DESAPARECIDOS
La dictadura dejó 25,000 muertos-desaparecidos
EL MUSEO MEMORIAL DE LA RESISTENCIA INVESTIGA VARIOS CASOS
Careto y Collado subieron al autobús conforme recibieron la orden de llevarse los cadáveres. Habían llegado al lugar en el transcurso de los veinticinco minutos en que se realizó la ejecución cuando, uno por uno, los hombres que seis meses antes habían sellado su sentencia de muerte eran bajados vivos de otro autobús y subidos muertos al que acababa de llegar, luego de ser acribillados.
Los que dieron la orden de subir los cuerpos fueron el mayor Juan Disla Abreu, guardaespaldas de Ramfi s Trujillo, y Jorge Moreno, jefe de la Policía Nacional.
Los que dispararon fueron el mismo Trujillo, a cuyo padre, Rafael L. Trujillo, los hombres que estaba matando lo ajusticiaron, y posiblemente todo el que estuvo allí aquella noche, desde Gilberto Sánchez Rubirosa, Luis José y José Alfonso León Estévez, hasta Rubén Tapia Cessé, subjefe de la Policía, y Américo Dante Minervino, comandante de La Victoria.
El episodio fue narrado un año después por el propio Minervino, pero el último crimen de la dictadura no sólo quedó impune, también se llevó a la tumba el paradero de los restos de Huáscar Tejeda, Roberto Pastoriza, Pedro Livio Cedeño, Salvador Estrella Sadhalá, Amado García Guerrero y Luis Manuel Cáceres, los hombres que fueron ejecutados ese 18 de noviembre de 1961, como consta además en otros documentos del Museo Memorial de la Resistencia Dominicana.
“Nunca se llegó a nada”, dijo a LISTÍN DIARIO Manuel Tejeda González, de 51 años, hijo de uno de los héroes del 30 de Mayo, quien junto a sus dos hermanos, parientes de víctimas de la represión y algunos organismos como el Museo Memorial, siguen buscando reparación para sus familiares.
RegistrosA lo largo de 30 años, unas 25,000 personas fueron muertas y desaparecidas según los registros del Museo Memorial, seis mil o siete mil de ellos dominicanos que se opusieron al régimen y unos 17,000 haitianos que mandó a matar Trujillo en 1937, de un total de 50,000 personas que de una u otra forma resultaron ser víctimas (secuestrados, torturados, presos políticos) de la oprobiosa y sanguinaria dictadura.
La inmensa lista de desaparecidos en el país, en el que a diario se registran entre tres y cinco casos, sin contar a los emigrantes indocumentados que desaparecen en altamar, aumenta con la de las muertes y desapariciones forzosas que se produjeron entre 1916 y 1978, y las más recientes denunciadas por las organizaciones defensoras de los derechos humanos. “El desaparecido es el peor crimen de Estado. Es evidencia del fracaso de una sociedad incapaz de hacer justicia posterior a una dictadura”, dijo a LISTÍN DIARIO Luisa de Peña, directora del Museo Memorial de la Resistencia Dominicana.
Además de los héroes ejecutados el 18 de noviembre de 1961, De Peña menciona casos notables como el de los hermanos De la Maza, el de los expedicionarios de 1959, el “Complot de los Sargentos” y el de Rafael Mieses Peguero, y lugares donde podrían estar sus restos: desde las profundidades del mar Caribe y lo que queda de los campos de exterminio y las cárceles que existieron en el régimen, hasta zonas abiertas como la isla Beata y los campos arroceros de Nagua.
Y posiblemente hasta casas en Gazcue.
“En República Dominicana no hubo una comisión de la verdad como primer paso para la búsqueda de justicia”, afi rma De Peña, cuyo equipo mantiene abiertos varios casos de desaparecidos en proceso de investigación, como las cincuenta denuncias que recibió su ofi - cina desde el 31 de mayo del año pasado.
SospechaCasi todos los que mataron y desaparecieron a los seis de la Hacienda María están también muertos, por lo que se hace muy difícil tratar de determinar el paradero de sus restos. Sin embargo, hay pistas como las que dio hace cinco años Pedro Vizcaíno, edecán de Trujillo, cuando se abrió nuevamente el proceso.
“Pregúntele a la ‘aviación’; ellos son los que saben”, respondió el esbirro a los investigadores.
Atando cabos, Manuel Tejeda González, hijo del héroe del 30 de Mayo, sospecha dónde puede estar enterrado su padre: en la Base Aérea de San Isidro, el mismo lugar de donde salieron Careto y Collado, efectivos de la Fuerza Aérea Dominicana, en el autobús donde traerían de vuelta los cuerpos de los ejecutados, según los hechos que en 1962 narró Américo Minervino, uno de los posibles victimarios. También existe la versión de que fueron lanzados al mar.
“Ese era el coto personal de Ramfi s”, dijo Tejeda.
La tragedia que persiguió toda la vida a este ingeniero civil, casado y con dos hijos (uno de ellos se llama como su abuelo), se repite en las familias de al menos 25,000 muertos-desaparecidos en República Dominicana, y por extensión al de gente de otros países de América latina que también tuvieron dictaduras o confl ictos internos: aproximadamente 90,000 personas en Guatemala, México, Perú, Bolivia, Argentina, Chile y Uruguay, entre 1966 y 1986, según la organización Amnistía Internacional.
“Aunque sea más doloroso, es más fácil superar una situación que obedece al proceso natural de la misma vida, que es la muerte, que el caso de un desaparecido. Cuando ocurre la muerte aun sea a destiempo o de forma trágica, la familia y demás seres queridos, tienen la oportunidad de despedir a esta persona”, comentó a LISTÍN DIARIO la doctora Olga María Renville, psicóloga clínica, experta en terapia familiar.
