miércoles, 14 de marzo de 2012

EL PANTEÓN NACIONAL DE LA REPÚBLICA DOMINICANA






 EL PANTEÓN NACIONAL DE LA REPÚBLICA DOMINICANA
1ra. Parte.
Fuente: Juan Daniel Balcácer
Articulo Notas para la Historia del Panteón Nacional
Revista Rumbo Num.93, 13 de noviembre 1995, ppa 45/48

Sagrado  mausoleo donde reposan las cenizas de personalidades dominicanas.
¿Cuáles son los meritos de debe  acumular  un ciudadano civil o militar para ser elevado a la categoría de héroe de la República Dominicana?

LA CAPILLA DE LOS INMORTALES
En abril de 1875, en la segunda administración del Gral. Ignacio María González. Los restos del Prócer Francisco del Rosario Sánchez, fueron  trasladados desde el cementerio de San Juan de la Maguana a la  ciudad de Santo Domingo,  y depositado en una de las capillas de la Basílica Catedral Metropolitana de Nuestra Señora Santa María de  la Encarnación, Primada de América.
Este fue el inicio de lo que hoy  conocemos como  La Capilla de los Inmortales. Nueve años después, el 27 de febrero  de 1884, en la primera Administración de Ulises Heureaux,  a solicitud del Ayuntamiento de Santo Domingo, las cenizas del ilustre Fundador  de la República Juan Pablo Duarte y Diez,  que se hallaban en Venezuela fueron repatriadas y depositada en la Catedral de Santo Domingo
Posteriormente, el 27 de febrero de 1891, en plena satrapía  de Lilis, los restos del valeroso General Matías Ramón Mella, exhumados del cementerio  de Santiago y depositado en la Iglesia  del Carmen de esa ciudad fueron llevados a la Capilla de los Inmortales y colocado junto a los  de Sánchez y Duarte. 
No existía la Triada  Oficial de Patriótica, que  hoy conocemos los dominicanos, que fue constituida a partir de la Resolución No. 3392, del 17 de abril de 1894. Heureaux ordenó la construcción de un monumento alegórico que simbolizara la Independencia Nacional y que tuviera grabado los nombres de los esclarecidos próceres Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y Ramón Mella.
Este reconocimiento, según la aludida Resolución obedece al hecho de que “ Mella, Duarte y Sánchez, merecen por virtud de la principal participación  que tuvieron  en la propaganda y realización de la idea redentora, pasar a la posteridad, conservando en ella la personificación  del ideal patriótico que  confundió a los tres Próceres en una aspiración común y única. A partir  de ese año, Duarte, Sánchez y Mella se le consideran Padres de la Patria.
Con posteridad a eso entierros memorables en la Capilla de los Inmortales se continuaron efectuándose  inhumaciones de  quienes  conforme a las autoridades del momento merecían  la  alta distinción  de  Próceres de la República.
Estos entierros por lo general obedecían a Resoluciones del Ayuntamiento de la ciudad de Santo Domingo, por disipaciones del Poder Ejecutivo o Leyes emanadas  del Congreso Nacional, siempre con el consentimiento del Arzobispado de Santo Domingo, por encontrarse el Mausoleo dentro del recinto catedralicio.
El nombre de La Capilla de los Inmortales, no surgió mediante designación oficial. Obedeció  más bien a inspiración popular en virtud, de la trascendencia  histórica de los personajes que pasaron a morar en aquel sagrado recinto.
La Catedral Primada de América dispone de 14 capillas y las que desde 1875, comenzó a  albergar restos  de prominentes ciudadanos considerados héroes nacionales lleva el nombre de Capilla de Nuestra Señora de la Altagracia. Contribuyéndose  en el antecedente de lo que  es hoy el PANTEON NACIONAL.
LOS PADRES DE LA PATRIA
Los primeros restos en ser exhumados de la Catedral fueron los de Duarte, Sánchez y Mella, en 1944, con motivo de  conmemorarse el primer centenario de la proclamación de la Independencia de la República. En esa ocasión Trujillo que esos ilustres despojos fuesen inhumados bajo  el arco triunfal de la Puerta del Conde, desde entonces convertida en  Altar de la Patria.
El 15 de julio de 1976, año que se celebró el  centenario  del natalicio de Duarte, la Ley 415 dispuso el traslado de los restos de los Padres de la Patria hacia el Mausoleo que había sido construido al final de los  fosos del Baluarte del Conde, donde actualmente reposan en calidad de morada definitiva.
Los demás próceres
El 24 de  julio de 1972 el Presidente Joaquín Balaguer, decreto No 2140 ordenó que  los restos correspondientes a varios ciudadanos, que se encontraban en la Capilla  de los Inmortales, fueran trasladados al  otrora templo de los jesuitas.
El criterio que más ha primado para los ingresos al Panteón Nacional es el haber ofrendado la vida para la liberación de la patria. Mártires cuya abnegación y sacrificio han sido probados y que la historia les ha hecho merecedores de ese sitial. En segundo lugar, escritores, educadores e historiadores de labor excepcional.
La mayoría de ellos han esperado en algunos casos más de un siglo o décadas. Los restos más recientemente trasladados al Panteón fueron los de Francisco Gregorio Billini, hace tres años.
En el decenio pasado fueron los restos de Américo Lugo, José Gabriel García y de Antonio del Monte y Tejada, en el 1992, por decreto del entonces presidente Joaquín Balaguer.
Del Monte y Tejada murió en 1861, Lugo en 1952 y García en 1910. Sus restos tuvieron que esperar hasta 1992 para que la historia les rindiera su merecido tributo. El caso de Antonio del Monte y Tejada es un cenotafio, ya que sus restos nunca pudieron ser hallados en el cementerio de La Habana, en Cuba.
Las posiciones que ocupan los preclaros dominicanos dentro del Panteón, comenzando desde la parte más central que es el presbiterio, detrás del altar, están los restos del general Gregorio Luperón, Ulises Francisco Espaillat, y Benigno Filomeno de Rojas, este último un cenotafio. En la derecha fue descubierto un aguamanil con la inscripción "año 1748".
En el mismo lugar, en la parte lateral izquierda, están los restos de José Núñez de Cáceres, José Reyes, Emilio Prud Homme, ,José María Serra, Angel Perdomo, Juan Sánchez Ramírez, Juan Nepomuceno Ravelo, Félix María Ruiz, Balbina de Peña viuda Sánchez, José Joaquín Puello, Gabino Puello, Santiago Rodríguez, Juan Isidro Pérez, general Antonio Duvergé, María Trinidad Sánchez, Pedro Alejandrino Pina, Gaspar Polanco, José María Cabral, Benito Monción y Cayetano Abad Rodríguez.
El lateral derecho es el menos ocupado del presbiterio. Allí reposan los restos del almirante Juan Alejandro Acosta, Juan Bautista Cambiaso, José Joaquín Pérez, Gastón F. Deligne, Concepción Bona, Américo Lugo, el general Pedro Santana, Antonio Del      Monte y Tejada, y José Gabriel García. En este lateral quedan disponibles catorce espacios.
En la parte izquierda de la capilla de crucería están los restos de Eugenio María de Hostos, con una inscripción que reza: "Apóstol de la verdad y el bien 1863-1903, inhumado 30-6-85".
En la parte izquierda de la capilla están los restos de los mártires de Santiago, Eugenio Perdomo, Pedro Ignacio Espaillat, Antonio Batista, José Pierre Thomas, general Antonio Salcedo (Pepillo), Pedro Francisco Bonó, Carlos de Lora, José Vidal Pichardo y Ambrosio de la Cruz.
Otros lugares que no han sido ocupados son el lateral derecho de la capilla y el espacio rectangular izquierdo del presbiterio. Una de las ideas que se pueden realizar para el reordenamiento de la parte del presbiterio es la colocación de héroes independentistas de un lado y los restauradores en otro, para así darle una colocación que refleje una secuencia cronológica.

