En el verano de 1868 ya estaban dadas las condiciones en Cuba para el estallido de la Revolución. En San Miguel de Rompe, actual provincia de Las Tunas, el 4 de agosto se reunieron los padres fundadores. Los tuneros y el grupo de Manzanillo encabezado por Carlos Manuel de Céspedes, eran partidarios del levantamiento inmediato. Pero se impuso el criterio de aplazar la insurrección.
Dos hechos acelerarían los acontecimientos. El 19 de septiembre se produjo una sublevación en España contra la reina Isabel II. Por otra parte en Puerto Rico los independentistas se pronunciaron en el Grito de Lares (23 de septiembre). El colonialismo español se hallaba más débil que nunca.
INGENIO DEMAJAGUA (10 DE OCTUBRE)
Ante estos acontecimientos, los manzanilleros decidieron alzarse en armas el 14 de octubre. Pero un telegrama del Capitán General español, fechado en La Habana el 7 de octubre, dictaba actos de detención contra varios conspiradores. Céspedes, en su ingenio Demajagua, comenzó a circular órdenes para el levantamiento. A partir de la medianoche fueron llegando de las fincas y bateyes aledaños decenas de blancos, negros y mulatos libres. Al amanecer ya eran más de 500.
INGENIO DEMAJAGUA (10 DE OCTUBRE)
Ante estos acontecimientos, los manzanilleros decidieron alzarse en armas el 14 de octubre. Pero un telegrama del Capitán General español, fechado en La Habana el 7 de octubre, dictaba actos de detención contra varios conspiradores. Céspedes, en su ingenio Demajagua, comenzó a circular órdenes para el levantamiento. A partir de la medianoche fueron llegando de las fincas y bateyes aledaños decenas de blancos, negros y mulatos libres. Al amanecer ya eran más de 500.
A media mañana, Céspedes le dio la libertad a su medio centenar de esclavos, gesto que imitaron otros propietarios presentes. Como “ciudadanos” se dirigió a los emancipados: “Los que me quieran seguir, queme sigan: los que se quieran quedar, que se queden. Todos seguirán tan libres como los demás”. La mayor parte se incorporó a la sublevación.
Cambula Acosta, una joven residente en Demajagua, mostró a todos los conspiradores la bandera de la Revolución, confeccionada por ella la noche anterior. Ante el estandarte, según testimonio del mayor general mambí Bartolomé Masó, “prestaron todos el juramento solemne de vencer o morir, antes que volver a ver hollado el suelo de la Patria por ninguna de las tiranías”. El Héroe del 10 de Octubre exclamó emocionado: “Yo por mi parte juro que os acompañaré hasta el fin de mi vida”. Alguien gritó: ¡Independencia o muerte!”, a lo que todos replicaron: “¡Viva Cuba libre!”.
EL MANIFIESTO DEL 10 DE OCTUBRE
La historiografía tradicional, durante casi toda la neocolonia, trató de minimizar la importancia del documento que Céspedes dio a conocer el mismo día en que encabezó el grito de independencia: el “Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba dirigido a sus compatriotas y a todas las naciones”, más conocido entre nosotros como el “Manifiesto del 10 de Octubre”, un texto imprescindible en cualquier estudio o antología sobre la ideología de la Revolución Cubana.
En él se argumentaban las causas del levantamiento: “Nadie ignora que España gobierna a la Isla de Cuba con un brazo de hierro ensangrentado, no solo no le deja seguridad en sus propiedades arrogándose la facultad de imponerle tributos y contribuciones a su antojo, sino que teniéndola privada de toda libertad política, civil y religiosa, sus desgraciados hijos se ven expulsados de su suelo a remotos climas o ejecutados sin forma de proceso por comisiones militares establecidas en plena paz con mengua del poder civil. La tiene privada del derecho de reunión como no sea bajo la presidencia de un jefe militar: no puede pedir el remedio a sus males sin que se le trate como rebelde y no se le concede otro recurso que callar y obedecer”.
Como Madrid había cerrado toda posibilidad de diálogo, a los cubanos solo le quedaba una opción. “Cuando un pueblo llega al extremo de degradación y miseria en que nosotros nos vemos, nadie puede reprobarle que eche mano a las armas para salir de un estado tan lleno de oprobio (...) La Isla de Cuba no puede estar privada de los derechos que gozan otros pueblos”.
Céspedes consagraba, a continuación, como los dos venerables principios de la Revolución Cubana el derecho a “ser libres e iguales”. Y en otro momento subrayaba su concepto de igualdad: “Admiramos el sufragio universal”. De esta forma, el abogado bayamés pretendía igualar al antiguo esclavo con el antiguo amo, pues aquel tendría derecho a elegir y ser elegido en la futura república cubana.
Obviamente, la población negra y mulata libre, relegada a un plano inferior por la sociedad colonial, vio que el Manifiesto satisfacía una de sus más caras aspiraciones: toda la justicia social para todos, sin fueros ni privilegios, sin distinciones ni discriminaciones por el color de la piel. En el transcurso de la Guerra del 68, Céspedes aplicaría en la práctica lo plasmado en el papel: cuando los insurrectos tomaron Bayamo, en el gobierno mambí de la ciudad se incluyó a afrodescendientes; en el Ejército Libertador promovió a altas responsabilidades a patriotas provenientes de las clases más populares, entre ellos a muchos negros y mulatos.
Algunos historiadores han esgrimido fuertes críticas contra el Manifiesto porque abogaba por “la emancipación gradual y bajo indemnización de la esclavitud”. En primer lugar, el abogado bayamés no tenía potestad ni poder para imponer su criterio de emancipación total al resto de los independentistas. No podemos olvidar que no solo para los terratenientes occidentales, sino para muchos de los hacendados villareños y camagüeyanos que abrazaban la causa del independentismo, era indiscutible el requisito de indemnización. Incluso, cuando la Cámara de Representantes, órgano supremo del gobierno mambí constituido en Guáimaro en abril de 1869, decretó la abolición de la esclavitud, estipuló que “oportunamente serán indemnizados los dueños de esclavos”.
Sería Céspedes quien como presidente de la República en Armas, en diciembre de 1870, dispusiera en una circular la emancipación total de los esclavos, los que a partir de entonces entraban en iguales condiciones que los demás hombres libres a formar parte de la comunidad republicana mambisa.
CUBA LIBRE
En la mañana del 11 de octubre, los patriotas, encabezados por Céspedes, abandonaron Demajagua y partieron hacia la sierra de Naguas. Luego acaecería el combate de Yara, el reagrupamiento del Ejército Libertador, el sitio y toma de Bayamo, Perucho, lápiz en ristre, desde su montura, redactando las estrofas del Himno… Comenzaba así la primera de nuestras guerras de independencia.
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