Fuente:
Escritores dominicanos
Página dedicada a la promoción de la literatura dominicana
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http://www.escritoresdominicanos.com/independencia.html
Independencia dominicana
El 9 de Febrero de 1822, a tan sólo 39 días de haberse proclamado la independencia de España por José Núñez de Cáceres, el nuevo estado fue invadido por 12,000 efectivos del ejército Haitiano. Se pisoteaba la soberanía del nuevo estado llamado Haití Español y se le anexaba a la segunda nación en conquistar su independencia en América (Haití). Así se iniciaba la “larga tribulación”, que por 22 largos años sufrirían los dominicanos, bajo la bota avasalladora del Dictador Haitiano General Jean Pierre Boyer.
En el presente, hay quienes cegados por el resentimiento y el prejuicio racial, han preten-dido desconocer la verdadera historia, al sostener las expresiones de Boyer. De que fue llamado a ocupar el territorio nacional, con la finalidad de abolir la esclavitud y mejorar la economía del país. Para sostener dicho juicio, el presidente Haitiano se basaba en el hecho de que en el país no se disparo un tiro durante la ocupación, que su presidente José Núñez de Cáceres le recibió con un abrazo, a las puertas de la Capital.
La realidad fue, que la población fue paralizada por el terror que le inspiraba aquel ejército compuesto por tártaros de ébano. Aún perduraba el recuerdo las aterradoras escenas, perpetradas tan solo 20 años antes, por las tropas del General Jean Jacobs Dessalines y del lúgubre General Cristóbal, en las invasiones de 1801 y 1805. Durante estas invasiones los pueblos de Monte Plata, La Vega, Cotuí, San Francisco de Macorís, San José de las Matas y Montecristi fueron saqueados y luego quemados por las tropas comandadas por el General Dessalines.
Pero peor suerte tuvieron los pueblos de Moca y Santiago que fueron atacados por el Gene-ral Cristóbal, pues sus poblaciones fueron exterminadas casi en su totalidad. En Santiago se efectuaron actos tan crueles como lo fue el arrojar a María Serra (quien padecía trastornos mentales) a las caudalosas aguas del río Camú, en la oscuridad de la noche.
También se engañó a la a la población al pedírsele a la población a acudir a la iglesia tras garantizarles a todos la vida, ya en el templo decapitaron y desmembraron a más de 500 personas; el sacerdote Fray Pedro Geraldino fue ensartado en las bayonetas. Este acto de barbarie sin paralelo en nuestra historia, fue repetido en Moca, donde luego de cerrar las puertas de la iglesia para que nadie pudiese escapar, los feligreses fueron decapitados y desmembrados.
El cura José Vázquez fue quemado vivo en las entrañas del templo, además las autoridades del Ayuntamiento fueron colgadas en un balcón del Cabildo, para dar testimonio de una crueldad satánica que trascendía el límite que separa al hombre de las fieras. (José Gabriel García. Hist. Sto. Dom. Tomo No.1, Pág. 314). Fue tan grande la matanza que la población disminuyó de 125.000 habitantes en 1797 (según el historiador martiniqueño Moreau de Saint-Mery) a 63.000 habitantes en 1819 (Censo levantado por los españoles antes de la invasión de Boyer) (La Isla al revés. Joaquín Balaguer, Pág. 103).
Por las razones expuestas, el pueblo optó por someterse sin disparar un solo tiro, al represen-tante de un país superior en número a la sazón 600.000 Habitantes, que tenía el prestigio de haber derrotado al ejército de Napoleón Bonaparte. El falso argumento esgrimido por el unifi-cador de Santo Domingo (Boyer) para justificar el sometimiento de los dominicanos, fue el de abolir la esclavitud en toda la Isla Española, pero la emancipación de un pueblo no justifica el sometimiento ni el exterminio de otro.
Las verdaderas razones de la invasión residían en:
1.La adquisición de nuevas tierras, para lo que era necesario propiciar la migración de los colonos para ocupar sus tierras y propiedades y luego repartirlas entre la oficialidad del ejercito Haitiano, solidificando así Boyer su posición de autócrata gobernante.
2.El de forzar a los habitantes de la parte española a pagar parte de los 150.000.000 Fran-cos que requería Francia de Haití como indemnización, para reconocer su independencia (Franklin Franco. Historia del pueblo Dominicano Pág. 184-185).
