La llegada del cadaver del Padre Fantino a la ciudad de Concepción de La Vega, su sepultura en el Santo Cerro
EL PADRE FANTINO
Por Ubaldo Solís
Al cumplirse los 84 años de haber partido a la morada del señor, el inolvidable Padre Fantino, aquel esclarecido sacerdote, educador y filántropo, a quien el país de debe tanto, hemos querido rendir un tributo a su sacro santa memoria,
Este 4 de julio del 2013, se cumple 84 años, del lamentable fallecimiento de una de las figuras religiosas más emblemáticas y la de mayor arraigo que haya pisado el territorio de la República Dominicana, en todo el devenir de su historia, este apóstol de la fe, es llamado al seno del señor la madrugada del 4 de julio de 1939, en el Hospital San Antonio, de San Pedro de Macorís, donde había sido llevado en un estado deplorable de su salud, desde el Santo Cerro, en La Vega.
Ese martes, se durmió en el regazo del señor, su fiel servidor, él que siempre por amor de Jesucristo, fue un fidelísimo sacerdote de la Caridad y la Verdad. Con beatífico sueño, quizá por designio de la Providencia. En el lugar que le ofreció albergue cuando llega a nuestra tierra, es el mismo donde fue buscar refugio a la hora de su muerte
Sobre ello dice Monseñor Eliseo Pérez Sánchez, ´´ La clínica en que cristianamente expiró el apóstol de las nobles congregaciones espirituales, rodeados del afecto de sacerdotes hermanos, franciscanos y de religiosas Mercedarias, sus valiosas cooperadoras de ministerio, lleva el nombre de San Antonio, a cuyo culto consagró el padre Fantino sus más grandes devociones´´.
Sobre esa noche del martes 4 de julio del 1939, Monseñor Felipe Gallego, uno de sus biógrafos en su obra sobre el Padre Fantino, Una Gloria del Sacerdocio, vida del Rvdo. P. Francisco Fantino Falco, Editorial El Diario, Santiago, 1946, 1ra. Edición, dice´´ a eso de las ocho de la noche le llevaron un vaso de leche al aposento, que tomo y le dijo al compañero; Hoy me ha sabido mejor que las otras noches el vasito de leche. Después de un ratito de conversación mandó a Zenón que se acostara, pues dormía en el mismo aposento.
Prosigue el relato del Mons. Gallego. Seria como a la una de la noche del día 4 cuando el padre se levantó y al acostarse de nuevo le dio un síncope al corazón que le hizo lanzar lastimero y profundo quejido, que despertó a Zenón, quien se acerca a la cama y le ve haciendo señas con la mano y agonizando. Trata el joven de tocar el timbre para llamar y con el aturdimiento, no acierta; hasta que una Hermana que estaba de guardia nota el ruido y entra al aposento. Llaman al padre Capellán y al médico que llegan enseguida encontrando ya al padre muerto. Así sin dolor ni agonía como él le pedía al Corazón de Jesús en un retiro del mes de septiembre de 1911.
La muerte del Benemérito sacerdote se extendió de uno a otro extremo de la República, conmoviendo a todos. Los Padres Capuchinos, en San Pedro de Macorís, celebraron misa funeral de cuerpo presente. Siendo conducido después del oficio religioso su cadáver a la ciudad capital, en una ambulancia del Ejército Nacional. Ya en la Capital de la República, las campanas de la Basílica Santa María la Menor, anunciaban con lúgubre sonido, al medio día la llegada de los restos mortales de aquel humilde canónigo que honró con sus virtudes y ciencia sacerdotal.
