1959: De las
expediciones, los
dictadores y los héroes
Ponencia para ser
presentada en el XII Congreso Dominicano de Historia, conmemorativo del 50º
aniversario de las Expediciones de Junio de 1959, que celebrará la Academia
Dominicana de la Historia durante el mes de octubre de 2009.
José Abreu Cardet
Profesor e investigador cubano de Holguín, autor de varias obras
Históricas y Miembro Correspondiente Extranjero de la Academia
Dominicana de la Historia.
Fuente: Revista CLIO. Órgano de la Academia
Dominicana de la Historia. Año 2009. Núm. 117-03
Las expediciones organizadas por los antillanos contra potencias
coloniales o tiranos establecidos después de la independencia, son una
constante en la historia del Caribe.
El asunto ha sido estudiado de forma aislada. En ocasiones, destacando
el esfuerzo y el sacrificio de los expedicionarios otras veces reduciendo el
asunto a un período bélico en cualquiera de nuestras islas. Pero raramente se
le ve en su conjunto. Muchos menos se analizan como el resultado de un esfuerzo
y una voluntad colectiva de imponerse a circunstancias adversas.
Las Antillas conforman un universo abierto al mundo. Al estudiar la
historia de estas islas me parece que estoy ante una gigantesca ensenada donde
todo llega y recala en sus orillas.
Los hijos de esta gran ensenada parecen no tener anclas en su
imaginación. Son gente cosmopolita ya que sus orígenes están en cualquier parte
de este mundo. Quizás esto justifica que no tengan límites a la hora de
organizar sus empresas bélicas contra tiranos y potencias coloniales que los
han subyugado.
Se pueden encontrar en Nueva York, Lima, Londres o París en solicitud de
un espacio para organizar sus empresas subversivas ya sean navales o aéreas.
Un ejemplo de estos casos son las expediciones organizadas por los
cubanos. En la primera Guerra de Independencia (1868-1878) se organizaron 58
expediciones de las cuales unas fracasaron y otras lograron juntarse con los
insurrectos. (Gálvez Aguilera, Milagros. Las expediciones navales en la guerra delos
diez años 1868-1878. La Habana, Ediciones Verde Olivo, 2000, p.62)
En la Guerra de 1879 a 1880 se organizan dos expediciones que lograron
desembarcar. (Francisco Pérez Guzmán y Rodolfo Sarraciono. La Guerra ChiquitaUna experiencia necesaria. La Habana, Editorial Letras Cubanas,
1982,pp. 260, 267 y 268.9)
En la contienda de 1895 a 1898 se
evidenció un salto sorprende por la gran cantidad de embarcaciones que llegaron
a la tierra del mambí. Desembarcan 48 expediciones con 2,146 hombres, 26,951
fusiles y carabinas, 14, 096,750 proyectiles y 14 cañones con 18,829
proyectiles, además de la gran cantidad de otros medios necesarios para un
ejército en campaña. (César García del Pino. Expediciones
de la Guerra de Independencia 1895-1898. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, Cuadro
estadístico de las expediciones desembarcadas durante la Guerra de Independencia.)
En las tres guerras se
organizaron pequeños alijos que desde islas cercanas fueron conducidos en botes
y goletas a la mayor de las Antillas Las más de las veces, estas expediciones
fueron organizadas y sufragadas por los sufridos vecinos de estas islas en
complots. Internacionales en los que fue necesario comprar o alquilar barcos o
aviones, reclutar tripulaciones, trazar rutas que burlaran la vigilancia de las
flotas de los dueños del Caribe. Las mismas, representaron inversiones
cuantiosas para los recursos limitados de estos revolucionaros e
independentistas.
Pero menos conocida es la solidaridad de las repúblicas recién creadas
en estas islas para apoyar los movimientos revolucionarios de otros antillanos:
Haití apoyó en más de una ocasión al Libertador Simón Bolívar; a
antiesclavistas e independentistas dominicanos, a restauradores y luchadores
contra los intentos de Buenaventura Báez de anexar la República Dominicana a
los Estados Unidos; y a los independentistas cubanos.
