Medios de comunicación, de guardianes de la libertad a guardianes del poder
En
1988, Noam Chomsky y Edward S. Herman publicaban Los guardianes de la
libertad, un ensayo en el que desarrollaban un “modelo de propaganda”
según el cual los medios de comunicación, lejos de “ser independientes y
contribuir al descubrimiento de la verdad”, tienen como finalidad única
y exclusiva el reflejo de “la percepción del mundo que desearían los
grupos de poder”. El análisis de Chomsky y Herman se centraba de manera
exclusiva en el modelo de medios norteamericano y desde que vio la luz
han pasado ya 26 años, pero nada de ello impide que sus conclusiones se
mantengan en buena medida vigentes y que su estudio se pueda aplicar a
cualquier ecosistema mediático.
En una
entrevista concedida a principios de 2013 al Observatori Crític dels
Mitjans Mèdia- Cat[1] con motivo de la publicación del Anuari dels silencis mediàtics de 2012, Noam Chomsky mantenía una de las tesis centrales de Los guardianes de la libertad: “los
grandes medios no dejan de ser inmensas corporaciones. Como el resto de
negocios, buscan vender un producto (lectores, espectadores) a unos
clientes (es decir, empresas, a través de los anuncios)” y añadía que
“sería muy naif dudar que los propietarios y los inversores de los
medios no influyen en su propio medio con afán de conseguir el mayor
beneficio económico”.
Dejando
atrás el periodismo y el necesario compromiso de éste con la ciudadanía
para abrazar el poder, los medios de comunicación (prensa, radio,
televisión o internet), van perdiendo por el camino su mayor patrimonio.
Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó
de ser importante. Una prueba de ello es un estudio elaborado en marzo
de 2013 por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) español que
situaba la de periodista como la profesión peor valorada junto con la de
juez. Un indicio de que el rumbo no es el correcto. Pero hay más.
La
evidente merma de credibilidad coincide en el tiempo con la delicada
situación económica que viven los grupos de comunicación y que va ligada
a la crisis que padece el capitalismo, lo que empuja a los medios hacia
una importante dependencia de las entidades financieras. La situación
es tal que, actualmente, no hay grupo de comunicación en el Estado
español que no siente en sus consejos de administración a representantes
de la banca. Pere Rusiñol, en Papel mojado. La crisis de la prensa y el fracaso de los periódicos en España (Debate,
2013), obra de recomendable lectura para comprender el estado de los
medios en el país, sostiene que “el cuarto poder ya no debe lidiar más
con la presión del sector financiero: ya es directamente el sector
financiero” y añade: “la simbiosis entre el poder financiero y los
medios es tan perfecta que en ocasiones se da incluso en dirección
contraria: los dueños de medios ocupan puestos directivos en la banca”.
Gervasio
Sánchez, periodista con amplia experiencia en la cobertura de conflictos
armados, no duda de que la crisis que padece el periodismo está
íntimamente ligada al coqueteo de éste con el poder y se muestra
especialmente crítico con la connivencia de los medios con la banca:
“los periodistas y los medios han dejado a un lado la esencia del
periodismo en favor de intereses empresariales. Hemos dejado de vigilar
al poder para hacernos sus mejores amigos a cambio de la tarta de la
publicidad. Hemos callado ante lo que pasaba con los bancos y las cajas
de ahorros, que a través de la publicidad cerraban bocas
encubiertamente. Los medios de comunicación son empresas cada vez más
poderosas. Muchos están intervenidos por bancos y pertenecen a grupos
mediáticos que suelen responder a intereses vergonzosos. Son medios que
mantienen relaciones escandalosas con el poder político y económico.
Todo ello dificulta mucho el trabajo del periodista”, lamenta en una
entrevista concedida a Diagonal en abril de 2013.
La pérdida
de credibilidad que padecen tanto la profesión como las y los
periodistas coincide con un momento en el que, tal y como afirman Jesús
Sanz y Oscar Mateos[2], “el mundo que hemos tenido bajo nuestros pies en
las últimas décadas parece estar desmoronándose a marchas forzadas”. En
este momento crucial en el que el periodismo es más necesario que
nunca, éste ha dejado de ser guardián de la libertad para convertirse en
guardián del poder.