ESPACIOS DISPONIBLES
El Panteón Nacional dispone de 42 espacios vacíos, de un total de ochenta, para acoger a otros hombres y mujeres ilustres de la República.
Lamentablemente la disponibilidad sería insuficiente si se lleva a cabo el Decreto civil y militares, cualquiera que sea el sitio donde estuvieren enterrados.
Para esos fines se designó una comisión compuesta por el Vicepresidente de la República, el arzobispo metropolitano de la arquidiócesis de Santo domingo, el obispo de la diócesis de Santiago, el secretario de las Fuerzas Armadas, el secretario de Interior y Policía, el secretario de Educación, Bellas Artes y Cultos, el presidente de la Academia Dominicana de la Historia y el presidente de la Sociedad Amantes de la Luz, de Santiago.
La tarea fue de carácter permanente y hasta ahora no se ha completado. Entre los dominicanos que son mencionados en dicho secreto están: general Eustaquio Ducodray, presbítero Carlos Rafael Nouel, general Olegario Tenares, Nicolás Ureña de Mendoza, César Nicolás Penson, Fabio Fiallo, Arturo Pellerano Castro, Manuel de Jesús Galván, José María Imbert, José Ramón López, Casimiro Nemesio de Moya, Tomás Bobadilla y Briones, Jacinto de la Concha, Eugenio Deschamps, José Cabrera, Benigno del Castillo, Manuel González Regalado y Muñoz, y Timoteo Ogando.
Asimismo, los de Francisco J. Peynado, general José Melenciano, Félix Mota, Mariano Antonio Cestero, Miguel Angel Garrido, Manuel de Jesús Peña y Reynoso, general Francisco Saviñón y general Tomás Villanueva.
El artículo cuatro del decreto establece que deberá montarse una guardia de honor permanente en el Panteón, en la cual estén representadas las tres armas de la República y la instalación de una llama votiva.

