La Primera Protesta
Armada contra la Anexión.
José Contreras en Moca.
Gral. F.R. Rodríguez.
Traición de Santiago de
Oleo
Y Fusilamiento de San
Juan y Neiba.
Fuente: Pedro M.
Archambult, obra Historia de la Restauración, Editora La Libraire Techenique et
Econimique, Paris-Francia, 1938. Segunda Edición 1973, Adicciones Taller, Santo
Domingo, Cap. III, pps. 11 al 17
La Primera protesta armada contra la anexión
corresponde en el orden cronológico a
San Francisco de Macorís. En el primer acto del cambio de la Bandera. El pueblo
se amotino tratando de impedirlo.
Algunos patriotas armados de fusiles lanzaron
voces de ¡abajo España! y tiraron
los primeros disparos, aunque al aire, en protesta de la infame esclavitud que
había matado la patria.
Esta viril protesta fue un acto espontáneo y sin la necesaria combinación,
cuando izaron la nueva Bandera (Española), le cayeron a tiros en la misma plaza
de la Comandancia, hoy el Parque de Recreo (1861), siendo menester que el Comandante
de Armas Gral. Juan Esteban Ariza hiciera uso de la fuerza y como esta primera
imposición no bastaba, tuvo que disparar un cañonazo sobre los amotinados
El pronunciamiento de Puerto Plata el 26 de marzo de
1861, fue el último, con el se
cumplieron las 4,000 firmas, entre
autenticas y falsificadas, que suscribieron
los empleados generalmente autorizando la Anexión. Esta cifra no es
significativa en comparación de la población
de la R epública que
se estimaba en 1861 de unos 300,000
habitantes.
A los cuarenta y cinco (45) días de proclamada la
anexión hubo la primera protesta armada organizada, en la Villa de Moca, que
fue asaltada y tomada por el Coronel José Contreras, que era ciego, (aún
algunos historiadores de la Restauración
dicen que no era ciego), el 2 de mayo de 1961, los valientes pronunciaron la
plaza y proclamaron el restablecimiento de la Independencia
El coronel José Contreras era un soldado de la
Independencia que no transigía con yugos extranjeros. Aunque estaba ciego, sin
consultarlo a nadie ni guardar
combinaciones en otros pueblos, se lanzó una tarde al combate,
acompañado de sus antiguos compañeros de la Independencia, aprovechando una
ausencia del comandante de armas Juan Suero, que luego fue el general más
notable del ejército español, el “Cid Negro”,
que dijo La Gándara.
Durante la
noche el comandante Juan Suero improvisó una pequeña fuerza y recuperó
su plaza, apresando al Coronel José Contreras,
y a sus compañeros; José María
Rodríguez, José Inocencio Reyes y
Cayetano Germosén. El General Santana, Capitán General de la colonia se voló a
Moca y ejecutó a dichos patriotas el 19
de mayo de 1861, obedeciendo a sus ímpetus sanguinarios. El mimo día
precisamente del decreto real de Isabel
Segunda aceptando la reintegración de Santo Domingo a la corona de España.
De modo que le corresponde al insigne mocano coronel
José Contreras el honor de haber sido el primer dominicano que protestara con
las armas y diera su vida por el noble ideal de la Restauración. Del cadalso de Moca, levantado por el feroz
victimario Santana, partió la primera flecha envenenada de la venganza popular
que un día llegó certera a su destino, después de azarar a Santana con
tremendos fracasos e inesperadas amarguras; ella se convirtió en el venero suicida que ahogó su
vida equivocada, para librarle de la
vergüenza de ser más despreciado y
acosado condenado por un consejo de guerra español.
Desde que el General Francisco del Rosario Sánchez
tuvo noticia del crimen insólito de la anexión, lanzó un manifiesto de protesta
y busco el apoyo del Presidente de Haití Geffrard, para levantar la
revolución reivindicadora, justificando
con esa actitud sus laureles como
miembro del grupo heroico de la Puerta del Conde. El cual fue lanzado desde la
Isla de Sant Thomas.
Encontrándose Sánchez en Port-au-Prince encendiendo
el faro de la Revolución, recibió como emisario de Santiago Rodríguez, por
entonces maestro de escuela de Sabaneta,
al joven José Cabrera, que luego fue el eminente general restaurador.
