenada para poder alcanzar el bien común”. Ahora los mercados operan de forma “absolutamente autónoma” y como mera “especulación financiera”. El gobierno es necesario porque “no hay mecanismo automático que garantice la limpieza y la justicia”. ¿Y la mano negra del mercado que lo ajusta todo? “Ya no podemos creer en las fuerzas invisibles y en la mano invisible del mercado” ni desde luego en el hecho de que el “crecimiento económico instigado por el libre mercado traerá más justicia e integración en el mundo”.
El Papa puso el dedo en la llaga de los liberales. La reacción de la derecha liberal ha sido espectacular, sobre todo en Estados Unidos: el prestigioso diario Wall Street Journal denunció su “Ataque al capitalismo global”, lo que la revista de Havard Business Review llegó a llamar una “Guerra al Capitalismo”. El controvertido y radical presentador radiofónico Rush Limbaugh dijo estar “profundamente decepcionado tras escuchar al Papa vomitar estos pensamientos de puro marxismo”. Stuart Varney de la FOX asegura que el pontífice “Habla de neo-socialismo”. Los progresistas de CNN aplaudieron que alguien por fin promulgara lo que dice la biblia cristiana (como ha asegurado la periodista Christian Amampour). Desde Europa, y muy en concreto desde el Vaticano, las reacciones han sido mucho más discretas, y desde luego más centradas en la política social que la económica del Papa. En ciertos blogs se ha matizado lo que el Papa afirma, subrayando que ni siquiera se nombra la palabra “capital”.
Contra las ‘trickle-down economics’. Una de las teorías conservadoras por excelencia asegura que si se bajan los impuestos a los ricos y a las empresas, estos y estas gastarán más, o contratarán más, y con ello mejorará la economía y la riqueza acabará filtrándose hacia los más pobres en forma de empleos. Esta es la esencia del término, muy popular en Estados Unidos, de la teoría “Económica de la filtración de arriba hacia abajo”, las trickle-down economics. El término se asoció a los gobiernos liberales de Ronald Reagan. La esencia de la idea fue criticada desde mucho antes, preeminentemente por los economistaskeynesianos.
En este sentido, el Papa sería un keynesiano más.
“Hay quien sigue defendiendo las teorías de trickle-down economics, que creen que el crecimiento económico, instigado por el libre mercado, tendrá inevitablemente éxito en el objetivo de traer más justicia e integración en el mundo”, ha escrito. “Pero esta opinión, que nunca ha sido confirmada con hechos, expresa la cruda e ingenua creencia en la bondad de aquellos que tienen el poder económico y en el funcionamiento sacralizado del sistema económico dominante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando”.
Contra la apertura de los comercios en domingo. En ocasiones Bergoglio ha entrado a la arena de los detalles más ínfimos de la regulación económica. “¿Es libertad auténtica trabajar en domingo? Tal vez ha llegado el momento de planteárselo. Es hora de reconciliar el trabajo y el tiempo familiar”, cuenta elCorriere Della Sera que dijo el Papa en la Universidad de Molise, una región del sur de Italia donde priman los ingresos bajos. Allí se expresó con una contundencia y una concreción poco habitual. No está de acuerdo con abrir los comercios en domingo, dijo, y los días libres deberían garantizarse, salvo los servicios esenciales.
Podría pensarse que Bergoglio no hace más que proclamar el mandamiento de asistir a misa. Pero él mismo se encargó de matizar que preservar ese día festivo no se refería sólo a los creyentes, sino para todos los ciudadanos, entre otras cosas para poder ocuparse mejor de sus hijos.
La Europa de los recortes, una “abuela infértil” y “demacrada”. Europa lleva siete años sumida en una profunda crisis económica, sin crecimiento, con recortes en el Estado del Bienestar, devaluaciones salariales y un desempleo que afecta a uno de cada cuatro jóvenes y a más de 25 millones de personas desempleadas.
Esta crisis ha tenido unos “efectos que perduran todavía, y con consecuencias dramáticas desde el punto de vista social […] ha ido creciendo la desconfianza de los ciudadanos respecto a instituciones consideradas distantes, dedicadas a establecer reglas que se sienten lejanas de la sensibilidad de cada pueblo”. Así se expresaba el Pontífice ante centenares de políticos de los 28 países de la Unión en la primera visita al Parlamento de Estrasburgo desde que allí hablara Juan Pablo II hace algo más de un cuarto de siglo. Y seguía el Papa casi octogenario: “Existe la impresión generalizada de que Europa es ahora una “abuela ya infértil y nada vibrante” en la que “se constata amargamente el predominio de las cuestiones técnicas y económicas en el centro del debate político, en detrimento de una orientación antropológica autentica”.
El tono general del discurso agradó a los partidos de izquierdas. Aunque algunos abandonaron el Parlamento en protesta por la presencia de un Papa que llama asesinato al aborto, Pablo Iglesias, el secretario general del partido Podemos aseguraba en su perfil de Twitter tras escuchar estas palabras: “¡Bien, Bergoglio! Bravo”. Y es que la música del Papa sonaba en ocasiones a los discursos del líder de moda: “Promover la dignidad de la persona significa reconocer que posee derechos inalienables, de los cuales no puede ser privada arbitrariamente por nadie y, menos aún, en beneficio de intereses económicos”, concluía Bergoglio. Otras formaciones como el Partido Socialista Español (PSOE) reprendieron al pontífice por sus críticas al aborto, aunque consideran “positivo haber escuchado una serie de reflexiones sobre la pobreza y la necesidad de proteger a los sectores vulnerables”.
Un sistema económico global insostenible que va a colapsar. El Pontífice también se ha atrevido a hacer pronósticos económicos. Una economía global es incapaz de generar empleos para la juventud, ha dicho. Una “atrocidad” que no se puede sostener. ¿La culpa? De un sistema que “idolatra el dinero”.
En verano de 2014, en una entrevista en La Vanguardia, el Papa rojo se expresaba con una contundencia que muchos echan en falta en sus gobernantes electos: “Nuestro mundo no lo soporta más. El sistema económico ya no se aguanta […] Me preocupa mucho el índice de paro de los jóvenes, que en algunos países supera el 50%. Alguien me dijo que 75 millones de jóvenes europeos menores de 25 años están en paro. Es una barbaridad. Pero descartamos a toda una generación por mantener un sistema económico que ya no se aguanta”.

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