ALAI, América Latina en Movimiento 2014-11-05 ALatinahttp://www.alainet.org/active/78530&lang=esAmérica Latina, nuevas geopolíticas desde el SurJesús González Pazos |
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Los recientes procesos electorales de
este último mes de octubre, realizados en América Latina, han puesto una
vez más de manifiesto la fuerza transformadora vigente en los últimos
años en ese continente. Territorio grande que todavía en el
subconsciente europeo sigue siendo imaginado como atrasado y
subdesarrollado, tanto en cuanto a las condiciones de vida como respecto
a la creación de ideas, de propuestas políticas nuevas.
La reelección de Evo Morales y de Dilma
Rouseff en Bolivia y Brasil respectivamente, junto con la victoria en la
primera vuelta de las elecciones uruguayas del candidato del Frente
Amplio, Tabaré Vázquez, significa en palabras del presidente venezolano,
Nicolás Maduro, "un paso gigantesco que viene a reforzar toda la fuerza
revolucionaria en el continente". Posiblemente desde determinadas
posiciones políticas de izquierda de la vieja Europa se abrirá
inmediatamente una carrera por acotar y matizar tan rotundo aserto.
Desde las posturas de la derecha, evidentemente, la descalificación
directa será la receta más repetida.
Sin embargo, esa afirmación alcanza toda
su dimensión si la abstraemos de las opciones estrictamente partidistas.
Que millones y millones de los históricamente excluidos de la realidad
política y social (con más razón los millones de excluidas), la
"multitud abigarrada" que han llamado unos, o la irrupción plebeya, que
califican otros, se posicionen en estas victorias electorales es fuerza
revolucionaria, es fuerza transformadora. Y esto es innegable si
entendemos que esa fuerza supone la determinación colectiva por dejar
atrás el modelo dominante y construir otro más justo, verdaderamente
democrático que alcance a las mayorías empobrecidas y no solo a las
minorías enriquecidas, que avance en la redistribución de la riqueza y
elimine las enormes desigualdades; y ello aunque se matice desde algunas
izquierdas y se condene o invisibilice desde todas las derechas, tanto
las americanas como las europeas.
Frente a estos procesos y en el intento
baldío por negar su existencia, algunos esperan que llegue el momento en
el que se pueda hacer "borrón y cuenta nueva" y reestablecer un status
quo neoliberal propio de las décadas pasadas. Buscan ese momento
histórico perdido en el que sea posible obviar la década ya larga de
transformaciones políticas, económicas y sociales vivida en el
continente americano. Hacer como que nunca ocurrió (¿un mal sueño?) y
recuperar la fase del capitalismo neoliberal, del mandato político de
las oligarquías y los mercados, como si nada hubiera cambiado desde el
protagonismo tomado por los pueblos. Como si el proclamado "fin de la
historia", y de las ideologías, volviera a ser una realidad inmutable
para los siglos venideros.
Pero la otra realidad es tozuda. Mientras
sueñan con ese retorno neoliberal no perciben que la geopolítica de la
región nos fija contextos y situaciones que quisieran invisibilizar pero
que ya es imposible. Ya hablemos en positivo, de las transformaciones
alcanzadas para la mejora de las condiciones de vida de millones de
personas, de la recuperación de la dignidad y de las soberanías perdidas
o del control de la economía por el estado; ya hablemos en negativo, de
las más duras consecuencias de las políticas neoliberales, del
sometimiento del hecho político a los poderes económicos o de los estado
sumidos en la represión y la entrega de los mismos a las
transnacionales. Unas y otras realidades tratan de ser ocultadas por los
intereses políticos, económicos y propagandísticos del neoliberalismo
para no permitir ver que hay otros caminos, que hay alternativas a todas
esas situaciones dramáticas por éste creadas, o para ocultar
precisamente la cara de las consecuencias más amargas del mismo para las
diferentes sociedades.
Así por ejemplo, México es prácticamente
un estado fallido (algún día habrá que analizar en detalle esta
caracterización estatal creada en los últimos años) que engrosa la ya
larga lista con países como Libia, Yemen, Irak o Somalia. Si en éstos
últimos el estado ha desaparecido en manos de diferentes milicias
armadas y grupos de poder, en gran parte gracias al intervencionismo
occidental, que es sino esto mismo lo que hoy ocurre en México, donde
los grupos armados se constituyen por policías y políticos corruptos,
además de aquellos otros propiamente adscritos a las bandas del
narcotráfico. Los datos son abundantes e innegables y aportamos solo
alguno. Entre enero y septiembre de 2014 México superó en tres veces a
Irak en número de muertes violentas, con un total de 27.347 frente a
9.400. Pero además, este mismo año (febrero) el gobierno federal
reconocía 26.000 desaparecidos/as en los últimos años y esa cifra ha
seguido creciendo (recordemos los recientes 43 estudiantes de magisterio
todavía en paradero desconocido pasado más de un mes). Y hay que
subrayar la brutalidad de la mayoría de estos hechos, con un capítulo
aparte para los feminicidios que si bien empezaron hace más de una
década en Ciudad Juárez, hoy se extienden por todo el país.
