Dibujos españoles de la Kunsthalle de Hamburgo en el Prado
Eldorado del dibujo español se halla en Hamburgo
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El amor por el dibujo en el Prado no es una aventura pasajera. Más bien, un matrimonio bien avenido. Atesora una colección de unas 9.000 obras –y sigue creciendo: la incorporación más reciente es una colección de Carlos Luis de Ribera–, cuenta con departamento propio y sus fondos van viendo la luz poco a poco con alguna que otra sorpresa. Como cuando aparecieron nada menos que dos dibujos de Miguel Ángel. Que no ocurre todos los días. Además, el museo ha hecho hueco en sus salas a importantes colecciones de dibujo español que se hallan en colecciones fuera del país. Primero fueron los fondos de la Hispanic Society of America de Nueva York, después los del British Museum de Londres y ahora le toca el turno a los de la Kunsthalle de Hamburgo, que cierra por el momento este ciclo. Aunque quién sabe si en el futuro pasarán por aquí otras grandes colecciones de dibujo español, como las de los Uffizi, el Louvre o la Courtauld Gallery de Londres.
Tras su exhibición en el Meadows Museum de Dallas –gran embajador de la cultura española en Estados Unidos– la colección de dibujo español de la Kunsthalle de Hamburgo recala en el Prado hasta el 8 de febrero, con la colaboración del Centro de Estudios Europa Hispánica. José Manuel Matilla, jefe del Departamento de Dibujos y Estampas del Prado y comisario de la exposición, advierte que siempre se había hablado de esta colección como Eldorado del dibujo español fuera de nuestro país, pero pocos la habían visto.
Subraya Matilla, en primer lugar, el origen académico de este conjunto, que se gestó en torno a la Academia fundada en Sevilla en 1660 por Murillo, Herrera el Mozo y Valdés Leal. Después se les sumarían otros nombres como Alonso Cano o Antonio del Castillo. De ahí que el dibujo sevillano sea su punto fuerte, amén de los fondos de Goya, que llegaron al museo alemán por otra vía.
Estas obras formaron parte de un álbum de dibujos españoles e italianos que fue pasando por las manos de distintos propietarios. Se sabe que perteneció a Julian Benjamin Williams, vicecónsul británico en Sevilla de 1831 a 1856; y a Frederick William Cosens, un comerciante británico y exportador vinícola en el Puerto de Santa María… El volumen iba acompañado de un registro manuscrito llevado a cabo por el calígrafo mexicano José Atanasio Echeverría, gran especialista en botánica y ornitología, que participó en importantes expediciones científicas como la de Malaspina. Como aparecía su nombre en la portada, esto provocó una confusión: se creyó que era Echeverría el propietario de los dibujos. En 1890 salieron a subasta en Sotheby’s de Londres: los adquirió el anticuario y comerciante de arte Bernard Quaritch por 130 libras. Un año después los puso a la venta. Los compró, por 180 libras, Alfred Lichtwark, primer director de la Kunsthalle de Hamburgo.
Durante muchos años los dibujos no vieron la luz. Hasta que en 1931 se exhibieron algunos en una pequeña exposición. Desde entonces se han mostrado en contadas ocasiones. Pero aún era necesaria la catalogación de estos dos centenares de dibujos: tan solo se habían estudiado, y parcialmente, la mitad de ellos. Deuda saldada con la publicación ahora de un exhaustivo catálogo razonado, elaborado por Jens Hoffman-Samland, con la colaboración de especialistas del Prado como Gabriele Finaldi, Manuela Mena, María Cruz de Carlos, Gloria Solache y el propio José Manuel Matilla. Explica éste que ha habido cambios en las atribuciones de algunas obras.
La exposición arranca con las dos portadas del álbum (una firmada por Andrés Rossi y otra por Echeverría), además del índice manuscrito de esta colección, obra del mexicano. Hay todo tipo de dibujos: apuntes rápidos, estudios de figuras, dibujos preparatorios, otros más acabados… El conjunto de ocho Goyas se halla entre los más estudiados y expuestos de toda la colección. Especialmente, los dibujos preparatorios para la serie de estampas que dedicó a las copias de Velázquez. Resulta emocionante verlos en el Prado, muy cerca de las obras que copió Goya. «Decía que sus tres grandes maestros fueron Velázquez, Rembrandt y la naturaleza», apunta José Manuel Matilla. También hay dibujos sueltos de Goya del Álbum de Madrid y preparatorios para «La Tauromaquia».
Pedimos al comisario que escoja las piezas maestras de la colección. Se lo piensa. De Goya elige precisamente una de sus copias velazqueñas: «El príncipe Baltasar Carlos, cazador». Pero podía ser cualquier otro de esta serie. De Alonso Cano, su «maravillosa» «Santa Catalina»; una sanguina de Antonio del Castillo firmada («David y Goliat»)… De la «extraordinaria» colección de Murillos se queda con la exquisita «Magdalena dormida», «un estudio a pluma muy rápido», y de Valdés Leal, con «La cabeza de San Juan Bautista», «muy intenso, de gran violencia. Un bodegón muy especial».
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