jueves, 27 de noviembre de 2014

Civilización del Espectáculo: ¿El Fracaso de Jennifer?

Civilización del Espectáculo: ¿El Fracaso de Jennifer?

La creciente banalización del arte y la literatura, el triunfo del amarillismo en la prensa y la frivolidad de la política son síntomas de un mal mayor que aqueja a la sociedad contemporánea: la suicida idea de que el único fin de la vida es pasársela bien. Como buen espíritu incómodo, Vargas Llosa nos entrega una durísima radiografía de nuestro tiempo.
Con estas palabras, Claudio Pérez periodista del diario El País de España, comenta y ofrece una visión general del libro de Mario Vargas Llosa La Civilización del Espectáculo (2012).
Civilización del Espectáculo El Fracaso de Jennifer
La tesis central del ensayo de Vargas Llosa, tiene presente los principios propuestos por Guy Debord en su libro La Sociedad del Espectáculo (1967), en donde el autor sostiene que los análisis de Karl Marx en sus Manuscritos Económicos y Filosóficos tienen vigencia.
A juicio de Debord, la reflexión del joven Marx tiene validez hoy día, no sólo por su aguda reflexión acerca de la alienación resultante del fetichismo de la mercancía, sino porque la sociedad capitalista occidental ha llegado a un punto de desarrollo en donde el consumo obsesivo es su piedra angular, y el disfrute en sí mismo, ejemplifica el rasgo dominante cultural: el espectáculo.
El imperio del espectáculo como forma de consumo proviene; no sólo de que todo en la vida social se ha convertido en una cosa u objeto comercial, sino que la vida del ser humano ha quedado reducida a la mera adquisición de tales objetos, en pro de garantizar una satisfacción banal que garantice el gozo inmediato.
Más allá de las revisiones que realiza Vargas Llosa a las tesis de Debond, el escritor peruano parte de ellas y avanza un poco más proponiendo que hoy día, no es sólo la cultura la que se encuentra sumergida en la futilidad del espectáculo, sino que es la civilización en su totalidad.
Ello se evidencia según el autor, cuando el último bastión de cultura se dejó pervertir por el espectáculo. Las bellas artes (destacando la literatura), se han convertido en una mera colección de obras y palabras sin crítica, razón, lógica y argumentos. Han dejado de lado su rol clásico intelectual como reflexión crítica de la realidad, en pro de ser simplemente un producto light al cual se accede por mero esparcimiento.
Desde un punto de vista sociológico, el entretenimiento ha sido analizado en términos de la sociedad moderna. Como proveniente del ocio, ha sido objeto de reflexión por los teóricos que dieron paso a la llamada hoy día Sociología del Consumo.  
Uno de estos pioneros fue Thorstein Veblen (2008), quien al analizar la vida urbana, nos brindó una comprensión sobre la denominada clase ociosa: la burguesía. El auge del capitalismo trajo consigo no sólo una nueva clase social dominante, sino que puso como nuevo norte social, al ocio como forma máxima de aspiración por parte de quienes sustentaban la riqueza.
Hablar del mundo burgués, conlleva a reflexionar sobre la imposición de un estilo de vida plagado de ostentación y banalidad sustentado en el consumismo. Este nivel de vida, analiza Veblen, se convierte en una prescripción social, en el requisito de decencia que guía la variación de los gustos de las distintas clases sociales. En último término, es el modo de vida de la clase ociosa, en tanto que se sitúa en la cúspide de la pirámide social, el que es reconocido por todos como el referente sobre el que se establece el criterio de la reputación y el prestigio.
Hablar de prestigio y reputación, nos ubica en una reflexión que había compartido previamente, cuando destacaba que la Sociedad Red implicaba una Era del Marketing[1].  En ella, cada individuo se ve en la necesidad de dar a conocerse y expresarse a sí mismo, enfocado a satisfacer la necesidad de mercadearse. Todo ello con el objetivo de integrarse y sentir que forma parte del colectivo. En última instancia, somos marcas u objetos que necesitamos presentarnos ante los demás no sólo como queremos, sino como quienes nos rodean lo esperan porque así “seremos comprados”.
Hacer referencia a una sociedad focalizada en el ocio, el consumo y el entretenimiento, nos puede llevar a pensar en la sociedad “futurista” plasmada en la saga de libros de Suzanne Collins (2008) Los Juegos del Hambre. Dejando de la ficción, la trama se ubica dentro de una sociedad burguesa dominada por unos pocos, y en donde la mayoría, servía para la pleitesía de los ricos en una lucha épica al estilo del circo romano, transmitido en televisión nacional. Este reality show, sirve de escenario para generar una crítica a la sociedad consumista, pero al mismo tiempo se ha vuelto una plataforma de entretenimiento y goce inmediato, para quienes leen o van a las salas de cines.
Mostrar en forma descarnaba la pobreza de la muchedumbre oprimida, no sólo es un ejemplo de la banalidad del lujo de quienes viven en el sector 1, sino que se convierte a su vez, en la necesidad de los pobres de creer que los ganadores del juego. Son como ellos, alcanzable, hay esperanza y son celebridades. Es aquí donde el personaje principal Katniss Everdeen, logrando romper con la esencia del juego, se convierte en la necesidad del show para mantenerse a sí mismo…aunque la rebelión era inevitable.
Volviendo al mundo real, pensemos en la actriz que desempeña ese rol: Jennifer Lawrence. Es bien conocido que recientemente ella fue foco central de una acción de hackeo en donde sus fotos personales (y las de otras actrices), fueron expuestas a la luz pública en Internet. La variedad de websites que ofrecían sus desnudos para el deleite un tanto morboso de los usuarios de la red, dejó bien en claro una lección que Jennifer no pudo superar: su vida privada le pertenece al público. Aunque la actriz defendió sus ideales, el espectáculo consumió su privacidad.
La reflexión final quizá no sea adelantadora. A fin de cuentas, cada uno desde su esquina en la sociedad ha sido absorbido dentro del espectáculo: Los Juegos del Hambre son un éxito que genera ingresos. Aunque Katniss representa una revolución, Jennifer Lawrence aprendió una lección y debe responder a esos cánones. Este artículo debe generar tráfico en Internet, visitas y likes. Caso contrario, son simplemente palabras que han gustado únicamente al autor. Y Vargas Llosa, ha recorrido las principales universidades y académicas de las artes del mundo occidental repitiendo su discurso, ante una audiencia que sostiene copas de vino y que quizá huela a rosas podridas.
Tal vez por ello el tono de angustia y desesperación de las palabras del Nobel de Literatura, sólo resuenan en los ecos de alguna librería o biblioteca. No tanto porque el espectáculo sea el patrón que determine a las artes y la cultura en general, sino porque es nuestra vida cotidiana.
Estamos conscientes de ello y simplemente no nos importa porque queremos lucir.
FUENTES:
VARGAS Llosa, Mario (2012) La Civilización del Espectáculo. Alfaguara Madrid.
VEBLEN, Thorstein (2008) Teoría de la Clase Ociosa. Alianza Editorial Madrid.
[1] CASTRO, Carlos (2014) Sociedad Red: la era del marketing
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