Los dominicanos ayudaron a los cubanos en varias rebeliones
antiesclavistas de inicios del siglo XIX y a los independentistas en sus dos
grandes guerras por su libertad contra España: la de los Diez Años, de
1868-1878 y la de 1895- 1898. Cuba ayudó a dominicanos y haitianos en sus
luchas contra tiranos e interventores extranjeros. Los puertorriqueños
aportaran no pocos hombres que integraran o apoyaron estas expediciones o
movimientos sediciosos. Incluso hay una solidaridad olvidada de jamaiquinos y
bahameses a los independentistas cubanos.
El papel de la mayor de las Antillas en el área se ha sobredimensionado
a partir de 1959. Es difícil encontrar en la historia de la segunda mitad del siglo
XX, un país del Tercer Mundo, con límites geográficos y demográficos tan
reducidos, que haya tenido un impacto internacional de las dimensiones e
importancia como Cuba. Si me atengo tan solo al papel militar, estaré ante una
larga historia. Los cubanos han combatido, en ocasiones conformando grupos
reducidos de guerrilleros y en otros casos formando un verdadero ejército. Así
ocurrió en: Nicaragua; República Dominicana; Argelia; República del Congo;
Zaire; Guinea Bissau; Vietnam; Angola; Mozambique; Siria; Granada; Bolivia;
Venezuela; Argentina y Etiopía. Además, han apoyado ampliamente tanto material
como espiritualmente a movimientos revolucionarios en diversos países del
mundo. Los cubanos también han ofrecido su solidaridad a Estados revolucionarios
o de esta tendencia que se estaban o están enrumbando hacia la izquierda en
África, América Latina y Asia.
Sobre la acción internacionalista de los cubanos existen los más
diversos análisis según el criterio de cada analista de ese hecho histórico.
Pero la construcción de esa especie de imperio de la utopía comenzó antes del
triunfo de la revolución dirigida por el Movimiento Revolucionario 26 de Julio.
“No compre gasolina con sangre”
En los últimos años de la década de los 50, en la cuenca del Caribe, ocurrieron
importantes acontecimientos que influyeron en la historia de la República
Dominicana. Uno de ellos fue la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez
en Venezuela, quien había establecido en la patria de Bolívar una sangrienta
dictadura que fue derrocada por un amplio movimiento democrático en enero de
1958. Muchos dominicanos exiliados acudieron a la hermana tierra venezolana
donde encontraron el apoyo de su pueblo y gobierno.
El otro hecho que influyó decisivamente en el exilio dominicano fue la
lucha armada del pueblo cubano contra la dictadura batistiana. Lo ocurrido en
Cuba representaba la materialización de las aspiraciones de los revolucionarios
del hermano país. Fidel Castro, luego de
realizar el desembarco expedicionario del yate Granma, el 2 de diciembre
de 1956, al frente de un pequeño grupo de sobrevivientes de la sorpresa de
Alegría de Pío, formó la simiente de lo que más tarde sería el Ejército
Rebelde. Hueste guerrillera que comenzó a propinar las primeras derrotas al
ejército de Batista en Llanos del Infierno,
La Plata, Uvero y otras, en la parte sudoriental del país.
En cierta forma, la guerrilla fidelista había llevado a la práctica las
aspiraciones de los exiliados dominicanos que tomaron parte en las fracasadas
expediciones de Cayo Confites en 1947, la del hidroavión en Luperón de 1949 y
la comandada por Manuel Batista Clisante, cuyos integrantes fueron apresados
por las autoridades norteamericanas a finales de julio de 1958 en el aeropuerto
internacional de Miami al momento de despegar hacia Constanza.
Para entender el papel que tuvo la Revolución Cubana en República
Dominicana es necesario analizar el espíritu colectivo que llegó a prevalecer
en Cuba en 1959. La rebelión armada contra el dictador Batista puso en
evidencia que los revolucionarios cubanos se creían predestinados para
desempeñar un papel internacional de relieve en Latinoamérica.
Algunas de sus acciones así lo demuestran. Veamos algunos ejemplos.
A mediados de 1958 las fuerzas armadas de los Estados Unidos comenzaron
a abastecer directamente a los bombarderos batistianos en la Base Naval
estadounidense de Guantánamo, situada en territorio cubano. Los bombarderos
volaban directamente de la referida base a las cercanas montañas donde actuaban
las guerrillas. De esa forma el hostigamiento era constante. La población civil
resultó la principal víctima. Las guerrillas que actuaban allí eran del Segundo
Frente Frank País, bajo las órdenes directas de Raúl Castro. Este jefe
guerrillero decidió llevar a cabo la “Operación Antiaérea.”