¿Es
posible revertir esta situación? ¿Hay espacio para desarrollar un
periodismo crítico, responsable, ilusionante, honesto, al servicio de la
ciudadanía y que ejerza de azote del poder? ¿Qué responsabilidad
tenemos las y los periodistas por permitir que se haya llegado a esta
situación? ¿Y qué papel debe jugar la ciudadanía?
Los medios de comunicación ante una doble crisis
Las tesis defendidas por Chomsky y Herman en Los guardianes de la libertad describen
unos medios de comunicación cuyo “propósito social” no es otro sino el
de “inculcar y defender el orden del día económico, social y político de
los grupos privilegiados que dominan el Estado y la sociedad del país”.
Ignacio Ramonet ahonda en esta visión de los medios como mecanismos
reproductores del poder: “la comunicación, tal como la conciben los
medios dominantes en prensa, radio, televisión e internet, tiene como
función principal convencer al conjunto de las poblaciones de su
adhesión a las ideas de las clases dominantes”, afirma en el prólogo de Desinformación. Cómo los medios ocultan el mundo (Península, 2009) de Pascual Serrano.
Esta histórica dependencia del poder, especialmente del financiero, se acentúa con el estallido de la crisis de lassubprime en
EEUU y la sacudida global que afecta al capitalismo. Pocas
descripciones sobre los efectos de la crisis en los medios de
comunicación son tan clarividentes como la que realiza Pere Rusiñol:
“el boom se construyó sobre una burbuja con apalancamientos
superlativos fomentados por ejecutivos con sueldos obscenos. Y el
posterior e inevitable pinchazo ha dejado un reguero de cadáveres y
cambios fundamentales en las estructuras de propiedad y el poder
económico”.
Del alcance de las consecuencias post-pinchazo dan buena cuenta los datos que recoge el Informe Anual de la Profesión Periodística 2013 de
la Asociación de la Prensa de Madrid. Entre mediados de 2008 y finales
de 2013 se destruyeron 11.151 empleos en el Estado español y echaron el
cierre 284 medios. Ante la delicada situación económica de los medios,
cuyos ingresos por publicidad se redujeron prácticamente a la mitad
entre 2008 y 2012, las entidades financieras se hicieron con buena parte
del control de los grupos de comunicación (a través de fondos de
inversión o de la participación directa en el accionariado), con todo lo
que ello significa para la merma de la independencia de la información
y, por ende, de la credibilidad del periodismo. ¿Cómo puede un medio
azotado por las deudas y cuyo sostén es una entidad financiera informar
sobre la estafa de las preferentes, sobre los cientos de desahucios, los
rescates estatales a las entidades bancarias o las jugosas
indemnizaciones con las que se retiraron los gestores de unas cajas de
ahorros de las que ya no quedan ni los restos? ¿Cómo puede el periodismo
realizar uno de los ejercicios que se le presuponen por su naturaleza,
el control del poder, si es el poder el que lo ata económicamente?
A estos
datos hay que sumar la permanente amenaza de expedientes de regulación
de empleo que se cierne sobre medios tanto públicos como privados, la
elevada precariedad o la pérdida de derechos sociales y laborales de las
trabajadoras y trabajadores de la comunicación, lo que deriva en una
evidente merma de calidad. “Un repaso a los temas que han dominado la
agenda en los últimos años nos permite comprobar que los asuntos
tratados nunca están contextualizados, no se presentan los antecedentes
que permiten comprenderlos y menos aún comparaciones para poder
valorarlos en su justa medida”, lamenta Pascual Serrano.
El
periodismo de consumo rápido, de titulares que fluyen en la escaleta o
en el sumario de un programa de radio, elaborado a golpe de tuit,
carente de reflexión e íntimamente ligado al poder contribuye a minar
la credibilidad de los medios, agentes clave de socialización y
encargados históricamente de contribuir a la configuración de la opinión
pública. A ello debemos añadir una evidente dejación de funciones del
periodismo al abandonar su principal cometido de formar e informar a la
ciudadanía para centrarse únicamente en entretener. El ejemplo más
evidente de esto último es el periodismo televisivo al que Xosé Rúas en
su libro Quero ser presidente (Alvarellos Editora, 2008)
describe de manera irónica pero clara y directa: “La televisión está
programada para satisfacer al ciudadano que llega cansado a casa, cena,
se sienta en el sofá y sólo busca una goma de mascar para los ojos”.