3.El de fusionar dos pueblos con raza, cultura, idioma, religión e historia diferentes, sin contar con la aceptación de los conquistados, este era un sueño largamente acariciado por el inicia-dor de la revuelta de los esclavos “Toussaint Louverture”.
Tan pronto Boyer regreso a Haití, el país quedó bajo la responsabilidad del General “Jeróni-mo Maximiliano Borgela. Se inició la persecución del clero católico, en especial del arzobispo Pedro Valera, quien se negó a reconocer el nuevo Gobierno. Se ordeno el cierre de la Uni-versidad más vieja del Nuevo Mundo, se cerraron las escuelas y se sustituyeron los símbolos hispánicos por los haitianos. También se intentó abolir el uso del español como lengua y se implantó la Constitución Haitiana de 1816 que en sus artículos 38 y 39 ordenaba lo siguiente:
Art. 38.- Ningún blanco cualquiera que sea su nacionalidad, podrá poner pie en territorio hai-tiano a título de amo o propietario. Solamente se reconocerán como haitianos los blancos que formen parte del ejército, los que ejercen funciones públicas y a los admitidos en el país antes de la publicación de la Constitución del 27 de Diciembre de 1806. Para el futuro y después de la publicación constitucional, ningún blanco podrá aspirar a los mismos derechos ni ser empleado, como tampoco adquirir la ciudadanía ni propiedad en la República.
Art.39.- Por otra parte se permite después de un año de residencia en el país adquirir los de-rechos de ciudadanía y naturalización a todo africano, indo americano y sus descendientes nacidos en colonias o países extranjeros. El odio expresado en los artículos que preceden (nos recuerda el decreto lanzado por Dessalines de “muerte al blanco”) propició el que la soldadesca haitiana cometiera horrendos crímenes, como lo fue el asesinato de Andrés Andújar y sus hijas las vírgenes de Galindo.
Estas jóvenes junto a su padre fueron salvajemente violadas, luego descuartizadas y sus despojos lanzados a un pozo que les sirvió como sepultura. Este repugnante acto fue per-petrado por los oficiales haitianos Condé y Lenoir (Joaquín Balaguer.”Centinela de la Fron-tera”, Pág. #19), quienes poseedores de una sexualidad desenfrenada exacerbada por el alcohol, cometieron tan horrenda barbarie.
Hechos como este motivaron el inicio de una gran migración hacia Cuba, Puerto Rico y Venezuela; la población trataba de escapar a la ira racial y a los desenfrenados apetitos sexuales de los invasores, así como al filo de sus espadas. Aquel ejercito de bárbaros, como el de Atila, arrasaba con todo lo que encontraba a su paso, nunca sabremos cuantos dominicanos murieron ni cuantos lograron escapar.
Pero si sabemos que al término de la ocupación la población dominicana era de unos 30.000 habitantes, (según el libro “República Dominicana” publicado por el Gobierno del Presidente Cáceres), se redujo en un 50 % en relación al censo efectuado por los Españoles en 1819 donde fueron contadas 63.000 almas.
De esta forma se ensañaron los invasores con un pueblo indefenso, que su único delito fue el de ser el primado de América y el de estar compuesto por los descendientes del Gran Almi-rante y de los aventureros que le acompañaron en la más grande de las epopeyas que re-cuerda la humanidad. La primera manifestación de repudio contra la ignominiosa ocupación se inició en el año de 1824 con la revolución de Los Alcarrisos, quienes la encabezaron fueron fusilados.
Pero resistencia organizada tendría que esperar el retorno de un joven nacido el 26 de enero de 1813, que debido al cierre de las universidades había sido enviado a Europa y Estados Unidos con la finalidad de educarse, nos referimos a Juan Pablo Duarte y Diez. Ln Europa Juan Pablo pudo ver como ideas liberales se habrían paso en el viejo continente y a su regre-so junto a otros ocho compañeros funda la sociedad secreta la trinitaria, el 16 de julio de 1838. La sociedad quedó instalada en casa de Juan Isidro Pérez, la cual estaba localizada frente a la Iglesia del Carmen; su propósito era separar la parte oriental de la Isla Española de la República de Haití y crear en ella un estado libre y soberano. Los ideales de los trini-tarios se basaban en la doctrina cristiana y en ideas de igualdad traídas por su fundador desde Europa.
Predicaban que en el nuevo estado las únicas diferencias que serian aceptadas entre los hombres, serían las que derivan de las virtudes y los talentos; relegando así las injusticias históricas a un doloroso pasado que sólo perduraría en el recuerdo. Con el fin de recolectar fondos para la causa emancipadora y de crear espíritu público, los Trinitarios crearon la Sociedad Dramática “La Filantrópica”. Esta sociedad montaban obras teatrales alusivas que de algún modo resultaban aplicables a los opresores, así se esparció por todo el país la idea de la Independencia.
