Libros
El holocausto familiar, escondido en el altillo
Día 07/07/2014 - 16.28h
http://www.abc.es/cultura/libros/20140707/abci-nazis-holocausto-siete-cajas-201407061700.html
Dory Sontheimer narra en el libro «Las siete cajas» cómo descubrió, en 2002, que sus padres eran judíos perseguidos por el nazismo
Dory Sontheimer
nació en Barcelona en 1946. Sus padres, Conrado y Rosa Sont, la
educaron en el catolicismo. Poco o nada sabía la pequeña de su familia,
más allá del origen alemán
de sus progenitores. Cuando Dory preguntaba por sus abuelos, tíos o
primos, le decían que todos habían muerto en la guerra. Al cumplir 18
años, sus padres le confesaron que eran judíos, pero le dijeron que «no lo comentara con nadie», algo que extrañó a Dory, aunque era cierto que, en pleno franquismo, en su casa «no se hablaba de historia y política para nada».
En 2002, casi 40 años después, Dory obtuvo por fin
respuesta a tantos interrogantes silenciados. Al morir su madre, tuvo
que vaciar la casa familiar y, en el altillo de la habitación que ella
ocupaba de soltera, encontró siete cajas.
Sorprendida, pues nunca antes las había visto, las abrió y entró en
«estado de sock». En ellas, cientos de fotografías, cartas y documentos
daban testimonio del horrible pasado de los Sontheimer, una familia de judíos perseguida por el nazismo, que padeció la diáspora y algunos de cuyos miembros murieron en Auschwitz. Una historia que Dory Sontheimer decidió contar en «Las siete cajas» (Circe), un hermoso libro testimonial, tan conmovedor como digno de lectura.
«Mi padre murió en 1984, después de tres infartos.
Entonces, mi madre tuvo una caída espectacular, tanto física como
mentalmente. Estuvo sus últimos diez años casi en coma y olvidó el castellano, solo hablaba en alemán y decía frecuentemente: “Va a venir la Gestapo
y nos va a coger”. Si mis padres guardaron todo eso, fue para que lo
conociéramos, porque podrían haberlo quemado. Estoy segura de que se
sentirían muy orgullosos de mí», asegura Dory en conversación telefónica
desde su casa de la Diagonal de Barcelona.
A finales de la década de los 20, muchas familias judías empezaron a enviar a sus hijos fuera de Alemania debido al antisemitismo
que ya entonces comenzaba a respirarse en el país. Fue el caso de los
Sontheimer y los Heilbruner, antepasados de la autora del libro. Así fue
como Kurt, el padre de Dory, llegó a Barcelona junto a su hermana, poco
después de la Exposición Universal, dispuesto a iniciar una nueva vida trabajando en la delegación que la fábrica de su progenitor tenía allí.
Amor contra la diáspora
«Mi madre llegó un poco más tarde, en 1934, cuando Hitler ya estaba en el poder en Alemania. Se había quedado sin trabajo por su condición de judía
y sus padres decidieron mandarla a España». Rosl (el verdadero nombre
de la madre de Dory) conocía a la hermana de Kurt en la Ciudad Condal.
Fue ella quien decidió presentar a los dos jóvenes, convencida de que el
amor podría vencer a la diáspora. Y así fue: Kurt y Rosl se casaron por lo civil el 31 de diciembre de 1936. Tras la Guerra Civil, «tuvieron clarísimo que tenían que convertirse al catolicismo para sobrevivir» y en agosto de 1939 se casaron en la glesia de Santa María de Bonanova, donde el párroco les bautizó y cambió sus nombres por los de Conrado y Rosa Sont.
En Barcelona, Conrado y Rosa comenzaron una nueva vida, pero nunca olvidaron a sus familias, perseguidas por el nazismo
y con quienes, pese al discreto silencio en el que decidieron
instalarse por el bien de sus hijos, nunca dejaron de tener contacto.
Hasta el final de sus días. En 2010, ocho años después de haber
descubierto las cajas, Dory Sontheimer empezó «a tirar del hilo».
Farmacéutica de profesión y entregada a su trabajo y su familia, por fin
logró reunir el valor suficiente para abordar el secreto de sus antepasados.
Años de investigación
«Fueron cuatro años de investigación. Entonces
recapacité y me di cuenta de que nunca me habían hablado de mis abuelos
maternos. No me esperaba descubrir esa historia y me tocó el alma». El
23 de octubre de 1940, sus abuelos maternos fueron deportados a la zona ocupada de Francia
desde Friburgo. Les dieron dos horas para hacer una maleta de 50 kilos y
les llevaron a la estación. «Allí empezó el drama y el exilio de mi
familia. Ocho de ellos fueron deportados a campos de concentración. A
mis abuelos les llevaron a Marsella, desde donde se emitían los visados para pasar a España o viajar a Sudamérica».
Pero, pese a los reiterados intentos de la madre
de Dory, el ansiado visado nunca llegó. El 30 de agosto de 1942
recibieron la última carta, en la que decían que estaban en la «lista de
transporte». «Corría el rumor de que quienes iban allí no volvían. En
septiembre fueron llevados a Auschwitz y gaseados.
Sientes impotencia, dolor… Mi madre tuvo que sufrir mucho al saber que
sus padres estaban cerca de la frontera y no conseguían pasar», lamenta
Dory Sontheimer con la emoción desbordada hasta las lágrimas.
La familia paterna no corrió mejor suerte. Tras vivir «el infierno de los nazis en Praga», veinte de sus miembros fueron deportados a campos de concentración y solo se salvaron cuatro. «Mi abuelo era cónsul en Cuba
y allí vivió refugiado desde 1940. Ellos pudieron salvarse, pero cuando
mi abuela descubrió que todas sus hermanas habían muerto en Auschwitz,
le dio un infarto y murió».
Pese a las pérdidas, pese al dolor irreparable, Dory Sontheimer pudo reconstruir la historia de su familia
y, de paso, su identidad, gracias a las cajas que sus padres guardaron
durante tantos años. En ellas, testigos de la triste Historia del siglo
XX, estaban los archivos de cada una de las familias, documentos,
pasaportes, escrituras (empresas de judíos expropiadas por el nacionalsocialismo), muchas fotos y cartas.
«Siempre me decían que no había familia, que no
teníamos, pero empecé a estirar y descubrí que tengo parientes en
Argentina, Tel Aviv, Praga… Ha sido una recomposición lenta, pero he
conseguido dar con ellos y ahora estamos en contacto». De hecho, en
otoño viajará a Boston y Nueva York para celebrar una fiesta de
reencuentro con sus familiares.
«Ha sido un proceso enormemente emotivo. Después de setenta años, he podido hacer justicia. Me siento reconfortada. Mataron a nueves millones de personas,
entre judíos, homosexuales, gitanos… Debemos aprender para que jamás
vuelva a suceder algo similar. Mover la conciencia. La sociedad civil
tiene una fuerza enorme que debemos saber aplicar, porque a veces
estamos demasiado parados». Por eso Dory decidió moverse y escribió su
historia. Una Historia que es la de la Europa del siglo XX. Demasiado
reciente y, en ocasiones, demasiado oculta.
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