Referencias masónicas a Noé como constructor
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La aparición del nombre de Noé en la literatura masónica no es algo que podamos considerar reciente o algo que haya sido elaborado con posterioridad a los primeros documentos masónicos.
Sus
primeras referencias aparecen ya en los antiguos manuscritos y su
origen puede ser incluso más antiguo que la propia leyenda hirámica. No
parece que haya dudas a que la leyenda de Noé sea incluso la precursora
de la leyenda de Hiram. El concepto de un ritual sobre la muerte es, en
efecto, muy antiguo, y tienes raíces que se pueden encontrar ya en
prácticas míticas muy tempranas, no necesariamente relacionadas con la
masonería. Las primeras referencias que podríamos llamar hirámicas
pueden ser encontradas cerca de 1696, pero no será hasta 1720 cuando
podremos hallar las primeras apariciones en los rituales.
Indudablemente, las semillas de estas leyendas deben haberse sembrado
considerablemente antes de cualquiera de estas dos fechas.
Las primeras referencias a Noé son
indirectas y relacionadas generalmente con antiguas historias de subida
de mareas. Así, ya aparecen unas primeras citas en 1700 en el manuscrito
Chetwode Crawley, y posteriormente en su gemelo, el manuscrito Kevan
(c.1714), en el que se menciona una penalidad ligada con la marca de la
subida de las aguas. Versiones posteriores, como el manuscrito Wilkinson
(c.1727), hace referencia directa a las mareas y a sus ciclos de 24
horas, tal y como se ha mantenido en los actuales rituales masónicos.
Las primeras referencias a Noé fueron
hechas pero sin tener ninguna relación a cualquier posible leyenda sino
más bien con un sentido histórico, como origen de la ciencia de los
constructores. Tanto el manuscrito Graham (c. 1726) como el “The
Perjur’d Free Mason Detected” (c. 1730) hacen referencia directa a Noé y
sus hijos, y nos muestran una importancia en nuestros rituales que no
puede ser discutida de ninguna manera.
“El Masón perjuro descubierto” (Perjur’d
Free Mason Detected) fue un folleto escrito anónimamente y publicado en
Londres en 1730. En sus 32 páginas pretende defender la masonería de
los ataques a los que se ve sometida en la conocida obra de Prichard
“Masonería disecada” (Masonry Dissected). Nuestro interés en este
documento en su relación con Noé, recae en la mención que hace de Cam,
el segundo de sus hijos, y de sus conocimientos de arquitectura.
El texto nos dice que Cam transmitió los conocimientos necesarios para
levantar una torre al cielo y, se llega a la conclusión de que solamente
maestro masón podría embarcarse en un proyecto tal.
El manuscrito Graham es el primero que
narra completa una historia que incluye a Noé y a sus hijos. La
historia, completamente hirámica, no contiene ninguna mención ni a
Salomón ni a Hiram.
“Shem, Ham y Japheth, deseosos de llegar junto a la tumba de su padre Noah, trataron de ver si podrían encontrar allí algo susceptible de conducirles al secreto del poder detentado por ese famoso predicador. En efecto, deseo que todos reconozcan que todas las cosas necesarias al mundo nuevo se encontraban en el arca con Noah.Ahora bien, estos tres hombres ya habían acordado que, si no encontraban lo que buscaban, lo primero que encontraran debería servirles de secreto. No dudaban, sino que creían muy firmemente que Dios tenía el poder, y también que manifestaría su voluntad por medio de su fe, su oración y su obediencia, de manera que lo que encontraran se mostraría ante ellos tan potente como si hubieran recibido el secreto de Dios mismo en su origen. Llegaron entonces a la tumba, donde no encontraron nada más que el cadáver casi enteramente descompuesto. Cuando cogieron un dedo, éste se desprendió falange por falange, y lo mismo ocurrió con el puño y con el codo. Entonces levantaron el cadáver y lo sostuvieron, poniendo un pie contra su pie, una rodilla contra su rodilla, el pecho contra su pecho, una mejilla contra su mejilla, y una mano en su espalda, y se pusieron a gritar: Ayuda, oh Padre, como si dijeran: Oh, Padre del cielo, ayúdanos ahora, porque nuestro padre terrestre ya no puede hacerlo. Entonces, dejando de nuevo el cadáver, y no sabiendo qué hacer, uno de ellos dijo: Hay tuétano en este hueso, y el segundo dijo: Pero es un hueso seco, y el tercero dijo: apesta. Se pusieron de acuerdo entonces para darle un nombre que fuera conocido por la masonería hasta este día. Después, se fueron a sus asuntos y a partir de ese momento sus obras fueron buenas.”