En marzo de 1843 el Movimiento La Reforma, liderado por el general Charles Herard, dio término al gobierno de Boyer quien llevaba 25 años gobernando la República de Haití y 21 años a los Dominicanos, acontecimiento que aprovecharon los patriotas para acelerar los preparativos de la independencia.
La información filtrada de labios de apátridas llegó a oídos del presidente Herard, quien se apersonó en la ciudad de Santo Domingo e inició una tenaz persecución en contra de los revolucionarios; siendo arrestado para luego ser liberado Matías Ramón Mella Castillo. El líder del movimiento Juan Pablo Duarte se vio forzado a partir en una goleta rumbo a Saint Thomas, razón que le impidió asistir a la noche de la Independencia, quedando el grupo bajo el liderazgo de Francisco del Rosario Sánchez.
Además de los trinitarios existía el grupo de los afrancesados que a través del Cónsul Francés señor Levasseur gestionaba el beneplácito de Francia a la independencia, a cambio de entregar la península de Samaná. Al enterarse los trinitarios del peligro que representaba este grupo para la formación de una nación totalmente libre y soberana, adelantaron sus planes emancipadores.
La noche transcurría plácida, el susurro de un grupo de ciudadanos que se acercaba a la Puerta de la Misericordia rasgaba su silencio, era la fecha escogida 27 de Febrero de 1844.
Los patriotas que se habían congregado en el lugar para iniciar la revolución se dispersa-ban, pues la inseguridad y el temor se había apoderado de ellos. De pronto un estampido redentor proveniente del trabuco de Matías Ramón Mella Castillo, desveló a la soldadesca haitiana las intenciones del grupo. No había otra salida que luchar.
Tras un nutrido tiroteo los invasores capitularon, entregaron la plaza y las armas, la multitud eufórica marchó entonces hacia la puerta Del Conde, donde retiraron el pabellón haitiano y enarbolaron en la más alta de las astas, la enseña tricolor bordada por Concepción Bona, como signo de redención a 22 años de ignominia.
Así nacía la República Dominicana, bajo el ideario del más inmaculado de los próceres ame-ricanos, Juan Pablo Duarte y Diez. En ella no perecería jamás la libertad, ni la igualdad entre los hombres. Sus hijos estaban dispuestos a defender su independencia de toda nación extranjera, sin importar el precio a pagar, dándolo todo por la Patria, incluso la Vida.
Dr. Luis M. Campillo
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La Gesta de 1844
Puestos en contacto los conspiradores de la Reforma Haitiana con los conspiradores de la Separación Dominicana, se inició el plan para derrocar a Boyer, quien llevaba 25 años como gobernante de Haití, y 21 años gobernando a los dominicanos. La revuelta militar se inició en Praslin, una finca perteneciente a Charles Herard, quien contaba con el apoyo de hombres experimentados en asuntos públicos y con algunos de los cuales se formaría un gobierno provisional. El derrocamiento de Boyer se produjo en marzo de 1843, después de algunos choques armados.
Cuando la noticia de tal acontecimiento llegó a Santo Domingo, produjo un ambiente de agi-tación que amotinó a grupos dominicanos y haitianos antiboyeristas. Al mando de Duarte, del ex-diputado Alcius Ponthieux y del General Desgrotte, los amotinados con el grito de Viva la Reforma! intentaron apoderarse de lafortaleza de la ciudad, pero fracasaron cuando tropas gubernamentales los hicieron dispersarse y escapar a San Cristóbal.
Con el apoyo de la guarnición de dicho poblado se organizaron, logrando que moradores de Azúa y de Bani formaran parte de un ejército de unos 2,000 hombres que marcharon a Santo Domingo, obligando a que el General Carrié renunciara al mando. En consecuencia, se formó una Junta Popular y Civil en Santo Domingo que sustituyó el gobierno del General Carrié. Varias juntas se formaron en otras localidades, siempre integradas por dominicanos y haitia-nos partidarios de defender la Reforma. Duarte participó activamente en la organización de las mismas.