En la actualidad, el Panteón cuenta con una guardia de honor con efectivos pertenecientes al batallón de la guardia presidencial, vestidos de gala. Uno de ellos hace un paseo solemne de ronda en el pasillo central, que va desde la entrada principal hasta justo al frente del altar mayor, a pocos metros de la lámpara votiva.
HISTORIA Y ARQUITECTURA
Todavía se desconoce la fecha exacta en la que el templo de los jesuitas se comenzó a construir. Fray Cipriano de Utrera suponía que la obra se inicia alrededor del 1714 quedando terminada en 1755.
La construcción se atribuye a los esfuerzos de don Jerónimo Quezada y Garcón. El obispo Navarrete dio el permiso para su levantamiento.
En el 1767, cuando la Compañía de Jesús fue expulsada de la isla, este monumento pasó a ser una fábrica de tabaco. La historia registra que también la edificación sufrió severos daños por el paso de un ciclón en 1795. Posteriormente fue usada como sede del Seminario de San Fernando.
Sirvió de sala de presentación para obras de teatro, zarzuelas y diferentes espectáculos. En los tiempos modernos fue lugar para las oficinas públicas del dictador Trujillo, quien decidió su restauración a un costo muy elevado para la época: 438 mil novecientos treinta y ocho pesos.
En realidad el dictador quería cumplir sus sueños de que el espacio principal de su altar mayor fuera dedicado a él y su familia. Eso justifica la extraña dedicación del dictador a tan magna obra.

La sobriedad de este monumento se exhibe desde su fachada elegante severa con líneas de corte clásico, de puerta principal estrecha y sin elementos decorativos resaltantes, rematada por un arco conopial muy rebajado.
Un gran campanario se destaca en su parte superior y encima de la puerta principal existe un espacio rectangular donde se supone estaba el escudo de la orden. Actualmente figura el Escudo Nacional, que fue colocado cuando se restauró el monumento en los años cincuenta.
Los arcos que dan paso a la parte central y las capillas tienen forma de ojiva, creación derivada del arte gótico, según explica Erwin Walter Palm en su obra Monumentos Arquitectónicos de la Española.
El principal aporte arquitectónico del monumento es la introducción de la cúpula sobre el tambor, que es un elemento barroco de muy difícil construcción.
Esta cúpula sobre el tambor octagonal, que descansa sobre pechinas con enormes arcos de medio punto, es el elemento que más sorprende a los visitantes.
Otro de los elementos que llaman la atención es la luz que entra por el muro abierto de vitrales (no originales) en el altar mayor, que alcanza un nivel máximo cerca del mediodía.
El altar mayor es sencillo, pero con cierta majestuosidad, hecho por el maestro español Juan José y presenta un Cristo de bronce con imágenes laterales.
La lámpara votiva, símbolo de recuerdo perenne, está en el centro del crucero, sobre una estrella hecha de mármol de Carrara, Samná y Barahona. Su llama permanece encendida las veinticuatro horas del día y sobre ella la llamativa y enorme lámpara hecha de bronce que cuelga en el dome.
El techo curvo del altar mayor tiene un llamativo lienzo de la autoría de Rafael Pellicer de aproximadamente veinte metros. Este pintor fue Primera Medalla Nacional y profesor de la Academia de Bellas Artes de Madrid.
El tema de la obra es la inmortalidad y sus figuraciones compositivas fundamentales se basan en diferentes temas interpretativos que confluyen finalmente en la presencia de Dios.
En el lado del evangelio la inmortalidad es representada y en el otro grupo, la muerte. Entre ambas figuras se arrastran por tierra unas encapuchadas plañideras que simbolizan el dolor humano, y en la parte superior un reloj que mide el tiempo de la vida terrena, a la vez que señala la eterna con un dedo.
En otro lado de la epístola se interpreta la inmortalidad como una metáfora, constituyéndose en la figura principal de la escena. Luce un nimbo de luz coronada con laureles y acompañada por un pavo real. Hacia ella escala un grupo de hombres destacados.

En el plano más superior están representados los inmortales en su forma más genérica: la milicia, la iglesia, las artes, franqueadas por espíritus angelicales portando coronas de laurel y palmas. A sus pies se encuentra atada y ciega la ignorancia.
En la parte más alta de la bóveda se encuentra un semicírculo de ángeles, trompeteros del Señor, figuras típicas del juicio divino.
 

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