sábado, 1 de febrero de 2014

EN BUSCA DE LA CIUDAD PERDIDA DE LA ATLÁNTIDA

EN BUSCA DE LA CIUDAD PERDIDA DE LA ATLÁNTIDA:
 http://www.portalplanetasedna.com.ar/enigmas3.htm
Era una tierra ubérrima, bendecida por una vegetación exuberante y por la existencia de valiosos yacimientos minerales, entre ellos los de plata y de oro. Su pueblo gozaba de un alto nivel científico y cultural. El nombre de ese fabuloso reino y de su gran ciudad es Atlántida.
La única descripción de la Atlántida que nos ha dejado la antigüedad es obra del filósofo griego Platón, y data de 347 a. de C. Pero ni siquiera Platón es un testigo de primera mano; el filósofo no hizo más que repetir los relatos escritos por un viajero ateniense, Solón, quien a su vez repetía lo que había nido contar a los sacerdotes egipcios.
La historia narrada por Platón indica que la Atlántida era una gran nación, pero que entró en un periodo de decadencia; su pueblo, entonces, cayó en abominables formas de corrupción y se mereció mal un terrible castigo. «En un día y una noche», la isla entera, de 560 kilómetro de anchura, fue destruida por una catástrofe de magnitud incomparablemente mayor que todas las conocidas.
La isla fue destrozada por una explosión volcánica a la que siguió un maremoto; en veinticuatro horas desapareció bajo el mar. Platón situaba ese trágico momento de la historia de la Atlántida en un periodo que hoy podemos fechar en 9600 antes de la era cristiana.
Esto permitirla localizar la isla en algún lugar del océano Atlántico; pero esta teoría, afirman los geólogos, no puede ser correcta, porque en el lecho del Atlántico no existe ninguna masa terrestre susceptible de haber sido alguna vez la isla de Platón ¿Significa esto que Platón utilizaba datos erróneos?
O que simplemente Inventó toda la historia, como una fábula moralizadora? Todo parece indicar que la narración épica de Platón tiene sólidas apoyaturas en una realidad histórica, a pesar de que sus datos sobre cronología y geografía de la Atlántida fuesen erróneos. De cualquier manera, la isla perdida constituye un enigma que durante siglos ha intrigado a los hombres.
Éstas son algunas de ellas: Atlántico central. A lo largo del fondo marino del Atlántico norte y sur, se extiende un vasto dorsal en forma de 8, desde Islandia hasta la isla de Tristán da Cunha. Algunos sugieren que las partes más altas de esta cadena montañosa, sobre todo las de alrededor del arco de las Azores, estuvieron alguna vez por encima del nivel del mar, formando la tierra de Atlántida. América del Norte.
El interés público por el reino perdido de la Atlántida si reavivó tan pronto como Cristóbal Colón regresó a Europa con sus relato!, acerca de las tierras del otro lado del océano. El filósofo inglés Francis Bacón relacionó íntimamente la leyenda y la realidad histórica en su obra La Nueva Atlántida. Por su parte, el historiador John Sevain dejó escrito: «Se puede tener que en un tiempo América formó parte de esa gran región que Platón Mié la isla Atlántida, y que los monarcas de esa isla mantenían relaciones comerciales con los pueblos de Europa y África.»
Los puentes continentales. Se han propuesto diversas teorías acerca de puentes continentales que, en tiempos remotos, pueden haber vinculado África con América del Sur, o Europa —a través de las Islas Británicas, Islandia y Orodrilandia— con América del Norte. El mar de los Sargazos. La palabra portuguesa sargoso designa a una alga flotante; esas algas constituyen, precisamente, el mar de los Sargazos. Durante mucho tiempo, los marineros creyeron que las algas cubrían bajíos; éstos podrían haber sido alguna vez la Atlántida hundida. Pero no hay bajíos debajo te los sargazos: el mar tiene allí 456 metros de profundidad media.
Las islas Scilly. Los historiadores fenicios, griegos y romanos coinciden en referirse a ciertas «islas de estaño”, situadas cerca de las costas británicas. Esas islas existen realmente, a la altura de Cornualles, y constituyen los únicos centros. Pero no tienen parentesco alguno con la exuberante isla descrita por Platón.