El Gobierno Provisional que encabezaba Charles Herard convocó a las diversas juntas para elegir las autoridades municipales y también los diputados de la Asamblea Constituyente de la República, que debían redactar una constitución-liberal. Un grupo de dominicanos se hicieron partidarios de una posición autonómica sin romper con la indivisibilidad de la isla. El grupo dirigió a la Junta Popular de Santo Domingo una petición en la que se señalaba que al no ser considerada la región del Este como un territorio conquistado, se le debía permitir escribir sus documentos oficiales en español, como también la observación del catolicismo, y de usos y costumbres locales.
Se creó además un ambiente de tensiones, de denuncias, de sospechas. La posición de los autonomistas originó debates entre dominicanos y haitianos. Estos últimos comenzaron a evidenciar que la unidad insular estaba en peligro. Para mediados de 1843, no sólo la agita-ción separatista publicaba todo tipo de documentación antihaitiana, sino que inclusive muchos trinitarios salieron triunfadores en las elecciones municipales, y trabajaban abiertamente contra la dominación que llevaba casi 22 años. La movilidad de los separatistas y en especial la de los Trinitarios le fue denunciada a Herard, quien decidió supervisar la zona dominicana, y quien al Ilegal a Dajabón descubrió que pese a los esfuerzos del predominio haitiano, los habitantes del Este seguían manteniendo su idioma y sus costumbres. En Santiago se inició la persecución de los Separatistas con el arresto de numerosos patriotas. Después continuó en Macorís y Cotui donde Ramón Mella fue hecho prisionero.
Al Ilegar a Santo Domingo, Herard Constató con más certeza la rebeldía antihaitiana, al ser recibido con cierta hostilidad por parte de muchos ciudadanos de origen español quienes habían cerrado las puertas de sus casas en señal de protesta. Los Trinitarios tuvieron que desbandarse ante el despliegue militar efectuado por Herard para tomar el control y así detener la marcha de los acontecimientos separatistas.
Perseguidos con tenacidad, Duarte y algunos compañeros tuvieron que embarcarse clandes-tinamente rumbo a Saint Thomas, mientras otros tuvieron que ocultarse, o como Sánchez, fingir enfermedad. En medio de estas circunstancias, los Trinitarios se vieron desorganizados, pero pudieron recuperarse al quedar su movimiento de independencia bajo el liderazgo de Francisco del Rosario Sánchez. Obligados a la clandestinidad, los Trinitarios se dividieron en dos grupos. Mientras uno estaba al mando de Sánchez y de Vicente Celestino Duarte, el otro estuvo dirigido por Mella, quien había sido dejado en libertad. En el exterior, Duarte buscó armamentos y otros recursos, principalmente en Venezuela y Curazao. Al no tener el éxito esperado, ordenó hacer uso de los bienes familiares en beneficio de la causa independiza-dora.
Además de los Trinitarios, los Separatistas afrancesados se movilizaron calladamente y obte-nían el beneplácito del Sr. Levasseur, Cónsul general de Francia en Puerto Príncipe. A través de él ofrecieron entregar Samaná si Francia apoyaba o protegía la Separación. Contando con tal apoyo Bueneventura Báez y sus seguidores planearon dar un golpe en abril de 1844.
Enterados del plan de los afrancesados, los Trinitarios decidieron adelantarse. Para enero de 1844, algunos hombres públicos como Tomás Bobadilla habían sido incorporados al movi-miento. También para esa fecha publicaron un manifiesto como contraparte a otro publicado por los afrancesados en Azua. Mientras estos últimos justificaban la necesidad de separarse de Haití y acogerse a la protección de Francia, los Trinitarios invitaban a la rebelión abierta. En el manifiesto que hicieron circular profusamente, y el cual redactó Bobadilla, se establecía "el deber de los pueblos de sacudir el yugo", al mismo tiempo que anunciaba los males que había engendrado la ocupación haitiana, pero sin incitar al odio o a la venganza". Para febre-ro, la situación de Santo Domingo hacía propicio llevar a cabo el plan de la separación, como también las condiciones del gobierno de Herard, quien enfrentaba numerosos problemas en Puerto Príncipe y otras zonas occidentales, razón por la cual se había retirado de la región dominicana meses atrás con el apoyo de los hateros seibanos, los Trinitarios acordaron reunirse en la Puerta de la Misericordia el día 27 por la noche, y de allí marchar hasta el Baluarte del Conde, al mismo tiempo que se posesionaban de algunos sitios estratégicos. Una vez en el Baluarte izaron la bandera, y en medio de la agitación, las tensiones del momento y de un breve tiroteo que se produjo, proclamaron la independencia.