Esta operación consistió en la captura y retención de 50 estadounidenses
y dos canadienses residentes en la zona donde actuaban los guerrilleros. De
ellos, 29 eran marines de la Base Naval de Guantánamo, los demás eran
funcionarios de empresas estadounidenses establecidas en la región.
Fueron trasladados a los campamentos guerrilleros donde se les mantuvo retenido.
De esta forma se pretendió evitar la continuación de los bombardeos. La
operación se llevó a cabo y, en esencia, cumplió sus objetivos. Mientras los retenidos
permanecieron en territorio rebelde se suspendieron los sanguinarios ataque
aéreos.6 (Efigenio Ameijeiras
Delgado. Más Allá de Nosotros. Columna 6, Juan Manuel Ameijeiras,
Segundo Frente Oriental Frank País. Santiago de Cuba, Editorial Oriente,
1984, p. 88.
Los revolucionarios realizaron otras acciones que afectaron intereses de
los Estados Unidos. Una fuerza rebelde le interrumpió el suministro de agua al
Central Preston, propiedad del poderoso consorcio estadounidense United Fruit
Company. Allí residía un grupo importante de técnicos de ese país y sus familias.
Un barco de esa compañía sacó por los muelles del central a 40
estadounidenses.7 (El Segundo
Frente”. Periódico Revolución, Año 2, Nº 35. La Habana, 15 de enero
1959.)
Los guerrilleros del Segundo Frente ocuparon a Nícaro, en octubre de
1958. Esta era una importante planta productora de níquel, de propiedad estadounidense.
Tenía un carácter estratégico en la industria militar de ese país. Allí residía
en aquellos momentos un grupo de altos empleados y técnicos estadounidenses.
Los revolucionarios se mantuvieron en Nícaro entre el 20 y el 24 de octubre de
1958. Cuando se vieron obligados a
retirarse por la acción del enemigo. (Comisión
de Historia de la Columna 19 José Tey. Columna 19 José Tey, Segundo Frente
Oriental Frank País, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales,
1982, p. 273.)
Al vender el Gobierno Británico armas a la
dictadura de Batista, se declaró un boicot a los productos de ese país. “No compre
gasolina con sangre” se afirmaba en un eslogan de los revolucionarios que
pronto se extendió por toda la isla sobre ese precioso líquido de la compañía
inglesa Shell.
Se trató a estas gigantescas compañías
estadounidenses e inglesas como si fueran simples vecinos de una zona en operaciones.
Incluso los mitológicos marines yanquis fueron capturados en una carretera
cualquiera y conducidos hasta los campamentos rebeldes. Todavía asustan las
decisiones de estos liliputienses contra Gulliver si se piensa en el poder
desmedido de los Estados Unidos y Gran Bretaña.
En los últimos días de la guerra los
guerrilleros cubanos aceptaron el compromiso de ayudar a los revolucionarios dominicanos
en su lucha contra el tirano Trujillo, asunto al que me referiré
posteriormente. No fueron los fidelistas un grupo aislado de guerrilleros que,
desde intrincadas selvas y montañas, combatían una dictadura con límites
nacionales muy precisos. Fueron gente que se sentían con pleno derecho a tener
un espacio internacional y que se le respetara. No dudaron en exigir a las
grandes potencias la suspensión del apoyo a la dictadura. Al no obtener
respuesta pasaron a la acción. Secuestraron y boicotearon a quienes no los tuvieron
en cuenta. Lo más sorprendente es que sin tener las posibilidades ni el poder real
en la isla se brindaron a ayudar a los dominicanos.
Al mismo tiempo, los exilados cubanos
organizaron expediciones en: Estados Unidos, México, Costa Rica y Venezuela. En
la lejana Argentina un grupo de revolucionarios cubanos exilados instalaron en
la finca Portela, perteneciente a la familia del Che Guevara, una planta de
radio desde donde trasmitían mensajes y consignas de apoyo a la revolución.
