viernes, 11 de enero de 2013

Las encomiendas en el gobierno de Nicolás Ovando El sistema de encomiendas en Santo Domingo durante el siglo XVI

Las encomiendas en el gobierno de Nicolás Ovando
El sistema de encomiendas en Santo Domingo durante el siglo XVI
Por José Checo. (Miembro de número de la Academia Dominicana de la Historia.)
Fuente: Revista CLIO. Órgano de la Academia Dominicana de la Historia. Año 2003. No. 162-04. Pág. 72-77
El estado de semianarquía existente, la falta de autoridad imperante y la explotación impuesta por los colonos fueron los resultados de la gestión de Francisco de Bobadilla, sucesor de Cristóbal Colón en el gobierno de la Isla de Santo Domingo. Como eso en nada beneficiaba económicamente a España, ésta decidió sustituirlo en 1502. (Sobre las instrucciones dadas a Bobadilla, véase la Real Cédula en Navarrete I, doc. No .CXXXII, p. 447 y CODOIN. AM. OC. I 38, pp. 430-431.)
Llegó entonces a la Isla de Santo Domingo frey Nicolás de Ovando, como nuevo gobernador, quien se presentó con órdenes precisas de terminar el desorden existente. Estas recomendaciones dadas por los Reyes Católicos tenían por objeto la centralización administrativa de la colonia (Una buena síntesis de la organización de las Indias durante el gobierno de Ovando (1502- 1509) puede consultarse en Carl Ortwin Sauer. Descubrimiento y dominación española del Caribe. 1a ed. en español. México, Fondo de Cultura Económica, 1984, pp. 223-242. Hace pocos años fue publicada la obra de Esteban Mira Caballos. Nicolás de Ovando y los orígenes del sistema español, 1502-1509. Santo Domingo, Centro de Altos Estudios Humanísticos y del Idioma Español, 2000, con originales y valiosos aportes sobre el tema.)
Uno de los primeros pasos dados por el Gobernador fue terminar con la introducción de los negros que entraban a servir de esclavos al igual que los indígenas. Fundamentalmente, Ovando quería evitar, como se decía, que A los negros pudieran enseñar malas costumbres a los indios”. La Corona, preocupada aparentemente por la A cristianización de ellos y las buenas costumbres, aceptó tales disposiciones del Gobernador (Podría decirse que esa fue siempre preocupación de la Corona española. En anterior instrucción dada por los Reyes Católicos al almirante Cristóbal Colón se decía: “Primeramente: I. Que como seáis en las dichas islas, Dios queriendo, procuréis con toda diligencia de animar e atraer a los naturales de las dichas Indias a toda paz e quietud, e que nos ayan de seruir e estar so nuestro señorío e sujeción benignamente, e principalmente que se conuiertan a nuestra santa fe católica y que a ellos y a los que an de yr a estar en las dichas indias sean administrados los santos sacramentos por los religiosos e clérigos que allá están e fueren; por manera que Dios nuestro Señor sea seguido y sus conciencias se aseguren”. Publicada en Navarrete I, doc. No.CIV, pp. 409-412 y en CODOIN. AM. OC. I 38, pp. 358-364.
Ovando comenzó a dar sus primeros pasos organizando a los indígenas para la explotación de las minas de oro. Con el pretexto de evangelizarlos y educarlos se las ingenió diciéndoles que debían ser trasladados a distintos sitios que en realidad vinieron a ser puntos mineros. Los indígenas estuvieron bajo el control de una mayoría de colonos, venidos a la isla junto con el Gobernador, los cuales inmediatamente se entregaron a la búsqueda y lavado de oro (A ese respecto afirma Magnus Mörner: “Esta Sociedad tenía, de manera natural, un carácter dualista, tratándose de dos categorías: cristianos e indios. Para la buena policía de ambos grupos tenían que vivir concentrados. Ya en 1501, los Reyes Católicos advirtieron que los cristianos en Hispaniola no debían vivir derramados...” Efectivamente, en 1503 la Corona, al enviar nuevas órdenes a Ovando sentó el principio de que también los indios “se repartan en pueblos en que vivan juntamente, y que los unos no estén ni anden apartados de los otros por los montes. En estos pueblos, cada familia india debía tener su casa propia para que vivan y estén según y de la manera que tienen los vecinos de estos nuestros Reinos”. Cada uno de los pueblos debía ponerse bajo la tutela y jurisdicción de un vecino español. Los indios serían puestos en policía al hacérseles adoptar las costumbres de los españoles. Sus dirigentes debían esforzarse para que los naturales se vistan y anden como hombres razonables y hasta debían procurar que algunos cristianos se casen con algunas mujeres indias, y las mujeres cristianas con algunos indios, porque los unos y los otros se comuniquen y enseñen, para ser doctrinados en las cosas de nuestra Santa Fe Católica, y asimismo como labren sus heredades y entiendan en las haciendas y se hagan los dichos indios e indias hombres y mujeres de razón.” En Estado, razas y cambio social en la Hispanoamérica Colonial. México, Secretaría de Educación Pública, 1974, pp. 9-10. Véase, también, a Roberto Cassá. Los Indios de las Antillas. Madrid, Editorial Mapfre, 1992, Cap. IX, pp. 197-215.