Mariano Cebrián, en Información televisiva. Mediciones, contenidos, expresión y programación (Síntesis,
2003), refuerza las palabras de Rúas al explicar la manera en que la
televisión trata la información: “lo espectacular y el entretenimiento
dan prioridad a lo llamativo, a lo extraordinario y a lo insólito por
encima de contenidos que aporten mayor conocimiento de la realidad”.
Apoyo ciudadano para las alternativas
“En el
momento de mayor necesidad de una comunicación al servicio de la
ciudadanía nos encontramos con una mayor dependencia en cuanto a los
mismos poderes que nos han llevado a la situación actual”, se lamenta
Javier Díaz en un reciente artículo publicado en la revista Pueblos[3].
Pese a lo dramático de la situación que viven los medios, hay motivos
para el optimismo y la esperanza. José Bejarano, integrante del
colectivo Se buscan periodistas, señalaba en declaraciones al semanario catalán La Directa (número
320, junio de 2013) que la razón por la cual la ciudadanía había dado
la espalda al periodismo no era otra sino que el sector se había
entregado a intereses ajenos a la sociedad. La solución, pues, pasa
porque el periodismo vuelva a fijar el foco en las historias de las y
los de abajo y en la fiscalización de lo que hacen quienes mandan. “¿Se
imaginan que el periodismo dejara de provocarse tortícolis de tanto
mirar hacia arriba, que apostara por internarse en los barrios humildes
de las ciudades para relatar toda una realidad que ahora mismo define a
nuestro país, y que se olvidara de los despachos, de las corbatas, del
compadreo con el poder?”, se pregunta Olga Rodríguez en “Y entonces…,
¿para qué nos habíamos hecho periodistas?”, publicado en noviembre de
2013 en eldiario.es.
Si algo
positivo podemos extraer de la crisis que viven los medios de
comunicación tradicionales es que tanto los ERE como el cierre de muchos
de ellos han sido el germen de nuevos proyectos periodísticos (de
radio, prensa o televisión) cuyo nacimiento otorga una pizca de luz en
medio de tanta oscuridad. Los datos que ofrece el Informe de la Profesión Periodística 2013 de
la Asociación de la Prensa de Madrid hablan de alrededor de 300
proyectos periodísticos y comunicativos creados desde el año 2008,
aunque el propio informe reconoce que podrían ser muchos más.
Los
motores que impulsan a los nuevos medios no son grandes conglomerados
mediáticos, fondos de inversión o entidades financieras y la publicidad
deja de ser su principal fuente de ingresos. Ahora a los mandos de la
embarcación se encuentran las y los propios periodistas con la
colaboración económica de lectoras, oyentes y espectadores. Ya sea en
forma de cooperativa, de fundación, asociación o a través de modalidades
fiscales clásicas (eldiario.es, Revista Mongoliao Infolibre, por
ejemplo, son sociedades limitadas), representan lo que Juan Luis
Sánchez[4], partícipe en varios de estos proyectos, define como una
“depuración crítica del periodismo”, cuya voluntad debe ser la de
recuperar el pacto perdido de la profesión con una ciudadanía que, en
palabras de Xavier Giró, en la introducción del Anuari dels Silencis Mediàtics 2012, “necesita saber para poder actuar”.
June
Fernández, integrante de Pikara Magazine, un proyecto que une la
perspectiva feminista con el buen periodismo, coincide con Sánchez a la
hora de definir el momento que estamos viviendo: “Se está desarrollando
una cultura periodística ilusionante, que cuestiona algunas de las
dinámicas de los medios tradicionales (…) y que propicia una cultura más
colaborativa, en la que fluyen las fórmulas de apoyo mutuo, tales como
compartir contenidos, intercambiarbanners, tuitearnos, etc.