El clero capitaleño en pleno y una gran multitud recibieron el cadáver en la puerta de la Catedral donde el Arzobispo Mons. Luis de Mena, su gran amigo cantó acompañado del clero un solemne responso
Dios que guía sus pasos a su misericordia, quiso que éste humilde siervo del Señor, permitió que fuera a morir en el extremo sureste de la República, fiel a la sentencia de Jesucristo de que ´´ el que se humilla será ensalzado´´, para que su cadáver al ser conducido a través del país recibiera a su paso un espontáneo homenaje de veneración
Al acercarse a los que habían sido escenarios de su trabajo apostólico, como ocurrió en Bonao, parroquia donde estuvo, le rindió tributo de condolencia, saliendo la multitud a la carretera a su paso de la caravana que conducía los restos hacia su última morada el Santo Cerro.
La llegada a la ciudad de La Vega.
Las muestras de dolor y veneración más conmovedoras, fue en La Vega, el Ayuntamiento reunido en sesión de urgencia decreto el día 4 de julio de 1939, como día de Duelo Comunal, resolución hecha a circular rápidamente, pero antes de esa disposición municipal el comercio de manera espontánea cerró sus puertas y en las puertas de las viviendas fueron puestas cintas negra en señal de duelo. Desde las primeras horas de la mañana cuando se enteró del fallecimiento de su Hijo Adoptivo, pueblo y autoridades estuvieron en movimiento para recibir su cadáver.
Cada media hora, doblaban las campanas, de todas las iglesias de la ciudad, desde el medio día y bajo un castigo de un sol una inmensa multitud, conformadas por todas las clases sociales, firme esperaban la llegada los restos mortales de aquel que `por más de siete lustros había sido para la vega una bendición del cielo.
Escolares en una cantidad de más de 2000 mil a quien fue siempre maestro; la Juventud Intelectual Vegana; sus discípulos de Santiago, Moca, Salcedo, San Francisco de Macorís, Santo Domingo; las autoridades, los representante del comercio, así mismo los desarrapados, los enfermos, que se levantaron de sus camas para estar presente en el último adiós al Apóstol; los humildes, los pobre de solemnidad, campesinos venido desde los más recónditos del campo, para contemplar por vez postrera al Padre. La Vega entera, desgarrado el corazón acudía a recibir el exánime cuerpo del bienaventurado sacerdote
A las tres de la tarde hizo su entrada la ambulancia que conducía el cadáver del Padre Fantino. Venía en la comisión Mons. Pittini,. Arzobispo de Santo Domingo, una comisión de los padres Capuchinos, el rector del Seminario Aníbal Sosa Ortiz , el presidente de la Acción Católica, Leonel Guzmán Sánchez, quien había sido alumno del Colegio San Sebastián, Mons. Eliseo Pérez Sánchez. Un raudal de lágrimas rodaron por las mejillas de muchos ojos al sacar el ataúd. Las campanas de todas las iglesias de la ciudad doblaban con más lastimero acento.
Ramón S. Cosme, había hecho brotar con sus emocionantes discurso al recibir el cadáver en la Avenida García Godoy. Quien exalto las glorias del inolvidable filántropo y maestro, traduciendo fielmente el dolor de La Vega, por tan irreparable perdida
La enorme multitud se puso en marcha en un profundo silencio a los acordes fúnebres de la Banda de Músicos de esta ciudad. En hombros de unos y de otros, porque todos querían sentir aquella dulce carga, llegó el cadáver a la Sala Capitular del Ayuntamiento, donde estuvo expuesto por algún momento en Capilla Ardiente y recibió los honores que le rindieron los regidores, el presidente de esa Corporación edilicia Dr. Rafael Castro Valentín, pronuncio unas sentidas palabras, las que aumentaron el llanto de los presentes,
Después de realizadas las honras fúnebres en la iglesia Catedral. Al caer la tarde la imponente comitiva salía hacia el Santo Cerro, última morada del Santo Varón, el trayecto que separa la ciudad de la comunidad del Santo Cerro, parecía un hervidero humano, de todos los caminos y veredas habían gentes ansiosa de ver el féretro que contenía los restos del Padre Fantino.