Ovando tuvo muchos problemas no sólo con la disposición de impedir la entrada de negros a la colonia, sino con los propios colonos que se encontraban en la isla, los cuales vivían a sus anchas y prácticamente la dominaban. Cuando éstos se dieron cuenta de cuáles eran las verdaderas instrucciones del Gobernador que debían cumplir, entre ellas las de pagar impuestos, respondieron de una forma violenta contra el alto dignatario. Ante esa situación el Gobernador no ejecutó inmediatamente las órdenes recibidas de la Corona española sino que fue aplicándolas en forma gradual de modo que en el año de 1505 ya tenía el control absoluto de la colonia ( Esa situación está bien descrita en la obra de Úrsula Lamb. Frey Nicolás de Ovando, Gobernador de las Indias. Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Inc. 1977, pp. 95 y ss.)
La situación de los indígenas bajo el sistema esclavista implantado por el gobernador Ovando se tornaba cada día más desastrosa, ya que muchos de ellos morían al no serles posible soportar tan ignominiosa situación, mientras otros se suicidaban (La situación de los indígenas bajo el sistema esclavista implantado por el gobernador Ovando se tornaba cada día más desastrosa, ya que muchos de ellos morían al no serles posible soportar tan ignominiosa situación, mientras otros se suicidaban Sobre la muerte de los indígenas son esclarecedoras las palabras de Georg Friederici cuando afirma: “Otra manera de causarse la muerte fundase, por último, en ese estado de ánimo a que se da el nombre de A depresión moral: el indio que toma la resolución de morir o que cree morirse sin remedio, expira efectivamente en brevísimo plazo, sin que nada externo venga a provocar o acelerar su muerte. Tales eran los medios a que recurrían los indios, acosados por los malos tratos y las violencias de que les hacían objeto los europeos, para privarse de la vida, que no era ya, para ellos, más que una carga. Dábanse, en estas condiciones, casos de suicidio en masa de tribus enteras, como lo demuestra, no sólo el testimonio del Padre las Casas, de quien tanto se recela, sino, incluso, entre otros, el de su rabioso enemigo, el historiador Oviedo y Valdés, cuyo nombre jamás mienta el obispo de Chiapas sin acusarlo de parcialidad en favor de los conquistadores y en contra de los indios Los aruacos de las Grandes Antillas y de las Bahamas se dieron la muerte en masa, llevados de su desesperación, ingiriendo zumo de yuca o ahorcándose”. En El carácter del descubrimiento y de la conquista de América. México, Fondo de Cultura Económica, 1987, p.252. A esas causas habría que sumarles las múltiples enfermedades que surgieron del contacto español-indígena. Véase: “La Guerra Microbiaria: El Efecto más devastador del Encuentro de Dos Mundos”, de Manuel García Arévalo en su obra Santo Domingo en ocasión del Quinto Centenario. Santo Domingo, Comisión Dominicana del Quinto Centenario, 1992, pp. 229-243 ) y las madres utilizaban brebajes para no tener hijos. No obstante, Ovando, queriendo mantener el control sobre la colonia, la emprendió contra el cacique de la provincia de Higüey y más tarde contra Anacaona. (Sobre la horrenda matanza donde Anacaona fue ahorcada, véase Úrsula Lamb. Ob. cit., capítulo VI, pp. 95-110.)
Los resultados de la política ovandina se hicieron sentir en la producción minera ya que decrecieron los beneficios. Ante eso, Ovando escribió a la Corona informando tal situación, desvirtuándola, al decir que los indios se fugaban a los montes y que no querían trabajar (Eso lógicamente formaba parte de la mutua visión prejuiciada que existió entre los españoles y los indígenas. Interesante trabajo que enfoca esa realidad es el del erudito profesor de Yale University José Juan Arrom titulado “Las Primeras Imágenes Opuestas y el Debate sobre la Dignidad del Indio”. En De Palabra y Obra en el Nuevo Mundo. Tomo I. Imágenes interétnicas, Madrid. Siglo XXI editores, 1992, pp. 63-85. Son también muy ilustrativas las siguientes palabras de Pierre Vilar: “Esto comenzó por el drenaje del oro existente en el territorio de joyas. P. Chaunu estima que en dos o tres años se drenó todo el oro producido por los indios de las Islas en mil años.” (Seville et I=Alantique, t. 8, vol. I, París 1959, p. 510). “Una vez esta colecta terminada empieza la producción de Placer. El oro es de aluvión. Hay que lavar la arena y moverla en bateas. Mano de obra forzada, a menudo femenina, está sometida a este trabajo desde la salida hasta la puesta del sol. Quizá no es agotador, pero destruye el equilibrio del trabajo agrícola anterior y suprime las cosechas de subsistencia; el trabajo continuo está, también, por encima de las fuerzas de la mano de obra, en las condiciones de alimentación de una economía poco desarrollada. De ahí un hundimiento de la población cuyos resultados son seguros: la población indígena es reducida a casi cero, sucesivamente, en Santo Domingo, Puerto Rico y Cuba. El ciclo del oro en cada una de estas islas es muy corto porque es destructivo, no de materia, sino de mano de obra”. En Oro y moneda en la Historia (1450-1920). Barcelona, Editorial Ariel, 1982, p. 89.
