En la antigüedad se enterraba a las personas -como hoy- según su estatuto social, pero quizá las diferencias eran más acusadas, dada la importancia que se le concedía al lugar de enterramiento, pues tras la vida no había nada más sino el recuerdo, el testimonio inscrito en una lápida, ara o tumba. Las cupae eran pequeñas sepulturas (otras no tan pequeñas) en las que se enterraba a personas de condición no superior aunque no necesariamente pobres. Se han encontrado por toda la península Ibérica, siendo una obra importante sobre éste tema la publicada por Javier Andreu Pintado.
Hay una gran diversidad tipológica, desde las que tienen inscripciones hasta las que consisten en una sencilla piedra donde se ha hecho un hueco para depositar las cenizas del difunto. Algunas estaban decoradas sencillamente, pero otras ni siquiera eso; acaso una cruz, ya que la mayoría son de época paleocristiana (siglos IV-V de nuestra era) es decir, cuando el cristianismo se había extendido suficientemente por la península aunque hubiese todavía amplias zonas a donde no había llegado. A veces las cenizas del difunto se enterraban bajo tierra, y otras en la misma piedra o cupa. Unas cupae eran monolíticas, la mayor parte de piedra (caliza o granítica) siendo las personas enterradas de esta manera correspondientes a los siguientes grupos sociales: libertos con algún poder adquisivito, veteranos del ejército que no se habían enriquecido y esclavos pero no necesariamente pobres.
En ocasiones una estructura arquitectónica muy sencilla señalaba el lugar del enterramiento en la superficie del suelo; en otras la cupa se ha encontrado bajo tierra. Para las cupae del noroeste de Hispania es importante la investigación de Jorge Sánchez-Lafuente.
Un ejemplo de "cupa" con construcción en superficie |
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