La misma no sólo constituía el fin del predominio haitiano, sino el nacimiento de la Republica Dominicana.
El 9 de Febrero de 1822, a tan sólo 39 días de haberse proclamado la independencia de España por José Núñez de Cáceres, el nuevo estado fue invadido por 12,000 efectivos del ejército Haitiano. Se pisoteaba la soberanía del nuevo estado llamado Haití Español y se le anexaba a la segunda nación en conquistar su independencia en América (Haití). Así se iniciaba la “larga tribulación”, que por 22 largos años sufrirían los dominicanos, bajo la bota avasalladora del Dictador Haitiano General Jean Pierre Boyer.
En el presente, hay quienes cegados por el resentimiento y el prejuicio racial, han preten-dido desconocer la verdadera historia, al sostener las expresiones de Boyer. De que fue llamado a ocupar el territorio nacional, con la finalidad de abolir la esclavitud y mejorar la economía del país. Para sostener dicho juicio, el presidente Haitiano se basaba en el hecho de que en el país no se disparo un tiro durante la ocupación, que su presidente José Núñez de Cáceres le recibió con un abrazo, a las puertas de la Capital.
La realidad fue, que la población fue paralizada por el terror que le inspiraba aquel ejército compuesto por tártaros de ébano. Aún perduraba el recuerdo las aterradoras escenas, perpetradas tan solo 20 años antes, por las tropas del General Jean Jacobs Dessalines y del lúgubre General Cristóbal, en las invasiones de 1801 y 1805. Durante estas invasiones los pueblos de Monte Plata, La Vega, Cotuí, San Francisco de Macorís, San José de las Matas y Montecristi fueron saqueados y luego quemados por las tropas comandadas por el General Dessalines.
Pero peor suerte tuvieron los pueblos de Moca y Santiago que fueron atacados por el Gene-ral Cristóbal, pues sus poblaciones fueron exterminadas casi en su totalidad. En Santiago se efectuaron actos tan crueles como lo fue el arrojar a María Serra (quien padecía trastornos mentales) a las caudalosas aguas del río Camú, en la oscuridad de la noche.
También se engañó a la a la población al pedírsele a la población a acudir a la iglesia tras garantizarles a todos la vida, ya en el templo decapitaron y desmembraron a más de 500 personas; el sacerdote Fray Pedro Geraldino fue ensartado en las bayonetas. Este acto de barbarie sin paralelo en nuestra historia, fue repetido en Moca, donde luego de cerrar las puertas de la iglesia para que nadie pudiese escapar, los feligreses fueron decapitados y desmembrados.
El cura José Vázquez fue quemado vivo en las entrañas del templo, además las autoridades del Ayuntamiento fueron colgadas en un balcón del Cabildo, para dar testimonio de una crueldad satánica que trascendía el límite que separa al hombre de las fieras. (José Gabriel García. Hist. Sto. Dom. Tomo No.1, Pág. 314). Fue tan grande la matanza que la población disminuyó de 125.000 habitantes en 1797 (según el historiador martiniqueño Moreau de Saint-Mery) a 63.000 habitantes en 1819 (Censo levantado por los españoles antes de la invasión de Boyer) (La Isla al revés. Joaquín Balaguer, Pág. 103).
Por las razones expuestas, el pueblo optó por someterse sin disparar un solo tiro, al represen-tante de un país superior en número a la sazón 600.000 Habitantes, que tenía el prestigio de haber derrotado al ejército de Napoleón Bonaparte. El falso argumento esgrimido por el unifi-cador de Santo Domingo (Boyer) para justificar el sometimiento de los dominicanos, fue el de abolir la esclavitud en toda la Isla Española, pero la emancipación de un pueblo no justifica el sometimiento ni el exterminio de otro.
Las verdaderas razones de la invasión residían en:
1.La adquisición de nuevas tierras, para lo que era necesario propiciar la migración de los colonos para ocupar sus tierras y propiedades y luego repartirlas entre la oficialidad del ejercito Haitiano, solidificando así Boyer su posición de autócrata gobernante.
2.El de forzar a los habitantes de la parte española a pagar parte de los 150.000.000 Fran-cos que requería Francia de Haití como indemnización, para reconocer su independencia (Franklin Franco. Historia del pueblo Dominicano Pág. 184-185).
3.El de fusionar dos pueblos con raza, cultura, idioma, religión e historia diferentes, sin contar con la aceptación de los conquistados, este era un sueño largamente acariciado por el inicia-dor de la revuelta de los esclavos “Toussaint Louverture”.