Así, la Corona ordenó a Ovando que obligara a trabajar a todos los indios que tuviera bajo su dominio. Desde luego, esta disposición trajo como consecuencia las protestas de los pobladores. Pero al fin y al cabo, Ovando resolvió la situación. El plan de repartimientos de la Corona, realizado por Ovando, tenía por objetivo, como antes se ha afirmado, la centralización económica de la isla, ya que una administración de ese tipo permitía un enriquecimiento más rápido, aunque acarreaba un decrecimiento de las fuerzas de trabajo aborígenes ( Como bien afirma Frank Moya Pons “hoy conocemos bien los detalles del terrible tratamiento que recibían los indios en las minas y en las estancias españolas, y la altísima mortalidad que producía entre ellos el hambre, los maltratos y las enfermedades. Hoy sabemos que cualquiera que hubiera sido la población original en 1492 y cualesquiera las causas de su declinación, ya en 1508 los indios habían descendido a unos 60.00 individuos. El impacto del choque con los europeos fue tal que ni siquiera la importación de unos 40.000 indios de las islas vecinas entre 1508 y 1513 pudo detener el colapso de la sociedad aborigen. En 1509 un nuevo censo arrojó la cifra de 40.000 y en 1510 sólo se registraron 33,523”. En “Legitimación ideológica de la conquista: El caso de La Española”, que contiene la obra De Palabra y Obra en el Nuevo Mundo, tomo II. Encuentros interétnicos. Madrid, Siglo XXI editores, 1992, p. 67. Véase, además, a Pierre Chaunu. Conquista y Explotación de los Nuevos Mundos (siglo XVI), 2da. ed. Barcelona, Editorial Labor, S.A., 1984, p. 5.
Para remediar dicha situación se reinició de nuevo la entrada de negros esclavos a la isla. Así vemos que al desarrollo del coto minero le fueron necesarias las fuerzas de trabajo de los negros esclavos, constituyendo la esclavitud de los indios y negros la base social sobre la cual estaba estructurada la economía colonial. (Amplias informaciones sobre el tema en Luis N. Rivera Pagán. Evangelización y Violencia: La Conquista de América. San Juan de Puerto Rico, Editorial Cemí, 1990, Capítulo VI, pp. 189-220; y en Justo L. del Río Moreno. Los Inicios de la Agricultura Europea en el Nuevo Mundo, 1492-1542. Edición conjunta ASAJA-Sevilla, Caja Rural de Huelva y Cuando desapareció Ovando del panorama isleño, en37Caja Rural de Sevilla, 1991, pp. 243 y ss.)
1509, el sistema de encomiendas no llegó a su término. Diego Colón vino a sucederle en el gobierno de la isla realizándose nuevos repartimientos de indígenas entre los encomenderos quienes, desde luego, gozaban del favor del nuevo virrey de La Española. Esta situación de intereses creados vino a repercutir grandemente en la vida política de la colonia. (Sobre Diego Colón y su gobierno, véase la documentada y acuciosa obra de Luis Arranz Márquez. Don Diego Colón, Almirante, Virrey y Gobernador de las Indias. Tomo I. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto “Gonzalo Fernández de Oviedo”, 1982.)
Eran tantos los desmanes cometidos contra los indígenas que los religiosos dominicos se vieron precisados a cambiar de actitud.( Sobre los dominicos y su papel en este período de la historia de Santo Domingo, véanse, entre otras obras, las siguientes: Emilio Rodríguez Demorizi. Los Dominicos y las Encomiendas de Indios de la Isla Española. Santo Domingo, Academia Dominicana de la Historia 1971, y Miguel Angel Medina, O.P. Los Dominicos en América (capítulo I). Madrid, Editorial MAPFRE, 1992.
Como expresión pública de su protesta avalaron el sermón pronunciado por fray Antonio Montesino en el Adviento de 1511, llamado con toda justeza por Lewis Hanke “el primer clamor por la justicia en América. (Véase su clásica obra La Lucha Española por la Justicia en la Conquista de América. Madrid, Ediciones Aguilar, 1967.)

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