El libre mercado es una utopía imposible
Fred Block,
profesor de sociología en la Universidad de California, y Margaret
Somers, profesor de sociología de la Universidad de Michigan, han
publicado recientemente el libro “El Poder del Fundamentalismo de Mercado: La crítica de Karl Polanyi”.
En una
reciente entrevista en el Washington Post los autores explicaban su
afirmación de porque no creen que un mercado libre es posible:
La tesis
central de Polanyi es que no hay tal cosa como un mercado libre, nunca
ha habido, ni habrá jamás. De hecho él llama a la idea misma de una
economía independiente de las instituciones gubernamentales y políticas
una “pura utopía”-utópico porque es irrealizable, y el esfuerzo para
traerlo a la existencia está condenado al fracaso, e inevitablemente
producirá consecuencias distópicas.
Mientras
que los mercados son necesarios para cualquier economía que funcione,
Polanyi sostiene que el intento de crear una sociedad de mercado es
fundamentalmente amenazante para la sociedad humana y el bien común. En
el primer caso el mercado es simplemente una de las diferentes
instituciones sociales; en el segundo representa el esfuerzo de someter
no sólo a los productos reales a los principios del mercado, sino a la
práctica totalidad de lo que hace que la vida social sea posible,
incluyendo el aire limpio y el agua, la educación, la atención de la
salud, la seguridad social, y el derecho a ganarse la vida. Cuando estos
bienes públicos y necesidades sociales (lo que Polanyi llama
“mercancías ficticias”) se tratan como si fueran mercancías producidas
para la venta en el mercado, en lugar de derechos protegidos, nuestro
mundo social está en peligro y sobrevendrán grandes crisis.
La
doctrina del libre mercado tiene como objetivo liberar a la economía de
la interferencia del gobierno, pero Polanyi desafía la idea de que los
mercados y los gobiernos son entidades separadas y autónomas. La acción
del gobierno no es una especie de “injerencia” en la esfera autónoma de
la actividad económica; simplemente no hay economía sin reglas e
instituciones gubernamentales. No es sólo que la sociedad depende de las
carreteras, escuelas, sistemas de justicia y otros bienes públicos que
sólo el gobierno puede proporcionar. Es que todos los factores
económicos claves–tierra, trabajo y dinero- son creados únicamente por
la acción sostenida del gobierno. El sistema de empleo, los acuerdos
para comprar y vender los activos inmobiliarios, el suministro del
dinero y el crédito, son organizados y mantenidos por la regulación
gubernamental.
Ante la
pregunta: ¿De qué manera esas ideas nos ayudan a entender los problemas
económicos acuciantes que aún enfrentamos hoy en día?
Los autores afirman: Al poner el gobierno y la política en el centro del análisis económico, Polanyi deja claro que los problemas económicos acuciantes de hoy son casi en su totalidad los problemas políticos. Esto puede efectivamente cambiar los términos del debate político moderno.
Los autores afirman: Al poner el gobierno y la política en el centro del análisis económico, Polanyi deja claro que los problemas económicos acuciantes de hoy son casi en su totalidad los problemas políticos. Esto puede efectivamente cambiar los términos del debate político moderno.
Ambas
tendencias, izquierda y derecha, se centran hoy en la desregulación.
Para la derecha es un grito de guerra contra los obstáculos
gubernamentales. Para la izquierda es el flagelo detrás de nuestras
desigualdades económicas.
Si bien difieren drásticamente en su conveniencia, ambas posiciones asumen la posibilidad de un mercado “no regulado” o “no político”.
Si bien difieren drásticamente en su conveniencia, ambas posiciones asumen la posibilidad de un mercado “no regulado” o “no político”.
Lo que se
hizo en nombre de la “desregulación”, en realidad fue en nombre de la
“re-regulación”. Los gobiernos siguen regulando, pero en lugar de actuar
para proteger a los trabajadores, los consumidores y los ciudadanos, se
han ideado nuevas políticas destinadas a ayudar a que las instituciones
financieras y corporativas maximicen sus retornos, aumentando la
desigualdad.
Las
implicaciones de esto para el discurso político son muy importantes: Si
las regulaciones son siempre componentes necesarios de los mercados, no
hay que discutir la regulación frente a la desregulación, sino más bien
qué tipo de regulaciones preferimos: ¿Las destinadas a beneficiar a la
riqueza y el capital? ¿O aquellas que se benefician del bien público y
común?
Artículo de Carlos Montero en lacartadelabolsa.com
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