DIARIO DE LA CIGUAPA
Un Cubo a la Barrick Gold
Un Cubo a la Barrick Gold
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SABER MÁSACERCA DEL AUTOR
SARA PÉREZ
Periodista
Sobre mí
Periodista. Fue reportera de los diarios Ultima Hora, El Nacional y Hoy. Fue miembro del equipo de Investigación del diario Hoy. Escribió para la revista Rumbo. Actualmente reside Reading, Pensilvania, Estados Unidos.
El problema de la explotación del oro por parte de la Barrick Gold no solo tiene el muy importante y escandaloso aspecto económico, con el agotamiento y la exportación de un muy apreciado y costoso recurso no renovable, sin que el país -y más específicamente el gobierno, que no es sinónimo de país y hasta puede que sea antónimo- reciba una remuneración apropiada.
El tema incluye las trascendentes cuestiones, dejadas completamente de lado por parte de las autoridades, como si se tratara de detalles irrelevantes, del costo ecológico y social y de salud pública y de la necesidad de una revisión de la política de explotación minera, que no sé lo que dirá en las leyes, proyectos y declaratorias, pero en la práctica, consiste en arrasar con todo lo que se pueda, a la mayor brevedad posible.
O al menos eso fue lo que hicieron durante toda la última década, Leonel Fernández y la camarilla del Comité Político del PLD, incurriendo en excesos inmanejables que ahora hay que recomponer de alguna forma, con los mismos protagonistas y responsables en el medio, como si no tuvieran nada que ver con lo ocurrido. Y como si nadie tuviera que rendir cuentas por los desastres.
A los gobernantes, funcionarios y legisladores no les importa la degradación del ambiente, el deterioro de los recursos naturales y el aumento de la contaminación, que repercuten de forma adversa en la salud y en la calidad de vida de las comunidades.
El modelo de explotación minera que con tanto desenfado hace a un lado los inconvenientes ecológicos, compromete el futuro del país. Y no el futuro lejano, sino el inmediato, aparte del presente y el pasado, ya que hemos acumulado continuas y graves agresiones al medio ambiente, sin que el nivel de reparaciones y recuperaciones pueda equipararse remotamente con las pérdidas.
Incluso si se recibieran ingresos cuantiosos y los “beneficios” no consistieran estrictamente en los sobornos, distinciones y favores proporcionados a quienes aprueban, apadrinan e impulsan los contratos, los impactos y daños colaterales de la minería y, en general, de la explotación desenfrenada de los recursos naturales, debían ponderarse con más cuidado y tomarse un poco más en serio, las prevenciones y controles.
De la misma forma como han dilapidado los recursos públicos, también han festinado los bosques, ríos y la fauna terrestre y marina. Y actúan con irresponsabilidad criminal y absoluta temeridad, ante asuntos tan vitales como
El tema incluye las trascendentes cuestiones, dejadas completamente de lado por parte de las autoridades, como si se tratara de detalles irrelevantes, del costo ecológico y social y de salud pública y de la necesidad de una revisión de la política de explotación minera, que no sé lo que dirá en las leyes, proyectos y declaratorias, pero en la práctica, consiste en arrasar con todo lo que se pueda, a la mayor brevedad posible.
O al menos eso fue lo que hicieron durante toda la última década, Leonel Fernández y la camarilla del Comité Político del PLD, incurriendo en excesos inmanejables que ahora hay que recomponer de alguna forma, con los mismos protagonistas y responsables en el medio, como si no tuvieran nada que ver con lo ocurrido. Y como si nadie tuviera que rendir cuentas por los desastres.
A los gobernantes, funcionarios y legisladores no les importa la degradación del ambiente, el deterioro de los recursos naturales y el aumento de la contaminación, que repercuten de forma adversa en la salud y en la calidad de vida de las comunidades.
El modelo de explotación minera que con tanto desenfado hace a un lado los inconvenientes ecológicos, compromete el futuro del país. Y no el futuro lejano, sino el inmediato, aparte del presente y el pasado, ya que hemos acumulado continuas y graves agresiones al medio ambiente, sin que el nivel de reparaciones y recuperaciones pueda equipararse remotamente con las pérdidas.
Incluso si se recibieran ingresos cuantiosos y los “beneficios” no consistieran estrictamente en los sobornos, distinciones y favores proporcionados a quienes aprueban, apadrinan e impulsan los contratos, los impactos y daños colaterales de la minería y, en general, de la explotación desenfrenada de los recursos naturales, debían ponderarse con más cuidado y tomarse un poco más en serio, las prevenciones y controles.
De la misma forma como han dilapidado los recursos públicos, también han festinado los bosques, ríos y la fauna terrestre y marina. Y actúan con irresponsabilidad criminal y absoluta temeridad, ante asuntos tan vitales como
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