(Orlando Borrego. Ché, recuerdos en ráfaga. La Habana, Editorial
de Ciencias Sociales, 2004, p. 209)
Incluso llegaron a crear en el territorio de
la isla una Fuerza Aérea Rebelde (Comisión
de Historia de las Fuerzas Aéreas del Segundo Frente. La Fuerza Aérea
Rebelde. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1988, pp.
174-176.)
No solo actuaron en territorio cubano sino que realizaron vuelos a otros
países en busca de armamentos, pertrechos bélicos y vituallas.
La imaginación febril de estos antillanos les hizo hacer complejas
operaciones que se asemejan a exquisitas jugadas de ajedrez. Para trasladar un
alijo de armas de Costa Rica, secuestran en abril de 1958 un avión civil
cubano. Según el plan de los insurrectos este debía de arribar a un aeropuerto
en México. Abastecido con el apoyo de mexicanos complotados debía de llegar
hasta un aeropuerto costarricense y de allí a Cuba. Aunque secuestraron la
aeronave y la condujeron a México, el plan fracasó por falta de coordinación
con la parte mexicana (Entrevista a
Wilfredo Martínez Bourzac por José Abreu Cardet en Holguín, Cuba, el 2 y 3 de
abril de 2004)
El mismo concepto de crear una fuerza aérea rebelde con todas las
implicaciones nacionales e internacionales que pudiera tener tal asunto, nos
coloca ante gente que miraba mucho más allá de los senderos solitarios
propicios para las emboscadas o los ataques a cuarteles reducidos.
Hombres y barcos: La ilusión por la libertad
El primero de enero de 1959 aconteció lo nunca imaginado.
Un grupo de jóvenes soñadores habían derrocado a un tirano sangriento e
implacable. El idealismo se imponía a la grosera realidad de la represión. El escritor Alejo
Carpentier reflejaría su impresión en una de sus novelas:
“Miro y vuelvo a mirar a estos hombres de la Sierra y me parecen como
gente de otra raza (…). Acaso una raza nueva capaz de hacer algo nuevo”. (Alejo Carpentier. La consagración de
la primavera. La Habana, Editorial Letras Cubana, 2001, p. 417.)
Desde aquellos primeros momentos República Dominicana tendría un papel
en extremo importante en la solidaridad cubana. El asunto no era nuevo.
El pueblo cubano, desde Máximo Gómez y los dominicanos que lo ayudaron
en sus luchas independentistas, desarrollaron y mantienen todavía una especie
de “complejo de agradecimiento” hacia Santo Domingo. El general Calixto
García, una de las figuras más relevantes de las guerras por la independencia, hacia
una reflexión sobre los dominicanos que tomaron parte en la contienda de 1868: “(…)
Todos los jefes venidos del extranjero hayan carecido de aptitud para
nuestra clase especial de guerra y esto ha hecho que en el país gocen de
poca simpatía.( La mayoría de los militares extranjeros que tomaron parte en la guerra
de Cuba en el campo revolucionario provenía de ejércitos regulares por lo que
su formación chocaba con el estilo guerrillero de esta contienda. Aunque esto
no desdice de su generosidad.)
Debo empero exceptuar algunos,
entre ellos a los dominicanos, que han sido verdaderamente nuestros maestros y
que han hecho la guerra en Cuba con cuántos recursos le ha sugerido su inteligencia”. (Calixto García Íñiguez. Diario
Personal (1874). Archivo personal de Juan Andrés Cue Bada, Santiago de Cuba.)