Al llegar al pie del Cerro, la multitud pidió se le permitiera llevarlo en hombros, la cuesta se veía cubierta totalmente de personas. Ya en el poblado era esperado el cadáver por una gran cantidad de sacerdotes de diferentes lugares del país, llegado a darle la despedida al amigo y al ejemplar sacerdote.
Entre un remolino de personas que caminaban dificultosamente hacia el Santuario de la Virgen de las Mercedes. Que parecía extendía su manto no triste como los ahí presentes, sino sonriente al ver llegar a sus pies aquel hijo que tantas veces cantó sus excelencias y exhortó a su devoción desde aquel púlpito y desde aquel altar; aquel hijo que la amó con el más tierno amor y le sirvió con el más abnegado desinterés; aquel hijo que ahora entraba ahora por las puertas de su Santuario, yerto y frio su cuerpo con el frio de la muerte, pero su alma cargada de trofeos arrancados a la oscuridad con sus oraciones, fatigas y palabras que recataron a miles cautivos del pecado en aquel santo lugar.
Descansan sus restos mortales, padre Fantino bajo esas bóvedas y a la sombras de esos pilares testigos de su apostolado; duerme el sueño de los justos, que su sepulcro siga siendo pregonero del amor de la madre de Dios a los hombres. A la augusta sombra de la Cruz. Emblema de tantos corazones por él ganado a Jesucristo, duerme el bienaventurado Apóstol su eterno sueño de beatitud y de gloria.
Descubrámonos reverentemente ante la venerada memoria de éste Apóstol de la fe. Y démosles el merecido reconocimiento a su obra.
Fuentes consultadas.
Una Gloria del Sacerdocio, vida del Rvdo. P. Francisco Fantino Falco, por Mons. Felipe Gallego, SJ, Editorial El Diario, Santiago, primera edición, 1946.
Bosquejo Biográfico del Padre Fantino, por Francois F. Sevez, Imprenta EL progreso, La Vega, 1941
El Padre Fantino, por José Luis Sáez, SJ, 14, Serie Hombres de Iglesia, Santo Domingo, 1996
EL PADRE FANTINO
Por Ubaldo Solís
Al cumplirse los 84 años de haber partido a la morada del señor, el inolvidable Padre Fantino, aquel esclarecido sacerdote, educador y filántropo, a quien el país de debe tanto, hemos querido rendir un tributo a su sacro santa memoria,
Este 4 de julio del 2013, se cumple 84 años, del lamentable fallecimiento de una de las figuras religiosas más emblemáticas y la de mayor arraigo que haya pisado el territorio de la República Dominicana, en todo el devenir de su historia, este apóstol de la fe, es llamado al seno del señor la madrugada del 4 de julio de 1939, en el Hospital San Antonio, de San Pedro de Macorís, donde había sido llevado en un estado deplorable de su salud, desde el Santo Cerro, en La Vega.
Ese martes, se durmió en el regazo del señor, su fiel servidor, él que siempre por amor de Jesucristo, fue un fidelísimo sacerdote de la Caridad y la Verdad. Con beatífico sueño, quizá por designio de la Providencia. En el lugar que le ofreció albergue cuando llega a nuestra tierra, es el mismo donde fue buscar refugio a la hora de su muerte
Sobre ello dice Monseñor Eliseo Pérez Sánchez, ´´ La clínica en que cristianamente expiró el apóstol de las nobles congregaciones espirituales, rodeados del afecto de sacerdotes hermanos, franciscanos y de religiosas Mercedarias, sus valiosas cooperadoras de ministerio, lleva el nombre de San Antonio, a cuyo culto consagró el padre Fantino sus más grandes devociones´´.
Sobre esa noche del martes 4 de julio del 1939, Monseñor Felipe Gallego, uno de sus biógrafos en su obra sobre el Padre Fantino, Una Gloria del Sacerdocio, vida del Rvdo. P. Francisco Fantino Falco, Editorial El Diario, Santiago, 1946, 1ra. Edición, dice´´ a eso de las ocho de la noche le llevaron un vaso de leche al aposento, que tomo y le dijo al compañero; Hoy me ha sabido mejor que las otras noches el vasito de leche. Después de un ratito de conversación mandó a Zenón que se acostara, pues dormía en el mismo aposento.