Tan pronto Boyer regreso a Haití, el país quedó bajo la responsabilidad del General “Jeróni-mo Maximiliano Borgela. Se inició la persecución del clero católico, en especial del arzobispo Pedro Valera, quien se negó a reconocer el nuevo Gobierno. Se ordeno el cierre de la Uni-versidad más vieja del Nuevo Mundo, se cerraron las escuelas y se sustituyeron los símbolos hispánicos por los haitianos. También se intentó abolir el uso del español como lengua y se implantó la Constitución Haitiana de 1816 que en sus artículos 38 y 39 ordenaba lo siguiente:
Art. 38.- Ningún blanco cualquiera que sea su nacionalidad, podrá poner pie en territorio hai-tiano a título de amo o propietario. Solamente se reconocerán como haitianos los blancos que formen parte del ejército, los que ejercen funciones públicas y a los admitidos en el país antes de la publicación de la Constitución del 27 de Diciembre de 1806. Para el futuro y después de la publicación constitucional, ningún blanco podrá aspirar a los mismos derechos ni ser empleado, como tampoco adquirir la ciudadanía ni propiedad en la República.
Art.39.- Por otra parte se permite después de un año de residencia en el país adquirir los de-rechos de ciudadanía y naturalización a todo africano, indo americano y sus descendientes nacidos en colonias o países extranjeros. El odio expresado en los artículos que preceden (nos recuerda el decreto lanzado por Dessalines de “muerte al blanco”) propició el que la soldadesca haitiana cometiera horrendos crímenes, como lo fue el asesinato de Andrés Andújar y sus hijas las vírgenes de Galindo.
Estas jóvenes junto a su padre fueron salvajemente violadas, luego descuartizadas y sus despojos lanzados a un pozo que les sirvió como sepultura. Este repugnante acto fue per-petrado por los oficiales haitianos Condé y Lenoir (Joaquín Balaguer.”Centinela de la Fron-tera”, Pág. #19), quienes poseedores de una sexualidad desenfrenada exacerbada por el alcohol, cometieron tan horrenda barbarie.
Hechos como este motivaron el inicio de una gran migración hacia Cuba, Puerto Rico y Venezuela; la población trataba de escapar a la ira racial y a los desenfrenados apetitos sexuales de los invasores, así como al filo de sus espadas. Aquel ejercito de bárbaros, como el de Atila, arrasaba con todo lo que encontraba a su paso, nunca sabremos cuantos dominicanos murieron ni cuantos lograron escapar.
Pero si sabemos que al término de la ocupación la población dominicana era de unos 30.000 habitantes, (según el libro “República Dominicana” publicado por el Gobierno del Presidente Cáceres), se redujo en un 50 % en relación al censo efectuado por los Españoles en 1819 donde fueron contadas 63.000 almas.
De esta forma se ensañaron los invasores con un pueblo indefenso, que su único delito fue el de ser el primado de América y el de estar compuesto por los descendientes del Gran Almi-rante y de los aventureros que le acompañaron en la más grande de las epopeyas que re-cuerda la humanidad. La primera manifestación de repudio contra la ignominiosa ocupación se inició en el año de 1824 con la revolución de Los Alcarrisos, quienes la encabezaron fueron fusilados.
Pero resistencia organizada tendría que esperar el retorno de un joven nacido el 26 de enero de 1813, que debido al cierre de las universidades había sido enviado a Europa y Estados Unidos con la finalidad de educarse, nos referimos a Juan Pablo Duarte y Diez. Ln Europa Juan Pablo pudo ver como ideas liberales se habrían paso en el viejo continente y a su regre-so junto a otros ocho compañeros funda la sociedad secreta la trinitaria, el 16 de julio de 1838. La sociedad quedó instalada en casa de Juan Isidro Pérez, la cual estaba localizada frente a la Iglesia del Carmen; su propósito era separar la parte oriental de la Isla Española de la República de Haití y crear en ella un estado libre y soberano. Los ideales de los trini-tarios se basaban en la doctrina cristiana y en ideas de igualdad traídas por su fundador desde Europa.
Predicaban que en el nuevo estado las únicas diferencias que serian aceptadas entre los hombres, serían las que derivan de las virtudes y los talentos; relegando así las injusticias históricas a un doloroso pasado que sólo perduraría en el recuerdo. Con el fin de recolectar fondos para la causa emancipadora y de crear espíritu público, los Trinitarios crearon la Sociedad Dramática “La Filantrópica”. Esta sociedad montaban obras teatrales alusivas que de algún modo resultaban aplicables a los opresores, así se esparció por todo el país la idea de la Independencia.
