viernes, 15 de marzo de 2013

JPD: una espina en el corazón de las ambiciones de Santana


26 Febrero 2013, 10:47 PM
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JPD: una espina en el corazón de las ambiciones de Santana
Duarte confió en que el ejército dominicano podía vencer sin fuerzas externas. ¡Y se logró!
Escrito por: MINERVA ISA (m.isa@hoy.com.do)
Coraje le sobró para encarar la rudeza y tozudez del  general Pedro Santana,  para sortear la celada tendida seis días después de  su triunfal retorno a la patria.   ¡Una trampa! Compartir la jefatura del ejército del Sur con el caudillo de El Seibo, la “espada del protectorado”,  cuando todos sabían que en su ambición de poder no cedería ni un ápice de su mando.
Un ardid de Tomás Bobadilla para que la gloria militar no  brillara junto al prestigio político de Juan Pablo Duarte, revolucionario de fuste, de carácter tan recio como la firmeza de sus convicciones, al que a toda costa había que desacreditar y sacar del escenario político por su radical nacionalismo.
 Afrontó el reto. Juan Pablo no se arredró ante la alevosa  trama. Encaró al  militar de más lustre del momento por su victoria en Azua,  al frente de un ejército ciegamente fiel a su amo.
 Le enrostró su inercia al retirarse a Baní, advirtiéndole  que   ponía en peligro la defensa de la República en la guerra con  Haití.
Su designación el 21 de marzo de 1844  como comandante adjunto de Santana era parte de  una campaña de desprestigio, atizada al constatar su poderosa influencia, al oirle llamar Padre de la Patria.
 El patricio acató  el dictamen de la Junta Central Gubernativa, aunque tuviera que lidiar con la arrogancia del rudo hatero, cuya corta visión le impidió ver  que los dominicanos podían vencer al invasor sin ayuda externa, como finalmente se logró.
Como hoy  ganaríamos la la batalla a la demandante realidad socioeconómica si optimizamos los   recursos humanos y naturales. Si trocamos riquezas en aulas y empleos, y hacemos  del trabajo y    la educación las  armas propulsoras del desarrollo, abriendo horizontes a los jóvenes,  alejándolos de opciones ilícitas. 
La ganaríamos con el equilibrio ecológico, la protección de  ríos y bosques,    el uso racional de minas y playas,    intransigentemente opuestos, como haría Duarte, a contratos  onerosos, destructivos del ambiente.   
 Elevar autoestima. Desde su regreso, Juan Pablo estuvo alerta   a las contingencias de la guerra, instando a la unidad y  a la acción. Procuró  elevar la autoestima, el espíritu de lucha en las fuerzas militares, fortalecer la disciplina.
Con  Pedro Alejandrino  Pina y jóvenes capitaleños  formó una columna, apremiando ir al frente, ímpetus que Bobadilla  aprovechó. 
El patricio fomentaba la unión pero la intriga palaciega erosionaba  la Junta, dividida en dos bandos respecto a     la guerra: los   duartianos  partidarios de la defensa sin injerencia externa y los que gestionaban ayuda  militar  francesa.
 Los afrancesados con su mirada hacia el exterior,  actitud acentuada en los últimos decenios  con la  globalización, con un  consumo excesivo de bienes y servicios   extranjeros que  comprimen la producción local y aumentan el desequilibrio de  la balanza de pagos.    
Una  batalla a librar que exige activar la productividad, la competitividad. Optimizar recursos propios, en vez de encadenar al país    a  préstamos cuyos intereses absorben gran  parte del Presupuesto, neutralizando planes de desarrollo.
 Rompe mito. La tesis duartiana se avaló el 19 de marzo con la victoria de Azua, alentadora noticia que  rompió el mito de la invencibilidad del ejército invasor,  superior en soldados y armas.  
Un triunfo para la moral de las tropas y los que  confiaban en las  fuerzas dominicanas, en  su    maestría en el uso  de machete y otras armas. Destrezas potenciadas por la  mística que impulsaba al heroísmo en combates por sabanas y  desfiladeros,  escalando montes, vadeando ríos, descalzos, la ropa hecha jirones y mal alimentados.
Como ellos, podemos quebrar el mito de la incapacidad  para hallar respuestas a los retos de la hora actual. Convencernos de que sí se puede, si   los enfrentamos unidos, liberando nuestras energías transformadoras con el fuego que avivó la lucha en la Guerra de Independencia. 
 El regocijo que embargó a Duarte con el triunfo de Santana se disipó al conocer su insólita decisión de  negarse a  una  ofensiva. La capital se alarmó, temían ser sitiados. Procedía contener el avance  haitiano, sustituirlo. Pero Bobadilla, árbitro de la Junta,  lo retuvo en  su  cargo.
Puntual en el deber.  Fiel a  su responsabilidad, al amanecer del  22 Juan Pablo salió  al mando de  jóvenes dispuestos    a  ofrendar su vida por la patria,  en decidida marcha hacia  la victoria. Tras desfilar por  el Conde,   el patricio  arengó a los soldados, alentados por el pueblo que los despedía  entre toques marciales.
Confiaba en que con esos refuerzos y los de San Cristóbal, más la flotilla anclada en la bahía de Ocoa, podían recuperar Azua y replegar al enemigo hasta la frontera.  
 El  23 cruzaban una empedrada calle de  Baní, entre  bohíos de cana y yagua.  A poco cabalgar, estaban frente al poderoso militar y “señor feudal de El Seibo”.
Ese día, dos recias voluntades se enfrentaron. Uno aferrado a su mando, el otro presto a defender la patria,  a volcar sus energías en una  ofensiva militar.  Un duelo entre un cacique de ego inflado y la proverbial humildad del patricio.
Evitar división.  Duarte  intentó convencerlo de la urgencia de atacar, exponiéndole su plan de campaña. Insistió, deseoso de evitar escisiones, rivalidades.  Santana se mostró reticente,  no cedió ante  argumentos  ni  refuerzos.
El patricio insistía, pero no se le subordinaba. Mantuvo su criterio, aunque le costó soportar el desplante de  quien procuraba degradar su imagen llamándolo con sarcasmo “muchachito de modales finos”, disociador, anarquista. 
Acampó en Sabana Buey, listo para  la ofensiva. Agotados días de persuasión sin un acuerdo, pidió  autorización a la Junta    para atacar por su   cuenta. Sin respuesta, desesperado por la inacción, propuso a Santana un rodeo para sorprender al enemigo  por la retaguardia mientras  el   seibano atacaba Azua de frente.  No accedió.
Su oficialidad lo instó a  actuar solos, disyuntiva en la que optó por  la  disciplina. Reiteró su reclamo  a la Junta, que le ordenó regresar  únicamente con  sus oficiales. Conteniendo el disgusto, marchó hacia la capital,   tras 21 días de estériles esfuerzos.
 Poco después,  propuso a  la Junta organizar con Matías Ramón Mella una expedición que atacara al invasor por el valle de la Maguana, desalojándolo de posiciones   tomadas en la frontera. 
Bobadilla no aceptó. Otra negativa que los duartistas interpretaron como nueva señal  de hostilidad hacia su líder, el precio de su radicalismo, de su firmeza
LOS VALORES
1. Honestidad
Valor intrínseco en la personalidad de Duarte, que surge de un mandato interno para actuar con integridad, sinceridad  y transparencia consigo mismo y con los demás. Exige comportarnos con coherencia,   apegados  a  la verdad y a la  justicia.  El autoengaño nos  hace perder la perspectiva sobre la honestidad de nuestros actos.
2. Valentía
Es afrontar riesgos,  vencer  temores, defender lo correcto, como hizo JPD.  Actitudes que se viven  día a día en  pequeños y grandes desafíos, que nos van forjando    la valentía. Ser valiente es no dejarse paralizar por los miedos.  Con frecuencia la imaginación nos traiciona, generamos  fantasmas y temores inexistentes que nos inmovilizan.
 3. Obediencia
Valor que  es parte del aprendizaje del control y regulación de la conducta. Asimilar las reglas, cumplirlas con la clara conciencia de que  se hace lo  correcto, una actitud responsable de respeto mutuo y colaboración  para la convivencia. 
Honradez al rendir cuentasAl  regresar de Baní,  JPD rindió cuentas a la Junta, devolviendo 827 pesos fuertes que restaron de mil recibidos para gastos de campaña. Desglosó centavo a centavo en una minuciosa relación,   sin deducir  nada de  lo gastado por él.