Desconocemos la exactitud con la que
esta “tradición” es redactada, y bien podría ser incluso un modo de
ocultar la verdadera historia desarrollado a propósito. Recordemos la
prohibición masónica de desvelar secretos.
El tema de la resurrección, presente en
numerosos cultos primitivos así como en numerosas referencias
cristianas, puede llegar a relacionarse con citas que aparecen en Mateo
24:27, Lucas 17:26 y Pedro 3:21-2; y, masónicamente hablando, ya aparece
incluido en el manuscrito Dumfries. Las referencias que a él se hacen
en la obra de Prichard, tienen un gran parecido a lo ya incluido en el
Graham. Pero mientras que el Graham utiliza la figura de Noé, Prichard
utiliza la de Hiram, lo que de algún modo nos puede llegar a sugerir un
cambio en los protagonistas para ocultar la leyenda real.
Las legendarias historias del Oficio son
muy diversas, comenzando frecuentemente todas ellas con la Geometría y,
como podemos ver en las lecturas del Segundo Grado, desarrollando el
concepto de Masonería desde ese punto común. Esas historias empiezan con
Adán y terminan en Noé y la inundación causada por el diluvio
universal. Los textos nos cuentan como todo el conocimiento fue
transmitido a través de los hijos de Noé, y nos dicen que Cam fue el
padre de Nimrod, quien construyó la torre de Babilonia, muchas veces
confundida erróneamente con la torre de Babel.
La historia de Noé (o Noah), de la
inundación y de las dos columnas (una de mármol, a fin de que resistiera
el fuego; y la otra de ladrillo, a fin de que resistiera al agua) sobre
las que se grabaron todo el saber de la Humanidad, aparece en la
mayoría de las antiguas constituciones manuscritas. Incluso el período
“Noaquita”, aludiendo a Noé, es una denominación muy utilizada en la literatura masónica del siglo XVIII para referirse a los masones.
Es también de interés notar que el árbol
de cedro, que tan importante papel juega en la tradición masónica,
siendo uno de los materiales enviado a Salomón por el rey Hiram, liga a
Noé con el Arte. En varios grados masónicos, como es el caso del 22 en
el REAA, se señala que el arca fue construida de este material, una
afirmación que, sin embargo, no encuentra su soporte en la Biblia.
Y por supuesto, no podemos olvidar las constituciones de Anderson.
Incluir a Noé en las constituciones no es algo que nos deba sorprender,
pues Anderson utilizó para su texto el hilo histórico tradicional
predominante a comienzos del siglo XVIII.
Noé es mencionado explícitamente en
ambas, tanto en la primera versión de 1723 como en el documento de
1738. En la edición revisada de 1738 se llega a afirmar que “un masón está obligado por su condición a observar la ley moral, como verdadero Noachita…”.
Los orígenes de nuestras leyendas están
envueltos en el misterio y, en muchos casos, en la penumbra.¿Nuestros
antepasados masónicos crearon estas leyendas de la única historia que
conocían? ¿O quizás intentaron ocultar los secretos que habían sido
transmitidos boca oreja desde tiempos inmemoriales? No podemos saber,
por las pruebas que tenemos, si los fragmentos que muestran los
manuscritos de las constituciones reflejan realmente la auténtica
leyenda; lo que sí sabemos es cómo los rituales han evolucionado
posteriormente de texto en texto. Como revelar los secretos contenidos
en las leyendas podían haber supuesto la condena del infractor, quizás
nuestros antepasados variaron las versiones reales para evitarlo, lo que
todavía está por aclarar.
En todo caso, el lugar de Noé en la tradición masónica es algo firme y fuera de toda duda.
Fuente: ARS MEMORIAE
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