Prosigue el relato del Mons. Gallego. Seria como a la una de la noche del día 4 cuando el padre se levantó y al acostarse de nuevo le dio un síncope al corazón que le hizo lanzar lastimero y profundo quejido, que despertó a Zenón, quien se acerca a la cama y le ve haciendo señas con la mano y agonizando. Trata el joven de tocar el timbre para llamar y con el aturdimiento, no acierta; hasta que una Hermana que estaba de guardia nota el ruido y entra al aposento. Llaman al padre Capellán y al médico que llegan enseguida encontrando ya al padre muerto. Así sin dolor ni agonía como él le pedía al Corazón de Jesús en un retiro del mes de septiembre de 1911.
La muerte del Benemérito sacerdote se extendió de uno a otro extremo de la República, conmoviendo a todos. Los Padres Capuchinos, en San Pedro de Macorís, celebraron misa funeral de cuerpo presente. Siendo conducido después del oficio religioso su cadáver a la ciudad capital, en una ambulancia del Ejército Nacional. Ya en la Capital de la República, las campanas de la Basílica Santa María la Menor, anunciaban con lúgubre sonido, al medio día la llegada de los restos mortales de aquel humilde canónigo que honró con sus virtudes y ciencia sacerdotal.
El clero capitaleño en pleno y una gran multitud recibieron el cadáver en la puerta de la Catedral donde el Arzobispo Mons. Luis de Mena, su gran amigo cantó acompañado del clero un solemne responso
Dios que guía sus pasos a su misericordia, quiso que éste humilde siervo del Señor, permitió que fuera a morir en el extremo sureste de la República, fiel a la sentencia de Jesucristo de que ´´ el que se humilla será ensalzado´´, para que su cadáver al ser conducido a través del país recibiera a su paso un espontáneo homenaje de veneración
Al acercarse a los que habían sido escenarios de su trabajo apostólico, como ocurrió en Bonao, parroquia donde estuvo, le rindió tributo de condolencia, saliendo la multitud a la carretera a su paso de la caravana que conducía los restos hacia su última morada el Santo Cerro.
La llegada a la ciudad de La Vega.
Las muestras de dolor y veneración más conmovedoras, fue en La Vega, el Ayuntamiento reunido en sesión de urgencia decreto el día 4 de julio de 1939, como día de Duelo Comunal, resolución hecha a circular rápidamente, pero antes de esa disposición municipal el comercio de manera espontánea cerró sus puertas y en las puertas de las viviendas fueron puestas cintas negra en señal de duelo. Desde las primeras horas de la mañana cuando se enteró del fallecimiento de su Hijo Adoptivo, pueblo y autoridades estuvieron en movimiento para recibir su cadáver.
Cada media hora, doblaban las campanas, de todas las iglesias de la ciudad, desde el medio día y bajo un castigo de un sol una inmensa multitud, conformadas por todas las clases sociales, firme esperaban la llegada los restos mortales de aquel que `por más de siete lustros había sido para la vega una bendición del cielo.
