Abdicación: ¿cuántas mentiras nos han contado?
Fue el pasado 6 de enero cuando, un día después de cumplir 76 años y tras leer un balbuceante discurso en la Pascua Militar, el Rey Juan Carlos tomó la decisión, barruntada y meditada en los meses anteriores, de abdicar de la Corona. El primero en saberlo, ese mismo día o en los días siguientes, según la cronología de los hechos que se ha ido facilitando desde la Casa Real, fue el Príncipe de Asturias quien, obviamente, iba a ser coronado Rey en el momento en el que la abdicación se hiciera efectiva. Según ese mismo relato detallado de los acontecimientos, el siguiente en conocer la noticia, unas semanas más tarde, el 31 de marzo, fue el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y tres días después fue informado el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba. Ya más tarde, y siempre bajo la exigencia de una estricta confidencialidad, se informó a los tres expresidentes vivos: González, Aznar y Zapatero.
Siempre según la versión ofrecida por la Casa Real, la idea inicial antes de las elecciones europeas era la del 18 de junio como fecha propicia para el anuncio público y con la vista puesta en esa fecha la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y el jefe de la Casa Real, Rafael Spottorno, se pusieron a trabajar mano a mano en el contenido de la Ley Orgánica que debía regular el proceso de la abdicación. Sin embargo, el resultado de esas elecciones y la delicada situación dentro del PSOE obligó a los actores implicados a adelantar todo el proceso y, de nuevo según este relato, el jueves 29 de mayo se produjo una primera reunión entre el Rey, el Príncipe, Rajoy y Rubalcaba en la que se tomó la decisión de adelantar la fecha al lunes 2 y el viernes se puso en marcha la maquinaria.
Ya sería el sábado por la mañana cuando en una reunión del Gabinete de la Casa del Rey se cerraron los detalles y se impuso la 'ley del silencio', hasta que el mismo lunes por la mañana el presidente Rajoy anunciaba una comparecencia ante los medios que, según su entorno, no tenía nada que ver ni con el Gobierno, ni con el PP ni con el propio Rajoy. El resto ya lo conocen: Rajoy comunica la decisión –personal– del Rey y más de dos horas después, tras una precipitada grabación por parte de las cámaras de Televisión Española, don Juan Carlos ofrece su versión a los españoles. Él mismo llama ese día a numerosas personalidades para informarles, al tiempo que desde vicepresidencia del Gobierno se pone en marcha el proceso legal.
Pues bien, les diré algo: ¡no me creo nada! Tengo la sensación, al finalizar esta semana intensa –porque ha sido muy intensa y desde luego muy emocionante desde el punto de vista informativo–, de que se nos está tomando el pelo, de que se nos trata como a tontos. Que se nos está mintiendo, vamos, dicho abierta y llanamente.
Tengo la sensación, al finalizar esta semana intensa, de que se nos está tomando el pelo, de que se nos trata como a tontos. Que se nos está mintiendo, vamos, dicho abierta y llanamenteEse lunes por la mañana, como todos mis compañeros, me puse a hacer llamadas con un éxito manifiestamente mejorable porque en la medida en que nadie sabía nada, nadie quería hablar y el que diga lo contrario también miente. Pero de todas las llamadas hubo una que por su elevado rango sí era posible que tuviera algo más de información, y en efecto de esa llamada y después de tirar mucho de la lengua obtuve la conclusión –sin conocer todavía los detalles cronológicos reproducidos más arriba– de que en un principio la idea era haber dejado el anuncio de la abdicación para después del verano, pero siempre antes de las primarias socialistas y que, en efecto, es el mal resultado del PSOE en las Europeas y la convocatoria del Congreso lo que precipita todo porque tanto el Rey como el Gobierno y el propio Rubalcaba no querían dejar un asunto tan trascendental en manos de no se sabe quién que pudiera resultar elegido en ese Congreso.
Lo conté esa noche en la radio, entre otras cosas porque así contado parecía bastante verosímil y explica el porqué de la precipitación y la improvisación, pero al día siguiente desde la Casa Real –que lo escucha, ve y lee todo– se me desmintió indirectamente esa versión. Sin embargo, si la versión correcta era la de que el anuncio se iba a hacer el día 18 y que se adelantó al 2, hay muchas cosas que no encajan:
Primero: Todavía ese mismo lunes se abría el debate sobre qué tipo de instrumento legal debía regular la abdicación. Una vez tomada la decisión de que fuera una Ley Orgánica, el Consejo de Ministros se reúne el martes por la mañana y tarda nada menos que tres horas en dar a luz una norma con un solo artículo y una disposición final. Pero ¿no habíamos quedado en que Spottorno y Sáenz de Santamaría llevaban tiempo trabajando en el marco legal? Entonces, ¿a cuento de qué venía esa improvisación y tanto tiempo en redactarla?