Estas palabras escritas en su Diario Personal, que no tenían como
objetivo halagar ni enaltecer públicamente a estos extranjeros y salidas de la
pluma de uno de los militares más destacados de las Guerras de Independencia,
nos dan una idea del papel de los dominicanos en la historia de la guerra
contra
España. Ese agradecimiento y sentido de que aquellos rudos y valientes
militares habían sido para los cubanos “nuestros maestros” se
reflejó en una solidaridad constante con la vecina nación. Las ayudas
internacionalistas de los cubanos comenzaron bien temprano. Veamos:
1. El apoyo a los nacionalistas que luchaban por vías pacíficas contra
el invasor y ocupante militar yanqui de 1916 a 1924;
2. La ayuda a la llamada y frustrada Expedición del Mariel organizada
por Rafael Estrella Ureña contra la naciente tiranía trujillista, en los
primeros años de la década de 1930, que intentó salir de ese puerto habanero en
la iban a participar decenas de cubanos;
3. La acogida brindada a los exiliados anti trujillistas por casi todos
los gobiernos cubanos, salvo los de Gerardo Machado y Fulgencio Batista en
cierto momento;
4. El sustancial y decisivo apoyo a los expedicionarios de Cayo
Confites, en 1947 que, en su gran mayoría, eran cubanos, incluso un alto
funcionario del gobierno, como es el caso del Dr. Eufemio Fernández, jefe de la
Policía Secreta en el gobierno de Carlos Prío Socrarrás;
5. El apoyo ofrecido a los expedicionarios de Luperón que salieron de
Guatemala en 1949. En Cozumel y Mérida, México fueron detenidos 2 aviones en
los que venían expedicionarios dominicanos, nicaragüenses, costarricenses,
hondureños y varios cubanos, además de que los pilotos mexicanos de otros dos
aviones desertaron y dejaron a los hombres que debían
Transportar en tierra, entre los que había varios cubanos;
6. La más importante por los efectos que produjo en la sociedad
dominicana que provocó la crisis final de la tiranía que culminó con el
ajusticiamiento de Trujillo el 30 de mayo de 1961, las Expediciones de Junio de
1959 en la que participaron 24 cubanos;
7. El apoyo que brindó a la Agrupación Política 14 de Junio y a su
dirigente Manolo Tavárez Justo, cuando en defensa de la
constitucionalidad vulnerada por el Golpe de Estado del 24 de septiembre contra
el Gobierno de Juan Bosch recurrió a la insurrección armada en noviembre de
1963;
8. La ayuda militar y logística que ofreció a un pequeño grupo de
militantes del Movimiento Popular Dominicano a finales de 1963, que
desembarcaron por Monte Cristi con el objetivo de incorporarse a las guerrillas
por Manolo Tavárez Justo;
9. La defensa de la soberanía nacional que asumió en la Organización de
las Naciones Unidas (ONU) ante la brutal invasión militar yanqui en 1965; y
10. La ayuda que brindó al coronel y héroe de la Guerra Patria de 1963, Francisco
Alberto Caamaño Deñó en su frustrada Expedición de Playa Caracoles en 1973. Merecen
mención especial las Expediciones de Junio de
1959, tema de este Congreso Dominicano de Historia. Después del triunfo
del Ejército Rebelde al derrotar las fuerzas militares de la dictadura de
Fulgencio Batista y la Revolución Cubana tomar el poder político el 1º de enero
de 1959, en el país se comenzó a escribir otra historia de las relaciones entre
ambos países.
El año 1959 se le recuerda en la historia cubana por muchos asuntos pero
raramente por las acciones internacionalistas que se desarrollaron en aquellos
12 meses. Muy pronto comenzaron a llegar a La Habana revolucionarios de los más
diversos confines de América. Todos los que sufrían de falta de democracia y la
opresión de una dictadura, encontraron espacio en la emoción y la sensibilidad
de los cubanos. Incluso hombres y mujeres de territorios lejanos, de otras
culturas y continentes, ponían las esperanzas en la Revolución Cubana.
La prensa oficial del recién instalado Gobierno Revolucionario inició
una campaña contra los tiranos latinoamericanos.
Abundan los artículos en los que se denuncia la situación que sufría el
pueblo dominicano. Incluso, en uno de ellos, se llegó a culpar al Gobierno de
los Estados Unidos por el apoyo que le brindaba a la dictadura trujillista y se
manifestaban simpatías hacia los independentistas puertorriqueños. Tres jóvenes
de esa isla que se encontraban en Cuba en los momentos del triunfo revolucionario
declararon al periódico Revolución: “Cuba va a repercutir
en la liberación de las Antillas incluyendo a nuestra islita querida”. (Periódico Revolución, Año 2,
Nº 33, p. 9. La Habana, 13 de enero de 1959.)
Afirmaron que el gobernador de Puerto Rico, Luis Muñoz Marín, era un
títere de los Estados Unidos y que en su propaganda para evitar el surgimiento
de un movimiento de liberación en la isla, afirmaba que la independencia
traería el caos y la anarquía. Los jóvenes pusieron el ejemplo de Cuba que
demostró lo contrario. Lo interesante no es la declaración de estos muchachos
sino que fuera publicado en el periódico Revolución, órgano oficial del
Gobierno Revolucionario Cubano a los 13 días del triunfo.
