miércoles, 20 de agosto de 2014

¿Cuál revolución educativa?

¿Cuál revolución educativa?


Millizen Uribe
Millizen Uribe
Es válido usar la palabra revolución cuando se habla de cambio profundo en la estructura de poder u organización. Este cambio tiene implicaciones en lo social, en lo político y en lo económico.
Si se quiere hablar de revolución educativa lo primero que valdría preguntarse es: ¿Cuál educación y educación para qué?
Paulo Freire, un teórico clave de la educación, habla de una educación que es la suma de la praxis, la reflexión y acción del ser humano sobre el mundo para transformarlo.
En tanto que Eugenio María de Hostos, otra figura clave de este campo, aboga por una educación que no se base en la memorización mecánica, sino que sea un proceso de desarrollo de la razón donde el sujeto incluye cuerpo, razón, sentimiento y conciencia moral.
Se trata de una educación que tiene como base una pedagogía basada en la ciencia y en la razón científica, que no está dominada por preceptos y actores religiosos, pero que a la vez está inspirada en valores como la responsabilidad, el deber y la defensa de los derechos.
El gobierno dominicano asegura que en nuestro país está en marcha una revolución educativa. Para tal aseveración parte de la construcción de cientos de aulas y de su esfuerzo por iniciar un programa de tanda extendida, cuya mayor virtud, según expone, es que los estudiantes tendrán en la escuela el almuerzo que se sabe no tienen seguro en sus hogares.
Entendiendo que como señalaba Hostos la educación no puede ser una isla que cierre sus puertas a la realidad social, económica y política, es obvio que no se puede hablar de revolución educativa sin antes hablar de revolución económica, política, social y cultural.
Es irse por las ramas o mostrar poca voluntad política centrar los profundos cambios que urgen en nuestra sociedad en la construcción de aulas y extensión del horario de clases. Más bien sería preciso la construcción de un país económicamente equitativo, políticamente democrático y socialmente justo.
Pero, si se quiere partir de un tema fácil que asegure el mantenimiento de la popularidad del mandatario y la rentabilidad empresarial de algunos compañeros del partido, al menos hablemos de una educación laica y científica, que forme hombres y mujeres conocedores de su entorno y con la empatía y habilidad para transformarlo constantemente. No pensemos solo en complacer al empresariado con mano de obra calificada, pero barata. De lo contrario no podemos hablar ni siquiera de reforma educativa, ¡y menos de revolución!


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