Escolares en una cantidad de más de 2000 mil a quien fue siempre maestro; la Juventud Intelectual Vegana; sus discípulos de Santiago, Moca, Salcedo, San Francisco de Macorís, Santo Domingo; las autoridades, los representante del comercio, así mismo los desarrapados, los enfermos, que se levantaron de sus camas para estar presente en el último adiós al Apóstol; los humildes, los pobre de solemnidad, campesinos venido desde los más recónditos del campo, para contemplar por vez postrera al Padre. La Vega entera, desgarrado el corazón acudía a recibir el exánime cuerpo del bienaventurado sacerdote
A las tres de la tarde hizo su entrada la ambulancia que conducía el cadáver del Padre Fantino. Venía en la comisión Mons. Pittini,. Arzobispo de Santo Domingo, una comisión de los padres Capuchinos, el rector del Seminario Aníbal Sosa Ortiz , el presidente de la Acción Católica, Leonel Guzmán Sánchez, quien había sido alumno del Colegio San Sebastián, Mons. Eliseo Pérez Sánchez. Un raudal de lágrimas rodaron por las mejillas de muchos ojos al sacar el ataúd. Las campanas de todas las iglesias de la ciudad doblaban con más lastimero acento.
Ramón S. Cosme, había hecho brotar con sus emocionantes discurso al recibir el cadáver en la Avenida García Godoy. Quien exalto las glorias del inolvidable filántropo y maestro, traduciendo fielmente el dolor de La Vega, por tan irreparable perdida
La enorme multitud se puso en marcha en un profundo silencio a los acordes fúnebres de la Banda de Músicos de esta ciudad. En hombros de unos y de otros, porque todos querían sentir aquella dulce carga, llegó el cadáver a la Sala Capitular del Ayuntamiento, donde estuvo expuesto por algún momento en Capilla Ardiente y recibió los honores que le rindieron los regidores, el presidente de esa Corporación edilicia Dr. Rafael Castro Valentín, pronuncio unas sentidas palabras, las que aumentaron el llanto de los presentes,
Después de realizadas las honras fúnebres en la iglesia Catedral. Al caer la tarde la imponente comitiva salía hacia el Santo Cerro, última morada del Santo Varón, el trayecto que separa la ciudad de la comunidad del Santo Cerro, parecía un hervidero humano, de todos los caminos y veredas habían gentes ansiosa de ver el féretro que contenía los restos del Padre Fantino.
Al llegar al pie del Cerro, la multitud pidió se le permitiera llevarlo en hombros, la cuesta se veía cubierta totalmente de personas. Ya en el poblado era esperado el cadáver por una gran cantidad de sacerdotes de diferentes lugares del país, llegado a darle la despedida al amigo y al ejemplar sacerdote.
Entre un remolino de personas que caminaban dificultosamente hacia el Santuario de la Virgen de las Mercedes. Que parecía extendía su manto no triste como los ahí presentes, sino sonriente al ver llegar a sus pies aquel hijo que tantas veces cantó sus excelencias y exhortó a su devoción desde aquel púlpito y desde aquel altar; aquel hijo que la amó con el más tierno amor y le sirvió con el más abnegado desinterés; aquel hijo que ahora entraba ahora por las puertas de su Santuario, yerto y frio su cuerpo con el frio de la muerte, pero su alma cargada de trofeos arrancados a la oscuridad con sus oraciones, fatigas y palabras que recataron a miles cautivos del pecado en aquel santo lugar.
Descansan sus restos mortales, padre Fantino bajo esas bóvedas y a la sombras de esos pilares testigos de su apostolado; duerme el sueño de los justos, que su sepulcro siga siendo pregonero del amor de la madre de Dios a los hombres. A la augusta sombra de la Cruz. Emblema de tantos corazones por él ganado a Jesucristo, duerme el bienaventurado Apóstol su eterno sueño de beatitud y de gloria.
Descubrámonos reverentemente ante la venerada memoria de éste Apóstol de la fe. Y démosles el merecido reconocimiento a su obra.
Fuentes consultadas.
Una Gloria del Sacerdocio, vida del Rvdo. P. Francisco Fantino Falco, por Mons. Felipe Gallego, SJ, Editorial El Diario, Santiago, primera edición, 1946.
Bosquejo Biográfico del Padre Fantino, por Francois F. Sevez, Imprenta EL progreso, La Vega, 1941
El Padre Fantino, por José Luis Sáez, SJ, 14, Serie Hombres de Iglesia, Santo Domingo, 1996
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