Muy pronto apareció otra información sobre Pedro Albizu Campos,
nacionalista puertorriqueño que guardaba prisión en Estados Unidos condenado
por participar en un alzamiento armado
por la independencia de su país. Se informaba de su deplorable situación que,
según su esposa, se encontraba enfermo y sin atención médica.
En la noticia se afirmó que estaba detenido: “Como parte de la
agresión desatada en 1950 contra el Movimiento de Liberación de Puerto
Rico”. (Periódico Revolución,
Año 2, Nº 80, p. 3. La Habana, 10 de marzo de 1959. Habana Hilton: símbolo del
derroche de lujo de La Habana.
Se definió que el objetivo de éste era: “(…) para respaldar cívica y
económicamente las actividades encaminadas a derrocar el régimen de los
Somoza”. (Periódico
Revolución, Año 2, Nº 64. La Habana, 18 de febrero de 1959.
En la mañana del 2 de marzo de 1959, en el Edificio Bacardí, en la
capital cubana se ofreció una conferencia de prensa por representantes de la
Unión Revolucionaria Nicaragüense y el Comité Cívico Cubano en pro de la liberación
de Nicaragua. (Periódico Revolución,
Año 2, Nº 74. La Habana, 3 de marzo de 1959)
Un viaje sin despedida ni retorno
En estos primeros meses de explosión de una solidaridad espontánea,
también se daba una delicada situación. Algunos vecinos de la isla se vieron
tentados por el aventurerismo y la irresponsabilidad. Hubo ejemplos
lamentables. Desde Batabanó, en la costa sur de la provincia de La Habana
salieron en el yate Mayarí 85 hombres y dos mujeres, el 21 de abril de
1959. Desembarcaron días después en un aislado poblado panameño de la costa
Atlántica. (Clara Nieto. Los amos de la guerra y las
guerras de los amos. Cuba, Estados Unidos y América Latina. Bogotá,
Ediciones Uniandes, 1999,
p. 43. ). El objetivo
era tratar de derrocar al gobierno local. El gobierno cubano actuó
enérgicamente. Fidel, que en esos momentos se encontraba de visita en los
Estados Unidos, lo calificó como una: “(...) acción de aventureros (...)”
(Ídem). No solo desautorizaron la expedición sino que
enviaron a dos altos oficiales del Ejército Rebelde para que gestionaran la
rendición de los expedicionarios. Esta se produjo el 1º de mayo de 1959 en el
poblado Nombre de Dios en la costa Atlántica panameña.
Hasta el gobierno panameño no tardó en
comprender que la revolución nada tenía que ver con esa aventura. No acusó a las
autoridades cubanas de participación en el acontecimiento.
La Organización de Estados Americanos (OEA)
tomó igual partido. El 24 junio de 1959 los frustrados expedicionarios fueron puestos en libertad
por un tribunal panameño y rápidamente los repatriaron a Cuba.
Se produjeron otras acciones o intentos de
ese tipo. En Manzanillo, un puerto del Oriente de Cuba, detuvieron a 25 jóvenes
que trataban de apoderarse de armas y un yate para ir a pelear a República
Dominicana contra Trujillo. En Puerto Padre, situado en la costa norte del
oriente de la isla, se dio un acontecimiento trágico. En medio de este fervor,
un grupo organizó una expedición para luchar contra el tirano Trujillo. Eran
unos 28 hombres bajo el mando de un oficial guerrillero, llamado Henry Fuerte,
y un estadounidense de origen mexicano, Rangel Guerrero, también oficial guerrillero.
Éstos, en agosto de 1959, secuestraron un
barco llamado La Rubia y se dirigieron hacia República Dominicana. La embarcación
siguió una ruta similar a la de Cristóbal Colón
Tres fragatas cubanas
República Dominicana, muy cercana en la geografía y el espíritu a los
cubanos, siempre ha tenido un espacio muy amplio en la solidaridad y la
generosidad cubana. Trujillo fue el primero que comprendió esta realidad. Vio
en Fidel y su triunfante Revolución Cubana una amenaza para su tiranía, y comenzó
a armarse hasta los dientes y a contratar mercenarios (cubanos batistianos,
españoles, franceses, polacos, húngaros, checoeslovacos, portugueses y yanquis
integrados en la llamada “Legión Anticomunista Extranjera”).
