lunes, 2 de junio de 2014

La cueva de ¨Mama Chepa¨ TELENOTICIAS CANAL 16. San Marcos Ocotepeque Ho...







País bajo tierra. La Cueva de
Chepa
POR DOMINGO ABRÉU COLLADO



Por Hoy

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El aspecto biológico en la
Cueva de Chepa, localizada en Bayaguana, es uno de los más relevantes, pues se
trata del resultado de la sumatoria de elementos naturales en un entorno donde
se combinan la exuberancia vegetal, la cálida temperatura del ambiente
exterior, la abundancia de agua y alta humedad relativa. Todo ello lleva a la
resultante de una cueva con gran actividad biológica, principalmente
faunística, con una especial distribución de ecosistemas bien diferenciados
unos de otros.
Dos poblaciones se destacan
enormemente. Una población de varios miles de murciélagos Macrotus waterhousii
(murciélago orejudo, muy reverenciado por los aborígenes), y una población de
golondrinas de cueva: Petrochelidom fulva. La primera, la de los murciélagos,
habita en la zona más oscura de la cueva, prácticamente a medio camino entre la
entrada horizontal y la entrada vertical. La segunda, la de las golondrinas,
también en número de miles, habita en el gran espacio que da a la entrada
vertical, bastante aireado y claro, ideal como hábitat para estas pequeñas
aves, donde pueden anidar en las anfractuosidades de sus paredes.
La población de murciélagos,
en la oscuridad total, es punto de partida para otra población dependiente de
éstos: arácnidos, coleópteros y guanobios que dependen de la energía
introducida a la cueva por los murciélagos, tanto en sus heces fecales como en
los productos que traen del exterior, tanto restos de insectos como restos de
frutas y semillas. En conjunto, y en el medio físico en que se desarrollan,
forman un ecosistema totalmente diferente al otro en cuestión, el de las
golondrinas.
Las Petrochelidom fulva,
habitando en la claridad que permite la entrada superior de la Cueva de Chepa,
son el punto energético de partida para la proliferación de otros animales en
el suelo, habituados éstos a la claridad y aprovechando las heces fecales de
las golondrinas, los huevos y pichones que se caen, el musgo y las algas que
crecen a favor de la luz. Entre éstos hay también arácnidos, pero suelen
encontrarse anélidos, coleópteros y otros animales.
En ambos ecosistemas pueden
encontrarse animales como los amblipígidos (guabás de cuevas) y
eleuterodáctilos (pequeños sapos), pero los animales de mayor tamaño aparecen
en la zona más iluminada, la que dominan las golondrinas.
Una particularidad en la
Cueva de Chepa, pero que de seguro también se manifestará en otras cuevas de la
región, es la abundancia del “Caracolum excelens”, una especie de molusco
terrestre que nuestros indios consumían, tal y como se consume en Europa el
escargot, también molusco terrestre.
Y no podrían faltar las
culebras, pues la abundancia de murciélagos, golondrinas y sapos garantiza la
presencia en el suelo de pichones de las golondrinas y recién nacidos de los
murciélagos, detrás de los cuales siempre penetran las culebras a las cuevas.

La parte cultural de la
Cueva de Chepa, la que se relaciona con el uso dado a la Cueva por nuestros aborígenes
que habitaron esta parte de la Isla (Bayaguana), está documentada por la
presencia de un conjunto de petroglifos a la entrada (horizontal) de la Cueva,
un grupo de pictografías cerca de la mitad del desarrollo horizontal de la
Cueva y algunas pocas pictografías dispersas sobre sus paredes.
Los petroglifos de la
entrada se diferencian enormemente si los agrupamos por tamaño: un grupo de
tres petroglifos grandes, de 1.50 metros de largo por 0.70 metros de alto, y un
grupo disperso de petroglifos pequeños con tamaños diversos entre 8 y 12
centímetros, todos de aspecto antropomorfo.
El grupo grande está
compuesto por tres figuras –dos claramente identificables como antropomorfas en
posición sedente- y una enigmática. Los demás petroglifos son todos de aspecto
antropomorfo.
Las pictografías se
presentan de igual manera: un conjunto de regular tamaño y varias unidades
dispersas, como ya dijimos.
El conjunto de grandes
petroglifos de la Cueva de Chepa guarda cierta relación con un conjunto
pictográfico que se encuentra en la misma región (geológica), en Los Haitises,
en la zona “posterior” de entrada de luz de la Cueva del Ferrocarril o de la
Línea.
 En ambos conjuntos
aparecen dos figuras claramente diferenciadas entre sí, sedentes sobre duhos
(asientos ceremoniales taínos), mayores que las demás figuras plasmadas en las
paredes y asociables con behiques (sacerdotes) practicantes del ritual de La
Cohoba, el principal rito ceremonial reportado por los cronistas al momento de
la llegada de los europeos.
En cuanto a las pictografías
de la Cueva de Chepa, todas antropomorfas, presentan una particularidad
sumamente interesante. Se presenta un conjunto de 8 figuras, en color negro, de
81 centímetros de largo por 38 centímetros de altura. Su particularidad aparece
cuando vemos que se trata de figuras de gran equilibrio morfológico,
presentando cuerpos llenos, no huecos ni de simples líneas. Es decir, es un
estilo pictográfico que se separa del aspecto infantil (naif) presentado por la
mayoría de las pinturas de aspecto humano que se encuentran en nuestras cuevas.
Pero además, el grupo
pictográfico de la Cueva de Chepa exhibe gran movimiento, diferenciándose entre
sí las figuras y sus posiciones.
Otras pictografías parecen
ser parte de pinturas mayores que han desaparecido con el tiempo y la presencia
de escorrentía de agua sobre sus paredes como resultado de la lluvia, muy
abundante en la zona.
El otro aspecto cultural de
la Cueva, el aspecto arqueológico artefactual, no pudo ser documentado en su
interior debido a su aparente inexistencia.
Durante la exploración
revisamos algunas partes de la entrada de la Cueva sin encontrar vestigios de
cerámica o de artefactos utilizados por los aborígenes.
Sin embargo, eso no
significa que no existan, pues pueden encontrarse sepultados por las capas de
arcilla y murcielaguina, lo que demandaría la realización de excavaciones en su
busca.
Por lo pronto, a nivel de
superficie, no se localizaron indicios cerámicos, líticos o de otro material,
aunque removimos algunos centímetros de suelo a la entrada, pero se trataba de
capas alteradas por la extracción de murcielaguina, pues aparecían mezcladas
con fragmentos de vidrio y fibras de polipropileno.
Pero la Cueva de Chepa no es
la única cueva de la zona que presenta manifestaciones rupestres. Según las
informaciones de los habitantes actuales de la zona existen otras cuevas que
presentan arte rupestre en su interior, principalmente petroglifos a su
entrada, que es lo primero que se nota al llegar a una cavidad.
Pero la evidencia de pinturas
en la Cueva de Chepa indica que puede haber también pinturas en las demás
cuevas indicadas por los locales.
Otras cuevas, todavía
activas y cercanas a la Cueva de Chepa, presentan un enorme interés
hidrológico. Pero sobre estas cuevas escribiremos después.