Sabemos que sumando fuerzas tendremos más opciones de consolidar este
nuevo modelo (…) Creo sinceramente que estamos transformando la forma de
hacer periodismo, y que este proceso también nos está transformando y
fortaleciendo como periodistas. A mí no me parece poca cosa”[5].
Para
apuntalar este incipiente panorama comunicativo que se erige en paralelo
a la caída de los viejos muros mediáticos conviene una respuesta
ciudadana activa que nos convierta en partícipes de la construcción de
los medios. “No cabe otra posibilidad que dejar de contentarnos con el
papel de público receptor y consumidor que se nos viene encomendando
desde las superestructuras mediáticas”, apunta Carmen Mayugo[6]. Sólo
con el apoyo ciudadano y voluntad periodística será posible construir
proyectos comunicativos emancipadores que cuestionen el modelo
establecido y que abran sus páginas y ondas a las y los que hasta ahora
han sido silenciados.
La
ciudadanía y los movimientos políticos y sociales deben contribuir a la
construcción de un periodismo hecho desde abajo, vigilante del poder
(del contrario y del afín), riguroso y veraz, un instrumento al servicio
de una comunidad con la que se comparten maneras de pensar y de ver e
interpretar el mundo. Jesús Maraña, director editorial de Infolibre,apela
al apoyo ciudadano para la construcción de un nuevo ecosistema
mediático que cuestione un modelo vigente que se encuentra en estado
crítico desde hace tiempo: “si no se quiere depender de grandes
empresas, de grandes bancos o de poderes políticos, sólo cabe confiar en
un pacto entre periodistas y lectores: en los contenidos y hasta en la
propiedad de los medios”, señalaba en un artículo en el que analizaba la
salida de Pedro J. Ramírez de la dirección de El Mundo[7].
La
voluntad periodística pasa por afrontar el trabajo con honestidad,
ética, rigor e integridad, con voluntad didáctica para lograr el
empoderamiento ciudadano; y por romper con los silencios establecidos.
Jesús Rodríguez, periodista delSetmanari Directa, ofrece en un artículo publicado en el número 211 de Diagonal Periódico, una
definición de lo que conlleva ser periodista que encaja con lo que
necesita la profesión para recuperar la credibilidad. La clave pasa por
“ser curioso, meter la nariz donde no te llaman; con respeto pero con
ganas de saber, con espíritu crítico y autocrítico. Desarrollando las
herramientas necesarias para poner luz en los cuartos oscuros de los
poderosos y mostrarlo a los lectores sin demasiada pedantería; pero sin
renunciar a la calidad en las artes de la comunicación. Dando voz a las
que quieren denunciar la injusticia y a las que trabajan por proponer y
consolidar alternativas”.
Se trata, en fin, de abandonar la indiferencia y abrazar el compromiso, de guardar la libertad y no el poder.
Artículo de Suso López, publicado en el nº61 de Pueblos – Revista de Información y Debate, segundo trimestre de 2014
Notas:
- Ver: www.media.cat.
- Mateos, Oscar; y Sanz, Jesús (2013): Cambio de época, ¿cambio de rumbo? Aportaciones y propuestas desde los movimientos sociales, Cristianisme i Justícia, Barcelona, octubre de 2013.
- Díaz Muriana, Javier (2014): “La comunicación como eje de transformación social, desde la experiencia del Foro
Andaluz de Comunicación”, en Pueblos – Revista de Información y Debate, nº 60, primer trimestre de 2014. - Sánchez, Juan Luis (2014): “Periodismo: no vale con existir”, Diagonal. Ver en www.diagonalperiodico.net, 27/01/2014.
- Fernández, June (2014): “Nuevos medios y formas”, Diagonal. Ver en www.diagonalperiodico.net, 29/01/2014.
- Mayugo, Carmen (2005): “La audiovisibilidad, territorio ciudadano para ejercer el derecho a la comunicación”, en
Martínez, M. (ed.): O Terceiro Sector e o Audivisual, Compostela, Foro da Cidadanía e da Comunicación. - Maraña, Jesús (2014); “Diez apuntes (y una postdata) sobre el cese de Pedro J.”, Infolibre. Ver en www.infolibre.es.
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