Bimini. Cayce agregó que la Atlántida fue destruida por una explosión atómica, ya que sus habitantes dominaban la ciencia de la fisión nuclear. El vidente americano situó geográficamente la Atlántida en la isla de Bimini septentrional, pequeña integrante de las Bahamas, y pronosticó que en 1968 o 1969 «podrían descubrirse algunos aspectos de los antiguos templos» de la civilización perdida.
Sin embargo, en 1968, un veterano zoólogo y experto buzo americano, el doctor J. Manson Valentine, descubrió bajo el mar, a la altura de la costa de Bimini septentrional, una extraña estructura pétrea. El muro principal de alrededor de 600 kilómetros de longitud, estaba construido con inmensos bloques de piedra, de más de cinco metros cuadrados cada uno.
Las expediciones posteriores —y hubo muchas— apoyaron y refutaron, alternativamente, las conclusiones del doctor Valentine. Estas conclusiones, en lo fundamental, decían que la estructura pétrea era un puerto construido por el hombre. Una nueva Atlántida ha sido desechada-»
Sin embargo, las dos últimas expediciones americanas a Bimini, realizadas en 1975 y 1977, regresaron con hallazgos que inducen a conclusiones muy diferentes. A pesar de todo, el lugar más probable donde tal vez haya existido alguna vez la Atlántida, entre los numerosos sitios que se han propuesto, no está en el Caribe. En la actualidad, muchos arqueólogos creen que Platón cometió dos errores de bulto, en su descripción de la isla perdida.
Sin embargo, hoy sabemos que alrededor de esa fecha el centro de la isla de Minos de Kalliste —que se conoce actualmente como Santorín y está a mitad de camino entre Creta y Grecia continental— estalló por obra de una erupción volcánica de incalculable poder destructivo. El cráter abierto en medio de la isla fue cubierto de inmediato por el mar.  Los arqueólogos excavan en la actualidad los depósitos de ceniza volcánica, de 30 metros de profundidad, que cubren lo que una vez fuera la fabulosa isla descrita por Platón.
El cráter lanzó al aire roca fundida y vomitó ceniza y piedra pómez sobre las embarcaciones hacinadas; la gente de los barcos, imposibilitada de escapar, sufrió una muerte lenta, horrible, mientras el torrente de lava ardiente crecía hacía irrespirable la atmósfera. Para algunos, la agonía terminó con la llegada de una ola gigantesca, tal vez de 60 metros de altura, que Sarrió la isla y destrozó las embarcaciones.
La enorme ola, que viajaba a más de 240 kilómetros por hora, alcanzó pronto Creta, corazón del imperio minoico; el agua arrasó todas las ciudades y aldeas a lo largo de la costa septentrional y destruyó el puerto que abastecía a la capital, Knossos. La lluvia de cenizas abarcó un área de más de 16.000 kilómetros cuadrados. Hoy, cuando figura en los mapas con el nombre de Santorín, la isla aparece dividida en fragmentos y desolada bajo una estéril capa de cenizas; en realidad, se ha convertido en un grupo de pequeñas islas: las dos principales, Thesa y Therasia, se caracterizan por sus inaccesibles acantilados, de 300 metros de altura; está” divididas por una vía de agua de doce kilómetros de ancho, qué en algunos tramos tiene 300 metros de profundidad.
El agua del mar ha cubierto la caldera, el corazón muerto del volcán, formada cuando la roca fundida se enfrió y se desplomó. Están constituidos por rocas de lava negra, y a de ellos se elevan perezosas columnas de humo: pálido pero amenazas recuerdo del cataclismo que tal vez destruyó el legendario reino de Atlántida.

La Atlántida de Platón: En el centro de la Isla (Atlántida) extendiese una llanura, reputada como la más bella y fértil de todas las llanuras. Alrededor de la colina, como medas de cano, aparecían dos anillos de tierra, rodeados de tres anillos de mar. En el centro de la colina estaba situado un santuario consagrado a Poseidón ya Cleito; rodeaba al templo un muro de oro, que estaba vedado traspasar. Todo esto producía en abundancia aquella; isla santificada, cuando aún estaba bajo el sol.
Otro templo, dedicado sólo a Poseidón, estaba hecho enteramente de plata excepto las estatuas, que eran de oro. Dos fuentes, una cálida y otra fría, proveían a la isla de ilimitadas cantidades de agua; junto a ella se habían construido cálidas termas, destinadas a los reyes y a los plebeyos, a las mujeres y a los caballos.
