Sin callos en el alma: La historia de Nancy Toussaint
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SANTO DOMINGO, República Dominicana, 7 de septiembre de 2014.- Su paso por Uno+Uno este viernes de comienzo de septiembre estremeció nuestro ánimo. Ella toda una belleza negra, animadora de los espectáculos artísticos de uno de los grandes hoteles turísticos de Bávaro, desesperada decidió romper el silencio y presentarse en público para reclamar su derecho. De la estirpe de Elena Lorac, la jovencita que en el 2012 hizo llorar a todos proclamando su dominicanidad y reclamando la entrega de sus documentos para acceder a la universidad, con la serenidad de Ana María Belique y la impresionante firmeza de Altagracia Jean, víctimas del trauma antihaitiano que encallece el alma de una parte considerable de los dominicanos.
El caso de Nancy
Toussaint, como muchos otros, estremece a cualquiera que no haya
permitido callos en el alma. Su madre, una haitiana con 42 años de
residencia en el país, casada y divorciada de dominicano, logró
registrar como ciudadanos a sus siete hijos. Nancy no sólo tiene su
registro de nacimiento y ciudadanía, sino que además pudo sacar su
cédula de identidad, pasaporte y viajar y regresar al único país que
conoce y reclama. Y logró registrar y sacarle pasaporte a una hija de 12
años. Pero desde hace cuatro años atraviesa por el calvario que se le
ha impuesto a miles de dominicanos descendientes de haitianos.
Aunque tiene toda la documentación nacional posible,
ella lleva cuatro años luchando por conseguir una copia de su acta de
nacimiento para renovar su pasaporte e irse a Italia, donde durante todo
ese tiempo le ha esperado un novio que quiere matrimoniarse con ella
para toda la vida, y que comienza a dudar si es verdad que no puede
renovar el pasaporte, ya que hace un mes le entregaron la nueva cédula
de identidad.
Ella siente remordimiento por no haberse sumado a los
que han reclamado por todos los medios el reconocimiento de la
nacionalidad que le otorgaron hace dos décadas, aunque se excusa en la
circunstancia de estar trabajando en el extremo oriental del país.
Sintió aliento cuando fue promulgada la ley 169-14 que reconoce la
nacionalidad a los descendientes de extranjeros indocumentados nacidos
en el país y que fueran declarados en el registro civil, con la
excepción de aquellos que sean beneficiarios de alteración de documentos
que le sea imputada directamente a ellos mismos. El artículo 2 de la
Ley 169-14 establece que “La Junta Central Electoral procederá a
regularizar y/o transcribir en los libros del Registro Civil, libre de
todo trámite administrativo a cargo de los beneficiarios, las actas de
las personas que se encuentren en la situación establecida”.
Esa ley no dispone auditoría ni investigación previa,
como sí lo hizo la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional. Mes y
medio después la JCE dijo al país que en solo diez días había hecho esa
auditoría descubriendo que “solo hay 36 mil personas de origen haitiano
en el registro civil y apenas 13,672 irregularmente inscritas” . No se
entiende por qué casi cuatro meses después de la ley 169-14 apenas un
puñado han recibido su documentación. Debe recordarse que la sentencia
dispuso que a Juliana Deguís la JCE le entregaran su acta de nacimiento,
y que procediera a pedir su anulación ante el tribunal correspondiente.
La ley del “régimen especial” releva este trámite, haciendo ilegal y
sádico seguir negando la documentación a quienes la requieren.
Nancy luce extenuada y desesperada. “Yo no tengo la
culpa de ser hija de haitianos, aquí nací y soy dominicana. Me tienen
atada de pies y manos. Me están arruinando la vida”, proclamó por
televisión la joven treintañera. Ella tiene la “mala suerte” de llevar
el apellido Toussaint, lo que recuerda a Louverture, el haitiano que a
finales del siglo 18 fue artífice principal de la primera proscripción
de la esclavitud en el mundo, cuyo significado es ignorado por muchos
dominicanos.
Elena Lorac todavía lucha por su acta de nacimiento,
reclamada tres veces después de la ley 169-14, Es una pena muy grande
tanto sadismo institucionalizado, disfrazado de nacionalismo, y que no
haya autoridad en capacidad de demandar el cumplimiento de la ley.
Cualquiera se refugia de nuevo en el poeta León Felipe clamando: Que no
hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo.-
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