En su frontera sur se encuentra
Guatemala, país que casi se puede clasificar también como estado fallido
con un aumento vertiginoso del poder del narcotráfico y de determinadas
elites económicas nacionales y transnacionales. Después de más de 36
años de guerra y de la firma de los Acuerdos de Paz (1996), este pequeño
país centroamericano se sume hoy nuevamente en la criminalización de la
protesta, la represión cada día más extendida y los asesinatos
selectivos de lideres/as comunitarios y masacres indiscriminadas. Los
estados de prevención (de excepción) se convierten en una constante por
parte del gobierno. Y todo ello para avanzar en el plan de entrega a las
empresas transnacionales de todos los recursos del país. Éstas
(extractivas, hidroeléctricas...) se llevan hoy dichos bienes y los
ingentes beneficios producidos por su expolio, mientras el territorio
maya, xinca y garífuna que es Guatemala se sigue situando entre los más
empobrecidos del continente y se reprime la autoorganización social que
trata de defender sus territorios y modos de vida.
Pero la enumeración de países seguidistas
de las políticas neoliberales puede seguir con otros como Colombia o
Perú. El primero todavía ocupa un lugar destacado como aquel del mundo
que más desplazados internos tiene, mayormente a causa del inacabado
conflicto armado, pero también por la imposición del modelo de
desarrollo neoliberal y la expulsión de los habitantes de sus tierras
para una más cómoda explotación por parte del poder económico nacional e
internacional. Perú, por otra parte, pese a sus aparentemente positivos
índices de desarrollo económico, éste solo beneficia a los de siempre, a
las clases oligárquicas, mientras sigue arrojando a millones y millones
de personas a la miseria y abre el país, especialmente la amazonía y la
sierra, a las empresas extractivas. Precisamente los países citados en
este bloque neoliberal son los que determinan la enorme desigualdad
existente en América Latina.
Por el contrario a lo anteriormente
citado y brevemente descrito, y aunque se trate de invisibilizar
constantemente desde los intereses económicos y políticos neoliberales,
están aquellos otros países donde los procesos de cambio profundo siguen
avanzando en una inocultable redistribución más equitativa de la
riqueza y disminución paulatina de la brecha de la desigualdad. Se ha
sacado a millones de mujeres y hombres de la pobreza y miseria (más de
40 millones en Brasil durante los gobiernos de Lula y de Rouseff) y se
efectúa un mejor control de los recursos del país por parte de los
estados para una mejora de las condiciones de vida, sociales y de
derechos de las mayorías antes olvidadas. Aumenta el gasto público y se
extiende un mejor control de la fiscalidad progresiva, piedras de toque
para el combate a la desigualdad; en Bolivia la reducción de la pobreza
alcanza los 20 puntos. Hay problemas y grandes retos por delante, pero
se evidencia que se pueden dar pasos reales y efectivos en
transformaciones estatales, económicas y políticas para construir
sociedades más justas. Por cierto, cerrando este texto llega un último
informe sobre la riqueza en el mundo que nos dice, solo un dato pero
altamente ilustrativo: en el estado español las 20 personas más ricas
tienen tanta riqueza como un tercio (14 millones) de la población del
mismo. Con datos como estos, es claro que muchos miembros de la clase
política tradicional española deberían dejar de dar lecciones a América
Latina sobre desarrollo, democracia y justicia social.
A modo de resumen y cierre, se puede
afirmar que tal y como una líder indígena de Guatemala señalaba
recientemente, es el neoliberalismo y el capitalismo el que se ha
quedado en el camino corto, por que los pueblos están vivos y están
decididos a defender la vida y la madre tierra; éste es el camino largo.
Por todo ello, la importancia de las
victorias de octubre de 2014 en América Latina; victorias que muestran
la fuerza de las nuevas geopolíticas que se vienen desde el Sur;
victorias que son empujadas por las mayorías conscientes que
históricamente fueron silenciadas y que ahora vuelven a tomar la
palabra.
Jesús González Pazos
Miembro de Mugarik Gabe
2014/11/03
http://www.alainet.org/active/78530&lang=es
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