Llevara el encargo de asegurarle al
prócer de la Puerta del Conde la correspondencia del Cibao a su alta inciativa
reivindicadora. Y le hacia alguna
indicaciones útiles, dejándole al emisario Cabrera como hombre de
toda la confianza de Santiago Rodríguez
En efecto, el joven Cabrera, muy práctico en la vida fronteriza, fue uno de los principales
emisarios del general Sánchez en sus frecuentes comunicaciones con los
patriotas de la línea fronteriza
suroeste. Obtenida por Sánchez la
cooperación del influyente general Santiago
de Olio, del Cercado, y de los subalternos de ese importantes jefe, el
general Francisco del Rosario Sánchez atravesó la frontera en el mes de junio
de 1861, acompañado de los generales; José María Cabral, Fernando Tabera y
varios más, dominicanos civiles y soldados presentes
El general Cabral envió uno de sus tenientes,
el coronel Gabino Simonó, a tomar a Las
Matas de Farfán, que ocupó, y los patriotas dominicanos al Cercado, a
Cachimán, y a Neiba. El gobierno español envió una escuadra a Port-au-Prince
amenazando bombardear si no
retiraba en el acto todo su favor a la Revolución Restauradora, lo cual hizo
Geffrard inmediatamente, negándole a los patriotas dominicanos los recursos
y armas prometidos.
La noticia sembró el saliendo y la defección entre
las filas. El indigno general Santiago
de Olio, para librase de responsabilidad se convirtió en traidor y perpetró la pérdida de sus
compañeros. Volviéndose pérfidamente sus armas contra ellos. Llegó por entre los monte al Mangal, al pié del primer
paso del río Cañas, en la loma de Juan de la Cruz, camino de Hondo Valle hacia
Haití, e hizo una emboscada, en donde
recibió a sus antiguos compañeros con descargas cerradas, cuando ellos iban
hacia Haití para salvarse.
El miserable criminal de Olio pudo apresar a Sánchez
herido y a veinte de los compañeros del prócer que no pudieron huir por no conocer los lugares. El joven José
Cabrera, práctico en todas las líneas
fronterizas, logró salvarse ocultándose en Haití, y regresó a Sabaneta en 1863 para tomar parte en la Restauración.
Presos en San Juan
de la Maguana el prócer y sus heroicos compañeros fueron implacablemente sentenciados a muerte, de
orden de Santana, por un Consejo de
Guerra presidido por un enemigo de Sánchez el general Domingo Lazala; el fiscal
eras el coronel Tomás Pimentel. El juicio cuya sentencia vino pronunciada de la
Capitanía General revistió un carácter
aparatoso y cruel. El General Francisco
del Rosario Sánchez, hizo cuanto pudo en sus declaraciones por salvar a sus
compañeros, asumiendo toda la responsabilidad del movimiento
Ya pronunciada la sentencia de la venganza, el
coronel español Peláez le pidió por escrito a Santana clemencia por la vida
de los prisioneros y otros oficiales españoles insistieron en el perdón.
Pero inútilmente; en aquel corazón
salvaje había muerto la piedad y solamente se animaba para
el logro de sus ambiciones y de sus crueles venganzas
La oficialidad española había reprobado el
fusilamiento del coronel Contreras y sus compañeros en Moca y no quería que la
anexión de un pueblo engañado fuese sellada con sangre de patriotas. Pero Pedro
Santana, el verdugo de María Trinidad Sánchez, creía en su ignorancia, que el fuego inmortal del patriotismo podía
apagarse en un lago de sangre, ¡No había
seguramente estudiado la historia de todos los tiempos.
El padre Barrientos le administro los sacramentos al
prócer de la Puerta del Conde, que fue
fusilado en la tarde del 4 de junio de 1861 con sus compañeros mártires, en la
Villa de San Juan de la Maguana. Mientras
le conducían al patíbulo, herido, sobre
una silla, iba recitando el
miserere “YO SOY LA BANDERA NACIONAL, REPITIO, QUIERO MORIR ENVUELTO EN ELLA”.
Lo cual le fue concedido como un último
honor al que sólo vivió para la libertad
desde la jornada épica de febrero.
El comandante Antonio Luzón del batallón “La
Corona”, protestó enérgicamente del fusilamiento, y para no autorizarlo con su presencia, salió de San Juan con sus
fuerzas. También el segundo Cabo el brigadier Peláez pidió desde Azua clemencia
a Santana por los sentenciados. Inútilmente. Estos acontecimientos sanguinarios
le revelaron al pueblo que no habían
cesado los odios santanitas y las pérfidas venganzas, ni
aun después de morir la
República; pues el general Santana seguía
viendo con malos ojos a los baecistas y amenazándoles, lo cual aumentaba
la hoguera de la revolución
La masonería para
librarse de persecuciones se vio
constreñida a cerrar sus templos. Pero sus miembros tenían que ser fieles a la consigna liberal de dicha institución, dedicada a la
caridad, el derecho y a la libertad.
Creciendo la ola del descontento general surgió el movimiento de Neyba
en la madrugada del 3 de febrero de 1863. Un grupo de 50 hombres, con el comandante Cayetano Rodríguez a la cabeza,
pronuncio a Neyba e hizo preso al
comandante de armas general Domingo Lazala. Pero los vecinos consideraron ese
movimiento una locura y se reunieron en la Alcaldía, atacaron la comandancia,
vencieron a los patriotas y prendieron al Comandante Velásquez, bajo la
dirección del Alcalde.
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