En marzo de 1843 el Movimiento La Reforma, liderado por el general Charles Herard, dio término al gobierno de Boyer quien llevaba 25 años gobernando la República de Haití y 21 años a los Dominicanos, acontecimiento que aprovecharon los patriotas para acelerar los preparativos de la independencia.
La información filtrada de labios de apátridas llegó a oídos del presidente Herard, quien se apersonó en la ciudad de Santo Domingo e inició una tenaz persecución en contra de los revolucionarios; siendo arrestado para luego ser liberado Matías Ramón Mella Castillo. El líder del movimiento Juan Pablo Duarte se vio forzado a partir en una goleta rumbo a Saint Thomas, razón que le impidió asistir a la noche de la Independencia, quedando el grupo bajo el liderazgo de Francisco del Rosario Sánchez.
Además de los trinitarios existía el grupo de los afrancesados que a través del Cónsul Francés señor Levasseur gestionaba el beneplácito de Francia a la independencia, a cambio de entregar la península de Samaná. Al enterarse los trinitarios del peligro que representaba este grupo para la formación de una nación totalmente libre y soberana, adelantaron sus planes emancipadores.
La noche transcurría plácida, el susurro de un grupo de ciudadanos que se acercaba a la Puerta de la Misericordia rasgaba su silencio, era la fecha escogida 27 de Febrero de 1844.
Los patriotas que se habían congregado en el lugar para iniciar la revolución se dispersa-ban, pues la inseguridad y el temor se había apoderado de ellos. De pronto un estampido redentor proveniente del trabuco de Matías Ramón Mella Castillo, desveló a la soldadesca haitiana las intenciones del grupo. No había otra salida que luchar.
Tras un nutrido tiroteo los invasores capitularon, entregaron la plaza y las armas, la multitud eufórica marchó entonces hacia la puerta Del Conde, donde retiraron el pabellón haitiano y enarbolaron en la más alta de las astas, la enseña tricolor bordada por Concepción Bona, como signo de redención a 22 años de ignominia.
Así nacía la República Dominicana, bajo el ideario del más inmaculado de los próceres ame-ricanos, Juan Pablo Duarte y Diez. En ella no perecería jamás la libertad, ni la igualdad entre los hombres. Sus hijos estaban dispuestos a defender su independencia de toda nación extranjera, sin importar el precio a pagar, dándolo todo por la Patria, incluso la Vida.
Dr. Luis M. Campillo
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La Gesta de 1844
Puestos en contacto los conspiradores de la Reforma Haitiana con los conspiradores de la Separación Dominicana, se inició el plan para derrocar a Boyer, quien llevaba 25 años como gobernante de Haití, y 21 años gobernando a los dominicanos. La revuelta militar se inició en Praslin, una finca perteneciente a Charles Herard, quien contaba con el apoyo de hombres experimentados en asuntos públicos y con algunos de los cuales se formaría un gobierno provisional. El derrocamiento de Boyer se produjo en marzo de 1843, después de algunos choques armados.
Cuando la noticia de tal acontecimiento llegó a Santo Domingo, produjo un ambiente de agi-tación que amotinó a grupos dominicanos y haitianos antiboyeristas. Al mando de Duarte, del ex-diputado Alcius Ponthieux y del General Desgrotte, los amotinados con el grito de Viva la Reforma! intentaron apoderarse de lafortaleza de la ciudad, pero fracasaron cuando tropas gubernamentales los hicieron dispersarse y escapar a San Cristóbal.
Con el apoyo de la guarnición de dicho poblado se organizaron, logrando que moradores de Azúa y de Bani formaran parte de un ejército de unos 2,000 hombres que marcharon a Santo Domingo, obligando a que el General Carrié renunciara al mando. En consecuencia, se formó una Junta Popular y Civil en Santo Domingo que sustituyó el gobierno del General Carrié. Varias juntas se formaron en otras localidades, siempre integradas por dominicanos y haitia-nos partidarios de defender la Reforma. Duarte participó activamente en la organización de las mismas.