En los anillos exteriores de tierra se asentaban los astilleros y los puertos, rodeados por un muro denso de edificios, de casas. De esta área, donde vivía una población muy numerosa, surgía un constante estrépito de voces y ruidos, durante e día tanto como durante la noche. Más allá se extendían las llanuras donde alcanzaban la perfección esas aromáticas sustancias que también hoy produce la tierra y están hechas ya de raíces, ya de hierbas de árboles, flores o frutos. Todo esto producía en abundancia aquella; isla santificada, cuando aún estaba bajo el sol. Critias y Timeo, de Platón
El resurgimiento de la Atlántida
El adivino y curandero americano Edgar Cayce (1877-1945) profetizó en junio de 1940 que la Atlántida reaparecería pronto: «Poseidia será una de las primeras zonas de la Atlántida que resurgirán. Se espera que ocurra en el 68 o 69. No falta mucho.»
Llegó incluso a concretar el sitio: en las Bahamas. Por una extraordinaria coincidencia, unos aviadores fotografiaron en 1968 lo que parecían ser edificios hundidos frente a la costa de Bimini del Norte, en las Bahamas.
Las exploraciones submarinas han revelado la existencia de formaciones rocosas parecidas a anchas calles empedradas en el fondo del mar, y también se han mencionado murallas ciclópeas, pirámides y círculos de piedra. Hasta el momento, no existen pruebas tangibles de estas descripciones.
Por cierto, es ésta una zona adecuada para buscar la Atlántida. Hace mucho que se cree que el mar de los Sargazos, al otro lado de las Bahamas, era los «bajíos innavegables» que quedaron tras el hundimiento de la Atlántida de Platón. Pero durante siglos se ha hablado asimismo de «calles» y «murallas» sumergidas a lo largo de la costa atlántica europea, como supuestas pruebas de la veracidad de las leyendas acerca de «ciudades hundidas».
De hecho, todo lo que se parezca a una estructura artificial acaba siendo relacionado, tarde o temprano, con la idea de una «ciudad sumergida». El tremendo impacto de la Atlántida de Platón tiene mucho que ver al respecto.
EL PADRE DE LA ATLANTOLOGIA
El escritor, investigador y político estadounidense Ignatiys Donnelly (1831-1901) fue, con mayor propiedad que cualquier otro , quien  resucitó el interés por la Su obra La Atlántida: el mundo antidiluviano, publicada en 188B, se convirtió en la «biblia» de todos los que creían en el continente perdido. La tesis de Donnelly parecía explicar misterios tales como las similitudes entre las culturas precolombinas y la civilización del antiguo Egipto, la misteriosa migración de las anguilas y los orígenes del pueblo vasco, Donnelly consiguió desencadenar una controversia tan fuerte y duradera que sólo la Ciencia y la tecnología modernas ten podido desmentir muchas de sus afirmaciones
REINA DE LOS OCULTISTAS
Helena Blavatsky (1831-18911. espiritista rusa y cofundadora de la Sociedad Teosófica, a quien muchos consideran una charlatana. Para ella  su corte de ocultistas la Atlántida y Lemuria eran hechos perfectamente establecidos.
Madame Blavatsky sostenía que la Atlántida estuvo en el  Atlántico Norte, y que sus pobladores fueron una raza muy civilizada, la cuarta «raza raíz» de la humanidad descendientes de los lemurianos. Los seres humanos actuales seríamos la  quinta «raza raíz», que pronto evolucionará, por valimiento de los estadounidenses, hasta que se origine 1a  sexta «raza raíz». Con el tiempo la  última surgirá en América del Sur.
EL HOMBRE QUE SOÑÓ CON LA ATLÁNTIDA
El fotógrafo estadounidense Edgar Cayce (1877-1945), que se convirtió en curandero, profeta y clarividente. En sus frecuentes trances, tuvo sueños y visiones de la Atlántida y su avanzada civilización.
Cayce creía que los atlantes habían dominado la energía atómica y el vuelo, pero su brillante civilización acabó siendo destruida en tres catástrofes nucleares: la primera, 50.000 años a.C, y la última, 10.000 a.C, Muchos atlantes que supieron advertir; la catástrofe habrían huido con anterioridad a Egipto y Am

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