En junio de 1959, con apoyo cubano, llegaron a tierra dominicana tres
expediciones para luchar contra el tirano Trujillo. Una de ellas fue trasladada
en un avión que aterrizó en Constanza el 14 de junio. Otra llegó en una
embarcación por Estero Hondo y la última por Maimón. Ambas expediciones marítimas
llegaron el 20 de junio. Las fuerzas de la dictadura abortaron el intento. De
los 198 expedicionarios tan solo seis lograron sobrevivir.
El asunto parece en apariencia tema menor si tenemos en cuenta las
acciones de Cuba en Angola donde entre finales de 1975 y los primeros meses de
1976 fueron trasladados a ese lejano escenario bélico más de 35,000 militares
cubanos.
Sin embargo, en los primeros seis meses de 1959 los cubanos no contaban
con experiencia en las relaciones internacionales ni con el apoyo de una gran
potencia. Aunque estaba la ayuda del gobierno de Rómulo Betancourt, en esencia
las expediciones se organizaron en territorio cubano. Durante el desarrollo de éstas
quedó en evidencia que asuntos circunstanciales podían provocar un
enfrentamiento con las Fuerzas Armadas de Trujillo. Esto ocurrió cuando uno de
los yates que conducía la expedición, el Carmen Elsa quedó al pairo por
varios días.
Tres fragatas cubanas acudieron en ayuda de los desdichados. En pleno
mar, no muy lejos de la vista de los pilotos dominicanos que realizaban
constante vuelos de vigilancia, se dedicaron a reparar la embarcación. Luego
las tres naves cubanas en zafarrancho de combate acompañaron a los dos yates
hasta muy cerca de las costas dominicanas.
En el caso de lograr sobrevivir
el núcleo guerrillero, aviones cubanos los abastecerían dejando caer sobre un
punto previamente acordado armas, parque, medicinas, alimentos y otros medios.
En Cuba se entrenaba un segundo grupo de combatientes que debía ser
enviado a la vecina nación. Era un riesgo calculado, pues las fuerzas cubanas
de Oriente fueron puestas en estado de alerta esperando una agresión
trujillista. Todos esos planes se detuvieron cuando los expedicionarios fueron
exterminados.
Una vez liquidada la expedición el Gobierno Dominicano contó con
suficientes elementos y pruebas para acusar a sus vecinos, lo que no dudaron en
hacer. Por otro lado, no se puede ver el asunto tan solo desde la perspectiva
cubana.
Las Expediciones de Junio de 1959 fueron una iniciativa de los revolucionarios
dominicanos. Habían llegado al extremo de proponerle a Fidel Castro, cuando
estaba combatiendo a Batista en la Sierra Maestra, que le enviarían
combatientes para que se entrenaran en las guerrillas cubanas para luego
aplicar esa experiencia en su país. Si bien la Revolución Cubana fue un catalizador
y unió a los anti trujillista, esa actitud estaba latente.
Existía un exilio tenaz y combativo que en 1958 había sido capaz de
organizar una expedición que fracasó en el aeropuerto de Miami sin otro apoyo que sus propios
recursos. Eran jóvenes anti trujillistas capaces de movilizar algo más que el
entusiasmo.
Las Expediciones de Junio de 1959 fueron producto de la capacidad de
resistencia y combativa de los revolucionarios dominicanos y de la solidaridad
cubana.
Una página que no era nueva en el Caribe y que había tenido un lejano
inicio cuando en octubre de 1868 un desconocido dominicano, veterano de las
campañas dominico-haitianas y de Guerra de la Restauración en la que combatió
del lado español, trató de convencer a un líder insurrecto cubano que le
permitiera ayudarlo a organizar la tropa que había acabado de formar.
El cubano inexperto en asuntos militares aceptó que aquel pobre
campesino y leñador lo ayudara. El desconocido se presentó con un nombre corto
y cortante como el filo del machete: Máximo Gómez.
Bibliografía citada
Ameijeiras, Delgado,
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