 Su actuación sienta un precedente poco usual en el manejo y destino de los fondos públicos. Ofrece un ejemplo de honradez de validez permanente, más aún en estos tiempos de corrupción  y falta de transparencia,  en que se convierte al Estado  en fuente de enriquecimiento ilícito. 

  La corrupción impune ha permitido que una rendición de cuentas oculte el robo de los fondos públicos con cifras abultadas o subvaluadas. Hace posible enriquecerse con “barrilitos”, comisiones  y otras argucias . 

Ser honesto exige  respeto a lo ajeno aun si las circunstancias permitieran apropiárselo sin consecuencias legales o sociales.

 Ante la honradez muchos sólo  piensan en el  dinero y cosas materiales, pero también se actúa con deshonestidad al sustraer bienes intangibles, tan valiosos como la honra, como la reputación ajena.
ANTECEDENTE

 9 de marzo de 1844
Fuerzas haitianas invaden RD.
20 de abril de 1844
Embargan   bienes de haitianos.
3 de mayo de 1844Derrocan al  presidente Riviére en  Puerto Príncipe, mientras ocupaba el territorio dominicano, teniendo que irse camino al destierro. Se logró así la liberación de Azua, que Santana rehusó emprender.
LAS FRASES

Juan Pablo Duarte
"Nunca me fue tan necesario como hoy el tener salud, corazón y juicio; hoy que hombres sin juicio y sin corazón conspiran contra la salud de la Patria”.
 Pedro  Santana
"Sí, estoy dispuesto a contribuir con la revolución, pero yo mando”, respondió a su amigo Esteban Aybar, rico hacendado de El Soco, cuando éste le pidió respaldar  la causa.

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