Pocas veces una cueva tiene
tanto por donde escribirle, y el caso de la Cueva de Chepa es uno de esos, pues
se trata de una cavidad con tanta información en su interior que no bastarían
cuatro artículos para su descripción, principalmente si se sabe que mucho
faltaría para informar de lo que debe poseer en el subsuelo esta cueva en
materia de arqueología y paleontología, dado el uso que hicieron de ella
nuestros aborígenes – tomando en cuenta las evidencias encontradas – y dadas las
particularidades de bosque húmedo de la zona, tupidamente arbolada
La Cueva de Chepa se
encuentra en Bayaguana, en la localidad denominada Valle Grande,
específicamente en la localización N= 2,086,428.00; E= 439,282.00. Sabíamos de
su existencia desde hace algunos años, pues luego de habernos sido reportada un
equipo de prospección del Espeleogrupo estuvo en ella, pero siempre estuvimos
posponiendo su estudio por diversas razones.
Por otro lado, esta cueva
fue tema importante dentro de las posibilidades ecoturísticas que posee la zona
y que se discutieron en algunas reuniones sostenidas por miembros de varias
comunidades de esta parte de Los Haitises (Boyá, Monte Plata, Bayaguana)
representados en el Movimiento Campesino Comunidades Unidas (MCCU) y un equipo
asesor de la Academia de Ciencias de la República Dominicana.
La Cueva es en sí parte de
un enorme complejo activo perteneciente geológicamente a la formación Haitises,
el carso (Karst) más importante de la isla de Santo Domingo y del Caribe. En
sus cercanías brotan varios arroyos de otras cuevas que pasan a formar el
caudal de los ríos Comatillo y Comate, con aguas que en otra época inundaban la
Cueva de Chepa, la que en la actualidad solamente recibe agua durante las
grandes lluvias.
La entrada principal, en
términos espeleológicos, es una abertura de aproximadamente 30 por 15 metros. Y
digo “aproximadamente” porque la alcanzamos visualmente, a una altura (también
aproximada) de 40 metros desde la parte más elevada del suelo de la cueva en
ese punto.
Esta entrada da a un enorme
salón techado con una cúpula colosal. Su suelo es una elevación formada como
producto de los desprendimientos antiguos durante el proceso de crecimiento de
la cavidad. El diámetro de esta parte en forma de circunferencia es aproximadamente
de 60 metros. Pocos espeleotemas se formaron en esta parte. En el techo se ven
costurones estalactíticos que han crecido a favor de los intersticios entre
fracturas, los que a su vez han dado origen a pocas pero gruesas estalagmitas
en el suelo, principalmente en la zona más alta de este.
El conjunto estalactítico
más notorio se encuentra luego que se abandona este “salón de las golondrinas”
para seguir la cueva en su desarrollo. La característica de este conjunto es el
crecimiento de las estalactitas a favor del viento, que soplando en una y luego
en dirección contraria, le dieron forma caprichosa al conjunto.
A seguidas del paso
relativamente estrecho por el que se abandona en descenso el “salón de las
golondrinas”, se accede a una red de grandes túneles interconectados, algunos
de ellos de dimensiones enormes, pero todos con el característico suelo de
inundación periódica y abundancia de arcilla, cubriéndose en algunos casos por
capas de murcielaguina que los lugareños utilizan como abono.
Un segundo paso angosto
permite pasar a otra red de túneles con características similares al anterior.
En algunos casos, los túneles resultan divididos por grandes formaciones que
van desde el suelo al techo de la cueva.
En términos generales, la
Cueva de Chepa tiene un desarrollo de poco más de 500 metros, con zonas altas
que llegan hasta los 25 metros, aunque en la parte del “salón de las
golondrinas” el techo está a unos 40 metros del suelo.
Muchas otras cuevas, más
pequeñas, están en las cercanías de Cueva de Chepa, muchas de ellas tan activas
que en algunos casos hay que sumergirse en el agua para pasar de un punto a
otro. Pero de esas hablaremos más adelante.


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