El Gobierno Provisional que encabezaba Charles Herard convocó a las diversas juntas para elegir las autoridades municipales y también los diputados de la Asamblea Constituyente de la República, que debían redactar una constitución-liberal. Un grupo de dominicanos se hicieron partidarios de una posición autonómica sin romper con la indivisibilidad de la isla. El grupo dirigió a la Junta Popular de Santo Domingo una petición en la que se señalaba que al no ser considerada la región del Este como un territorio conquistado, se le debía permitir escribir sus documentos oficiales en español, como también la observación del catolicismo, y de usos y costumbres locales.
Se creó además un ambiente de tensiones, de denuncias, de sospechas. La posición de los autonomistas originó debates entre dominicanos y haitianos. Estos últimos comenzaron a evidenciar que la unidad insular estaba en peligro. Para mediados de 1843, no sólo la agita-ción separatista publicaba todo tipo de documentación antihaitiana, sino que inclusive muchos trinitarios salieron triunfadores en las elecciones municipales, y trabajaban abiertamente contra la dominación que llevaba casi 22 años. La movilidad de los separatistas y en especial la de los Trinitarios le fue denunciada a Herard, quien decidió supervisar la zona dominicana, y quien al Ilegal a Dajabón descubrió que pese a los esfuerzos del predominio haitiano, los habitantes del Este seguían manteniendo su idioma y sus costumbres. En Santiago se inició la persecución de los Separatistas con el arresto de numerosos patriotas. Después continuó en Macorís y Cotui donde Ramón Mella fue hecho prisionero.
Al Ilegar a Santo Domingo, Herard Constató con más certeza la rebeldía antihaitiana, al ser recibido con cierta hostilidad por parte de muchos ciudadanos de origen español quienes habían cerrado las puertas de sus casas en señal de protesta. Los Trinitarios tuvieron que desbandarse ante el despliegue militar efectuado por Herard para tomar el control y así detener la marcha de los acontecimientos separatistas.
Perseguidos con tenacidad, Duarte y algunos compañeros tuvieron que embarcarse clandes-tinamente rumbo a Saint Thomas, mientras otros tuvieron que ocultarse, o como Sánchez, fingir enfermedad. En medio de estas circunstancias, los Trinitarios se vieron desorganizados, pero pudieron recuperarse al quedar su movimiento de independencia bajo el liderazgo de Francisco del Rosario Sánchez. Obligados a la clandestinidad, los Trinitarios se dividieron en dos grupos. Mientras uno estaba al mando de Sánchez y de Vicente Celestino Duarte, el otro estuvo dirigido por Mella, quien había sido dejado en libertad. En el exterior, Duarte buscó armamentos y otros recursos, principalmente en Venezuela y Curazao. Al no tener el éxito esperado, ordenó hacer uso de los bienes familiares en beneficio de la causa independiza-dora.
Además de los Trinitarios, los Separatistas afrancesados se movilizaron calladamente y obte-nían el beneplácito del Sr. Levasseur, Cónsul general de Francia en Puerto Príncipe. A través de él ofrecieron entregar Samaná si Francia apoyaba o protegía la Separación. Contando con tal apoyo Bueneventura Báez y sus seguidores planearon dar un golpe en abril de 1844.
Enterados del plan de los afrancesados, los Trinitarios decidieron adelantarse. Para enero de 1844, algunos hombres públicos como Tomás Bobadilla habían sido incorporados al movi-miento. También para esa fecha publicaron un manifiesto como contraparte a otro publicado por los afrancesados en Azua. Mientras estos últimos justificaban la necesidad de separarse de Haití y acogerse a la protección de Francia, los Trinitarios invitaban a la rebelión abierta. En el manifiesto que hicieron circular profusamente, y el cual redactó Bobadilla, se establecía "el deber de los pueblos de sacudir el yugo", al mismo tiempo que anunciaba los males que había engendrado la ocupación haitiana, pero sin incitar al odio o a la venganza". Para febre-ro, la situación de Santo Domingo hacía propicio llevar a cabo el plan de la separación, como también las condiciones del gobierno de Herard, quien enfrentaba numerosos problemas en Puerto Príncipe y otras zonas occidentales, razón por la cual se había retirado de la región dominicana meses atrás con el apoyo de los hateros seibanos, los Trinitarios acordaron reunirse en la Puerta de la Misericordia el día 27 por la noche, y de allí marchar hasta el Baluarte del Conde, al mismo tiempo que se posesionaban de algunos sitios estratégicos. Una vez en el Baluarte izaron la bandera, y en medio de la agitación, las tensiones del momento y de un breve tiroteo que se produjo, proclamaron la independencia.
La misma no sólo constituía el fin del predominio haitiano, sino el nacimiento de la Republica Dominicana.
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