Renville afi rmó que en esos casos, el proceso de duelo es muy diferente ya que hay momentos que se omiten cuando hay una desaparición.
“No existe el ritual de despedida, no se ha visto a esa persona muerta, no hubo velatorio, ni entierro. La ausencia de ese proceso hace muchas veces que algunas personas no puedan superar y ni siquiera inicien un proceso de duelo. Viven a la expectativa del regreso de esa persona y con la sensación de que en algún momento recibirán noticias”, agregó.
Otra experta, la doctora Rosa Mariana Brea Franco, psicóloga clínica, especialista en terapeuta de duelo, explicó a LISTÍN DIARIO que hay personas que deciden conservar la esperanza indefi nida y ‘paralizan’ sus vidas indefi nidamente, y otras que después de un tiempo deciden que no pueden seguir y buscan ayuda profesional.
FormularioBrea agregó que las personas que ayudan en la búsqueda de los desaparecidos son los que suelen trazar los límites, “punto en el que las personas sienten de verdad el dolor emocional del duelo”.
La página web del Museo Memorial de la Resistencia Dominicana (museodelaresistencia.org) tiene un formulario donde se pueden llenar los datos de personas desaparecidas.
El organismo considera varios períodos de la historia dominicana como etapas en las que habitantes de este país fueron perseguidos, apresados, torturados, desaparecidos o asesinados por razones políticas, desde la dictadura militar norteamericana entre 1916 y 1924; la dictadura de Rafael L. Trujillo, entre 1930 y 1961; el período de transición, inestabilidad política y la Guerra de Abril entre 1961 y 1966, y la “dictadura constitucional” de Joaquín Balaguer entre los años 1966 y 1978.
En este último período, cerca de 2,000 casos confi rmados de una lista no ofi cial de 5,000 casos son manejados por el Museo.
“En 1972 se formó un comité de familiares de personas muertas y desaparecidas”, narró a LISTÍN DIARIO Gladys Gutiérrez, esposa de Henry Zegarra, el dirigente político cuya desaparición se convirtió en una de las más notables de los años de Balaguer.
ExilioGutiérrez, exiliada en Francia durante dos años, comentó que llegó a registrar un total de 366 casos, y que aunque no se hizo justicia en ese momento, el movimiento llamó la atención de la comunidad internacional hasta lograr una condena mundial.
“Incluso (la escritora francesa) Simone de Beauvoir y (la actriz norteamericana) Jane Fonda, ambas defensoras de los derechos humanos, se ofrecieron a traerme al país”, dijo Gutiérrez.
Henry Segarra, su esposo, dirigente del Movimiento Popular Dominicano (MPD), organización radical de iz- quierda, fue desaparecido el 26 de julio de 1969 y jamás se supo dónde enterraron su cadáver. 43 años después, Gutiérrez recuerda lo que le dijo la última vez que lo vio preso en Dajabón: “Gladys, muero sin ser libre; donde hay lucha hay sacrifi cio”.
Ocho años antes, el 30 de mayo de 1961, otro grupo de personas pensaba lo mismo.
Esa noche, rememora Manuel Tejeda, su padre fue quien dio aviso a los demás complotados. Iba con su esposa a casa de un compadre cuando la policía lo detuvo justo antes de cruzar la avenida Máximo Gómez: Huáscar Tejeda, que tenía días esperando esa oportunidad, vio a Trujillo, caminando con dirección al Malecón, con el uniforme con el que siempre iba San Cristóbal.
Lo que sigue es la extraordinaria y conmovedora historia de un héroe.
“Yo no soy ni la sombra de lo que fue él”, dice Tejeda. “No cualquiera puede decir que tuvo un padre como el mío”.
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MUY POCOS CAMBIOS EN LOS ÚLTIMOS AÑOS La desaparición de personas no ha sido una situación común sólo de esta época. En artículos publicados en diferentes periódicos dominicanos, uno de 1996 y otro de 1999 ya se había alertado sobre la frecuencia y posibles causas de este fenómeno. Cuatro personas reportadas desaparecidas por día fue el promedio registrado entre enero y agosto de 1999, según reseña en una nota el periódico Hoy de la época. De acuerdo con las estadísticas, de 850 personas que desaparecieron en ese lapso, 710 fueron localizadas y 140 no. En cuanto a las causas, el desaparecido matutino El Siglo señaló en abril de 1996 que algunas de entre las razones más comunes se encontraban las enfermedades siquiátricas o problemas emocionales, deudas o vinculaciones a hechos delictivos, “fanatismo” político, viajes ilegales y “ensañamientos” del poder político. Muchas de ellas coincidieron con las que fueron señaladas al LISTÍN DIARIO. A pesar de todo, continúa la misma preocupación de la Policía Nacional, en el sentido de que la tendencia entre los familiares sigue siendo que los casos resueltos no son reportados a las autoridades, mucho menos las circunstancias en que fueron encontrados.
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OTROS CASOS DE DESAPARECIDOS 1916-1965 LAS INTERVENCIONES DE EEUU Muchos dominicanos también desaparecieron durante las intervenciones militares de Estados Unidos. Luisa de Peña, directora del Museo Memorial de la Resistencia, dice que en el caso de la primera, en 1916, los casos han sido más difíciles de contabilizar por la desaparición de muchos de los récords, debido a que Trujillo “quemó muchos archivos para ocultar sus crímenes como oficial encargado de la ‘pacificación del Este’”. En el caso de 1965, De Peña explica que se trataron de crímenes de guerra. |
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