Segundo: Y absolutamente relacionado con lo primero, ¿cómo es posible que el Gobierno no tuviera pensado lo que iba a hacer para solucionar el problema de la inviolabilidad perdida del Rey en el momento en que se hiciera efectiva la abdicación? Y si se sabía desde marzo, ¿cómo no se hizo algo para acelerar la tramitación de la reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial en la que se incluye el aforamiento de los Príncipes y la Reina para ampliarlo al Rey en caso de abdicación o renuncia por enfermedad, por ejemplo? Se podía explicar sin necesidad de que eso llevara a la sospecha de que algo estaba pasando. Y en último caso, si no se quería hacer eso para no levantar sospechas, ¿no se podía tener preparada una alternativa? Porque a fecha de hoy seguimos sin saber cómo va a solucionar el Gobierno este extremo…
¿Por qué pasan dos horas entre el anuncio de Rajoy y el mensaje del Rey? ¿Qué pasa en ese tiempo? ¿Por qué tardó tanto en grabarse o es que ni siquiera estaba escrito el discurso del Monarca?Tercero: Y en la misma línea de lo anterior, ¿cómo es posible que tampoco tuviera el Gobierno resuelto el problema del tratamiento del Rey a partir del momento de la abdicación? Pero ¿no habíamos quedado, siempre según la versión de la Casa Real, en que todo eso era lo que estaban 'arreglando' el Jefe de la misma y la vicepresidenta del Gobierno? Porque, si la fecha prevista era la del 18, ni yo ni nadie se cree que el día 2 no tuvieran ya muy avanzado todo ese procedimiento y, sin embargo, ese día el Gobierno no tenía absolutamente nada adelantado.
Cuarto: ¿Por qué pasan dos horas entre el anuncio de Rajoy y el mensaje del Rey? ¿Qué pasa en ese tiempo? ¿Por qué tardó tanto en grabarse o es que ni siquiera estaba escrito el discurso del Monarca y hubo que improvisarlo esa misma mañana?
Quinto: Si la decisión se tomó la pasada semana, ¿por qué el lunes por la mañana sus escoltas estaban en Barcelona, adonde tenía previsto acudir el Rey para presidir un almuerzo de la Federación de Deportes de Invierno? Y tampoco me vale la excusa de que se hizo para no levantar sospechas, porque el Rey toma sus decisiones sin levantar sospechas de nada. Hubiera bastado con avisar a sus escoltas de que se quedaban en Madrid…
Sexto: Probablemente lo único que sí puede tener una explicación razonable es que la Reina, a pesar de todo, mantuviera la agenda de su viaje a Nueva York, aunque no deja de ser sorprendente que en un momento tan crucial como el de ese lunes por la mañana no estuviera en Madrid al lado de su esposo… Ella que es tan profesional… ¿O es que también le cogió de sorpresa?
Son demasiadas cosas, demasiadas coincidencias que me conducen a la convicción de que se nos está mintiendo y ocultando algo, lo cual por otra parte no parece raro dada la tradicional opacidad con la que en este país se han tratado todos los asuntos relacionados con el Rey. ¿Su salud? Es posible que esa 'mala salud de hierro' de la que tanto presume se haya quebrado, pero él siempre ha dicho que moriría “con las botas puestas”. Quienes tienen trato con él aseguran que nunca se le ha visto dudar en su convicción de seguir hasta el último día, y precisamente ahora es cuando menos parecía afectado por sus achaques, aun con cierta hinchazón y con signos evidentes en las manos de que sigue necesitando alguna clase de gotero…
Él siempre ha dicho que moriría 'con las botas puestas'. Quienes tienen trato con él aseguran que nunca se le ha visto dudar en su convicción de seguir hasta el último día¿Qué se nos oculta? ¿Por qué no se cuenta que en los últimos viajes a Emiratos Árabes y Kuwait han tenido que cancelar actos previstos en la agenda porque, según la versión oficiosa, “hacía calor”? Siempre hace calor en esa zona, salvo que se vaya en enero, y también. Y hay cosas que no encajan en la explicación del propio Monarca: no tiene sentido que tome la decisión cuando, según él, se ha recuperado físicamente de sus lesiones y cuando aparentemente hay una mayor tranquilidad en el país… Ni lo primero parece cierto del todo, y lo segundo desde luego no es así con un PSOE abocado a una crisis interna y el desafío soberanista catalán amenazando el horizonte.
Nada de lo contado parece cierto, o al menos no cierto del todo. Yo, desde luego, no tengo una explicación, ni una versión alternativa. Sólo sé que algunos llevábamos mucho tiempo diciendo que la abdicación era necesaria para la estabilidad del país y que los que hoy aplauden con las orejas al Monarca por su decisión son los mismos que nos –me– ponían a caer de un burro cuando lo planteábamos. Pues bien, la aplaudo, por supuesto, y creo que será bueno para España que haya continuidad en la Corona porque no nos conviene un debate sobre la forma política de Estado que está viciado por una izquierda que solo busca la ruptura del consenso de la Transición para volver a resucitar una República marxista como la del 36.
Pero eso no significa que me conforme. Si con algo he sido crítico, duramente crítico, ha sido con la opacidad a la que nos tiene acostumbrados la monarquía española con el beneplácito de la clase política y el concurso entusiasta de una clase periodística –incluidos algunos que ahora van de referentes éticos de la verdad por la vida– que perdía el culo y la vergüenza por besarle la mano al Rey a cambio de pisotear el sagrado deber de contar la verdad. Yo quiero que esto cambie, y confío en que el Príncipe, dentro de unos días el Rey Felipe VI, avance en esa dirección porque, lo he dicho en otras ocasiones, será la única manera de que la institución se salve. Pero, mientras tanto, no puedo evitar la sensación de que se nos ha mentido, se nos han ocultado muchas cosas, y exijo saber la verdad porque este es un país que se merece que se la cuenten, por dura que sea.
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